Las manos arrugadas sobre el bandoneón me recordaron a mi abuelo. Que si bien fue el padre de mi madre, es completamente otro.
Mi abuelo, que me enseñó a escribir, y ahorrar dinero. Que me enseñó a jugar a las cartas, y a querer ganar siempre. Que se fue antes de irse, cuando se enfermó tanto y ya no era el mismo. Que cuando se fue del todo, era aún muy temprano para que yo aceptara la vida sin él.
El bandoneón siempre estuvo ahí escondido, guardado en una caja, bien alto, para que los pequeños no lo agarráramos. Y recuerdo aquella vez, que en mi memoria hoy son como mil veces, que el instrumento fue desempolvado, y sonó, raro, en mis manos, cuidadas por todos, para que no lo rompa.
Era pequeña, y mi abuelo muy grande, aún estaba sano, pero el bandoneón no lo tocaba.
Sé de él cosas que fueron contando, de la orquesta, de su relación con el tango. Lo sé porque lo escuché a él, poco, porque escuché a mis parientes, un poco más, y porque lo inventé yo, mucho, en el afán de completar una historia necesaria para dar soporte a lo mucho que lo extraño, no tanto por lo que fue en realidad sino por lo que significó en mi vida. (Sí, esta maldición de poder analizar todo, pero aún no controlar lo que se siente)
Entonces hoy el tango en la tele es una inevitable lágrima. Quizá porque me desperté triste, quizá porque tengo más frío del que hace, quizá porque debiera haber seguido durmiendo un rato más, pero las frazadas ya se habían caído y...
Yo soy un poco como el tango, una nostalgia de algo que no fui (diría un amigo mío) un canto al mar y al smog de Buenos Aires. Yo llevo a veces ese bandoneón en la caja, esa incertidumbre, que es certeza de que toda la música se esconde allá arriba, y lo prueban las manos arrugadas y llenas de manchas.
Allá en el frente la vida es un camino, en el cual te aguarda la estación de chocolate, de vejez y temblores. Como si ahora no temblara.
Estar desorientada y no saber qué trole hay que tomar para seguir... Hoy, extraño, tal vez más por la gripe en mis pulmones que sale despacito. Hay que animarse y ordenar el cuarto. Hay que atreverse a encontrarse con la mugre y sacarla.
Hoy no, mejor mañana.
1 comment:
que lindo. me conmovió.
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