EL ACTO había quedado como testimonio del martirio. Ya no se hablaría más de eso. De hecho, no se habló más de nada.
Un día su maestra entró en el aula en silencio, escribió en el pizarrón algunas frases y se sentó.
Un codazo, un gesto con las cejas, alguien desde el silencio obligado intentaba decirle algo.
" Está de paro".
Su maestra estaba de paro, completamente sentada. Estar de paro parece ser estar en silencio o no estar por completo. Quizá su amigo estaba de paro detrás de esa luz potente. Quizá su abuelito no estaba en el cielo y estaba de paro. Quizá papá, después de pelearse con mamá, no lo había abandonado, quizá él también estaba de paro.
Estar de paro, además de implicar silencio obligaba a conservar un gesto de suma seriedad en el rostro, como si algo grave hubiera ocurrido.
Johnny no quiso preguntar, sabía que nada le sería contestado, y que en algún punto no quería saber porque saber implicaría estar también él de paro, y estar así, enojado. Y él no quería estar de paro.
El recreo se sucedió de forma normal, en realidad todo se sucedía de forma normal, pero eso era lo más truculento, lo más lúgubre de todo. El aire olía a algo terrible, su maestra en silencio luego de tantos gritos, esta especie de libertad tan dudosa. Seguramente todo duraría bastante poco, Johnny presentía que esto era sólo el ojo de la tormenta. En cualquier momento esta pausa, este silencio, terminaría en catástrofe, en cualquier momento.
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