Hay algo que duele, evidentemente. Entonces las opciones.
La primera, obvia, resignarse, aguantarse estoicamente las puntadas en los riñones o en el alma y seguir silbando bajito. Respirar rápido, hasta que se pase. Porque pasa. Sana, sana. ¿Y si no pasa hoy? Pasará mañana.
Aunque a veces no soy tan valiente, a veces no soy tan paciente. Entonces me animo y dejo el dolor, renuncio a las luchas que no puedo ganar. Y eso también es difícil. Dejar el dolor, sentirse de a poco cómoda como antes. Y ya no recuerdo cómo era eso.
Animarse a ser cobarde y quedarse en casa con la estufa prendida. Porque se sabe que es solo un rato, que luego habrá que salir a mojarse con lluvias frías, sin paraguas ni techos. Y habrá más dolor, dolores nuevos y viejos. Pero este no, este ya lo habremos abandonado.
Entonces nos da un poco de lástima, casi que nos hemos acostumbrado a sentirlo, a quejarnos, a que nos duela más de noche, cuando no se escucha más que el ruido de las propias entrañas.
Hay que decidirse, por una opcion o por otra. No se puede todo en la vida.
Hoy me inclino más por la primera opción, porque la segunda la probé y aún no pasó lo que pasará mañana. Porque no puedo esperar más que me haga efecto la aspirina, porque no tengo más fuerza. Entonces dejo lo que duele, como te dejé a vos aquel otro martes lluvioso. Y si aquello o vos mismo, dejás de doler lejos mío, y si yo me entero y les creo a vos y a la falta de dolor, quizá, solo quizá me anime, atraviese el duelo y vuelva.
1 comment:
Si supieran amigos lo que es hacer pis a oscuras, por no ser más grosera Helene.
En fin, siempre hay luces que permanecen encendidas... sino fijate en las "luces de neopren".
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