Tuesday, June 26, 2007

achus

De distraída nomás, no sólo perdí un estornudo, sino también un bostezo.
Ahora llevo a cuestas este enorme vacío.
Creo que me resultará imposible recuperarme de esta pérdida.

Friday, June 22, 2007

y se acercaban a mí tus imágenes en tres dimensiones como los carteles de neón en las películas viejas, en esas escenas de soledad y desamparo, con hombres recorriendo algo que podría ser la calle Corrientes, o no, pero buscando, buscando.
Atino a decir que quizá ahora estoy viendo más de lo que debería.
Tengo miedo.
Todo el círculo parece cerrarse perfecto. Y la perfección siempre es terrorífica.
Hay monedas tiradas en el suelo. Y pienso que eso también está hablando.
De Kundera a Foucault, en un viaje casi exacto.
El eterno retorno. Será eso quizá.

Wednesday, June 20, 2007

Relecturas

Ahí está, en muchos lados porque quise fotocopiarlo, también en las páginas de ese libro enorme, esa edición maravillosa de colección. Ahí está, pero más aún está acá, en esta realidad inverosímil, tan cercana a una ficción innombrable.

Ojos de perro azul. ¿Te acordás? Quizá ya no recuerdes.

Esa primera sensación visceral, ese frío, esa certeza de eternidad. Seguirá conmigo al amanecer, y aún después. Como sigue ahora, que releo sin hojas, que releo tantas otras cosas.

Esta mismísima hoja que leés, que no leés porque no existe, que no leés porque no existís y te invento. Releer, recrear, repensar.



Huyo tantas veces de la tentación de lo contemporáneo. Busco de formas tan barrocas escapar de mi finitud. Evado las circunstancias, el hecho de que estoy acá, si es que estoy realmente acá como dudaré más adelante, por el formato, cosa insípida si las hay. Y lo que fuera otrora un experimento se convierte como todo en obsesión. Y ahora que releo, como releeré todo esto y solo esto, porque estoy en contra de releerme (aunque sepa que es una gran mentira), pienso que debería haber aceptado ese papel en la obra Dr. Jekylll, si bien desnuda, si bien bañera, si bien todo el circo, por algo era.



Floto, como se debe flotar, y me hundo hasta esas mismísimas palabras que me acercaron a vos. Las mismas, vuelvo a quedar anclada en las mismas frases.

Se desata de pronto, del modo más sublime, la armonía gloriosa que atenta contra el libre albedrío. Ese destino supuesto, escrito para ser decodificado.
Todo tiene sentido, todo se conecta cuando lo leo.
Y no es lo que leo sino yo que al leer produzco un espacio Bajtiniano nuevo, propio. ¿Ves? Acá todo tiene sentido. Eso que dijiste, que recuerdo, eso que leí, que recuerdo, eso que escribí, que recuerdo. Y en realidad no sé si soy yo la que recuerdo, o vos que escribís acerca de mí recordando.
Siempre es bueno dudar de todo, entonces me hundo en ese ad infinitum circular y dudo de esto.
Mis ojos (que no son azules) son como esponjas. Y ahora desearía encontrar una metáfora más específica y menos burda.
Ahí estoy yo, o la que creo ser yo, en el colectivo. Sólo si bajo los párpados dejo de absorber esa realidad que se pega instantáneamente en la contratapa de mi cabeza. Esa realidad que creo real, que creo absorber o leer, que creo ser yo.

Ojos de perro azul, te busco constantemente cada mañana y cada tarde. Luego no quiero dormir para no despertar. ¿Quién está soñando? Soy yo la que sueño. Sos vos quién me soñás. Nos encontramos ambos en esta sopa tibia que creamos nosotros mismos, y dio la casualidad (no creo en esto) de que es la misma sopa, y la misma taza...

Dónde habré dejado ese papel en el que anoté esas ideas. Tal vez sea mejor. Nada era claro. Había una angustia obesa sentada cómoda en un renglón. Había juegos de palabras envueltas para regalo.
El lenguaje, ese cúmulo de experiencias pasadas, ese compendio impreciso de sensaciones que no alcanza. Y no habrá gestos porque estas palabras que no son suficientes me dan a entender cada vez con mayor claridad que no hubo tales experiencias pasadas, que lo que creo que absorben mis ojos, más bien lo escupen. O será quizá que mis ojos absorben estas mismísimas palabras, que no son mías, que son tuyas. O que vos me pensás absorbiendo esta realidad inventada. O que te pienso pensándome. Ad infinitum, ad infinitum.

Ojos de perro azul, no recordás mi nombre. Mi ausencia no puede sorprenderte porque no es real. Soy una lagaña mentirosa que cayó en tu lavatorio.
Pero quiero hablarte, y decirte, y gritarte. La palabra nos posiciona, nos muestra vivos. Y quiero creer que estoy viva. Quiero pensarte leyendo, te invento ahí nomás, detrás de esta estúpida máquina (sí, sé que no es esta misma, o quizá sí) absorbiendo con tus esponjas mis palabras que no dicen nada, porque no son mías, porque en realidad no soy yo la que escribo sino vos, (entonces sí es la misma máquina) que me inventás leyéndote y escribiéndote, y shhh queriéndote.

Una serpiente que se come la cola desaparece.

Friday, June 15, 2007

All the fog- la ciudad de la niebla

Siempre ocurre en un viaje largo, siempre en colectivo, siempre un día frío. Ahí está, ese brevísimo instante en el cual el pensamiento se desliza hacia esa abertura ínfima, como una pieza de encastre, y por ese brevísimo instante mencionado, se comprende algo. Luego se dejará caer el rompecabezas, o la escultura de Legos, se guardarán todas las piezas prolijamente y por separado, sin recordar bien, pero recordando, sin otro registro que esa sensación de certeza en la espalda.
La certeza en sí irá diluyéndose de a poco, hasta la inexistencia microscópica, como comprendí en ese mismo viaje que hago y dejo deslizar todas las cosas.
El perro que camina hacia atrás, la súbita desaparición sin aviso, y tantas otras cosas, oh pieza encastrada, están relacionadas.
Yo en esta casa, a pesar del colectivo, abriendo y cerrando todas las puertas, para que crean que pueden irse, para que no se vayan. Y se deslizan, porque yo los obligo, por alguna grieta, se deslizan como esta certeza.

Afuera no se ve nada. El vidrio está cubierto por esa cortina poetizada de aliento desconocido. Afuera no se ve nada, quizá no haya nada para ver.

Ella se desliza como sus piezas, por entre el tumulto de gente, esquiva torres grises, ella está afuera, afuera no se ve nada. La niebla la recubre, la traslada, ella sigue aún saboreando, acariciando esa pieza entre sus dedos.
Así debía suceder, el silencio, el silencio acumulado, el silencio y el tiempo. El final puede ser un ritual Balinés. Ella lo sabía.

Su nombre, eso debía recordar, su nombre. Aunque el deslizamiento, aunque el orden posterior, aunque la niebla.

Me refugié en un café, afuera no se ve nada. La taza es grande y espumosa, no me gusta la espuma. La llevo a mi boca en cucharadas místicas, pero no me gusta. No hay nada allí, como no hubo nada aquí, y esta pieza entre mis dedos gélidos dice un poco eso, y esta pieza en realidad no existe, y es esta la certeza, pero no hay que decirlo tan claro, porque se caerá, se deslizará hasta la espalda. Como te deslizaste vos esa noche, y te deslizas ahora, pero en una entidad completamente distinta.
Jugaré con la posibilidad de dedidir dónde tirar la pieza entre mis dedos, pero íntimamente, y esa es una de las sensaciones en mi espalda, sé que no habrá un punto conciente, que simplemente caerá y yo no notaré su caída, sino tiempo después, sólo tiempo después, un recuerdo vago de una ausencia sin nombre, prolongada, contínua. Entonces la certeza que llevo, es guiada por una certeza que tuve y ya no tengo. Pero como la voy perdiendo, por el camino, (¿cuál camino si no se ve nada?), al reconstruirlas luego me vuelvo a sorprender y vuelvo a creer que esta vez, esta vez, como creí que con vos, esta vez, esta vez.

Afuera no se ve nada, y ella sale de nuevo al frío de lanas y poliésteres. La espuma en la boca, donde estuvieron sus besos que ya no, y lo sabe, pero no puede decirlo.
Le cuesta parpadear, pero hay que hacerlo. Sabe que perderá la pieza, y no quiere, no quiere.
Afuera, y ella está ahí afuera, no se ve nada. Nadie puede verla, ella no puede verse. Ella es en realidad la que se adentra en la espuma que no es de su boca, ni de su boca, que es de las fauces del dragón dormido, que ojalá despertara porque el fuego y la idea evidente. Pero el dragón duerme, y la bruma la subsume. Y ella se deja devorar, deja caer la pieza, deja del lado de la luz, como dejó en la mesa de noche de su amante, todos los indicios de que no se ha ido. Pero sí.

Así se cae la pieza, como siempre, y me quedo con el vacío en la palma de la mano. Y diré que me faltás vos, que te fuiste, como se van todos, y se va el tiempo, y las piezas se caen de mis manos. Pero acá detrás, en ese espacio que no tiene verbos ni sustantivos, sabré, sabré.

Thursday, June 07, 2007

Dear June

Esa superficie fría y oscura.
Esa sopa gélida que es el aire.
Esa cama tan lejos.
Esos párpados que caen y caen.
Ese flujo interminable de pensamientos que comienzan con primero tengo que, primero tengo que.
Ese no comenzar nunca.
Ese calambre en lugares irreconocibles.
Esa vaga esperanza informe.
Eso que ya no es tristeza sino algo muchísimo peor que ni me animo a nombrar.
Ese abrazo impedido por el abrigo.
Esos párpados que caen y caen.
Ese sueño imperturbable en el colectivo.
Ese instante exacto, ese exacto vaivén.
Esa mismísima nada recurrente.
Ese sabor ácido conocido.
Esa herrumbre estomacal.
Esa necesidad de tantas cosas puntuales
Esa súbita transformación de la misma en
esa urgencia solemne de un todo ajeno.
Ese tren subterráneo que va y va, y va.
Esa presencia en el asiento contiguo
cuando los ojos inmóviles de urbanidad se ciegan.
Y aún ciega, te intuyo.