A veces la necesidad es imperiosa, como hoy, que incluso antes de amanecer se pronosticaba lluvia. Y la palabra pronóstico es más bien errada puesto que llovía efectivamente.
Y para el café no hubo tiempo, ni tampoco para ir caminando.
Habrá café más tarde, canta la esperanza porteña. Y muchos bolsillos se cuestionan la veracidad de esta creencia inocente.
Las palabras que se derraman en cualquier lado, y las urgencias que te atan con correas. Si no hubo tiempo para café, ¿Para qué habrá tiempo?
Habrá tiempo de sentarse en una plaza, cuando todo acabe.
Habrá tiempo de llorar, sin ninguna duda.
Habrá tiempo de mirarse, como si nunca antes... y quizá sea cierto, quizá nunca antes...
Habrá tiempo de arrepentirse por el tiempo perdido, cuando en realidad no se perdió, y eso lo sabemos ahora. El tiempo se cansó de nuestros apuros y se fue solito, sabiendo bien el camino.
Habrá tiempo, habrá tiempo.
O no lo habrá y nunca lo sabremos.
Pero mientras tanto no hay café, o sí, pero está lejos. Y la esperanza ya no te lleva a ningún lado.
Mozo un cortado, para tomar sola. Total...
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