Friday, June 15, 2007

All the fog- la ciudad de la niebla

Siempre ocurre en un viaje largo, siempre en colectivo, siempre un día frío. Ahí está, ese brevísimo instante en el cual el pensamiento se desliza hacia esa abertura ínfima, como una pieza de encastre, y por ese brevísimo instante mencionado, se comprende algo. Luego se dejará caer el rompecabezas, o la escultura de Legos, se guardarán todas las piezas prolijamente y por separado, sin recordar bien, pero recordando, sin otro registro que esa sensación de certeza en la espalda.
La certeza en sí irá diluyéndose de a poco, hasta la inexistencia microscópica, como comprendí en ese mismo viaje que hago y dejo deslizar todas las cosas.
El perro que camina hacia atrás, la súbita desaparición sin aviso, y tantas otras cosas, oh pieza encastrada, están relacionadas.
Yo en esta casa, a pesar del colectivo, abriendo y cerrando todas las puertas, para que crean que pueden irse, para que no se vayan. Y se deslizan, porque yo los obligo, por alguna grieta, se deslizan como esta certeza.

Afuera no se ve nada. El vidrio está cubierto por esa cortina poetizada de aliento desconocido. Afuera no se ve nada, quizá no haya nada para ver.

Ella se desliza como sus piezas, por entre el tumulto de gente, esquiva torres grises, ella está afuera, afuera no se ve nada. La niebla la recubre, la traslada, ella sigue aún saboreando, acariciando esa pieza entre sus dedos.
Así debía suceder, el silencio, el silencio acumulado, el silencio y el tiempo. El final puede ser un ritual Balinés. Ella lo sabía.

Su nombre, eso debía recordar, su nombre. Aunque el deslizamiento, aunque el orden posterior, aunque la niebla.

Me refugié en un café, afuera no se ve nada. La taza es grande y espumosa, no me gusta la espuma. La llevo a mi boca en cucharadas místicas, pero no me gusta. No hay nada allí, como no hubo nada aquí, y esta pieza entre mis dedos gélidos dice un poco eso, y esta pieza en realidad no existe, y es esta la certeza, pero no hay que decirlo tan claro, porque se caerá, se deslizará hasta la espalda. Como te deslizaste vos esa noche, y te deslizas ahora, pero en una entidad completamente distinta.
Jugaré con la posibilidad de dedidir dónde tirar la pieza entre mis dedos, pero íntimamente, y esa es una de las sensaciones en mi espalda, sé que no habrá un punto conciente, que simplemente caerá y yo no notaré su caída, sino tiempo después, sólo tiempo después, un recuerdo vago de una ausencia sin nombre, prolongada, contínua. Entonces la certeza que llevo, es guiada por una certeza que tuve y ya no tengo. Pero como la voy perdiendo, por el camino, (¿cuál camino si no se ve nada?), al reconstruirlas luego me vuelvo a sorprender y vuelvo a creer que esta vez, esta vez, como creí que con vos, esta vez, esta vez.

Afuera no se ve nada, y ella sale de nuevo al frío de lanas y poliésteres. La espuma en la boca, donde estuvieron sus besos que ya no, y lo sabe, pero no puede decirlo.
Le cuesta parpadear, pero hay que hacerlo. Sabe que perderá la pieza, y no quiere, no quiere.
Afuera, y ella está ahí afuera, no se ve nada. Nadie puede verla, ella no puede verse. Ella es en realidad la que se adentra en la espuma que no es de su boca, ni de su boca, que es de las fauces del dragón dormido, que ojalá despertara porque el fuego y la idea evidente. Pero el dragón duerme, y la bruma la subsume. Y ella se deja devorar, deja caer la pieza, deja del lado de la luz, como dejó en la mesa de noche de su amante, todos los indicios de que no se ha ido. Pero sí.

Así se cae la pieza, como siempre, y me quedo con el vacío en la palma de la mano. Y diré que me faltás vos, que te fuiste, como se van todos, y se va el tiempo, y las piezas se caen de mis manos. Pero acá detrás, en ese espacio que no tiene verbos ni sustantivos, sabré, sabré.

1 comment:

lara said...

Guau Helene, siempre me sorprenden tus escritos. Sobretodo los remates característicos en cada final.
Creo haberme topado aquí con un corazón un poquito débil, el cual explota a través de las palabras y del cual brotan estas maravillosas líneas.

Me gusta..., y más me gusta el amor en común que se tiene por este arte, el arte de escribir desde el sentimiento.

Espero más Helene, a no dormirse usted también!