Sunday, October 01, 2006

Cuarto menguante

Había sol sobre la vereda y baldosas fijas. Había árboles floridos, y ácaros amenazando. Habían peatones apurados y tareas por cumplir. Había carteras repletas de papeles y un cuento viejo escondido en un cuaderno cerrado. Había un calendario que insinuaba que ya un año, ufff ¿ya?. Sí, mejor, mejor. Ya pasó y sana sana colita de rana, que si no sanó ayer sanará mañana.

Los pasos presurosos sonaban tacón-baldosa-tacón-asfalto. El semáforó, el colectivo repleto, los niños angustiados y la mediación necesaria. El semáforo, el colectivo repleto, y la clase, la otra de pasividad exagerada, de palabras flotantes y dibujos desgraciados. El semáforo, el colectivo y ya no había sol en ninguna vereda.

La luna recontra menguante se colgó de los árboles, se escondía, y mis ojos cansados llenos de polen la buscaron a pesar de la tortícolis.

El semáforo, el colectivo ahora vacío, no pensar, no pensar. Tan cerca, tan lejos que creí verte entre un grupo de gente. Creí, pensé, dudé... entonces lo supe.
Volví a casa, algo consternada, volví a mirar el calendario. ¿Un año ya?. La duda era una certeza inesperada, ya no te recordaba. No podría distinguir tu cara en ninguna multitud, no identificaría tu voz en el teléfono.
Me abrazó una angustia tranquila, rara. Ya no era menester olvidarte, porque ya había sucedido, incluso a pesar mío.

Y te busqué igual, algo enojada con mi humanidad, y solo encontré retazos de algo que tuvo sentido, papeles borroneados, mezclados con otros olvidos. Los aromas, los sonidos, las palabras... si bien aún mi piel guarda registro, no podría estar segura, no podría parar a saludarte. Por eso seguí caminando, hasta casa, por la vereda de luna menguada. Habría estado bien, sería poético, que lloviera, pero no. Las baldosas secas y el semáforo implacable, y mi memoria humedecida, y esta angustia tibia, este duelo consumado, esta sensación de conclusión, de confusión.

Ahora presiento que entre el recuerdo y el olvido no hay mucha distancia. Que se olvida tanto en el acto mismo del recuerdo. Que se recuerda tanto de lo que se creía olvidado. Que lo que guardo en mí de vos, es más bien una creación mía, por eso no podría saludarte. Si no fueras vos, moriría de vergüenza.

1 comment:

chicoverde said...

Las analogías autorreferenciales venían zafables hasta que dijistes:

"Habría estado bien, sería poético, que lloviera, pero no."
http://chicoverde.blogspot.com/2006/03/probabilidades.html