Thursday, April 19, 2007

Together

Fue un súbito arrebato de angustia. Pero ya se veía venir. Esa migraña, la pileta en tu cara, la asfixia, los brazos que no responden. Si la angustia no está ahí abajo, está ahí arriba, y es peor, porque caerá como esa nube transformada en granizo. Cascotazo en la cabeza y sangrado vertical.
Las drogas que adormecen, que siempre adormecen. No vamos a llorar esta vez. Esta vez aún queremos pensar que todo, todo esto, todo esto fue un error, uo o, todo esto fue un error.
Entonces se hablará de cajas negras. Entre lo que entra y lo que sale un proceso que se desconoce, el misterio de la comunicación. Y allí, dentro de esa maldita caja negra se esconden esas ratas llenas de piojos que se encargan de tomar la información que entra y desvirtuarla. Así un clásico "Hola", puede cualquier día de estos salir convertido en un "¿Por qué no te vas a la reputísima madre que te re mil parió?" O algo similar.
Yo no te entendí. Son tantas cosas las que no entiendo.
Cuando Sonia y Johnny se encontraron ambos supieron de inmediato que lo único que debían hacer era contar lo que había sucedido.
Johnny temeroso decidió callarse, esperar la palabra de Sonia. Y Sonia insegura, bajó la mirada y siguió escribiendo.
Johnny golpeó la mesa despacito, como para hacer algo.
Sonia sonrió, y habló de naves espaciales.
Johnny decidió tomarse rapidito el café, sin decir nada.
Sonia esperó que su café se enfriara para ponerle azúcar y bebérselo de un trago.
Johnny quería desesperadamente volver a su casa.
Sonia deseaba quedarse ahí para siempre.
Sonia tenía un sombrero hermoso, violeta.
Johnny nunca supo usar sombreros, suponía que cada uno manifestaba algo, un estado de ánimo, una adhesión política, algo, y él, que estaba tan confundido por la vida, no quería aún tomar partido.
Sonia releyó en voz baja, casi inaudible, pero audible al fin, un poema viejo (suyo, claro está). Johnny no logró escucharla pero la felicitó al final.
Johnny contó una historia inentendible de gnomos que vendían zapatos bajo el obelisco.
A Sonia le pareció digno de un cuento.
Johnny calló.
Sonia calló.
Cada uno de ellos percibió la soledad del otro, pero desde sus propias miserias no supieron acompañarse.
Sonia volvió a su casa, a tomar ese analgésico.
Johnny volvió a la suya, al zapping cotidiano.
No sonaría el teléfono, nadie quiere decir nada.
Sonia piensa en Bruno, mientras sangra sus lágrimitas de vidrio pírex.
Johnny piensa qué hermoso sería desaparecer.

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