Llegaron temprano, aún no amanecía. La calle estaba desierta, muda. Había un halo de humedad que acariciaba los hombros desnudos de ella que llevaba musculosa, esa musculosa amarilla que nunca le había gustado. Los hombros de él estaban cubiertos, por tanto no percibían la humedad. Él llevaba saco y corbata, quería estar preparado para cuando sucediera.
Caminaron tranquilos uno junto al otro, sin hablar, sin darse la mano, sin mirarse. Ya todo estaba dicho.
Los dos sabían cuál era el sitio convenido, ésa era la calle, no podía ser otra.
Pronto saldría el sol y la humedad se evaporaría. Para cuando ese trozo de asfalto en el que se pararon se iluminase por completo, ya todo estaría consumado.
Al llegar a la esquina bajaron el cordón por la senda peatonal, caminaron sin respirar hasta el punto medio perfectamente calculado, y esperaron.
Él decidió que cuando ocurriera estaría con los ojos cerrados, no quería saber el color del auto, quería imaginarlo azul, quería que fuera un ford, quería que fuese un hombre el que condujera, quería no llegar a escuchar la sirena de la ambulancia.
Ella esperaba con los ojos abiertos mirando la punta de su zapato. Cuando ocurriera levantaría la mirada. Ella siempre quiso saber, siempre.
En cualquier momento la ciudad iba a despertar y a comenzar su movimiento. Tal vez los primeros coches los esquivasen, y alguno les dedicara una sonora puteada, igual había que seguir ahí.
Pasó un canillita en bicicleta y se detuvo junto a ellos.
- ¿Qué esperan?
- Que nos atropellen.
El canillita pensó que estaban locos y se asustó un poco.
La gente se fue juntando cerca de ellos pero sin dejar las veredas, sin pisar el asfalto. Sin quererlo, ese río oscuro se fue convirtiendo en su terreno privado.
Los autos que llegaban reducían la velocidad al ver a la gente reunida y rodeaban a la pareja sin rasguñarlos siquiera.
Ya había amanecido del todo y la policía dispuso un cordón para proteger a los periodistas que no preguntaban nada y afirmaban mucho frente a sus cámaras. Los autos ya no pasaron más.
ÉL abrió los ojos y ella lloró un poco.
Anocheció y la gente se fue aburrida a su casa. Ellos también. Quizá si hubiesen elegido otra calle habría sido diferente.
3 comments:
exijo nuevo post.
todo a su debido tiempo...
exijo su debido tiempo.
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