Ahí está, en muchos lados porque quise fotocopiarlo, también en las páginas de ese libro enorme, esa edición maravillosa de colección. Ahí está, pero más aún está acá, en esta realidad inverosímil, tan cercana a una ficción innombrable.
Ojos de perro azul. ¿Te acordás? Quizá ya no recuerdes.
Esa primera sensación visceral, ese frío, esa certeza de eternidad. Seguirá conmigo al amanecer, y aún después. Como sigue ahora, que releo sin hojas, que releo tantas otras cosas.
Esta mismísima hoja que leés, que no leés porque no existe, que no leés porque no existís y te invento. Releer, recrear, repensar.
Huyo tantas veces de la tentación de lo contemporáneo. Busco de formas tan barrocas escapar de mi finitud. Evado las circunstancias, el hecho de que estoy acá, si es que estoy realmente acá como dudaré más adelante, por el formato, cosa insípida si las hay. Y lo que fuera otrora un experimento se convierte como todo en obsesión. Y ahora que releo, como releeré todo esto y solo esto, porque estoy en contra de releerme (aunque sepa que es una gran mentira), pienso que debería haber aceptado ese papel en la obra Dr. Jekylll, si bien desnuda, si bien bañera, si bien todo el circo, por algo era.
Floto, como se debe flotar, y me hundo hasta esas mismísimas palabras que me acercaron a vos. Las mismas, vuelvo a quedar anclada en las mismas frases.
Se desata de pronto, del modo más sublime, la armonía gloriosa que atenta contra el libre albedrío. Ese destino supuesto, escrito para ser decodificado.
Todo tiene sentido, todo se conecta cuando lo leo.
Y no es lo que leo sino yo que al leer produzco un espacio Bajtiniano nuevo, propio. ¿Ves? Acá todo tiene sentido. Eso que dijiste, que recuerdo, eso que leí, que recuerdo, eso que escribí, que recuerdo. Y en realidad no sé si soy yo la que recuerdo, o vos que escribís acerca de mí recordando.
Siempre es bueno dudar de todo, entonces me hundo en ese ad infinitum circular y dudo de esto.
Mis ojos (que no son azules) son como esponjas. Y ahora desearía encontrar una metáfora más específica y menos burda.
Ahí estoy yo, o la que creo ser yo, en el colectivo. Sólo si bajo los párpados dejo de absorber esa realidad que se pega instantáneamente en la contratapa de mi cabeza. Esa realidad que creo real, que creo absorber o leer, que creo ser yo.
Ojos de perro azul, te busco constantemente cada mañana y cada tarde. Luego no quiero dormir para no despertar. ¿Quién está soñando? Soy yo la que sueño. Sos vos quién me soñás. Nos encontramos ambos en esta sopa tibia que creamos nosotros mismos, y dio la casualidad (no creo en esto) de que es la misma sopa, y la misma taza...
Dónde habré dejado ese papel en el que anoté esas ideas. Tal vez sea mejor. Nada era claro. Había una angustia obesa sentada cómoda en un renglón. Había juegos de palabras envueltas para regalo.
El lenguaje, ese cúmulo de experiencias pasadas, ese compendio impreciso de sensaciones que no alcanza. Y no habrá gestos porque estas palabras que no son suficientes me dan a entender cada vez con mayor claridad que no hubo tales experiencias pasadas, que lo que creo que absorben mis ojos, más bien lo escupen. O será quizá que mis ojos absorben estas mismísimas palabras, que no son mías, que son tuyas. O que vos me pensás absorbiendo esta realidad inventada. O que te pienso pensándome. Ad infinitum, ad infinitum.
Ojos de perro azul, no recordás mi nombre. Mi ausencia no puede sorprenderte porque no es real. Soy una lagaña mentirosa que cayó en tu lavatorio.
Pero quiero hablarte, y decirte, y gritarte. La palabra nos posiciona, nos muestra vivos. Y quiero creer que estoy viva. Quiero pensarte leyendo, te invento ahí nomás, detrás de esta estúpida máquina (sí, sé que no es esta misma, o quizá sí) absorbiendo con tus esponjas mis palabras que no dicen nada, porque no son mías, porque en realidad no soy yo la que escribo sino vos, (entonces sí es la misma máquina) que me inventás leyéndote y escribiéndote, y shhh queriéndote.
Una serpiente que se come la cola desaparece.
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