ocurrió el desborde ahí en la orilla de la pollera azul, sin aviso, sin hilacha previa, sin forcejeo, solo un desborde fresco y abundante.
ocurrió el desborde que debía ocurrir, los embalses infinitos también tienen límites.
y los peces nadaron por el aire tanto rato que casi les crecen pulmones.
y ella quiso abrazarse pero tenía ese espacio ya tan ocupado y tan sin nada y no importaba, o no se acordaba y si realmente importaba.
sabía allí abajo, bajo su suela, el vacío oscuro, pero miraba los peces, sus súbitos pulmones verdes, amarillos, de tantos colores. Hoy no quería llorar.
Tuesday, August 28, 2007
Sunday, August 19, 2007
Las vueltas de Ývanna
Ývanna había nacido allá por el año 1935 en uno de esos pueblitos de Polonia que de tan pequeños y perdidos han olvidado su nombre.
De su infancia guarda el nítido recuerdo de el terror de aquella tarde de otoño en la que se escabullió en el cuarto de su madre y tomó sin permiso su cajita musical. Sabía que con sólo dar cuerda al diminuto mecanismo lateral desataría esa mágica sinfonía, esa danza triunfal de interminables giros.
Ývanna disfrutaba del baile de la pequeña muñequita, casi tan pequeña como ella. Cerraba sus ojos y dejaba que la música monótona y metálica se transforme en magníficos acordes de pianos, trombones, clarinetes y acordeones. Entonces lo decidió, ella quería ser esa pequeña muñequita.
Así, en secreto, porque su madre nunca se lo hubiera permitido, se deslizó hasta la espesura de el bosque gris que rodeaba su casa natal. Allí, cubierta por el manto protector de la maleza comenzó a girar y girar, como si ella misma fuera parte de la cajita de su madre.
Giró y giró y des- cu -brió (shhh, esto es un secreto) que si fijaba la vista en sus pequeñas manos no se mareaba nunca. Miraba cada una de sus uñas llenas de mugre, sacudía sus falanges, y podía continuar girando hasta que el mundo alrededor se transformara en una línea infinita. Y podía continuar girando hasta senti que no era ella quien se movía sino todo lo demás, que ella estaba muy quieta, casi flotando.
Cuando sus padres decidieron trasladarse a Norteamérica por razones que sólo los grandes pueden entender, a ella la envolvió una tristeza profunda, azul oscuro, que sólo comenzó a desteñirse tiempo después. Fue cerca de 1950, fue un jazz cualquiera, porque lo que importaba no era el jazz, ni el joven que bailaba con ella, sino los giros. Ývanna volvió a girar y girar, y miraba sus manos, que ya no eran manos regordetas de niña sino finas manos de mujer. Ahí estaban sus dedos entrelazados con los de Jeremy. Y los giros, y las vueltas, y las manos.
Y sus manos continuaron girando, en rondas infantiles con sus hijos, revolviendo mezclas para pasteles multicolores, limpiando espejos en donde nunca se miraba.
Una mañana en medio del movimiento circular que espantaba una mosca del cereal de su hija menor, detuvo su mano en el aire y quedó atónita. Acercó lentamente la otra, a la misma altura, se apoyó en la ventana para verlas mejor. Recorrió con el dedo índice de la mano derecha los incipientes surcos de la izquierda, y ahí nomás se decidió. Era tiempo de la última vuelta. Volver a Polonia, adentrarse en el bosque, y girar a escondidas, dejando sus manos envejecer lentamente, llenarse de arrugas y detener el tiempo transformando el mundo en esa línea, en esa línea.
De su infancia guarda el nítido recuerdo de el terror de aquella tarde de otoño en la que se escabullió en el cuarto de su madre y tomó sin permiso su cajita musical. Sabía que con sólo dar cuerda al diminuto mecanismo lateral desataría esa mágica sinfonía, esa danza triunfal de interminables giros.
Ývanna disfrutaba del baile de la pequeña muñequita, casi tan pequeña como ella. Cerraba sus ojos y dejaba que la música monótona y metálica se transforme en magníficos acordes de pianos, trombones, clarinetes y acordeones. Entonces lo decidió, ella quería ser esa pequeña muñequita.
Así, en secreto, porque su madre nunca se lo hubiera permitido, se deslizó hasta la espesura de el bosque gris que rodeaba su casa natal. Allí, cubierta por el manto protector de la maleza comenzó a girar y girar, como si ella misma fuera parte de la cajita de su madre.
Giró y giró y des- cu -brió (shhh, esto es un secreto) que si fijaba la vista en sus pequeñas manos no se mareaba nunca. Miraba cada una de sus uñas llenas de mugre, sacudía sus falanges, y podía continuar girando hasta que el mundo alrededor se transformara en una línea infinita. Y podía continuar girando hasta senti que no era ella quien se movía sino todo lo demás, que ella estaba muy quieta, casi flotando.
Cuando sus padres decidieron trasladarse a Norteamérica por razones que sólo los grandes pueden entender, a ella la envolvió una tristeza profunda, azul oscuro, que sólo comenzó a desteñirse tiempo después. Fue cerca de 1950, fue un jazz cualquiera, porque lo que importaba no era el jazz, ni el joven que bailaba con ella, sino los giros. Ývanna volvió a girar y girar, y miraba sus manos, que ya no eran manos regordetas de niña sino finas manos de mujer. Ahí estaban sus dedos entrelazados con los de Jeremy. Y los giros, y las vueltas, y las manos.
Y sus manos continuaron girando, en rondas infantiles con sus hijos, revolviendo mezclas para pasteles multicolores, limpiando espejos en donde nunca se miraba.
Una mañana en medio del movimiento circular que espantaba una mosca del cereal de su hija menor, detuvo su mano en el aire y quedó atónita. Acercó lentamente la otra, a la misma altura, se apoyó en la ventana para verlas mejor. Recorrió con el dedo índice de la mano derecha los incipientes surcos de la izquierda, y ahí nomás se decidió. Era tiempo de la última vuelta. Volver a Polonia, adentrarse en el bosque, y girar a escondidas, dejando sus manos envejecer lentamente, llenarse de arrugas y detener el tiempo transformando el mundo en esa línea, en esa línea.
Thursday, August 16, 2007
Johnny y la debacle
CAPÍTULO 1
Johnny no supo bien por qué pero su maestra de buenas a primeras comenzó a gritarle frases descabelladas, órdenes encontradas que referían a moverse hacia algún lado.
Haciendo memoria Johnny llegó a la conclusión de que todo comenzó esa tarde, que por equivocación se aproximó al laboratorio y abrió la puerta. Allí la vio a su maestra arrojada en el suelo siendo fotografiada.
Con un gesto desaprobatorio otras manos docentes lo instaron a retirarse, pero él quedó petrificado ahí mismo, junto a la puerta, con la mirada fija en su maestra quien finalmente se levantó y se acercó a explicarle que no se asuste, que no pasaba nada, que estaban haciendo un experimento.
Johnny se fue, porque supo que debía irse, pero ese recreo no lo compartió con nadie más que con esa imagen que se imprimió en su mente. Su maestra ahí, ¿por qué? ¿qué clase de experimento infame estaban realizando con su maestra? ¿por qué él debía retirarse?
Hoy, una vez consumada la fatídica transformación, comprende, asume que ese experimento en aparencia inocente era el inicio de la debacle.
Johnny no supo bien por qué pero su maestra de buenas a primeras comenzó a gritarle frases descabelladas, órdenes encontradas que referían a moverse hacia algún lado.
Haciendo memoria Johnny llegó a la conclusión de que todo comenzó esa tarde, que por equivocación se aproximó al laboratorio y abrió la puerta. Allí la vio a su maestra arrojada en el suelo siendo fotografiada.
Con un gesto desaprobatorio otras manos docentes lo instaron a retirarse, pero él quedó petrificado ahí mismo, junto a la puerta, con la mirada fija en su maestra quien finalmente se levantó y se acercó a explicarle que no se asuste, que no pasaba nada, que estaban haciendo un experimento.
Johnny se fue, porque supo que debía irse, pero ese recreo no lo compartió con nadie más que con esa imagen que se imprimió en su mente. Su maestra ahí, ¿por qué? ¿qué clase de experimento infame estaban realizando con su maestra? ¿por qué él debía retirarse?
Hoy, una vez consumada la fatídica transformación, comprende, asume que ese experimento en aparencia inocente era el inicio de la debacle.
Tuesday, August 07, 2007
punto y coma
Y te me escapás constantemente, tanto que vuelvo a buscarte aún sabiendo de antemano que lograrás escabullirte.
Esa única certeza del piso, ahí, cuando se caiga. Aunque sería bien hermoso caer, y caer, y caer, casi como Alicia. Pero uff, aún ella llegó.
Y caer y caer, y ver pasar las mismas imágenes una y otra vez, cada vez que la secuencia termina y vuelve a comenzar.
Caer y caer, como caigo aún sabiendo de antemano que dejaré de caer en algún momento.
Dejarme caer en tu búsqueda quizá sólo por esa triste única certeza.
Esa única certeza del piso, ahí, cuando se caiga. Aunque sería bien hermoso caer, y caer, y caer, casi como Alicia. Pero uff, aún ella llegó.
Y caer y caer, y ver pasar las mismas imágenes una y otra vez, cada vez que la secuencia termina y vuelve a comenzar.
Caer y caer, como caigo aún sabiendo de antemano que dejaré de caer en algún momento.
Dejarme caer en tu búsqueda quizá sólo por esa triste única certeza.
Thursday, August 02, 2007
La educación afectiva (cursi, qué más)
Aprenderás a abrazar
cuando se pueda
aprenderás luego a desprenderte.
Aprenderás a querer
sin restricciones
y aprenderás, si aún no lo aprendiste
que no siempre te quieren
Aprenderás a decir
todo todo
aprenderás a callar
más de la cuenta
y aunque te cueste
aprenderás a ser desoída
como corresponde,
con dignidad mapuche
Aprenderás el valor de la palabra
aprenderás el calor de la caricia
descubrirás con exactitud
lo que necesitas
y desde ahí... el vacío
Y no aceptarás menos que eso
aunque te duela un abismo
aunque se pierda el encanto
de la espera finita
aunque te pierdas deseando
y te desees perdida.
Aprenderás entonces
si es que sobrevives
a estar viva.
cuando se pueda
aprenderás luego a desprenderte.
Aprenderás a querer
sin restricciones
y aprenderás, si aún no lo aprendiste
que no siempre te quieren
Aprenderás a decir
todo todo
aprenderás a callar
más de la cuenta
y aunque te cueste
aprenderás a ser desoída
como corresponde,
con dignidad mapuche
Aprenderás el valor de la palabra
aprenderás el calor de la caricia
descubrirás con exactitud
lo que necesitas
y desde ahí... el vacío
Y no aceptarás menos que eso
aunque te duela un abismo
aunque se pierda el encanto
de la espera finita
aunque te pierdas deseando
y te desees perdida.
Aprenderás entonces
si es que sobrevives
a estar viva.
Sonia aprendió a abrazar, Bruno tuvo mucho que ver en ese aprendizaje.
Sonia al principio cerraba fuerte los ojos, contaba los segundos, contenía la respiración y palmoteaba rítmicamente el la espalda del abrazado, hasta que termine.
El suplicio era tal que prefería no nombrarlo.
La tortura comenzaba en la panza, como comienzan todas las torturas, por dentro, cuando se siente la seguridad de la amenaza ahí entre los ojos. Comenzaba con esas ganas, esa necesidad. Pensarla cursi era una salida de emergencia. Por qué abrazar en el mundo globalizado. Pero ella quería eso, ahí, en el esófago, dónde se expresan las ganas. Luego ese adelantarse y retrodecer, imperceptible, con las manos en los bolsillos, y quizá sí, pero quizá no, nunca pedirlo, nunca pedirlo. Bruno la abrazó a la fuerza, de golpe, y ella no tuvo más que sacar sus manos de los bolsillos y palmotearle el hombro.
El miedo era tan claro, lo de siempre vio? el rechazo y esas pequeñeces que se vuelven grandes en el silencio incómodo de quien piensa y repiensa.
Sonia al principio cerraba fuerte los ojos, contaba los segundos, contenía la respiración y palmoteaba rítmicamente el la espalda del abrazado, hasta que termine.
El suplicio era tal que prefería no nombrarlo.
La tortura comenzaba en la panza, como comienzan todas las torturas, por dentro, cuando se siente la seguridad de la amenaza ahí entre los ojos. Comenzaba con esas ganas, esa necesidad. Pensarla cursi era una salida de emergencia. Por qué abrazar en el mundo globalizado. Pero ella quería eso, ahí, en el esófago, dónde se expresan las ganas. Luego ese adelantarse y retrodecer, imperceptible, con las manos en los bolsillos, y quizá sí, pero quizá no, nunca pedirlo, nunca pedirlo. Bruno la abrazó a la fuerza, de golpe, y ella no tuvo más que sacar sus manos de los bolsillos y palmotearle el hombro.
El miedo era tan claro, lo de siempre vio? el rechazo y esas pequeñeces que se vuelven grandes en el silencio incómodo de quien piensa y repiensa.
Hasta que nos tape la mierda
Acumular cajas y bolsas de polietileno. Permitir a los hongos proliferar como enredaderas en los azulejos. No preguntar, no mover nada. Que no se agite el polvo y crezca y crezca el médano sutil. Hasta que nos tape la mierda.
Monday, July 30, 2007
Porteña (asumirme)
Misteriosa Buenos Aires
esos subterfugios de arte
esa belleza escondida
Bajo el empedrado,
tu mundo oculto
que se escabulle
que de vez en cuando gotea
hacia arriba
como sólo vos podés gotear.
Y mientras tanto
mientras el tiempo
....................................... y la amenaza
mientras la añoranza
..................................... en tono casi balinés
mientras el peligro
....................................... de la coerción fantasmal y extraeconómica
Nosotros
.................esa resistencia intersticial creativa
.................esa porteña noción de los límites y espacios
.................esa necesidad imperiosa de salir, de buscar, de irse, de irse, a cualquier lado, de volver con la frente florecida.
................esa tendencia ineludible que te empuja al refugio subterráneo, al cordón que no se ata, a dar vueltas sin teleologías.
................ esa urgencia innombrable de decir, de no callarse, de pintar paredes y baldosas.
Y mientras tanto vos, misteriosa Buenos Aires,
nos cubrís con tu manto de piedad
y nos dejás dormir tantas borracheras,
y nos dejás soñarnos, soñarte.
esos subterfugios de arte
esa belleza escondida
Bajo el empedrado,
tu mundo oculto
que se escabulle
que de vez en cuando gotea
hacia arriba
como sólo vos podés gotear.
Y mientras tanto
mientras el tiempo
....................................... y la amenaza
mientras la añoranza
..................................... en tono casi balinés
mientras el peligro
....................................... de la coerción fantasmal y extraeconómica
Nosotros
.................esa resistencia intersticial creativa
.................esa porteña noción de los límites y espacios
.................esa necesidad imperiosa de salir, de buscar, de irse, de irse, a cualquier lado, de volver con la frente florecida.
................esa tendencia ineludible que te empuja al refugio subterráneo, al cordón que no se ata, a dar vueltas sin teleologías.
................ esa urgencia innombrable de decir, de no callarse, de pintar paredes y baldosas.
Y mientras tanto vos, misteriosa Buenos Aires,
nos cubrís con tu manto de piedad
y nos dejás dormir tantas borracheras,
y nos dejás soñarnos, soñarte.
Tuesday, July 24, 2007
Un no filial
Las distintas voces confundidas
la tele, los nombres, los rostros borrosos
Será tarde cuando se comience la partida
Una sola urgencia
que no se nombra
una sola carencia
que se disfraza
Mirar las historias
mirarlas desde lejos
lo suficientemente cerca para percibir detalles
lo suficientemente cerca para que no , que no.
No como una condición
ante el abismo
no como un credo
que se resigna
No como ese estilo
literario y vital
no, que se camufla, que se camufla.
Bucear en la hondura
de ese sueño
lo suficientemente pronto
para que no se borre
lo suficientemente pronto
para que no se quede.
Esos símbolos, esa imagen.
Fue un auto destruido y el llanto de mi padre
no sirvieron las palabras cuando la angustia era mía
asumir que se eligió quedarse a salvo.
la tele, los nombres, los rostros borrosos
Será tarde cuando se comience la partida
Una sola urgencia
que no se nombra
una sola carencia
que se disfraza
Mirar las historias
mirarlas desde lejos
lo suficientemente cerca para percibir detalles
lo suficientemente cerca para que no , que no.
No como una condición
ante el abismo
no como un credo
que se resigna
No como ese estilo
literario y vital
no, que se camufla, que se camufla.
Bucear en la hondura
de ese sueño
lo suficientemente pronto
para que no se borre
lo suficientemente pronto
para que no se quede.
Esos símbolos, esa imagen.
Fue un auto destruido y el llanto de mi padre
no sirvieron las palabras cuando la angustia era mía
asumir que se eligió quedarse a salvo.
Saturday, July 21, 2007
bañera, agua, bañera
Esa cortina de plástico blanco entre el mundo y mi persona. No hay asfixia por ahora. No hay dolor aún.
Me sentaré en la bañera a esperar como quien espera. La cortina ahí, rodeando mi rodilla.
Que caiga el agua es una circunstancia. A mi alrededor se va acumulando de a poco, de a poco.
Puede que se desborde, puede que se inunde.
La cortina no hará más que impedir mi paso. Y no será necesario tal impedimento. No voy a ningún lado.
Quizá cuando esté todo cubierto de agua, salga flotando, flotando, como quien flota.
Me sentaré en la bañera a esperar como quien espera. La cortina ahí, rodeando mi rodilla.
Que caiga el agua es una circunstancia. A mi alrededor se va acumulando de a poco, de a poco.
Puede que se desborde, puede que se inunde.
La cortina no hará más que impedir mi paso. Y no será necesario tal impedimento. No voy a ningún lado.
Quizá cuando esté todo cubierto de agua, salga flotando, flotando, como quien flota.
Thursday, July 12, 2007
Sonia ida y vuelta
Toda la sangre que salió de mí.
Y tuve aún fuerza, y tiempo, sobre todo tiempo, para ponerme esa media blanca.
Los límites borrados, la sorpresiva inexistencia y mis manos así, como crispadas, pero sorprendidas en realidad creyendo sostener algo y allí, nunca hubo nada.
Esa fatídica necesidad sin nombre. Es mejor pensar esto que nombrarte angustia, soledad, miedo.
El bálsamo de las frazadas esdrújulas para esta ola polar que ojalá ahogara y llevara para adentro como el mar.
Sonia se supo muerta. No podría decirlo.
Ya ni el recuerdo de Bruno era suficiente para simularla viva.
Ahí, frente a ella, esa inexistencia cálida y efímera. No comprender las palabras que barrenan esta ola gélida.
No cogerás, no cogerás. El mandato supremo que orienta hacia una seguridad onírica. Sonia no digas lo que escribiste, no escribas lo que dices. Es duro, es inalcanzable el dolor ajeno.
Estás tan en el lugar de siempre que desgraciadamente es demasiado lejos como para que alguien vaya a buscarte. Y este punto demoró tanto que ese demasiado lejos para pasó por un vaya a abrazarte, te escuche, te alcance, etc.
Antes de irte, cuando por fin te vayas, no irás a ningún lado, no mientas, donde vas no hay esperas.La constante cercanía del todo o la inefable eternidad en esa nada lejana. Capitalismo o comunismo. La muerte al fin.
Sonia está muerta. Saber eso fue devastador.
Volvió luego de esa solemnidad húmeda, al inicio, a rendir homenaje a ese cúmulo de placer que se constituyó en acusación. Delató su vértigo, su abismo. Esa oscuridad a cuestas, que ya ni se mira.
Le puso enfrente todo su humo. Y Sonia lloró, de nuevo.
Y tuve aún fuerza, y tiempo, sobre todo tiempo, para ponerme esa media blanca.
Los límites borrados, la sorpresiva inexistencia y mis manos así, como crispadas, pero sorprendidas en realidad creyendo sostener algo y allí, nunca hubo nada.
Esa fatídica necesidad sin nombre. Es mejor pensar esto que nombrarte angustia, soledad, miedo.
El bálsamo de las frazadas esdrújulas para esta ola polar que ojalá ahogara y llevara para adentro como el mar.
Sonia se supo muerta. No podría decirlo.
Ya ni el recuerdo de Bruno era suficiente para simularla viva.
Ahí, frente a ella, esa inexistencia cálida y efímera. No comprender las palabras que barrenan esta ola gélida.
No cogerás, no cogerás. El mandato supremo que orienta hacia una seguridad onírica. Sonia no digas lo que escribiste, no escribas lo que dices. Es duro, es inalcanzable el dolor ajeno.
Estás tan en el lugar de siempre que desgraciadamente es demasiado lejos como para que alguien vaya a buscarte. Y este punto demoró tanto que ese demasiado lejos para pasó por un vaya a abrazarte, te escuche, te alcance, etc.
Antes de irte, cuando por fin te vayas, no irás a ningún lado, no mientas, donde vas no hay esperas.La constante cercanía del todo o la inefable eternidad en esa nada lejana. Capitalismo o comunismo. La muerte al fin.
Sonia está muerta. Saber eso fue devastador.
Volvió luego de esa solemnidad húmeda, al inicio, a rendir homenaje a ese cúmulo de placer que se constituyó en acusación. Delató su vértigo, su abismo. Esa oscuridad a cuestas, que ya ni se mira.
Le puso enfrente todo su humo. Y Sonia lloró, de nuevo.
Tuesday, July 10, 2007
El silencio incómodo
la revisión retrospectiva
orden y progreso
no, sólo orden
La tan esperada An
La tan conocida gustia
Revolver esos papeles
para que no se peguen a la olla
Y después, siempre el después. Esa oscura medianera entre la posibilidad y ese algo parecido al arrepentimiento de lo correcto.
Padecer el sueño, la necesidad del sueño, para hacer de cuenta que, creer, de veras creer que. Porque cuando el absurdo supera sus propias expectativas es necesaria una cura de sueño. Dormiré veinticuatro o treinta y dos horas, recorreré este dolor acá en el esófago, para entenderlo, para aceptarlo. Y cuando te abrace y me despida, casi imperceptible, cubierta por el velo del sueño, no me beses, no me quieras, otra vez me estaré yendo.
Caer torpemente en la rima, abandonarse a la cursilería de lo previsto.
¿Qué significa este despilfarro obseno de emociones? ¿Hacia dónde se dirigen esas ratas mugrientas que suponían traer la muerte, la ansiada muerte, a estos pagos?Hay que seguir a las ratas, ellas siempre conocen la salida.
la revisión retrospectiva
orden y progreso
no, sólo orden
La tan esperada An
La tan conocida gustia
Revolver esos papeles
para que no se peguen a la olla
Y después, siempre el después. Esa oscura medianera entre la posibilidad y ese algo parecido al arrepentimiento de lo correcto.
Padecer el sueño, la necesidad del sueño, para hacer de cuenta que, creer, de veras creer que. Porque cuando el absurdo supera sus propias expectativas es necesaria una cura de sueño. Dormiré veinticuatro o treinta y dos horas, recorreré este dolor acá en el esófago, para entenderlo, para aceptarlo. Y cuando te abrace y me despida, casi imperceptible, cubierta por el velo del sueño, no me beses, no me quieras, otra vez me estaré yendo.
Caer torpemente en la rima, abandonarse a la cursilería de lo previsto.
¿Qué significa este despilfarro obseno de emociones? ¿Hacia dónde se dirigen esas ratas mugrientas que suponían traer la muerte, la ansiada muerte, a estos pagos?Hay que seguir a las ratas, ellas siempre conocen la salida.
Sunday, July 01, 2007
(ninguno)
Tantas horas.
Ahí está esa imagen.
Un escritorio caoba tan grande.
Esperar un turno que nunca llega.
Esa fecha funesta.
La lluvia que va ocupando cada habitación.
Refugiar la ropa bajo la mesa, sobre la mesa, en ningún lado.
No refugiarse una porque para qué.
Ahí está esa imagen.
Un escritorio caoba tan grande.
Esperar un turno que nunca llega.
Esa fecha funesta.
La lluvia que va ocupando cada habitación.
Refugiar la ropa bajo la mesa, sobre la mesa, en ningún lado.
No refugiarse una porque para qué.
Tuesday, June 26, 2007
achus
De distraída nomás, no sólo perdí un estornudo, sino también un bostezo.
Ahora llevo a cuestas este enorme vacío.
Creo que me resultará imposible recuperarme de esta pérdida.
Ahora llevo a cuestas este enorme vacío.
Creo que me resultará imposible recuperarme de esta pérdida.
Friday, June 22, 2007
Wednesday, June 20, 2007
Relecturas
Ahí está, en muchos lados porque quise fotocopiarlo, también en las páginas de ese libro enorme, esa edición maravillosa de colección. Ahí está, pero más aún está acá, en esta realidad inverosímil, tan cercana a una ficción innombrable.
Ojos de perro azul. ¿Te acordás? Quizá ya no recuerdes.
Esa primera sensación visceral, ese frío, esa certeza de eternidad. Seguirá conmigo al amanecer, y aún después. Como sigue ahora, que releo sin hojas, que releo tantas otras cosas.
Esta mismísima hoja que leés, que no leés porque no existe, que no leés porque no existís y te invento. Releer, recrear, repensar.
Huyo tantas veces de la tentación de lo contemporáneo. Busco de formas tan barrocas escapar de mi finitud. Evado las circunstancias, el hecho de que estoy acá, si es que estoy realmente acá como dudaré más adelante, por el formato, cosa insípida si las hay. Y lo que fuera otrora un experimento se convierte como todo en obsesión. Y ahora que releo, como releeré todo esto y solo esto, porque estoy en contra de releerme (aunque sepa que es una gran mentira), pienso que debería haber aceptado ese papel en la obra Dr. Jekylll, si bien desnuda, si bien bañera, si bien todo el circo, por algo era.
Floto, como se debe flotar, y me hundo hasta esas mismísimas palabras que me acercaron a vos. Las mismas, vuelvo a quedar anclada en las mismas frases.
Se desata de pronto, del modo más sublime, la armonía gloriosa que atenta contra el libre albedrío. Ese destino supuesto, escrito para ser decodificado.
Todo tiene sentido, todo se conecta cuando lo leo.
Y no es lo que leo sino yo que al leer produzco un espacio Bajtiniano nuevo, propio. ¿Ves? Acá todo tiene sentido. Eso que dijiste, que recuerdo, eso que leí, que recuerdo, eso que escribí, que recuerdo. Y en realidad no sé si soy yo la que recuerdo, o vos que escribís acerca de mí recordando.
Siempre es bueno dudar de todo, entonces me hundo en ese ad infinitum circular y dudo de esto.
Mis ojos (que no son azules) son como esponjas. Y ahora desearía encontrar una metáfora más específica y menos burda.
Ahí estoy yo, o la que creo ser yo, en el colectivo. Sólo si bajo los párpados dejo de absorber esa realidad que se pega instantáneamente en la contratapa de mi cabeza. Esa realidad que creo real, que creo absorber o leer, que creo ser yo.
Ojos de perro azul, te busco constantemente cada mañana y cada tarde. Luego no quiero dormir para no despertar. ¿Quién está soñando? Soy yo la que sueño. Sos vos quién me soñás. Nos encontramos ambos en esta sopa tibia que creamos nosotros mismos, y dio la casualidad (no creo en esto) de que es la misma sopa, y la misma taza...
Dónde habré dejado ese papel en el que anoté esas ideas. Tal vez sea mejor. Nada era claro. Había una angustia obesa sentada cómoda en un renglón. Había juegos de palabras envueltas para regalo.
El lenguaje, ese cúmulo de experiencias pasadas, ese compendio impreciso de sensaciones que no alcanza. Y no habrá gestos porque estas palabras que no son suficientes me dan a entender cada vez con mayor claridad que no hubo tales experiencias pasadas, que lo que creo que absorben mis ojos, más bien lo escupen. O será quizá que mis ojos absorben estas mismísimas palabras, que no son mías, que son tuyas. O que vos me pensás absorbiendo esta realidad inventada. O que te pienso pensándome. Ad infinitum, ad infinitum.
Ojos de perro azul, no recordás mi nombre. Mi ausencia no puede sorprenderte porque no es real. Soy una lagaña mentirosa que cayó en tu lavatorio.
Pero quiero hablarte, y decirte, y gritarte. La palabra nos posiciona, nos muestra vivos. Y quiero creer que estoy viva. Quiero pensarte leyendo, te invento ahí nomás, detrás de esta estúpida máquina (sí, sé que no es esta misma, o quizá sí) absorbiendo con tus esponjas mis palabras que no dicen nada, porque no son mías, porque en realidad no soy yo la que escribo sino vos, (entonces sí es la misma máquina) que me inventás leyéndote y escribiéndote, y shhh queriéndote.
Una serpiente que se come la cola desaparece.
Ojos de perro azul. ¿Te acordás? Quizá ya no recuerdes.
Esa primera sensación visceral, ese frío, esa certeza de eternidad. Seguirá conmigo al amanecer, y aún después. Como sigue ahora, que releo sin hojas, que releo tantas otras cosas.
Esta mismísima hoja que leés, que no leés porque no existe, que no leés porque no existís y te invento. Releer, recrear, repensar.
Huyo tantas veces de la tentación de lo contemporáneo. Busco de formas tan barrocas escapar de mi finitud. Evado las circunstancias, el hecho de que estoy acá, si es que estoy realmente acá como dudaré más adelante, por el formato, cosa insípida si las hay. Y lo que fuera otrora un experimento se convierte como todo en obsesión. Y ahora que releo, como releeré todo esto y solo esto, porque estoy en contra de releerme (aunque sepa que es una gran mentira), pienso que debería haber aceptado ese papel en la obra Dr. Jekylll, si bien desnuda, si bien bañera, si bien todo el circo, por algo era.
Floto, como se debe flotar, y me hundo hasta esas mismísimas palabras que me acercaron a vos. Las mismas, vuelvo a quedar anclada en las mismas frases.
Se desata de pronto, del modo más sublime, la armonía gloriosa que atenta contra el libre albedrío. Ese destino supuesto, escrito para ser decodificado.
Todo tiene sentido, todo se conecta cuando lo leo.
Y no es lo que leo sino yo que al leer produzco un espacio Bajtiniano nuevo, propio. ¿Ves? Acá todo tiene sentido. Eso que dijiste, que recuerdo, eso que leí, que recuerdo, eso que escribí, que recuerdo. Y en realidad no sé si soy yo la que recuerdo, o vos que escribís acerca de mí recordando.
Siempre es bueno dudar de todo, entonces me hundo en ese ad infinitum circular y dudo de esto.
Mis ojos (que no son azules) son como esponjas. Y ahora desearía encontrar una metáfora más específica y menos burda.
Ahí estoy yo, o la que creo ser yo, en el colectivo. Sólo si bajo los párpados dejo de absorber esa realidad que se pega instantáneamente en la contratapa de mi cabeza. Esa realidad que creo real, que creo absorber o leer, que creo ser yo.
Ojos de perro azul, te busco constantemente cada mañana y cada tarde. Luego no quiero dormir para no despertar. ¿Quién está soñando? Soy yo la que sueño. Sos vos quién me soñás. Nos encontramos ambos en esta sopa tibia que creamos nosotros mismos, y dio la casualidad (no creo en esto) de que es la misma sopa, y la misma taza...
Dónde habré dejado ese papel en el que anoté esas ideas. Tal vez sea mejor. Nada era claro. Había una angustia obesa sentada cómoda en un renglón. Había juegos de palabras envueltas para regalo.
El lenguaje, ese cúmulo de experiencias pasadas, ese compendio impreciso de sensaciones que no alcanza. Y no habrá gestos porque estas palabras que no son suficientes me dan a entender cada vez con mayor claridad que no hubo tales experiencias pasadas, que lo que creo que absorben mis ojos, más bien lo escupen. O será quizá que mis ojos absorben estas mismísimas palabras, que no son mías, que son tuyas. O que vos me pensás absorbiendo esta realidad inventada. O que te pienso pensándome. Ad infinitum, ad infinitum.
Ojos de perro azul, no recordás mi nombre. Mi ausencia no puede sorprenderte porque no es real. Soy una lagaña mentirosa que cayó en tu lavatorio.
Pero quiero hablarte, y decirte, y gritarte. La palabra nos posiciona, nos muestra vivos. Y quiero creer que estoy viva. Quiero pensarte leyendo, te invento ahí nomás, detrás de esta estúpida máquina (sí, sé que no es esta misma, o quizá sí) absorbiendo con tus esponjas mis palabras que no dicen nada, porque no son mías, porque en realidad no soy yo la que escribo sino vos, (entonces sí es la misma máquina) que me inventás leyéndote y escribiéndote, y shhh queriéndote.
Una serpiente que se come la cola desaparece.
Friday, June 15, 2007
All the fog- la ciudad de la niebla
Siempre ocurre en un viaje largo, siempre en colectivo, siempre un día frío. Ahí está, ese brevísimo instante en el cual el pensamiento se desliza hacia esa abertura ínfima, como una pieza de encastre, y por ese brevísimo instante mencionado, se comprende algo. Luego se dejará caer el rompecabezas, o la escultura de Legos, se guardarán todas las piezas prolijamente y por separado, sin recordar bien, pero recordando, sin otro registro que esa sensación de certeza en la espalda.
La certeza en sí irá diluyéndose de a poco, hasta la inexistencia microscópica, como comprendí en ese mismo viaje que hago y dejo deslizar todas las cosas.
El perro que camina hacia atrás, la súbita desaparición sin aviso, y tantas otras cosas, oh pieza encastrada, están relacionadas.
Yo en esta casa, a pesar del colectivo, abriendo y cerrando todas las puertas, para que crean que pueden irse, para que no se vayan. Y se deslizan, porque yo los obligo, por alguna grieta, se deslizan como esta certeza.
Afuera no se ve nada. El vidrio está cubierto por esa cortina poetizada de aliento desconocido. Afuera no se ve nada, quizá no haya nada para ver.
Ella se desliza como sus piezas, por entre el tumulto de gente, esquiva torres grises, ella está afuera, afuera no se ve nada. La niebla la recubre, la traslada, ella sigue aún saboreando, acariciando esa pieza entre sus dedos.
Así debía suceder, el silencio, el silencio acumulado, el silencio y el tiempo. El final puede ser un ritual Balinés. Ella lo sabía.
Su nombre, eso debía recordar, su nombre. Aunque el deslizamiento, aunque el orden posterior, aunque la niebla.
Me refugié en un café, afuera no se ve nada. La taza es grande y espumosa, no me gusta la espuma. La llevo a mi boca en cucharadas místicas, pero no me gusta. No hay nada allí, como no hubo nada aquí, y esta pieza entre mis dedos gélidos dice un poco eso, y esta pieza en realidad no existe, y es esta la certeza, pero no hay que decirlo tan claro, porque se caerá, se deslizará hasta la espalda. Como te deslizaste vos esa noche, y te deslizas ahora, pero en una entidad completamente distinta.
Jugaré con la posibilidad de dedidir dónde tirar la pieza entre mis dedos, pero íntimamente, y esa es una de las sensaciones en mi espalda, sé que no habrá un punto conciente, que simplemente caerá y yo no notaré su caída, sino tiempo después, sólo tiempo después, un recuerdo vago de una ausencia sin nombre, prolongada, contínua. Entonces la certeza que llevo, es guiada por una certeza que tuve y ya no tengo. Pero como la voy perdiendo, por el camino, (¿cuál camino si no se ve nada?), al reconstruirlas luego me vuelvo a sorprender y vuelvo a creer que esta vez, esta vez, como creí que con vos, esta vez, esta vez.
Afuera no se ve nada, y ella sale de nuevo al frío de lanas y poliésteres. La espuma en la boca, donde estuvieron sus besos que ya no, y lo sabe, pero no puede decirlo.
Le cuesta parpadear, pero hay que hacerlo. Sabe que perderá la pieza, y no quiere, no quiere.
Afuera, y ella está ahí afuera, no se ve nada. Nadie puede verla, ella no puede verse. Ella es en realidad la que se adentra en la espuma que no es de su boca, ni de su boca, que es de las fauces del dragón dormido, que ojalá despertara porque el fuego y la idea evidente. Pero el dragón duerme, y la bruma la subsume. Y ella se deja devorar, deja caer la pieza, deja del lado de la luz, como dejó en la mesa de noche de su amante, todos los indicios de que no se ha ido. Pero sí.
Así se cae la pieza, como siempre, y me quedo con el vacío en la palma de la mano. Y diré que me faltás vos, que te fuiste, como se van todos, y se va el tiempo, y las piezas se caen de mis manos. Pero acá detrás, en ese espacio que no tiene verbos ni sustantivos, sabré, sabré.
La certeza en sí irá diluyéndose de a poco, hasta la inexistencia microscópica, como comprendí en ese mismo viaje que hago y dejo deslizar todas las cosas.
El perro que camina hacia atrás, la súbita desaparición sin aviso, y tantas otras cosas, oh pieza encastrada, están relacionadas.
Yo en esta casa, a pesar del colectivo, abriendo y cerrando todas las puertas, para que crean que pueden irse, para que no se vayan. Y se deslizan, porque yo los obligo, por alguna grieta, se deslizan como esta certeza.
Afuera no se ve nada. El vidrio está cubierto por esa cortina poetizada de aliento desconocido. Afuera no se ve nada, quizá no haya nada para ver.
Ella se desliza como sus piezas, por entre el tumulto de gente, esquiva torres grises, ella está afuera, afuera no se ve nada. La niebla la recubre, la traslada, ella sigue aún saboreando, acariciando esa pieza entre sus dedos.
Así debía suceder, el silencio, el silencio acumulado, el silencio y el tiempo. El final puede ser un ritual Balinés. Ella lo sabía.
Su nombre, eso debía recordar, su nombre. Aunque el deslizamiento, aunque el orden posterior, aunque la niebla.
Me refugié en un café, afuera no se ve nada. La taza es grande y espumosa, no me gusta la espuma. La llevo a mi boca en cucharadas místicas, pero no me gusta. No hay nada allí, como no hubo nada aquí, y esta pieza entre mis dedos gélidos dice un poco eso, y esta pieza en realidad no existe, y es esta la certeza, pero no hay que decirlo tan claro, porque se caerá, se deslizará hasta la espalda. Como te deslizaste vos esa noche, y te deslizas ahora, pero en una entidad completamente distinta.
Jugaré con la posibilidad de dedidir dónde tirar la pieza entre mis dedos, pero íntimamente, y esa es una de las sensaciones en mi espalda, sé que no habrá un punto conciente, que simplemente caerá y yo no notaré su caída, sino tiempo después, sólo tiempo después, un recuerdo vago de una ausencia sin nombre, prolongada, contínua. Entonces la certeza que llevo, es guiada por una certeza que tuve y ya no tengo. Pero como la voy perdiendo, por el camino, (¿cuál camino si no se ve nada?), al reconstruirlas luego me vuelvo a sorprender y vuelvo a creer que esta vez, esta vez, como creí que con vos, esta vez, esta vez.
Afuera no se ve nada, y ella sale de nuevo al frío de lanas y poliésteres. La espuma en la boca, donde estuvieron sus besos que ya no, y lo sabe, pero no puede decirlo.
Le cuesta parpadear, pero hay que hacerlo. Sabe que perderá la pieza, y no quiere, no quiere.
Afuera, y ella está ahí afuera, no se ve nada. Nadie puede verla, ella no puede verse. Ella es en realidad la que se adentra en la espuma que no es de su boca, ni de su boca, que es de las fauces del dragón dormido, que ojalá despertara porque el fuego y la idea evidente. Pero el dragón duerme, y la bruma la subsume. Y ella se deja devorar, deja caer la pieza, deja del lado de la luz, como dejó en la mesa de noche de su amante, todos los indicios de que no se ha ido. Pero sí.
Así se cae la pieza, como siempre, y me quedo con el vacío en la palma de la mano. Y diré que me faltás vos, que te fuiste, como se van todos, y se va el tiempo, y las piezas se caen de mis manos. Pero acá detrás, en ese espacio que no tiene verbos ni sustantivos, sabré, sabré.
Thursday, June 07, 2007
Dear June
Esa superficie fría y oscura.
Esa sopa gélida que es el aire.
Esa cama tan lejos.
Esos párpados que caen y caen.
Ese flujo interminable de pensamientos que comienzan con primero tengo que, primero tengo que.
Ese no comenzar nunca.
Ese calambre en lugares irreconocibles.
Esa vaga esperanza informe.
Eso que ya no es tristeza sino algo muchísimo peor que ni me animo a nombrar.
Ese abrazo impedido por el abrigo.
Esos párpados que caen y caen.
Ese sueño imperturbable en el colectivo.
Ese instante exacto, ese exacto vaivén.
Esa mismísima nada recurrente.
Ese sabor ácido conocido.
Esa herrumbre estomacal.
Esa necesidad de tantas cosas puntuales
Esa súbita transformación de la misma en
esa urgencia solemne de un todo ajeno.
Ese tren subterráneo que va y va, y va.
Esa presencia en el asiento contiguo
cuando los ojos inmóviles de urbanidad se ciegan.
Y aún ciega, te intuyo.
Esa sopa gélida que es el aire.
Esa cama tan lejos.
Esos párpados que caen y caen.
Ese flujo interminable de pensamientos que comienzan con primero tengo que, primero tengo que.
Ese no comenzar nunca.
Ese calambre en lugares irreconocibles.
Esa vaga esperanza informe.
Eso que ya no es tristeza sino algo muchísimo peor que ni me animo a nombrar.
Ese abrazo impedido por el abrigo.
Esos párpados que caen y caen.
Ese sueño imperturbable en el colectivo.
Ese instante exacto, ese exacto vaivén.
Esa mismísima nada recurrente.
Ese sabor ácido conocido.
Esa herrumbre estomacal.
Esa necesidad de tantas cosas puntuales
Esa súbita transformación de la misma en
esa urgencia solemne de un todo ajeno.
Ese tren subterráneo que va y va, y va.
Esa presencia en el asiento contiguo
cuando los ojos inmóviles de urbanidad se ciegan.
Y aún ciega, te intuyo.
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