Tuesday, October 30, 2007

El cartel anunciaba peligro. Podías cortarte con los vidrios rotos. Caminaste igual descalza, para probar, para sentir. Si sangrabas tendrías la seguridad de estar viva.
Reencontrarte con ese dolor tan conocido, casi adictivo, casi de modorra.
Entonces te sentiste impulsada a hablar, a contar, a mentir un poco también. Y hablaste.
Usando palabras raras, tuyas, grandes, oscuras. No querías recojer los vidrios, no querías rearmar el jarrón, tan solo querías probar, un poco más, clavarte esa cuchilla espontánea aún más adentro.

Seguirás el juego, pisando, saltando. ¡Cuánto te gusta probar tu resistencia!
Total después se llora sola. Total después alcohol y curitas. Total después alguna lluvia y la sangre se borrará del piso. Aquí no ha pasado nada.

Thursday, October 25, 2007

"¡Dale, no te inhibas!"dijo él, risueño. Y yo dejé de reír.
Me perdí en la H intermedia.
Costó mil patacones imaginarme deshinibida, pero se pudo.

Paseo exhuberante de candor, por esa indómita cornisa, la de siempre. Recoger azahares del abismo que me abraza, exhumar los restos de ese pasado.
Cuatro incoherencias enhebradas en mi alma, no podrá deshilacharse el pulóver gris de años y resignaciones.

Tu ausencia impregnada, el vacío inherente.
Enhorabuena el hastío recobró sus bríos.

Friday, October 19, 2007

Y se me va todo de las manos, se me cae de los bolsillos, voy perdiendo compostura sin darme cuenta.
Ahí te caíste vos, en esa esquina, te vi caer, pero no pude dejar de caminar, hay una fuerza en mi ombligo que me tironea.
No te enamores por favor... porque si te enamorás no va a ser de mí, eso lo sé, y entonces es de alguien más, y entonces estoy más sola y te me caés y tengo que correr tirada por el ombligo y buscar por otro lado.


Yo sé que el equilibrio es una quimera, ni siquiera eso, es una triste ilusión, una lectura subjetiva, un recorte tendencioso del presente. Yo lo sé, lo sé, te juro que lo sé. Pero igual lo deseo.
Tengo sueño. No quiero salir, pero voy a salir igual. Porque es viernes, porque hay que salir, para continuar con este vértigo que impide la caída. Si hay vértigo aún no caímos. Si deja de haber vértigo hay dolor y moretones.
Tengo sueño. No quiero hacer todo lo que tengo que hacer, y lo voy a hacer igual, porque no podría sobrevivir con la culpa de dejar algo inconcluso.
Tengo sueño. Y no quiero escribir, pero escribo igual. Casi de la misma forma en que no quiero pensar en vos y pienso. AHHHHH, vete, vete, fush, fush. No hay forma de pasar borratinta. El pensamiento, el maldito pensamiento, siempre en indeleble.

Monday, October 15, 2007

¿Ahí te duele?

Darme cuenta
una cachetada fría
ausencia es una palabra demasiado dulce.

Ser letras pegoteadas
no es ser mucho
sería mejor no ser nada.

Quise ser el nombre
de las sonrisas
quise ser caricia
quise ser quise ser
Me hostigás dulcemente
aún necesito que existas.
Necesidad, otra palabra flan.

La voz, la voz
habrá demasiadas ssssss al pronunciarse.
Mejor callar de vez en cuando.

Ahí va pasando mi vida, como si nada. Yo la saludo, como si todo. Ahí voy pasando yo, conmigo a cuestas, no me saludo nada.

Porque lejano te busco
porque ausente te extraño
porque inaccesible te quiero
porque de otra ¿por qué de otra? y no mío.

Ir brillando por ahí, cuando quizás es otra cosa bien distinta la que se desea. Brillar yo para que no me devore esta maldita oscuridad. Pelear, pelear con esta frazada que me consume, que quiere consumirme y no la dejo, y no debo dejarla, y reír, y reír. Como loca río (por no llorar dice el tango). También estoy mareada, pero de tantas otras haches intermedias que hoy no escribiré. Esas mudas malditas que dicen todo desde adentro de la palabra que no quiere pronunciarse.

"Seño, Seño, ¿vamos a escribir un cuento con la hache?" Pobres vástagos, no saben, no saben. Desconocen el peligro de la letra. Dios conserve su inocencia.

Te soñé, ¿sabés? Y no quería soñarte. Desperté y lo recordé. Y no quería recordarlo.
Te soñé, ¿sabés? Y hoy, hoy, es tan difícil.

Tuesday, October 09, 2007

Johnny y las velitas

Era el cumpleaños de Katie. Hacía meses que Katie venía anunciándolo, preparándolo, entusiasmándolos. Todos esperaban ansiosos ese día, incluso Johnny que tiene una forma tan particular y poco clara de estar ansioso.
Johnny pasó toda la mañana del sábado pensando en qué ropa se pondría, cuánto perfume. Imaginaba cada instante clásico de los cumpleaños, los regalos, los juegos, el baile, la torta y las velitas. De algún modo cada cumpleaños al que iba era un poco el suyo, pero no, este era el cumple de Katie y no el suyo, tenía que acordarse, nadie se lo perdonaría de otro modo.
La mamá de Johnny lo llevó cuando el cumpleaños ya estaba empezado, siempre llegaban tarde. A J0hnny le molestaba un poco llegar tarde, pero se había acostumbrado, era tan cotidiano que casi constituía un toque idiosincrático de su organización familiar.
Por eso, por llegar tarde, es que no entendió al principio. Por eso es que tuvo que ir reconstruyendo la historia por partes, como un rompecabezas.
Al entrar recorrió el salón, algo oscuro, algo rojo, algo amarillo, algo sucio, con el paquete enorme del regalo. Buscaba a Katie. Una mano adulta femenina lo detuvo, sería la mamá de Katie, no estaba seguro. Tal vez la mamá, tal vez la animadora... nono, la animadora estaba vestida de Hada multicolor. Entonces la mamá... ¿en zapatillas? nono, sería la niñera, la tía desprolija, alguien que sabía.
"Dejálo por ahí, no te hagas problema, después se lo damos".
Johnny que sólo había visto las zapatillas y la mano femenina dejó el paquete donde se le indicaba y continuó adentrándose en la fiesta. Saludó a sus amigos y preguntó por Katie. Le respondieron de formas vaguísimas. Hombros levantados, manos rascando el mentón, labios inferiores en puchero.

"Creo que se fue".

No podía ser, eso sí que no. Estaría por ahí, pero no podía irse, era SU cumpleaños. La siguió buscando, esperando. No podía prestar atención a los trucos de magia, y de algún modo era mejor así, porque eran tan básicos y aburridos que le habrían molestado.
Luego llegó la hora del baile y él hizo su baile, aquel que consistía en sacudir los brazos hacia arriba y zapatear como le había enseñado su maestra de música. Lo de los brazos lo había inventado él, y le encantaba.
Cuando nada lo veía decidió investigar la desaparición de Katie y se escabullió en el salón de los grandes.

"Se puso muy nerviosa, y no quería, no quería. Alguien le dijo feliz cumpleaños y ella no quiere que le digan nada. La mandé a casa".

Tenían razón. Johnny no podía entenderlo, el cumple de Katie y ella no estaba. ¿Cómo era posible que todos estuvieran tan tranquilos? ¿Por qué las animadoras seguían haciendo juegos? ¿Qué estaban festejando ellos ahí bailando alegres? ¿Cómo su madre, que ahora sabía que no era aquella fémina de zapatillas porque tenía unos zapatos negros de charol puntiagudos, comía un sanguchito de jamón y queso doblado a la mitad, sin atragantarse por la angustia?
Johnny corrió a contar lo que había descubierto. Quiso interrumpir esta farsa. Imaginó pararse frente a todos y decir ya basta, Katie no está, si no está ella nos vamos todos.
Corrió y corrió sin parar. La distancia entre el salón de los grandes y el de baile se le hizo interminable. Con alguien se chocó, ese alguien dijo una palabra fea, muy fea, de esas que sólo había escuchado decir a su abuelo alguna vez. Ese alguien llevaba una torta con velitas. Había que actuar rápido, antes de que llegara, antes de que se apropiaran del cumpleaños por completo.
Corrió, empujó, pero todos alrededor de la torta cantaban: "que los cumplas Katie, que los cumplas feliz". Y luego en inglés, y en alemán, alguien cantó en quechua. Johnny gritaba y empujaba pero nadie ni siquiera lo miraba. Manos descolgadas desde el techo sacaron fotos y los flashes y las velas y la música y los aplausos.

"Soplen todos chicos las velitas".

Y Johnny casi sin querer, casi obligado, pero secretamente contento, también sopló.

Johnny y la debacle III

EL ACTO había quedado como testimonio del martirio. Ya no se hablaría más de eso. De hecho, no se habló más de nada.
Un día su maestra entró en el aula en silencio, escribió en el pizarrón algunas frases y se sentó.
Un codazo, un gesto con las cejas, alguien desde el silencio obligado intentaba decirle algo.
" Está de paro".
Su maestra estaba de paro, completamente sentada. Estar de paro parece ser estar en silencio o no estar por completo. Quizá su amigo estaba de paro detrás de esa luz potente. Quizá su abuelito no estaba en el cielo y estaba de paro. Quizá papá, después de pelearse con mamá, no lo había abandonado, quizá él también estaba de paro.
Estar de paro, además de implicar silencio obligaba a conservar un gesto de suma seriedad en el rostro, como si algo grave hubiera ocurrido.
Johnny no quiso preguntar, sabía que nada le sería contestado, y que en algún punto no quería saber porque saber implicaría estar también él de paro, y estar así, enojado. Y él no quería estar de paro.
El recreo se sucedió de forma normal, en realidad todo se sucedía de forma normal, pero eso era lo más truculento, lo más lúgubre de todo. El aire olía a algo terrible, su maestra en silencio luego de tantos gritos, esta especie de libertad tan dudosa. Seguramente todo duraría bastante poco, Johnny presentía que esto era sólo el ojo de la tormenta. En cualquier momento esta pausa, este silencio, terminaría en catástrofe, en cualquier momento.

Johnny y la debacle II

Después de esa situación incomprensible su maestra nunca volvió a ser la misma.
Ya en el aula comenzó a sobrevolar el fantasma de un evento que se avecinaba... "EL ACTO". Johnny no sabía bién qué era eso, pero estimaba que sería algo terrible. Ahí estaba su maestra, luego de la metamorfosis mencionada, susurrando a gritos frases ininteligibles con otras maestras.
Su maestra entró y cerró la puerta. Todos debían escribir, copiar, todo debía hacerse rápido, la luz se apagaría en cualquier momento y había que estar preparado, para el traslado, para que comience la preparación, la simulación, para EL ACTO.
A Johnny lo llevaron a ese lugar enoooorme, con piso de madera, con un escenario alfombrado en el frente, con cortinas larguísimas. Al principio las luces estaban apagadas y había miedo, Johnny tenía miedo, pero no dijo nada. Las luces se encendieron de golpe, más potentes que ninguna luz que haya conocido antes. Su maestra lo subió al escenario, la luz cegándolo. Hablá, hablá, que se callen todos, que te quedes quieto, no, vos no, vos movéte, no te dije, para allá, para el otro lado, no estudiaste nada. Johnny no podía moverse, ¿quién estaría detras de esa luz? ¿Quién lo observaba? Esa voz entre chillona y sumamente grave, no podía ser la de su tierna maestra. Fue sin duda en ese fatal experimento, alguien se le metió adentro, alguien que ahora manejaba las luces, alguien que quería también su cuerpo y Johnny, Johnny, pobre Johnny.
"Que no te pase como aquella vez, le gritó alguien, no te vayas a hacer pis". Era su amigo, él sabía que era su amigo quién le decía eso, pero no podía verlo, esa luz, esa luz. Nunca más vio a su amigo, malditos, lo habían matado, dónde estaría ahora. Johnny quería llorar, pero no lloró, no lloró. Se aguantó estoicamente, intentó cumplir con esas órdenes incoherentes que se le daban, bailó, cantó, giró. Luego fue llevado de nuevo al aula. La terrible experiencia volvería a repetirse. Una y otra vez, una y otra vez. Hasta que quede filmada en las miles de cámaras digitales. Y volvería a verlo, ya en su casa, para revivir el calvario, una y otra vez, una y otra vez.