Decidieron que tu nombre ya no sea el que tus papis te dieron. Ese no suena bien, mejor otro, que se preste mejor a diminutivos y apodos.
En el mismo memorándum te avisaron un cambio, casi imperceptible en tu fecha de cumpleaños. Para qué cumplir en febrero si es mejor cumplir en junio. Otro signo del zodíaco no le hace mal a nadie, y es más cómodo más kitch. O como se escriba.
Tu ropa, tu rostro, tu forma de hablar, pero sobre todo el contenido. Todo lo cambiaron, de a poco, y pidiéndote permiso.
Entonces esa sensación de ajenidad cuando suceden las cosas, no es improvisada, tiene su raíz en este presente exótico que te toca vivir.
Sentada en ese tren que ya no para, sólo percibirás los carteles cuando estén demasiado cerca como para leerlos o atraparlos. Los vas a dejar ir, como a todo en tu vida. Y cuando se vayan los carteles, como se van las gentes, sentirás un pequeño vacío en el asiento contiguo, pero se pasará pronto. Habrá otras cosas en qué pensar, otras decisiones que tomar.
Y cuando te bajes del vagón en la estación equivocada, seguirás cualquier rumbo, porque evidentemente ya no vas a ningún lado. Mejor seguir entonces a la masa de gente, que tampoco tiene nombre como vos, y evidentemente también carece de tiempo. Sino no correrían un día de sol como hoy.
Ellos decidieron que no disfrutes, que no cantes bajito y menos que menos que te rías.
Ellos decidieron que lo mejor sería que te tiñieras el pelo de rubio, para disimular ese azabache que contrasta con tu piel.
Ellos sugirieron que tus ahorros en el banco estarán más cuidados, para cuando decidas sacarlos a pasear por el mundo, y se queden en Londres en algún Bread and Breakfast.
En Londres hay pan y desayunos, acá... no.
Ellos decidieron que no pienses más, ya no, llevando a Jorge Drexler al absurdo. No pienses demás, no pienses de menos, no pienses y punto. Ellos piensan por vos. Y piensan que pensás demasiado, demasiado a la izquierda como para pasar desapercibida.
Ellos finalmente, con nombre nuevo y fecha de nacimiento renovada, te dan la mano, siempre la derecha.
Y vos saludás sin entender. Lo que no entendés no es quiénes son ellos o por qué te saludan, sino más bien, a quién saludan. ¿A vos? ¿A la que eras antes de ellos? ¿A la que ellos inventaron? ¿A quién?
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