Tuesday, December 29, 2009

Sobreleído

Escribí una frase que pensé ajena, y alguien me avisó que era mía... Pensé y pensé, porque me dio miedo, pensarme ajena, y tenía que recuperarme. Me encontré, con la que fui, la que escribió esas palabras, e intuí las lecturas previas que promovieron mi sensación actual de ajenidad.
"ALCANZAR LA PALABRA ANTES DE LA PALABRA". Pensé que era una frase de Alejandra Pizarnik, yo lo pensé también mi querido Watson, pero no. Pensé que sería una relectura de ella acompañada de Merleau-Ponty y busqué la frase en mis propios escritos. (Dios bendiga a estos buscadores digitales que facilitan lo que de otro modo pudiera haber sido una obsesión infructuosa u ociosa). Encontré un texto del 2006. Pues entonces no fue Merleau-Ponty, por lo menos no de forma directa pues no había leído nada de él en ese entonces. Quizá fue Sartre, quizá Sábato, quizá una sensación que hoy es reinterpretada desde otros autores y la encuadro allí. Y esa sensación que fue bien mía, hoy también es mía. Entonces, la frase que me resulta ajena, ninguna relación tiene, o quizá la más mínima relación, con la sensación en sí. Yo soy esa sensación de mí misma. Punto.
Yo soy esta carnalidad diría Maurice. Pero esta sensación por más cosas que haya dicho Maurice es mía.
Sigo jugando con los buscadores. Encuentro en mi texto, en ese mismo, una frase encomillada. La busco, porque si la encomillé esa sin duda, sin duda debe ser ajena. Sólo me encuentro a mí. Mi propio sitio virtual y la misma frase, como una búsqueda circular que sale de sí misma para retornar a sí.
Quito las comillas y encuentro:


Lenguaje y esquizofrenia. ¿Qué es conocer? La percepción, la totalidad, la Gestalt. Pero sobre todo, Lenguaje y esquizofrenia. No me voy a meter en ese sitio, no quiero, tengo miedo aún.

Otras veces también jugando en estos buscadores con frases mías encontré curaciones chamánicas. Pienso que mis palabras reflejan lo que soy. Reflejan, refractan, no sé bien. Algo ahí en el medio, un poco todo eso. Lo que soy.
Juego a desconocerme y vuelvo a mi propio lugar común, juego a imaginarme allá a lo lejos tan adelante, tan atrás que hay puro humo-vapor-nubes. Juego, vuelvo, juego, vuelvo.
No puedo entender que esté hablando de locura, me niego a estar hablando de locura porque lo único que intento es ponerle palabras a sensaciones, y eso se me enseñó que es la cura (ja, increíble jueguito de palabras que juego, y vuelvo, juego, y juego).

Caminar, huir, ¿Cuál es la diferencia? Pero esa sensación de estar completamente convencida de que algo no era mío y que luego lo fuera, sobre todo desde un lugar de convencimiento puro con la frase, de estar totalmente de acuerdo con ese alguien que debiera ser otro, que necesitaba que fuera otro, porque, admitámoslo, es bien triste estar de acuerdo con una misma. Yo quiero estar de acuerdo. Yo quiero. Desde dentro lo deseo, pero se me enseñó a oponerme, a pelear, a ser una aguerrida chita-cebra-leona-loquesea. No puedo guardar mis garras, no puedo cerrar mis ojos, no puedo bajar mis brazos. Y quiero, lo deseo tan fuerte acá en el estómago.

Entre el reposo y el movimiento, en cualquiera de ambos estados, yo. Esta sensación de ser que es casi una certeza, una condena y a veces, contadas veces, pero qué hermosas veces, una delicia.
Creo que este último párrafo debiera desarrollarlo más adelante, pero hoy no. Hoy. Punto

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