Monday, May 28, 2012

12 días sin sol

A todo nos acostumbramos. A dormir poco y mal, a estar solos, comer de más, a comer de menos, a aburrirnos, a desbordar, a llorar a escondidas, a mirarnos al espejo sin misericordia, a gustarnos de vez en cuando. Incluso a esta niebla y a la falta de sol congénita. A todo. Y ya algunos nos cuestionábamos acerca de su ausencia, sobre todo hoy, cuando amanecimos cubiertos hasta la cintura por esta nube espesa. Demasiado cálida para desear seguir tapados, demasiado fría para quitarse la ropa. El pudor no existe cuando no se puede ver ni siquiera los propios dedos. La alerta del noticiero llega muy tarde, cuando ya todo era una costumbre. Y sí, la angustia. Hoy fue nostalgia, para los más sensibles, los artistas, los locos, los ancianos y los niños. Los ancianos temen que ahí nomás detrás de esta niebla insoportable, se asome la muerte, antes que el sol. O lo que es peor, sobrevenga el pasado, como una proyección atroz, que recuerde y recuerde, cuando tanto esfuerzo había hecho el colesterol en las arterias por olvidar todo. Los locos andan girando, pensando que esta vez sí, los demás, los cuerdos, esos locos sin nombre, puedan ver en esa pared blanca que se les cierne sobre las narices el mundo que ellos ven de cotidiano. Si lo lejos se vuelve cerca, a fuerza de la imposibilidad de mirar lo lejano, pues andarán todos en la misma ceguera. Ah, los ciegos, los ciegos, benditos los ciegos que no pueden ver la oscuridad. Los niños de golpe se agolpan junto a las ventanas, y que apareciera agosto cada vez que pulso dos letras no es casualidad, las casualidades no existen. Desde las ventanas juegan a adivinar los edificios que desaparecerán pronto y tambièn recuerdan, lo poco que tienen para recordar. A pesar de todo el esfuerzo que hicieron por disfrutar sus presentes contínuos, en esta tremenda continuidad de la nada que se obstina sobre todos, el pasado, el presente y el futuro se confunde. Y ellos, que todo lo tienen en futuro, se confunden también y añoran con la angustia de quien no tuvo nunca, eso que vivieron. Y nombran amigos, pero todo suena a vientre materno y a esa otra oscuridad también húmeda en la que todo era menos hostil y el sol estaba en ellos mismos. Los artistas escriben lo que pueden, otros pintan y bailan, claro. Se corren el velo de la inseguridad, tratan de achinar los ojos para conservar en sí el poco de luz que va quedando. Íntimamente, no lo dirán jamás, disfrutan mucho esa oscuridad en la que se sienten plenos. Son solubles en esa humedad extrema y se trasladan por toda la ciudad, casi como una peste maravillosa. Como las noches y los días se confunden, como se confunde todo, viven un sueño eterno de bares y papeles escritos por doquier. Detrás de todo el jazz y el carnaval, también como una continuidad ontológica que reivindica el quiebre eterno, en un sinfín de acordes armoniosamente disonantes. Todos los sensibles son disonantes. Entonces a todos en la niebla les cabe inmejorable la máscara roja, azul o negra. El color azul fue una sorpresa. Y detrás los ojos escondidos, que pueden llorar sin que nadie lo note. Recién podrá sentirse cuando caiga la lágrima por la mejilla, pero hay tanta humedad, tanta humedad, que ninguna caricia podría distinguirla. Pero una caricia sí, esa caricia única que salva, que cura, que sabe a tientas y no teme. Esa caricia única que puede leer en la oscuridad completa, y marcar la dirección exacta para seguir bailando, aunque las copas y las horas. Todos los que vagamos ciegos sin ser ciegos porque entonces no percibiríamos esta falta, descubriremos pues la valentía de permitirnos ser acariciados, incluso guiados, por esta manto de niebla pesada que ya quizá nunca se descorra. Y nos dejaremos llevar maravillados por entre serpentinas y trompetas. Y abriremos mucho los ojos, para percibir aunque sea los contornos desdibujados de esos múltiples colores que se entrecruzan. Y será esa mano, esa caricia, esa mismísima y descarnada melodía, de jazz, por supuesto, la que aún a pesar de la obstinación y la eternidad de la niebla, nos arranque de prepo de la soledad.

Sunday, June 12, 2011

hacer un pozo

Hay tardes que las lágrimas brotan intempestivas y tibias. Incontrolables. Se confunde con el sueño, más bien con el cansancio. Es que aunque pasen muchos años a la hora de la angustia y el hartazgo se sigue siendo tan niña. Y da ganas de echarse al suelo y patalear.
Pero somos grandes, y haríamos un papelón importante. Entonces mejor dejarse brotar tibia a escondidas y en domingo.
La soledad es una estúpida reiteración, una obviedad.
No hay más que hacer que respirar, profundo, y seguir, un rato.
Sé que te aburriste de tantas palabras dolorosas, es que aprendí desde el seno materno, a convivir con la tristeza, a sobrevivir en el límite del abismo, sin caerme, sin que se caiga nadie. Soy experta en eso, y cada tanto, yo lo sé, tengo que sentarme, y dejar las piernas colgadas, no tanto para descansar, sino como para pensar que caigo, teniendo la seguridad de estar en el suelo. Pero también para aflojar la tensión de los tobillos. Y es como si metiera los pies en un río helado, apoyar los talones en el vacío.
Muevo mis dedos, todos, los veinte dedos muevo. La ventaja de los brazos es que se la pasan en el aire. Salvo cuando abrazan, o cuando me recuesto. Abrazar es poner el cuerpo a tierra. (no voy a corregir esta metáfora, espero entiéndanse ambos bordes de la misma)
La cabeza siempre anda ahí también, atornillada, pero tan suelta. Será por eso que ahí se producen los sueños, porque está todo lleno de aire. Pero cuando se sueña la cabeza está apoyada, los sueños que son de aire está claro, son aquellos que se hacen erguidos. No hay que soñar, erguidos. Hay que hacer. Porque hacer es poner las manos en el barro, y dejar de volar. Y hacer me permite dar la espalda al abismo, porque bien difícil sería tomar barro del borde del precipicio, mejor tomarla tierra adentro.
Si pudiera lograr que todos los del borde no se caigan. Si pudiera convencerlos de que vayamos pronto a moldear el barro, a cocerlo. Si pudiera connvencerme yo, de que aunque me quede acá en el borde y espere, e insista, si quieren caer van a hacerlo, y yo no podré hacer nada, más que mirarlos, y entonces casi que sería mejor dar la espalda para hacerme la desentendida, y en última instancia decir que estaba ocupada, y en una instancia aún ulterior decir que era importante hacer, hacer.
Pero yo sé que me da miedo el vacío. Y mirarlo de frente es una manera de que no se haga más grande a mis espaldas. Lo cierto es que tengo las manos llenas de barro, lo cierto es que a mi alrededor ya hay vasijas. Lo cierto es que, aunque me vaya el vacío seguirá, y quizá sería mejor cargar todo el barro, de a poco, como se pueda, y tirarlo al precipicio, y de a poco, como se pueda, llenar el agujero y lograr eliminar el vacío, y entonces no temer más, porque no habría dónde caer.
...
Pero esto es un sueño erguido, plagado de aire. Porque si se piensa un segundo, el barro traido de atrás (o adelante, ya no sé bien) dejaría en su lugar primario un idéntico agujero, y por tanto edificaría un precipicio, y entonces adelante (o atrás, vaya a saber una) volvería a surgir el abismo, el vacío, y por ende, el vértigo.

Sunday, July 11, 2010

Casi intimista

Había necesidad de volcar, en papel, lo hecho. Pero ahora que pienso no será conveniente dar a conocer por completo. Y de darlo debe ser cifrado.
Antes de empezar, por tanto, debo definir, crudeza y ocultamiento, o cifrado y publicidad.
No sé, no definire hasta que termine. Estoy bastante cansada de esta tendencia casi ontológica a definir de antemano lo que se va a hacer. Si de algún modo o de otro termino contradiciéndome y cambiando. Entonces me frustro. Mejor sería no decir, no proclamar.
"Ella no puede, porque es una estómago resfríado" Dijo alguna vez mi abuelo paterno. Y no, no dijo eso sólo, también dijo que soy caída del catre, y pregunté en casa a mamá qué era eso, y ella se indignó, "quién me había hecho tal acusación"
Entonces mi vida entera se debatió desde ese momento, y quizá mucho antes, en comprobar ante el mundo, en un estornudo universal, cuán aferrada al catre estoy siempre.
Yo soy viva, yo sé, yo puedo. Lo que no sé lo aprendo.
Aprendo entonces a mirar, y a decir muchas cosas que voy mirando, que descubro.
Aprendo a pensar sobre lo que vi, a inventar historias pero también a relatar las que otros inventaron. (Lo maravilloso de estas dos afirmaciones es que refieren a múltiples universos por los que me muevo, entendiendo claro está, en las condiciones en que me encuentro, movimiento no solamente como desplazamiento por el espacio físico sino, y por sobre todo como un estado anímico, como una forma de percepción de la realidad, si existiera tal cosa como un estado de movimiento y como realidad, por supuesto).
Aprendo que es bueno leer, y no me alcanza la vida para leer todo lo que puedo.
Aprendo a jugar con las palabras, escritas y dichas, por placer, con intención, con miedo.
Aprendo a mirarme, de a poco, como quien descubre un secreto, o va viviendo, y no me miro por mucho tiempo, y me invento, y me pinto, así como pinto a todos los otros (body painting) que voy cruzando.

You Live, You Learn... IIIIII recomend walking naked in your living roooooooom. Decía Dios.

Pero no digo, que te vi, que fui a verte, que fui a verme, yo. Me vi desde acá, hermosa, hermosa, miré en la calle mi sombra y me pareció tan ajena que me encantó. No me supe yo en el espejo de la entrada de mi casa. No me supe yo, y no me sé hace rato. Pero juego, juego.
Siento que la que me sé yo misma vendrá en cualquier momento, con su barril de lágrimas y sus copas de cristal. Siento que la que me supe (y temo ser) vendrá en cualquier momento con sus largos vestidos negros y su pesadez a desbaratar el juego entero. A decirme que ya basta de okupas, que mi cuerpo debe volver, debe volver a ser lo que era antes.
No pensé decir esto, pero lo dije.
Y sí, es el alma de gordita.
No sé bien qué fue pasando en mi cuerpo, tuve teorías certeras, que se evidenciaban en la forma de alimentarme que cambié, en algo de ejercicio mínimo, entiéndase por eso lo que quiera entenderse. Pero ya no sé bien. Porque de a poco me voy olvidando del antes, aunque bien recuerdo el momento en el que vi la balanza y tuve mucho miedo, de pasar esa barrera infranqueable, y paré, y sentí ajeno el peso, y lo quisé dejar.
Y sentí ajeno el cuerpo que dejé.
Esa sensación de extrañeza horrible, es el único terreno sobre el que es posible construir. Eso que no es mío ya me da paso para dejarlo de lado. Y asi fui dejando mi cuerpo, de a poquito. Pero ahora es la imagen, y nunca pensé que esto sería aún más difícil, porque es difícil verse, cuando uno espera tantas cosas, espera el color del colectivo, espera una sincronía aproximada de semáforos, espera que después del 5 venga el 6, y después de este el siete, casi como una especie de fe que si algo la perturbara no sería capaz de ser percibido porque uno ve lo que espera. Entonces lo inesperado siempre es áspero, pero la única forma de construir.
Fue inesperado verme como ella. Y acá vuelvo. Cuando la vi, porque quería verla, y aunque me importe (dígalo yo) demasiado poco, o eso pretenda, me pareció parecida. Y esperé verla ajena, lejana, extraña. Y me extrañó lo no extraña.
Tuve miedo, porque me vi en ella como no me había visto en el espejo de la puerta de casa, porque hoy salí a jugar disfrazada, entonces verla me hizo recordar a la dama tras el disfraz que soy, o creo ser.... ya dudo que sea una sóla en particular.
De todos modos jugué bien, porque aprendí a hacer las cosas bien, y si no las hago que todos piensen que las hice bien, aunque internamente siempre encuentre errores inabordables en todo lo que hago.
En esto es evidente, ya dije mis errores, pero para el mundo, estuvo bien, estuvo bien.
Ahora vuelvo a sacarme el maquillaje y el disfraz, el cuerpo de antes es tan fácil de reencontrar, sólo basta no mirar los espejos, y permitirme sentirme...

Friday, July 09, 2010

Oscuras obsesiones untadas

Advertencia para morbosos: el contenido del presente texto no alude, cuando menos no de forma directa a nada sexual.
Advertencia para morbosos freudianos: el contenido del presente texto abunda en alusiones sexuales, si así lo desean.


La luz se escabulle, desaparece, fugaz, qué irónico. Todo es un problema eléctrico pero en definitiva lo que se oculta es la oscuridad, la oscuridad impuesta, que rechazo, que me aterra.
Y quizá de nuevo estoy exagerando mucho y sea simplemente que por un lado tengo miedo a la oscuridad a secas, porque siento que me ahogo, porque por alguna razón que desconozco a nivel sensación asocio los ojos a la boca y si siento que no puedo ver siento que no puedo hablar ni respirar, como si toda yo me encontrara en una especie de suero gelatinoso que me abraza, que me cubre, que se me hunde.
Eso y que me aburro estando a oscuras, porque todo lo que hago depende directa o tangencialmente de la electricidad.
En fin, sea por una cosa o por la otra, cuando se cortó la luz por primera vez (y decir esto implica por un lado haber sobrevivido pero también que hubo otras), todo se centró en el queso blanco.
Por ahí ahora que lo escribo sin la marca pienso, que en eso de lo blanco estaba tratando de evitar lo negro de lo oscuro… pero hechos anteriores que prefiero no dar a conocer delatan que en realidad la obsesión era previa a la asociación semántica.
Cuando desperté ese mediodía, extrañada de no haber escuchado nunca el reloj (radioreloj eléctrico), y lo vi apagado, lo supe de inmediato. No había luz. Me quedé en la cama, inmóvil, para qué levantarme, ¿acaso existe mundo cuando estamos a oscuras? Sí, sé que era mediodía, pero la sola idea del apagón desató en mí una serie enumerable de preocupaciones que me llevó a la inmovilidad total. Paso a enumerar.
1- Tenía una serie de cosas para hacer afuera de casa, que no necesitaba de la electricidad, podría hacerlas y cuando volviera ya habría luz, pero ¿qué pasaba si cuando volviera yo, no lo hacía la luz? Entonces tendría que irme a dormir a lo de mi madre, porque tenía que hacer algunas cosas en la computadora que por ende necesitaban electricidad. Lo cual me llevaba a pensar que
2- Era mejor desde ya salir para lo de mi mamá, porque si volvía para casa se me haría muy tarde, perdería tiempo, entonces mejor armar desde ahora un bolso y luego de hacer lo que tenía que hacer en la calle ir hacia el nido materno sin cuestionarme si volvió o no la luz, para no perder tiempo. Pero de hacer eso tendría que dejar desde ahora la heladera desenchufada, no sea cosa de que vuelva el suministro eléctrico de golpe y se queme, y si la dejaba desenchufada no tendría posibilidad hasta el día siguiente de reenchufarla, lo cual derivaría irremediablemente en la pudrición de todos los elementos lácteos allí resguardados, sobre todo y en particular, el queso blanco, único elemento que se encontraba en su envase original y sin abrir. A partir de este pensamiento no pude dejar de pensar en el queso blanco, migraña por medio.
3- Si desde ahora salía a la calle con un bolso y el queso blanco (digámoslo con su nombre, casancream, porque me cuesta mucho decir queso blanco), también se pudriría en el transcurso de las horas, sin mencionar lo incómodo que sería andar con todo eso por la calle porque para este momento de mi viaje inmóvil y mental ya andaba pensando que quizá no volviera nunca la luz por lo cual posiblemente me instalaría en la casa de mi madre varios días, cosa que podía hacer sin preocuparme si me llevaba el casancream.
4- Lo que podía hacer era salir a hacer lo que tenía que hacer, reduciendo al máximo el tiempo, para correr a casa, rescatar el casancream, y llevarlo a lo de mamá a la heladera o, en su defecto, si la luz hubiera retornado, reconectar la mía.
Hastá ahí la inmovilidad, el punto cuatro era más bien un proyecto, que me parecía coherente con mis serias quesísticas preocupaciones. Me vestí, desayuné todo lo lácteo que pudiese, y salí, apurada, porque la variable tiempo que dejé por ahí en algún punto era quizá la que más me preocupaba, relacionada directamente con el tiempo de pudrición del casancream. Cabe aclarar que el día antes, como corresponde, había decidido descongelar la heladera por lo cual, si bien lo bueno fue que no peligraba el suelo de la cocina ahora sin luz, el casancream había sufrido ya, pobrecito, un tiempo de exposición a temperatura ambiente, de corte de la cadena de frío.
Llegué apurada hasta la esquina de mi casa, y para esta altura el dolor de cabeza ya era insoportable. Decidí volver, consideraba que podía suspender las actividades programadas porque la situación de la falta de luz y la posible muerte del casancream así lo ameritaban, tenía que ocuparme de eso, no podía hacer de cuenta que no sabía lo que podría ocurrir.
Volví presurosa a casa, avisé a mi madre cuál era la situación, que iría para allí con mi casancream, para rescatarlo, porque sale tan caro (y ahí la variable económica pues). Mi madre se rió un poco, y yo no entendí por qué. Viajé en colectivo con el casancream en una bolsa, que até a mi muñeca, la cual separaba del cuerpo para que mi calor no lo afectara.
Llegué a la heladera que lo albergó, lo guardé allí, y mi cabeza se descomprimió como si ya no hubiera preocupaciones.
En este punto es necesario aclarar que al otro día fui a trabajar y no me llevé el casancream, lo dejé allá, donde mi madre, se lo dejé a ella, y al día de hoy, tres días después, de nuevo sin luz, no lo he visto.
Sé por mi madre que está bien, que sigue en la heladera, en la bolsita que le di. Hoy que de nuevo no hay luz no puedo más que volver a pensar en él, con algo de nostalgia. Ya no preocupada, porque me está esperando, casi que me llama, ¿Estos cortes de luz no serán una estrategia de mercado para que una compre más casancream, para no tener miedo, o para ir a lo loco buscando heladeras que anden bien, y luz que no se corte, para conservarlo, que no corra peligro, y que no muera, sobre todo que no muera.
Recién abrí la heladera, no me recibió ninguna iluminación, pero tampoco tengo que preocuparme, todo lo que hay allí es barato y puede tirarse, casi está vacía la heladera. Puedo entonces salir sin apuro, hacer todo lo que tengo que hacer en la calle y después decidir si vuelvo a dormir a casa, exponiéndome yo a la oscuridad, como si fuera un producto lácteo, o bien si voy de mi mamá… igual ahí, la última vez que me quedé, no dormí mucho, ya no preocupada por el casancream, sino molesta por el exceso de luz, cuando cierro los ojos, a mí me gusta dormir a oscuras.

Saturday, January 30, 2010

Para acá o para allá

Ella había deseado toda la semana poder sentarse a escribir en paz, dejar fluir los dedos y las palabras. Lo había estado deseando de forma casi sensual, sexual, como una necesidad física, casi como ganar de hacer pis o de cagar, como un deseo que se aletargaba pero en el mismo aletargamiento había placer, en la imposibilidad misma, dada por las condiciones meteorológicas y técnicas, había placer, algo de prohibido, algo de que cuando se dé, cuando se dé...

Pensó en un texto de Clarise Linspector, que había leído, poco había leído de ella y muy recientemente, describía el placer de no leer algo que se desea fervientemente leer. Ufff. Ahora piensa en Sartre, en las palabras.

A veces le gusta ser así, intelectual, desear con el cuerpo cosas tan simbólicas, regodearse hasta el orgasmo entre autores muertos. A veces desearía, fervientemente, pero ya no de forma sexual sino más bien con llanto y rechinar de dientes, desearía ser llanita, llanita.

Nada en ella era llanito, ni su cuerpo, ¿cómo podría ser llanito su cerebro, su alma?

Escribir en tercera persona es una forma demasiado estúpida de permitirse decir, decirse...



Hoy me miré en el reflejo de la ventana, la contraluz, y el reflejo que no es espejo acentuaban cada pozo de mis piernas, cada pozo. Moví las piernas durante quince minutos mirando ese reflejo que me parecía horrible, desagradable, ajeno y mío. Volvía a mirarme la pierna directamente... Las sombras ahí estaban, pero yo sólo las veía a contraluz, a contraluz.

No sé por qué recordé eso de reprente. Quizá fue que me provocó una impresión difícil de describir y borrar.

Me cuesta mirarme, me cuesta gustarme... A veces creo que soy una especie de masa amorfa, que podría perder contornos si dejo de pensarme, a veces desearía serlo de verdad.

Me cuesta mirarme y aún así, hoy veía dos cosas. Esa pierna a contraluz, y la pierna que sentía. Tres más bien. Esa a contraluz, oscura, llena de pozos, la pierna suave gorda pero suave y blanca blanquísima que sentía, y la pierna obtusa, inflamada de los veinte kilos que dejé (y aún faltan tantos más).

Pero estoy bien. Estoy bien. Este año no lloré, todavía no termina enero, pero ya casi, y no lloré. No quiero llorar. Hoy casi lloro, después de eso, y las hormonas, porque estoy por menstruar y aunque me diga y me repita que nada influye en mí... Ahí está, la revolución química, la mensual revolución química. Hoy tampoco lloré, pensé en otra cosa, pensé en que hace más de un mes que no lloro, que no quiero llorar, que cuando lloro es como una adicción, como un deseo de lastimarme y buscar más heridas para adentro, que mientras pueda mantenerme así, con los hombros hacia atrás y la mirada puesta bien lejos, vamos, vamos. No voy a temer caerme, y si me caigo voy a llorar cuando me caiga, no ahora por adelantado. "No voy a llorar si nadie me acompaña" Pfffffffffffffff, nadie te acompaña realmente cuando llorás, nadie puede sentarse adentro tuyo y llorar realmente con vos, llorar en vos, llorar por vos, en tu lugar. Es físicamente im-po-si-ble.



Deseé toda la semana escribir, y cuando hubo oportunidad di mil quinientas vueltas, intenté por todas las maneras que alguien me evitara el compromiso, y no hubo caso, me enfrenté con las condiciones justas para hacerlo. Quizá porque a menos que me encuentre de ánimo muy lúdico, o con una obligación externa a mí, escribir me resulta muy parecido a llorar. No porque necesariamente escriba o deba o desee escribir cosas tristes, no se llora solo por estar triste, es la acción de llorar, esto de limpiar... no precisamente, esto de adentro para afuera. Entonces sí es como hacer pis y cagar también, entonces el placer mencionado no es tan ilógico.

Friday, January 22, 2010

Hoy hizo un calor insoportable. Ayer tambien. Quise ponerle la tilde a la e y no hubo caso. Trat´´e y trat´´e, con alt, con lo que se me ocurri´´o.... hoy no es el d´´ia.
Iba a decir que hoy todo result´´o lento y dificultoso, que al final me fui conformando con el correr del tiempo sin m´´as. Una ducha fr´´ia otra ducha, bien chavista, de tres minutos, para no sentir culpa cuando tome otra y otra. Dios, qu´´e calor que hace ac´´a. Y afuera tambi´´en, y todas las palabras que quiero escribir ahora se me hacen con tilde. T´´OD´´AS LAS P´´ALABRAS.

A veces suelo, cada vez m``as a menudo, suelo utilizar los errores, lo que va cayendo y lo vuelvo como adrede. "¿LO QU´´E?" Adrede, parece un apellido. Jos``e Adrede.

No quiero explicar lo que digo, y quiero decir cosas simples, pero ac``a, ac``a. Todo es dif``icil.
Esta vez s``e que no voy a llorar, pareciera que las l``agrimas van costando caro, la inflaci``on llega a todos lados. Este año no llor´´e, quise probar en otro lado la tilde, pero nada anda bien hoy.
Pienso que voy a borrar esto, tal vez no, solo por contradecirme. Es horrible de leer, est´´eticamente dificultoso. Hay que hacer cosas f``aciles, que a todos lleguen, que a nadie, nadie le resulte repelente. Y cuando llegue a todos desde ah``i comenzar el cambio. Definir las implosiones. Ver mis dedos en el teclado, cada vena de mis manos, que van seindo ya no niñas, ya m``as adultas. Y esto es lo que quiero, lo queior, lo queiro. Escribir, como se pueda, cuanto se pueda, ser en lo que escribo, y todo lo dem``as son borlas, lucecitas de colores que le pongo a quiern soy.
Desde siempre escribo, desde siempre. Desde siempre intento escribir las cosas que me van gustando leer.

Pero est``a lo otro, lo ordenado, lo de todos los d``ias, lo que se sugiere menos arriesgado y mucho m``as prolijo, pero que en el medio me despierta todas las incertidumbres que de repente me impedir``an dormir en paz, las angustias esas benditas, esos miedos felpudos.
Pero ac``a, de este lado, con esta tenue luz que provee el monitor... no hay miedo. No hay asco, hay un reflejo t``imido de lo que deseo. Y deseo es una palabra demasiado grande y vapuleada. Si a seguro se lo llevaron preso, a deseo lo m``as probable es que lo hayan metido o bien en un loquero o bien lo expongan para la venta en alguna vitrina galer``istica obsena.
No quiero no quiero. Est``a todo lo que todos viven, pero la pasi``on, eso que se lleva dentro, eso que te transforma la cara cuando sucede, cuando te invade, eso, tiene que ver con estos dedos escribiendo sin importar la tildes benditas.
En lo que una cree, en lo que yo creo, como arma, como cuchara, como bast´´on... estos infantiles dibujos sobre esta hoja virtual.
Y alguna vez el mundo, no para ser vista sino para deslizarme sin que nadie se percate, o para entrar gateando. Y una vez dentro, una vez dentro, con permiso de ustedes. Si hace crash es bum!

Tuesday, December 29, 2009

Sobreleído

Escribí una frase que pensé ajena, y alguien me avisó que era mía... Pensé y pensé, porque me dio miedo, pensarme ajena, y tenía que recuperarme. Me encontré, con la que fui, la que escribió esas palabras, e intuí las lecturas previas que promovieron mi sensación actual de ajenidad.
"ALCANZAR LA PALABRA ANTES DE LA PALABRA". Pensé que era una frase de Alejandra Pizarnik, yo lo pensé también mi querido Watson, pero no. Pensé que sería una relectura de ella acompañada de Merleau-Ponty y busqué la frase en mis propios escritos. (Dios bendiga a estos buscadores digitales que facilitan lo que de otro modo pudiera haber sido una obsesión infructuosa u ociosa). Encontré un texto del 2006. Pues entonces no fue Merleau-Ponty, por lo menos no de forma directa pues no había leído nada de él en ese entonces. Quizá fue Sartre, quizá Sábato, quizá una sensación que hoy es reinterpretada desde otros autores y la encuadro allí. Y esa sensación que fue bien mía, hoy también es mía. Entonces, la frase que me resulta ajena, ninguna relación tiene, o quizá la más mínima relación, con la sensación en sí. Yo soy esa sensación de mí misma. Punto.
Yo soy esta carnalidad diría Maurice. Pero esta sensación por más cosas que haya dicho Maurice es mía.
Sigo jugando con los buscadores. Encuentro en mi texto, en ese mismo, una frase encomillada. La busco, porque si la encomillé esa sin duda, sin duda debe ser ajena. Sólo me encuentro a mí. Mi propio sitio virtual y la misma frase, como una búsqueda circular que sale de sí misma para retornar a sí.
Quito las comillas y encuentro:


Lenguaje y esquizofrenia. ¿Qué es conocer? La percepción, la totalidad, la Gestalt. Pero sobre todo, Lenguaje y esquizofrenia. No me voy a meter en ese sitio, no quiero, tengo miedo aún.

Otras veces también jugando en estos buscadores con frases mías encontré curaciones chamánicas. Pienso que mis palabras reflejan lo que soy. Reflejan, refractan, no sé bien. Algo ahí en el medio, un poco todo eso. Lo que soy.
Juego a desconocerme y vuelvo a mi propio lugar común, juego a imaginarme allá a lo lejos tan adelante, tan atrás que hay puro humo-vapor-nubes. Juego, vuelvo, juego, vuelvo.
No puedo entender que esté hablando de locura, me niego a estar hablando de locura porque lo único que intento es ponerle palabras a sensaciones, y eso se me enseñó que es la cura (ja, increíble jueguito de palabras que juego, y vuelvo, juego, y juego).

Caminar, huir, ¿Cuál es la diferencia? Pero esa sensación de estar completamente convencida de que algo no era mío y que luego lo fuera, sobre todo desde un lugar de convencimiento puro con la frase, de estar totalmente de acuerdo con ese alguien que debiera ser otro, que necesitaba que fuera otro, porque, admitámoslo, es bien triste estar de acuerdo con una misma. Yo quiero estar de acuerdo. Yo quiero. Desde dentro lo deseo, pero se me enseñó a oponerme, a pelear, a ser una aguerrida chita-cebra-leona-loquesea. No puedo guardar mis garras, no puedo cerrar mis ojos, no puedo bajar mis brazos. Y quiero, lo deseo tan fuerte acá en el estómago.

Entre el reposo y el movimiento, en cualquiera de ambos estados, yo. Esta sensación de ser que es casi una certeza, una condena y a veces, contadas veces, pero qué hermosas veces, una delicia.
Creo que este último párrafo debiera desarrollarlo más adelante, pero hoy no. Hoy. Punto