El día de las vísperas, el día inmediato anterior a esa fecha determinada, haré una lista. Planearé realizar una infinidad de cosas. Luego no haré ninguna de ellas. Iré tachando a medida que pase el tiempo aquellas que van quedando caducas. Una por una las tacharé. Hacia la mitad del papel escrito me daré cuenta y la jaqueca se transformará en angustia palpable. Luego será una lágrima ágil que se escabulle sin ruido, y otra, y muchas, y será llanto.
Nada haré de esa lista. Deambularé sonámbula chocándome con los bordes de un día que no se acaba, que no se va nunca, y quiero que se vaya, que el tiempo se diluya como mi angustia y chorree a través de mis ojos.
Esa espera insólita, tantas esperas cubiertas por el drama actual, la metáfora infinita nunca redundante, el disfraz de hoy que tiene este miedo.
Te esperaré junto a la puerta sin animarme a salir sola.
Te esperaré sentada en el suelo, no puedo levantarme.
Te esperaré creyendo esperarte cuando en realidad, lo sé cuando rompo la lista, la espera y la inmovilidad son tan similares en el cuerpo. No puedo moverme, digo que espero. No puedo salir, digo que espero. Y si tan solo esta vez, detrás de la lista pudiera ver tu nombre, si pudiera no tacharlo como todo lo que se escapa y ya no alcanzo desde esta baldosa cruel. Y si tan solo esta vez vinieras y me despegaras del suelo, y me llevaras a la fuerza a cualquier lado. Yo entonces enjugaría mi llanto, lo envolvería en papel tissue para llevarlo de recuerdo, para llevarlo.
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