Y se fueron apagando una a una todas las luces de la casa.
Primero fue la de la cocina. Si supieran compañeros lo difícil que es cocinar a oscuras.
Luego el baño, y los cuartos.
Mi cuarto no soportó la penumbra de junio. Los vidrios mojados de lluvia y humedad. Si bien adentro no hay calor, estoy yo y es demasiado.
Ya no se puede ver nada, y la música sigue su trayecto unilineal, reproductor-aire-oído-cerebro. De esta última estación no estoy tan segura.
Canta el cantor, aunque no pueda comprenderlo.
La penumbra de afuera por ósmosis me penetra, y soy yo otra luz que se apaga.
Llorar... otra vez. ¿Ven? Todo es igual. No, ya sé que no ven. Yo tampoco veo. Quizá por eso lloro.
Ellos tienen un país, verde y lleno de vida. Ellos se lo quedaron. Y yo que los vi llevárselo, como ahora se van con mi luz, no pude hacer nada.
Gritar fue peor, y escribir, es bien difícil a oscuras.
Pero el poema sigue allí, en la cabecera de la cama, en la mesita de... ¿de qué? ¿de penumbra? en la mesa de cama.
El poema me mira inconcluso, y no me animo a abordarlo. Quiero quedarme en esta orilla sin moverme. Allá estás vos compañero, pero hoy no podré alcanzarte. Hoy tengo el miedo que ellos lograron dejarme.
El poema me mira, me invita, me exige ser escrito, y aún sólo tengo la primera estrofa y la última.
- Es suficiente- habría dicho mi madre.
Pero sé que no, que su condesendencia es amable, pero este poema no está terminado. Hay palabras allí, en el portafolio, en la carpeta gris, que escondí para no verla. Que ahora a oscuras no encuentro, pero escucho. Por eso no puedo entender al cantor. Porque las palabras se mezclan con los acordes de su guitarra, y este poema que quiere ser canción, que quiere ser, me mira desde la almohada.
Compañero, ellos se quedan con mi luz, y yo debo escribir a oscuras.
Compañero, esperáme en la otra orilla, yo iré en algún momento, cuando pueda atravesar esta nube, cuando aprenda las distancias y sin tantear paredes llegue a vos. Cuando mi oído se aguce e identifique tu voz por sobre los acordes del cantor, por entre las palabras del poema.
Cuando ordene todo este desorden y logre encender la luz, voy a cruzar corriendo este río de asfalto y me voy a parar en el mismo escalón que estás parado vos, para que gritemos juntos estas verdades.
Cuando vos existas realmente y no seas una simple necesidad de esta retórica angustiante. Cuando seas de carne y no de papel. Cuando cruce, cuando vea, cuando pueda, cuando exista... yo, vos, la luz, la verdad. Algo de eso.
2 comments:
Cuántas veces las cosas parecíeran ser de papel, si las soplamos se vuelan o se derrumban.
Sos groza Helene sos.
me rompés el corazón querida.
aunque se apaguen todas las luces,
mantené la tuya encendida, valga el cliché.
que asquerosa soy, pero no puedo evitarlo.. ja.
besos guapa,
mag.
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