Hay tardes que las lágrimas brotan intempestivas y tibias. Incontrolables. Se confunde con el sueño, más bien con el cansancio. Es que aunque pasen muchos años a la hora de la angustia y el hartazgo se sigue siendo tan niña. Y da ganas de echarse al suelo y patalear.
Pero somos grandes, y haríamos un papelón importante. Entonces mejor dejarse brotar tibia a escondidas y en domingo.
La soledad es una estúpida reiteración, una obviedad.
No hay más que hacer que respirar, profundo, y seguir, un rato.
Sé que te aburriste de tantas palabras dolorosas, es que aprendí desde el seno materno, a convivir con la tristeza, a sobrevivir en el límite del abismo, sin caerme, sin que se caiga nadie. Soy experta en eso, y cada tanto, yo lo sé, tengo que sentarme, y dejar las piernas colgadas, no tanto para descansar, sino como para pensar que caigo, teniendo la seguridad de estar en el suelo. Pero también para aflojar la tensión de los tobillos. Y es como si metiera los pies en un río helado, apoyar los talones en el vacío.
Muevo mis dedos, todos, los veinte dedos muevo. La ventaja de los brazos es que se la pasan en el aire. Salvo cuando abrazan, o cuando me recuesto. Abrazar es poner el cuerpo a tierra. (no voy a corregir esta metáfora, espero entiéndanse ambos bordes de la misma)
La cabeza siempre anda ahí también, atornillada, pero tan suelta. Será por eso que ahí se producen los sueños, porque está todo lleno de aire. Pero cuando se sueña la cabeza está apoyada, los sueños que son de aire está claro, son aquellos que se hacen erguidos. No hay que soñar, erguidos. Hay que hacer. Porque hacer es poner las manos en el barro, y dejar de volar. Y hacer me permite dar la espalda al abismo, porque bien difícil sería tomar barro del borde del precipicio, mejor tomarla tierra adentro.
Si pudiera lograr que todos los del borde no se caigan. Si pudiera convencerlos de que vayamos pronto a moldear el barro, a cocerlo. Si pudiera connvencerme yo, de que aunque me quede acá en el borde y espere, e insista, si quieren caer van a hacerlo, y yo no podré hacer nada, más que mirarlos, y entonces casi que sería mejor dar la espalda para hacerme la desentendida, y en última instancia decir que estaba ocupada, y en una instancia aún ulterior decir que era importante hacer, hacer.
Pero yo sé que me da miedo el vacío. Y mirarlo de frente es una manera de que no se haga más grande a mis espaldas. Lo cierto es que tengo las manos llenas de barro, lo cierto es que a mi alrededor ya hay vasijas. Lo cierto es que, aunque me vaya el vacío seguirá, y quizá sería mejor cargar todo el barro, de a poco, como se pueda, y tirarlo al precipicio, y de a poco, como se pueda, llenar el agujero y lograr eliminar el vacío, y entonces no temer más, porque no habría dónde caer.
...
Pero esto es un sueño erguido, plagado de aire. Porque si se piensa un segundo, el barro traido de atrás (o adelante, ya no sé bien) dejaría en su lugar primario un idéntico agujero, y por tanto edificaría un precipicio, y entonces adelante (o atrás, vaya a saber una) volvería a surgir el abismo, el vacío, y por ende, el vértigo.
Sunday, June 12, 2011
Sunday, July 11, 2010
Casi intimista
Había necesidad de volcar, en papel, lo hecho. Pero ahora que pienso no será conveniente dar a conocer por completo. Y de darlo debe ser cifrado.
Antes de empezar, por tanto, debo definir, crudeza y ocultamiento, o cifrado y publicidad.
No sé, no definire hasta que termine. Estoy bastante cansada de esta tendencia casi ontológica a definir de antemano lo que se va a hacer. Si de algún modo o de otro termino contradiciéndome y cambiando. Entonces me frustro. Mejor sería no decir, no proclamar.
"Ella no puede, porque es una estómago resfríado" Dijo alguna vez mi abuelo paterno. Y no, no dijo eso sólo, también dijo que soy caída del catre, y pregunté en casa a mamá qué era eso, y ella se indignó, "quién me había hecho tal acusación"
Entonces mi vida entera se debatió desde ese momento, y quizá mucho antes, en comprobar ante el mundo, en un estornudo universal, cuán aferrada al catre estoy siempre.
Yo soy viva, yo sé, yo puedo. Lo que no sé lo aprendo.
Aprendo entonces a mirar, y a decir muchas cosas que voy mirando, que descubro.
Aprendo a pensar sobre lo que vi, a inventar historias pero también a relatar las que otros inventaron. (Lo maravilloso de estas dos afirmaciones es que refieren a múltiples universos por los que me muevo, entendiendo claro está, en las condiciones en que me encuentro, movimiento no solamente como desplazamiento por el espacio físico sino, y por sobre todo como un estado anímico, como una forma de percepción de la realidad, si existiera tal cosa como un estado de movimiento y como realidad, por supuesto).
Aprendo que es bueno leer, y no me alcanza la vida para leer todo lo que puedo.
Aprendo a jugar con las palabras, escritas y dichas, por placer, con intención, con miedo.
Aprendo a mirarme, de a poco, como quien descubre un secreto, o va viviendo, y no me miro por mucho tiempo, y me invento, y me pinto, así como pinto a todos los otros (body painting) que voy cruzando.
You Live, You Learn... IIIIII recomend walking naked in your living roooooooom. Decía Dios.
Pero no digo, que te vi, que fui a verte, que fui a verme, yo. Me vi desde acá, hermosa, hermosa, miré en la calle mi sombra y me pareció tan ajena que me encantó. No me supe yo en el espejo de la entrada de mi casa. No me supe yo, y no me sé hace rato. Pero juego, juego.
Siento que la que me sé yo misma vendrá en cualquier momento, con su barril de lágrimas y sus copas de cristal. Siento que la que me supe (y temo ser) vendrá en cualquier momento con sus largos vestidos negros y su pesadez a desbaratar el juego entero. A decirme que ya basta de okupas, que mi cuerpo debe volver, debe volver a ser lo que era antes.
No pensé decir esto, pero lo dije.
Y sí, es el alma de gordita.
No sé bien qué fue pasando en mi cuerpo, tuve teorías certeras, que se evidenciaban en la forma de alimentarme que cambié, en algo de ejercicio mínimo, entiéndase por eso lo que quiera entenderse. Pero ya no sé bien. Porque de a poco me voy olvidando del antes, aunque bien recuerdo el momento en el que vi la balanza y tuve mucho miedo, de pasar esa barrera infranqueable, y paré, y sentí ajeno el peso, y lo quisé dejar.
Y sentí ajeno el cuerpo que dejé.
Esa sensación de extrañeza horrible, es el único terreno sobre el que es posible construir. Eso que no es mío ya me da paso para dejarlo de lado. Y asi fui dejando mi cuerpo, de a poquito. Pero ahora es la imagen, y nunca pensé que esto sería aún más difícil, porque es difícil verse, cuando uno espera tantas cosas, espera el color del colectivo, espera una sincronía aproximada de semáforos, espera que después del 5 venga el 6, y después de este el siete, casi como una especie de fe que si algo la perturbara no sería capaz de ser percibido porque uno ve lo que espera. Entonces lo inesperado siempre es áspero, pero la única forma de construir.
Fue inesperado verme como ella. Y acá vuelvo. Cuando la vi, porque quería verla, y aunque me importe (dígalo yo) demasiado poco, o eso pretenda, me pareció parecida. Y esperé verla ajena, lejana, extraña. Y me extrañó lo no extraña.
Tuve miedo, porque me vi en ella como no me había visto en el espejo de la puerta de casa, porque hoy salí a jugar disfrazada, entonces verla me hizo recordar a la dama tras el disfraz que soy, o creo ser.... ya dudo que sea una sóla en particular.
De todos modos jugué bien, porque aprendí a hacer las cosas bien, y si no las hago que todos piensen que las hice bien, aunque internamente siempre encuentre errores inabordables en todo lo que hago.
En esto es evidente, ya dije mis errores, pero para el mundo, estuvo bien, estuvo bien.
Ahora vuelvo a sacarme el maquillaje y el disfraz, el cuerpo de antes es tan fácil de reencontrar, sólo basta no mirar los espejos, y permitirme sentirme...
Antes de empezar, por tanto, debo definir, crudeza y ocultamiento, o cifrado y publicidad.
No sé, no definire hasta que termine. Estoy bastante cansada de esta tendencia casi ontológica a definir de antemano lo que se va a hacer. Si de algún modo o de otro termino contradiciéndome y cambiando. Entonces me frustro. Mejor sería no decir, no proclamar.
"Ella no puede, porque es una estómago resfríado" Dijo alguna vez mi abuelo paterno. Y no, no dijo eso sólo, también dijo que soy caída del catre, y pregunté en casa a mamá qué era eso, y ella se indignó, "quién me había hecho tal acusación"
Entonces mi vida entera se debatió desde ese momento, y quizá mucho antes, en comprobar ante el mundo, en un estornudo universal, cuán aferrada al catre estoy siempre.
Yo soy viva, yo sé, yo puedo. Lo que no sé lo aprendo.
Aprendo entonces a mirar, y a decir muchas cosas que voy mirando, que descubro.
Aprendo a pensar sobre lo que vi, a inventar historias pero también a relatar las que otros inventaron. (Lo maravilloso de estas dos afirmaciones es que refieren a múltiples universos por los que me muevo, entendiendo claro está, en las condiciones en que me encuentro, movimiento no solamente como desplazamiento por el espacio físico sino, y por sobre todo como un estado anímico, como una forma de percepción de la realidad, si existiera tal cosa como un estado de movimiento y como realidad, por supuesto).
Aprendo que es bueno leer, y no me alcanza la vida para leer todo lo que puedo.
Aprendo a jugar con las palabras, escritas y dichas, por placer, con intención, con miedo.
Aprendo a mirarme, de a poco, como quien descubre un secreto, o va viviendo, y no me miro por mucho tiempo, y me invento, y me pinto, así como pinto a todos los otros (body painting) que voy cruzando.
You Live, You Learn... IIIIII recomend walking naked in your living roooooooom. Decía Dios.
Pero no digo, que te vi, que fui a verte, que fui a verme, yo. Me vi desde acá, hermosa, hermosa, miré en la calle mi sombra y me pareció tan ajena que me encantó. No me supe yo en el espejo de la entrada de mi casa. No me supe yo, y no me sé hace rato. Pero juego, juego.
Siento que la que me sé yo misma vendrá en cualquier momento, con su barril de lágrimas y sus copas de cristal. Siento que la que me supe (y temo ser) vendrá en cualquier momento con sus largos vestidos negros y su pesadez a desbaratar el juego entero. A decirme que ya basta de okupas, que mi cuerpo debe volver, debe volver a ser lo que era antes.
No pensé decir esto, pero lo dije.
Y sí, es el alma de gordita.
No sé bien qué fue pasando en mi cuerpo, tuve teorías certeras, que se evidenciaban en la forma de alimentarme que cambié, en algo de ejercicio mínimo, entiéndase por eso lo que quiera entenderse. Pero ya no sé bien. Porque de a poco me voy olvidando del antes, aunque bien recuerdo el momento en el que vi la balanza y tuve mucho miedo, de pasar esa barrera infranqueable, y paré, y sentí ajeno el peso, y lo quisé dejar.
Y sentí ajeno el cuerpo que dejé.
Esa sensación de extrañeza horrible, es el único terreno sobre el que es posible construir. Eso que no es mío ya me da paso para dejarlo de lado. Y asi fui dejando mi cuerpo, de a poquito. Pero ahora es la imagen, y nunca pensé que esto sería aún más difícil, porque es difícil verse, cuando uno espera tantas cosas, espera el color del colectivo, espera una sincronía aproximada de semáforos, espera que después del 5 venga el 6, y después de este el siete, casi como una especie de fe que si algo la perturbara no sería capaz de ser percibido porque uno ve lo que espera. Entonces lo inesperado siempre es áspero, pero la única forma de construir.
Fue inesperado verme como ella. Y acá vuelvo. Cuando la vi, porque quería verla, y aunque me importe (dígalo yo) demasiado poco, o eso pretenda, me pareció parecida. Y esperé verla ajena, lejana, extraña. Y me extrañó lo no extraña.
Tuve miedo, porque me vi en ella como no me había visto en el espejo de la puerta de casa, porque hoy salí a jugar disfrazada, entonces verla me hizo recordar a la dama tras el disfraz que soy, o creo ser.... ya dudo que sea una sóla en particular.
De todos modos jugué bien, porque aprendí a hacer las cosas bien, y si no las hago que todos piensen que las hice bien, aunque internamente siempre encuentre errores inabordables en todo lo que hago.
En esto es evidente, ya dije mis errores, pero para el mundo, estuvo bien, estuvo bien.
Ahora vuelvo a sacarme el maquillaje y el disfraz, el cuerpo de antes es tan fácil de reencontrar, sólo basta no mirar los espejos, y permitirme sentirme...
Friday, July 09, 2010
Oscuras obsesiones untadas
Advertencia para morbosos: el contenido del presente texto no alude, cuando menos no de forma directa a nada sexual.
Advertencia para morbosos freudianos: el contenido del presente texto abunda en alusiones sexuales, si así lo desean.
La luz se escabulle, desaparece, fugaz, qué irónico. Todo es un problema eléctrico pero en definitiva lo que se oculta es la oscuridad, la oscuridad impuesta, que rechazo, que me aterra.
Y quizá de nuevo estoy exagerando mucho y sea simplemente que por un lado tengo miedo a la oscuridad a secas, porque siento que me ahogo, porque por alguna razón que desconozco a nivel sensación asocio los ojos a la boca y si siento que no puedo ver siento que no puedo hablar ni respirar, como si toda yo me encontrara en una especie de suero gelatinoso que me abraza, que me cubre, que se me hunde.
Eso y que me aburro estando a oscuras, porque todo lo que hago depende directa o tangencialmente de la electricidad.
En fin, sea por una cosa o por la otra, cuando se cortó la luz por primera vez (y decir esto implica por un lado haber sobrevivido pero también que hubo otras), todo se centró en el queso blanco.
Por ahí ahora que lo escribo sin la marca pienso, que en eso de lo blanco estaba tratando de evitar lo negro de lo oscuro… pero hechos anteriores que prefiero no dar a conocer delatan que en realidad la obsesión era previa a la asociación semántica.
Cuando desperté ese mediodía, extrañada de no haber escuchado nunca el reloj (radioreloj eléctrico), y lo vi apagado, lo supe de inmediato. No había luz. Me quedé en la cama, inmóvil, para qué levantarme, ¿acaso existe mundo cuando estamos a oscuras? Sí, sé que era mediodía, pero la sola idea del apagón desató en mí una serie enumerable de preocupaciones que me llevó a la inmovilidad total. Paso a enumerar.
1- Tenía una serie de cosas para hacer afuera de casa, que no necesitaba de la electricidad, podría hacerlas y cuando volviera ya habría luz, pero ¿qué pasaba si cuando volviera yo, no lo hacía la luz? Entonces tendría que irme a dormir a lo de mi madre, porque tenía que hacer algunas cosas en la computadora que por ende necesitaban electricidad. Lo cual me llevaba a pensar que
2- Era mejor desde ya salir para lo de mi mamá, porque si volvía para casa se me haría muy tarde, perdería tiempo, entonces mejor armar desde ahora un bolso y luego de hacer lo que tenía que hacer en la calle ir hacia el nido materno sin cuestionarme si volvió o no la luz, para no perder tiempo. Pero de hacer eso tendría que dejar desde ahora la heladera desenchufada, no sea cosa de que vuelva el suministro eléctrico de golpe y se queme, y si la dejaba desenchufada no tendría posibilidad hasta el día siguiente de reenchufarla, lo cual derivaría irremediablemente en la pudrición de todos los elementos lácteos allí resguardados, sobre todo y en particular, el queso blanco, único elemento que se encontraba en su envase original y sin abrir. A partir de este pensamiento no pude dejar de pensar en el queso blanco, migraña por medio.
3- Si desde ahora salía a la calle con un bolso y el queso blanco (digámoslo con su nombre, casancream, porque me cuesta mucho decir queso blanco), también se pudriría en el transcurso de las horas, sin mencionar lo incómodo que sería andar con todo eso por la calle porque para este momento de mi viaje inmóvil y mental ya andaba pensando que quizá no volviera nunca la luz por lo cual posiblemente me instalaría en la casa de mi madre varios días, cosa que podía hacer sin preocuparme si me llevaba el casancream.
4- Lo que podía hacer era salir a hacer lo que tenía que hacer, reduciendo al máximo el tiempo, para correr a casa, rescatar el casancream, y llevarlo a lo de mamá a la heladera o, en su defecto, si la luz hubiera retornado, reconectar la mía.
Hastá ahí la inmovilidad, el punto cuatro era más bien un proyecto, que me parecía coherente con mis serias quesísticas preocupaciones. Me vestí, desayuné todo lo lácteo que pudiese, y salí, apurada, porque la variable tiempo que dejé por ahí en algún punto era quizá la que más me preocupaba, relacionada directamente con el tiempo de pudrición del casancream. Cabe aclarar que el día antes, como corresponde, había decidido descongelar la heladera por lo cual, si bien lo bueno fue que no peligraba el suelo de la cocina ahora sin luz, el casancream había sufrido ya, pobrecito, un tiempo de exposición a temperatura ambiente, de corte de la cadena de frío.
Llegué apurada hasta la esquina de mi casa, y para esta altura el dolor de cabeza ya era insoportable. Decidí volver, consideraba que podía suspender las actividades programadas porque la situación de la falta de luz y la posible muerte del casancream así lo ameritaban, tenía que ocuparme de eso, no podía hacer de cuenta que no sabía lo que podría ocurrir.
Volví presurosa a casa, avisé a mi madre cuál era la situación, que iría para allí con mi casancream, para rescatarlo, porque sale tan caro (y ahí la variable económica pues). Mi madre se rió un poco, y yo no entendí por qué. Viajé en colectivo con el casancream en una bolsa, que até a mi muñeca, la cual separaba del cuerpo para que mi calor no lo afectara.
Llegué a la heladera que lo albergó, lo guardé allí, y mi cabeza se descomprimió como si ya no hubiera preocupaciones.
En este punto es necesario aclarar que al otro día fui a trabajar y no me llevé el casancream, lo dejé allá, donde mi madre, se lo dejé a ella, y al día de hoy, tres días después, de nuevo sin luz, no lo he visto.
Sé por mi madre que está bien, que sigue en la heladera, en la bolsita que le di. Hoy que de nuevo no hay luz no puedo más que volver a pensar en él, con algo de nostalgia. Ya no preocupada, porque me está esperando, casi que me llama, ¿Estos cortes de luz no serán una estrategia de mercado para que una compre más casancream, para no tener miedo, o para ir a lo loco buscando heladeras que anden bien, y luz que no se corte, para conservarlo, que no corra peligro, y que no muera, sobre todo que no muera.
Recién abrí la heladera, no me recibió ninguna iluminación, pero tampoco tengo que preocuparme, todo lo que hay allí es barato y puede tirarse, casi está vacía la heladera. Puedo entonces salir sin apuro, hacer todo lo que tengo que hacer en la calle y después decidir si vuelvo a dormir a casa, exponiéndome yo a la oscuridad, como si fuera un producto lácteo, o bien si voy de mi mamá… igual ahí, la última vez que me quedé, no dormí mucho, ya no preocupada por el casancream, sino molesta por el exceso de luz, cuando cierro los ojos, a mí me gusta dormir a oscuras.
Advertencia para morbosos freudianos: el contenido del presente texto abunda en alusiones sexuales, si así lo desean.
La luz se escabulle, desaparece, fugaz, qué irónico. Todo es un problema eléctrico pero en definitiva lo que se oculta es la oscuridad, la oscuridad impuesta, que rechazo, que me aterra.
Y quizá de nuevo estoy exagerando mucho y sea simplemente que por un lado tengo miedo a la oscuridad a secas, porque siento que me ahogo, porque por alguna razón que desconozco a nivel sensación asocio los ojos a la boca y si siento que no puedo ver siento que no puedo hablar ni respirar, como si toda yo me encontrara en una especie de suero gelatinoso que me abraza, que me cubre, que se me hunde.
Eso y que me aburro estando a oscuras, porque todo lo que hago depende directa o tangencialmente de la electricidad.
En fin, sea por una cosa o por la otra, cuando se cortó la luz por primera vez (y decir esto implica por un lado haber sobrevivido pero también que hubo otras), todo se centró en el queso blanco.
Por ahí ahora que lo escribo sin la marca pienso, que en eso de lo blanco estaba tratando de evitar lo negro de lo oscuro… pero hechos anteriores que prefiero no dar a conocer delatan que en realidad la obsesión era previa a la asociación semántica.
Cuando desperté ese mediodía, extrañada de no haber escuchado nunca el reloj (radioreloj eléctrico), y lo vi apagado, lo supe de inmediato. No había luz. Me quedé en la cama, inmóvil, para qué levantarme, ¿acaso existe mundo cuando estamos a oscuras? Sí, sé que era mediodía, pero la sola idea del apagón desató en mí una serie enumerable de preocupaciones que me llevó a la inmovilidad total. Paso a enumerar.
1- Tenía una serie de cosas para hacer afuera de casa, que no necesitaba de la electricidad, podría hacerlas y cuando volviera ya habría luz, pero ¿qué pasaba si cuando volviera yo, no lo hacía la luz? Entonces tendría que irme a dormir a lo de mi madre, porque tenía que hacer algunas cosas en la computadora que por ende necesitaban electricidad. Lo cual me llevaba a pensar que
2- Era mejor desde ya salir para lo de mi mamá, porque si volvía para casa se me haría muy tarde, perdería tiempo, entonces mejor armar desde ahora un bolso y luego de hacer lo que tenía que hacer en la calle ir hacia el nido materno sin cuestionarme si volvió o no la luz, para no perder tiempo. Pero de hacer eso tendría que dejar desde ahora la heladera desenchufada, no sea cosa de que vuelva el suministro eléctrico de golpe y se queme, y si la dejaba desenchufada no tendría posibilidad hasta el día siguiente de reenchufarla, lo cual derivaría irremediablemente en la pudrición de todos los elementos lácteos allí resguardados, sobre todo y en particular, el queso blanco, único elemento que se encontraba en su envase original y sin abrir. A partir de este pensamiento no pude dejar de pensar en el queso blanco, migraña por medio.
3- Si desde ahora salía a la calle con un bolso y el queso blanco (digámoslo con su nombre, casancream, porque me cuesta mucho decir queso blanco), también se pudriría en el transcurso de las horas, sin mencionar lo incómodo que sería andar con todo eso por la calle porque para este momento de mi viaje inmóvil y mental ya andaba pensando que quizá no volviera nunca la luz por lo cual posiblemente me instalaría en la casa de mi madre varios días, cosa que podía hacer sin preocuparme si me llevaba el casancream.
4- Lo que podía hacer era salir a hacer lo que tenía que hacer, reduciendo al máximo el tiempo, para correr a casa, rescatar el casancream, y llevarlo a lo de mamá a la heladera o, en su defecto, si la luz hubiera retornado, reconectar la mía.
Hastá ahí la inmovilidad, el punto cuatro era más bien un proyecto, que me parecía coherente con mis serias quesísticas preocupaciones. Me vestí, desayuné todo lo lácteo que pudiese, y salí, apurada, porque la variable tiempo que dejé por ahí en algún punto era quizá la que más me preocupaba, relacionada directamente con el tiempo de pudrición del casancream. Cabe aclarar que el día antes, como corresponde, había decidido descongelar la heladera por lo cual, si bien lo bueno fue que no peligraba el suelo de la cocina ahora sin luz, el casancream había sufrido ya, pobrecito, un tiempo de exposición a temperatura ambiente, de corte de la cadena de frío.
Llegué apurada hasta la esquina de mi casa, y para esta altura el dolor de cabeza ya era insoportable. Decidí volver, consideraba que podía suspender las actividades programadas porque la situación de la falta de luz y la posible muerte del casancream así lo ameritaban, tenía que ocuparme de eso, no podía hacer de cuenta que no sabía lo que podría ocurrir.
Volví presurosa a casa, avisé a mi madre cuál era la situación, que iría para allí con mi casancream, para rescatarlo, porque sale tan caro (y ahí la variable económica pues). Mi madre se rió un poco, y yo no entendí por qué. Viajé en colectivo con el casancream en una bolsa, que até a mi muñeca, la cual separaba del cuerpo para que mi calor no lo afectara.
Llegué a la heladera que lo albergó, lo guardé allí, y mi cabeza se descomprimió como si ya no hubiera preocupaciones.
En este punto es necesario aclarar que al otro día fui a trabajar y no me llevé el casancream, lo dejé allá, donde mi madre, se lo dejé a ella, y al día de hoy, tres días después, de nuevo sin luz, no lo he visto.
Sé por mi madre que está bien, que sigue en la heladera, en la bolsita que le di. Hoy que de nuevo no hay luz no puedo más que volver a pensar en él, con algo de nostalgia. Ya no preocupada, porque me está esperando, casi que me llama, ¿Estos cortes de luz no serán una estrategia de mercado para que una compre más casancream, para no tener miedo, o para ir a lo loco buscando heladeras que anden bien, y luz que no se corte, para conservarlo, que no corra peligro, y que no muera, sobre todo que no muera.
Recién abrí la heladera, no me recibió ninguna iluminación, pero tampoco tengo que preocuparme, todo lo que hay allí es barato y puede tirarse, casi está vacía la heladera. Puedo entonces salir sin apuro, hacer todo lo que tengo que hacer en la calle y después decidir si vuelvo a dormir a casa, exponiéndome yo a la oscuridad, como si fuera un producto lácteo, o bien si voy de mi mamá… igual ahí, la última vez que me quedé, no dormí mucho, ya no preocupada por el casancream, sino molesta por el exceso de luz, cuando cierro los ojos, a mí me gusta dormir a oscuras.
Saturday, January 30, 2010
Para acá o para allá
Ella había deseado toda la semana poder sentarse a escribir en paz, dejar fluir los dedos y las palabras. Lo había estado deseando de forma casi sensual, sexual, como una necesidad física, casi como ganar de hacer pis o de cagar, como un deseo que se aletargaba pero en el mismo aletargamiento había placer, en la imposibilidad misma, dada por las condiciones meteorológicas y técnicas, había placer, algo de prohibido, algo de que cuando se dé, cuando se dé...
Pensó en un texto de Clarise Linspector, que había leído, poco había leído de ella y muy recientemente, describía el placer de no leer algo que se desea fervientemente leer. Ufff. Ahora piensa en Sartre, en las palabras.
A veces le gusta ser así, intelectual, desear con el cuerpo cosas tan simbólicas, regodearse hasta el orgasmo entre autores muertos. A veces desearía, fervientemente, pero ya no de forma sexual sino más bien con llanto y rechinar de dientes, desearía ser llanita, llanita.
Nada en ella era llanito, ni su cuerpo, ¿cómo podría ser llanito su cerebro, su alma?
Escribir en tercera persona es una forma demasiado estúpida de permitirse decir, decirse...
Hoy me miré en el reflejo de la ventana, la contraluz, y el reflejo que no es espejo acentuaban cada pozo de mis piernas, cada pozo. Moví las piernas durante quince minutos mirando ese reflejo que me parecía horrible, desagradable, ajeno y mío. Volvía a mirarme la pierna directamente... Las sombras ahí estaban, pero yo sólo las veía a contraluz, a contraluz.
No sé por qué recordé eso de reprente. Quizá fue que me provocó una impresión difícil de describir y borrar.
Me cuesta mirarme, me cuesta gustarme... A veces creo que soy una especie de masa amorfa, que podría perder contornos si dejo de pensarme, a veces desearía serlo de verdad.
Me cuesta mirarme y aún así, hoy veía dos cosas. Esa pierna a contraluz, y la pierna que sentía. Tres más bien. Esa a contraluz, oscura, llena de pozos, la pierna suave gorda pero suave y blanca blanquísima que sentía, y la pierna obtusa, inflamada de los veinte kilos que dejé (y aún faltan tantos más).
Pero estoy bien. Estoy bien. Este año no lloré, todavía no termina enero, pero ya casi, y no lloré. No quiero llorar. Hoy casi lloro, después de eso, y las hormonas, porque estoy por menstruar y aunque me diga y me repita que nada influye en mí... Ahí está, la revolución química, la mensual revolución química. Hoy tampoco lloré, pensé en otra cosa, pensé en que hace más de un mes que no lloro, que no quiero llorar, que cuando lloro es como una adicción, como un deseo de lastimarme y buscar más heridas para adentro, que mientras pueda mantenerme así, con los hombros hacia atrás y la mirada puesta bien lejos, vamos, vamos. No voy a temer caerme, y si me caigo voy a llorar cuando me caiga, no ahora por adelantado. "No voy a llorar si nadie me acompaña" Pfffffffffffffff, nadie te acompaña realmente cuando llorás, nadie puede sentarse adentro tuyo y llorar realmente con vos, llorar en vos, llorar por vos, en tu lugar. Es físicamente im-po-si-ble.
Deseé toda la semana escribir, y cuando hubo oportunidad di mil quinientas vueltas, intenté por todas las maneras que alguien me evitara el compromiso, y no hubo caso, me enfrenté con las condiciones justas para hacerlo. Quizá porque a menos que me encuentre de ánimo muy lúdico, o con una obligación externa a mí, escribir me resulta muy parecido a llorar. No porque necesariamente escriba o deba o desee escribir cosas tristes, no se llora solo por estar triste, es la acción de llorar, esto de limpiar... no precisamente, esto de adentro para afuera. Entonces sí es como hacer pis y cagar también, entonces el placer mencionado no es tan ilógico.
Pensó en un texto de Clarise Linspector, que había leído, poco había leído de ella y muy recientemente, describía el placer de no leer algo que se desea fervientemente leer. Ufff. Ahora piensa en Sartre, en las palabras.
A veces le gusta ser así, intelectual, desear con el cuerpo cosas tan simbólicas, regodearse hasta el orgasmo entre autores muertos. A veces desearía, fervientemente, pero ya no de forma sexual sino más bien con llanto y rechinar de dientes, desearía ser llanita, llanita.
Nada en ella era llanito, ni su cuerpo, ¿cómo podría ser llanito su cerebro, su alma?
Escribir en tercera persona es una forma demasiado estúpida de permitirse decir, decirse...
Hoy me miré en el reflejo de la ventana, la contraluz, y el reflejo que no es espejo acentuaban cada pozo de mis piernas, cada pozo. Moví las piernas durante quince minutos mirando ese reflejo que me parecía horrible, desagradable, ajeno y mío. Volvía a mirarme la pierna directamente... Las sombras ahí estaban, pero yo sólo las veía a contraluz, a contraluz.
No sé por qué recordé eso de reprente. Quizá fue que me provocó una impresión difícil de describir y borrar.
Me cuesta mirarme, me cuesta gustarme... A veces creo que soy una especie de masa amorfa, que podría perder contornos si dejo de pensarme, a veces desearía serlo de verdad.
Me cuesta mirarme y aún así, hoy veía dos cosas. Esa pierna a contraluz, y la pierna que sentía. Tres más bien. Esa a contraluz, oscura, llena de pozos, la pierna suave gorda pero suave y blanca blanquísima que sentía, y la pierna obtusa, inflamada de los veinte kilos que dejé (y aún faltan tantos más).
Pero estoy bien. Estoy bien. Este año no lloré, todavía no termina enero, pero ya casi, y no lloré. No quiero llorar. Hoy casi lloro, después de eso, y las hormonas, porque estoy por menstruar y aunque me diga y me repita que nada influye en mí... Ahí está, la revolución química, la mensual revolución química. Hoy tampoco lloré, pensé en otra cosa, pensé en que hace más de un mes que no lloro, que no quiero llorar, que cuando lloro es como una adicción, como un deseo de lastimarme y buscar más heridas para adentro, que mientras pueda mantenerme así, con los hombros hacia atrás y la mirada puesta bien lejos, vamos, vamos. No voy a temer caerme, y si me caigo voy a llorar cuando me caiga, no ahora por adelantado. "No voy a llorar si nadie me acompaña" Pfffffffffffffff, nadie te acompaña realmente cuando llorás, nadie puede sentarse adentro tuyo y llorar realmente con vos, llorar en vos, llorar por vos, en tu lugar. Es físicamente im-po-si-ble.
Deseé toda la semana escribir, y cuando hubo oportunidad di mil quinientas vueltas, intenté por todas las maneras que alguien me evitara el compromiso, y no hubo caso, me enfrenté con las condiciones justas para hacerlo. Quizá porque a menos que me encuentre de ánimo muy lúdico, o con una obligación externa a mí, escribir me resulta muy parecido a llorar. No porque necesariamente escriba o deba o desee escribir cosas tristes, no se llora solo por estar triste, es la acción de llorar, esto de limpiar... no precisamente, esto de adentro para afuera. Entonces sí es como hacer pis y cagar también, entonces el placer mencionado no es tan ilógico.
Friday, January 22, 2010
Hoy hizo un calor insoportable. Ayer tambien. Quise ponerle la tilde a la e y no hubo caso. Trat´´e y trat´´e, con alt, con lo que se me ocurri´´o.... hoy no es el d´´ia.
Iba a decir que hoy todo result´´o lento y dificultoso, que al final me fui conformando con el correr del tiempo sin m´´as. Una ducha fr´´ia otra ducha, bien chavista, de tres minutos, para no sentir culpa cuando tome otra y otra. Dios, qu´´e calor que hace ac´´a. Y afuera tambi´´en, y todas las palabras que quiero escribir ahora se me hacen con tilde. T´´OD´´AS LAS P´´ALABRAS.
A veces suelo, cada vez m``as a menudo, suelo utilizar los errores, lo que va cayendo y lo vuelvo como adrede. "¿LO QU´´E?" Adrede, parece un apellido. Jos``e Adrede.
No quiero explicar lo que digo, y quiero decir cosas simples, pero ac``a, ac``a. Todo es dif``icil.
Esta vez s``e que no voy a llorar, pareciera que las l``agrimas van costando caro, la inflaci``on llega a todos lados. Este año no llor´´e, quise probar en otro lado la tilde, pero nada anda bien hoy.
Pienso que voy a borrar esto, tal vez no, solo por contradecirme. Es horrible de leer, est´´eticamente dificultoso. Hay que hacer cosas f``aciles, que a todos lleguen, que a nadie, nadie le resulte repelente. Y cuando llegue a todos desde ah``i comenzar el cambio. Definir las implosiones. Ver mis dedos en el teclado, cada vena de mis manos, que van seindo ya no niñas, ya m``as adultas. Y esto es lo que quiero, lo queior, lo queiro. Escribir, como se pueda, cuanto se pueda, ser en lo que escribo, y todo lo dem``as son borlas, lucecitas de colores que le pongo a quiern soy.
Desde siempre escribo, desde siempre. Desde siempre intento escribir las cosas que me van gustando leer.
Pero est``a lo otro, lo ordenado, lo de todos los d``ias, lo que se sugiere menos arriesgado y mucho m``as prolijo, pero que en el medio me despierta todas las incertidumbres que de repente me impedir``an dormir en paz, las angustias esas benditas, esos miedos felpudos.
Pero ac``a, de este lado, con esta tenue luz que provee el monitor... no hay miedo. No hay asco, hay un reflejo t``imido de lo que deseo. Y deseo es una palabra demasiado grande y vapuleada. Si a seguro se lo llevaron preso, a deseo lo m``as probable es que lo hayan metido o bien en un loquero o bien lo expongan para la venta en alguna vitrina galer``istica obsena.
No quiero no quiero. Est``a todo lo que todos viven, pero la pasi``on, eso que se lleva dentro, eso que te transforma la cara cuando sucede, cuando te invade, eso, tiene que ver con estos dedos escribiendo sin importar la tildes benditas.
En lo que una cree, en lo que yo creo, como arma, como cuchara, como bast´´on... estos infantiles dibujos sobre esta hoja virtual.
Y alguna vez el mundo, no para ser vista sino para deslizarme sin que nadie se percate, o para entrar gateando. Y una vez dentro, una vez dentro, con permiso de ustedes. Si hace crash es bum!
Iba a decir que hoy todo result´´o lento y dificultoso, que al final me fui conformando con el correr del tiempo sin m´´as. Una ducha fr´´ia otra ducha, bien chavista, de tres minutos, para no sentir culpa cuando tome otra y otra. Dios, qu´´e calor que hace ac´´a. Y afuera tambi´´en, y todas las palabras que quiero escribir ahora se me hacen con tilde. T´´OD´´AS LAS P´´ALABRAS.
A veces suelo, cada vez m``as a menudo, suelo utilizar los errores, lo que va cayendo y lo vuelvo como adrede. "¿LO QU´´E?" Adrede, parece un apellido. Jos``e Adrede.
No quiero explicar lo que digo, y quiero decir cosas simples, pero ac``a, ac``a. Todo es dif``icil.
Esta vez s``e que no voy a llorar, pareciera que las l``agrimas van costando caro, la inflaci``on llega a todos lados. Este año no llor´´e, quise probar en otro lado la tilde, pero nada anda bien hoy.
Pienso que voy a borrar esto, tal vez no, solo por contradecirme. Es horrible de leer, est´´eticamente dificultoso. Hay que hacer cosas f``aciles, que a todos lleguen, que a nadie, nadie le resulte repelente. Y cuando llegue a todos desde ah``i comenzar el cambio. Definir las implosiones. Ver mis dedos en el teclado, cada vena de mis manos, que van seindo ya no niñas, ya m``as adultas. Y esto es lo que quiero, lo queior, lo queiro. Escribir, como se pueda, cuanto se pueda, ser en lo que escribo, y todo lo dem``as son borlas, lucecitas de colores que le pongo a quiern soy.
Desde siempre escribo, desde siempre. Desde siempre intento escribir las cosas que me van gustando leer.
Pero est``a lo otro, lo ordenado, lo de todos los d``ias, lo que se sugiere menos arriesgado y mucho m``as prolijo, pero que en el medio me despierta todas las incertidumbres que de repente me impedir``an dormir en paz, las angustias esas benditas, esos miedos felpudos.
Pero ac``a, de este lado, con esta tenue luz que provee el monitor... no hay miedo. No hay asco, hay un reflejo t``imido de lo que deseo. Y deseo es una palabra demasiado grande y vapuleada. Si a seguro se lo llevaron preso, a deseo lo m``as probable es que lo hayan metido o bien en un loquero o bien lo expongan para la venta en alguna vitrina galer``istica obsena.
No quiero no quiero. Est``a todo lo que todos viven, pero la pasi``on, eso que se lleva dentro, eso que te transforma la cara cuando sucede, cuando te invade, eso, tiene que ver con estos dedos escribiendo sin importar la tildes benditas.
En lo que una cree, en lo que yo creo, como arma, como cuchara, como bast´´on... estos infantiles dibujos sobre esta hoja virtual.
Y alguna vez el mundo, no para ser vista sino para deslizarme sin que nadie se percate, o para entrar gateando. Y una vez dentro, una vez dentro, con permiso de ustedes. Si hace crash es bum!
Tuesday, December 29, 2009
Sobreleído
Escribí una frase que pensé ajena, y alguien me avisó que era mía... Pensé y pensé, porque me dio miedo, pensarme ajena, y tenía que recuperarme. Me encontré, con la que fui, la que escribió esas palabras, e intuí las lecturas previas que promovieron mi sensación actual de ajenidad.
"ALCANZAR LA PALABRA ANTES DE LA PALABRA". Pensé que era una frase de Alejandra Pizarnik, yo lo pensé también mi querido Watson, pero no. Pensé que sería una relectura de ella acompañada de Merleau-Ponty y busqué la frase en mis propios escritos. (Dios bendiga a estos buscadores digitales que facilitan lo que de otro modo pudiera haber sido una obsesión infructuosa u ociosa). Encontré un texto del 2006. Pues entonces no fue Merleau-Ponty, por lo menos no de forma directa pues no había leído nada de él en ese entonces. Quizá fue Sartre, quizá Sábato, quizá una sensación que hoy es reinterpretada desde otros autores y la encuadro allí. Y esa sensación que fue bien mía, hoy también es mía. Entonces, la frase que me resulta ajena, ninguna relación tiene, o quizá la más mínima relación, con la sensación en sí. Yo soy esa sensación de mí misma. Punto.
Yo soy esta carnalidad diría Maurice. Pero esta sensación por más cosas que haya dicho Maurice es mía.
Sigo jugando con los buscadores. Encuentro en mi texto, en ese mismo, una frase encomillada. La busco, porque si la encomillé esa sin duda, sin duda debe ser ajena. Sólo me encuentro a mí. Mi propio sitio virtual y la misma frase, como una búsqueda circular que sale de sí misma para retornar a sí.
Quito las comillas y encuentro:
Lenguaje y esquizofrenia. ¿Qué es conocer? La percepción, la totalidad, la Gestalt. Pero sobre todo, Lenguaje y esquizofrenia. No me voy a meter en ese sitio, no quiero, tengo miedo aún.
Otras veces también jugando en estos buscadores con frases mías encontré curaciones chamánicas. Pienso que mis palabras reflejan lo que soy. Reflejan, refractan, no sé bien. Algo ahí en el medio, un poco todo eso. Lo que soy.
Juego a desconocerme y vuelvo a mi propio lugar común, juego a imaginarme allá a lo lejos tan adelante, tan atrás que hay puro humo-vapor-nubes. Juego, vuelvo, juego, vuelvo.
No puedo entender que esté hablando de locura, me niego a estar hablando de locura porque lo único que intento es ponerle palabras a sensaciones, y eso se me enseñó que es la cura (ja, increíble jueguito de palabras que juego, y vuelvo, juego, y juego).
Caminar, huir, ¿Cuál es la diferencia? Pero esa sensación de estar completamente convencida de que algo no era mío y que luego lo fuera, sobre todo desde un lugar de convencimiento puro con la frase, de estar totalmente de acuerdo con ese alguien que debiera ser otro, que necesitaba que fuera otro, porque, admitámoslo, es bien triste estar de acuerdo con una misma. Yo quiero estar de acuerdo. Yo quiero. Desde dentro lo deseo, pero se me enseñó a oponerme, a pelear, a ser una aguerrida chita-cebra-leona-loquesea. No puedo guardar mis garras, no puedo cerrar mis ojos, no puedo bajar mis brazos. Y quiero, lo deseo tan fuerte acá en el estómago.
Entre el reposo y el movimiento, en cualquiera de ambos estados, yo. Esta sensación de ser que es casi una certeza, una condena y a veces, contadas veces, pero qué hermosas veces, una delicia.
Creo que este último párrafo debiera desarrollarlo más adelante, pero hoy no. Hoy. Punto
"ALCANZAR LA PALABRA ANTES DE LA PALABRA". Pensé que era una frase de Alejandra Pizarnik, yo lo pensé también mi querido Watson, pero no. Pensé que sería una relectura de ella acompañada de Merleau-Ponty y busqué la frase en mis propios escritos. (Dios bendiga a estos buscadores digitales que facilitan lo que de otro modo pudiera haber sido una obsesión infructuosa u ociosa). Encontré un texto del 2006. Pues entonces no fue Merleau-Ponty, por lo menos no de forma directa pues no había leído nada de él en ese entonces. Quizá fue Sartre, quizá Sábato, quizá una sensación que hoy es reinterpretada desde otros autores y la encuadro allí. Y esa sensación que fue bien mía, hoy también es mía. Entonces, la frase que me resulta ajena, ninguna relación tiene, o quizá la más mínima relación, con la sensación en sí. Yo soy esa sensación de mí misma. Punto.
Yo soy esta carnalidad diría Maurice. Pero esta sensación por más cosas que haya dicho Maurice es mía.
Sigo jugando con los buscadores. Encuentro en mi texto, en ese mismo, una frase encomillada. La busco, porque si la encomillé esa sin duda, sin duda debe ser ajena. Sólo me encuentro a mí. Mi propio sitio virtual y la misma frase, como una búsqueda circular que sale de sí misma para retornar a sí.
Quito las comillas y encuentro:
Lenguaje y esquizofrenia. ¿Qué es conocer? La percepción, la totalidad, la Gestalt. Pero sobre todo, Lenguaje y esquizofrenia. No me voy a meter en ese sitio, no quiero, tengo miedo aún.
Otras veces también jugando en estos buscadores con frases mías encontré curaciones chamánicas. Pienso que mis palabras reflejan lo que soy. Reflejan, refractan, no sé bien. Algo ahí en el medio, un poco todo eso. Lo que soy.
Juego a desconocerme y vuelvo a mi propio lugar común, juego a imaginarme allá a lo lejos tan adelante, tan atrás que hay puro humo-vapor-nubes. Juego, vuelvo, juego, vuelvo.
No puedo entender que esté hablando de locura, me niego a estar hablando de locura porque lo único que intento es ponerle palabras a sensaciones, y eso se me enseñó que es la cura (ja, increíble jueguito de palabras que juego, y vuelvo, juego, y juego).
Caminar, huir, ¿Cuál es la diferencia? Pero esa sensación de estar completamente convencida de que algo no era mío y que luego lo fuera, sobre todo desde un lugar de convencimiento puro con la frase, de estar totalmente de acuerdo con ese alguien que debiera ser otro, que necesitaba que fuera otro, porque, admitámoslo, es bien triste estar de acuerdo con una misma. Yo quiero estar de acuerdo. Yo quiero. Desde dentro lo deseo, pero se me enseñó a oponerme, a pelear, a ser una aguerrida chita-cebra-leona-loquesea. No puedo guardar mis garras, no puedo cerrar mis ojos, no puedo bajar mis brazos. Y quiero, lo deseo tan fuerte acá en el estómago.
Entre el reposo y el movimiento, en cualquiera de ambos estados, yo. Esta sensación de ser que es casi una certeza, una condena y a veces, contadas veces, pero qué hermosas veces, una delicia.
Creo que este último párrafo debiera desarrollarlo más adelante, pero hoy no. Hoy. Punto
Friday, September 05, 2008
Fin
Sonia lo decidió ahí mismo, bajo la ducha. Lo dejó irse a Bruno, como quien deja ir el sudor con el agua que cae por los hombros. Y el agua, y Bruno, de los hombros al pecho, del pecho al ombligo, sorteando el sexo, vía muslo izquierdo, empeine, bañera. Rumbo al desagüe, rumbo al río, rumbo a la distancia insuperable, a la otredad definitiva, a la lejanía resignada, al nunca, pero nunca.
Y así fue. No habrá cambios exóticos, Sonia no quiere. Volverán a verse, como siempre, habrá abrazo y palabras dulces, pero ambos serán otros. Sonia habrá perdido eso que de ella era para Bruno, y Bruno todo lo que Sonia construyó de él. Y serán otros, y serán los mismos, los mismos.
Fin.
Y así fue. No habrá cambios exóticos, Sonia no quiere. Volverán a verse, como siempre, habrá abrazo y palabras dulces, pero ambos serán otros. Sonia habrá perdido eso que de ella era para Bruno, y Bruno todo lo que Sonia construyó de él. Y serán otros, y serán los mismos, los mismos.
Fin.
Tuesday, July 29, 2008
definición inconclusa
Esto que ves de mì es una repeticiòn, elegida al azar. Seguro que ya fue dicho, seguro yo misma lo dije antes.
Pero què lindo es decirlo, sentirlo acà, como una cosquilla, con esa sensaciòn que se asemeja a lo exacto, a lo completo, a algo sin carencia, sin faltantes, sin espacios a llenar.
Hoy mirè todos los edificios, y me olvidè de las baldosas. No me caì, sabès, y es tan alentador eso, porque todavìa tengo mi rodilla magullada de la ùltima caìda.
Estoy ansiosa porque lleguen esos dìas, esos que estimo estàn esperando, pero si no llegan tambièn estarìa bien, porque estos dìas, son regios. Regios, què palabra màs adusta. Adusta, què palabra màs prolija.
Lo cierto es que yo no soy ni regia ni prolija ni, dios me libre, adusta. Busco la palabra adusta en el sitio de la Rae, para asegurarme de estar diciendo lo que quiero decir:
adusto, ta.
(Del lat. adustus).
1. adj. Quemado, tostado, ardiente.
2. adj. Poco tratable, huraño, malhumorado.
3. adj. Seco, severo, desabrido. Paisaje adusto. Prosa adusta
(Del lat. adustus).
1. adj. Quemado, tostado, ardiente.
2. adj. Poco tratable, huraño, malhumorado.
3. adj. Seco, severo, desabrido. Paisaje adusto. Prosa adusta
1) Si yo fuera adusta estarìa quemada y/o tostada, serìa ardiente. Chupà esta mandarina. Bah, ni lo uno, ni lo otro, ni mucho menos lo de màs allà. Estoy quemada, pero tostada no, tostada con manteca, puede ser, pero solita, dios me libre. Detràs de una tostada se escondiò la miel, canta Ma Elena, y como atràs mìo no hay miel y no quiero que me ande retando ninguna manteca en inglès, determino en este solemne acto que no soy, para la primera acepciòn, adusta. Bueno, lo de ardiente serìa vergonzoso autoadjudicàrmelo.
2) La segunda la salteo, porque quiero. Y a ver quièn se atreve a llevarme la contra.
3) Y la tercera, esa es un poco la aplicable a la palabra regio, es una palabra adusta en este sentido. Pero yo no soy adusta, ni regia, soy un montòn de hilachas enredadas por el suelo, que se rìen y se escabullen, que quieren tener forma, y por màs que intenten...
Monday, July 21, 2008
callecita
En esa misma calle, sin faroles, sin baldosas, tantas sombras ajenas que anduvieron escupiendo iniquidades. En esa misma calle, pibe, en esa misma esquina. Acà no hay tiempo para soledades.
La angustia me quedò chica, como el calzado, y andar descalza, es andar, cuando menos.
Se me gastaron las palabras de tan repetidas, tienen gusto a viejo, no quiero ni decirlas. Y vos miràs de reojo, esperando ya no verme. Me vas a ver igual, como nos vemos todos, nos olemos, nos tocamos, no hay otro lugar por donde deambular.
Yo, mi propia sombra, que no dice, que no pide, que no nada, de nada.
Si te supieras sombra, como me sè yo, no andarìas arqueando la espalda, para no verme, porque te darìas cuenta de la mirada que todo lo atraviesa, esa mirada que te mira, que me mira, que me mira a travès tuyo, y lo mismo de mi parte.
¿Còmo ver si es noche? ¿Còmo mira sin farol? Y, pibe, asì son las cosas, se ve igual, en lo oscuro, se ve con otros ojos, que te salen del riñòn, que atraviesan paredes y pieles, que penetran que duelen, que lloran a escondidas.
Y de este lado puedo, podès, mirar la pared sin atravesarla, leer lo marcado, lo gritado. Lo que se creyò primero, y ni siquiera era ùltimo, pero era, cumpa, era.
Volverè a chocarme, no hay duda, con vos, con tantos otros. Si todos nos arrastramos por la misma pobredumbre, como si estar de cara al suelo nos permitiera respirar mejor, o no golpear nuestra cabeza con ese techo que se estima tan bajo. Yo, ... no estoy tan segura.
¿Y si el techo no existe? Decìme què pasa si es todo sensaciòn de asfixia, pero hay aire, e infinito, o por lo menos distancia suficiente para caminar erguida. Yo me animo amigo, yo me paro, y si me golpeo y me duele, y si caigo desmayada por lo menos sabrè algo. Como sè ahora, y te lo digo es secreto, no me pisaràn reptando, no pueden.
La angustia me quedò chica, como el calzado, y andar descalza, es andar, cuando menos.
Se me gastaron las palabras de tan repetidas, tienen gusto a viejo, no quiero ni decirlas. Y vos miràs de reojo, esperando ya no verme. Me vas a ver igual, como nos vemos todos, nos olemos, nos tocamos, no hay otro lugar por donde deambular.
Yo, mi propia sombra, que no dice, que no pide, que no nada, de nada.
Si te supieras sombra, como me sè yo, no andarìas arqueando la espalda, para no verme, porque te darìas cuenta de la mirada que todo lo atraviesa, esa mirada que te mira, que me mira, que me mira a travès tuyo, y lo mismo de mi parte.
¿Còmo ver si es noche? ¿Còmo mira sin farol? Y, pibe, asì son las cosas, se ve igual, en lo oscuro, se ve con otros ojos, que te salen del riñòn, que atraviesan paredes y pieles, que penetran que duelen, que lloran a escondidas.
Y de este lado puedo, podès, mirar la pared sin atravesarla, leer lo marcado, lo gritado. Lo que se creyò primero, y ni siquiera era ùltimo, pero era, cumpa, era.
Volverè a chocarme, no hay duda, con vos, con tantos otros. Si todos nos arrastramos por la misma pobredumbre, como si estar de cara al suelo nos permitiera respirar mejor, o no golpear nuestra cabeza con ese techo que se estima tan bajo. Yo, ... no estoy tan segura.
¿Y si el techo no existe? Decìme què pasa si es todo sensaciòn de asfixia, pero hay aire, e infinito, o por lo menos distancia suficiente para caminar erguida. Yo me animo amigo, yo me paro, y si me golpeo y me duele, y si caigo desmayada por lo menos sabrè algo. Como sè ahora, y te lo digo es secreto, no me pisaràn reptando, no pueden.
Wednesday, March 05, 2008
Wednesday, February 27, 2008
flan
Él logró desarmarme, de golpe. Esa noche de río yo era una con mi armadura. Yo impenetrable, yo seca de lágrimas.
Fue tan solo el roce de su mano en la palma de mi mano, fue tan solo necesario que me clavara eso ojos de agua en los míos para que caigan mis armas.
Temblé, y no me abrazó. Continuó rozando con su presencia la mía.
Me cubrió de su silencio y ofreció un cáliz del que quise beber, y quiero, pero ahora sé, ahora sé.
Corrí, sin irme. Me fui, quedándome.
Y anclé ahí, en ese puerto, al que no llega ningún barco.
Me fui para que me vieras irme, quedándome sentada a tus espaladas. Tu imagen, y luego tu imagen.
Te pedí de rodillas que me dijeras no, y no dijiste nada.
Quiero dolerme ahora, quiero sanar y no puedo, porque tu dedo sigue adentro de mi llaga. Tu dedo que es caricia y violencia. Tus ojos, Dios, tus ojos, que me miran de una forma que no comprendo. Miráme con desprecio, con asco. No me mires con dulzura, no me abraces para decirme .... ya no puedo ni explicar qué me dijiste.
Fue tan solo el roce de su mano en la palma de mi mano, fue tan solo necesario que me clavara eso ojos de agua en los míos para que caigan mis armas.
Temblé, y no me abrazó. Continuó rozando con su presencia la mía.
Me cubrió de su silencio y ofreció un cáliz del que quise beber, y quiero, pero ahora sé, ahora sé.
Corrí, sin irme. Me fui, quedándome.
Y anclé ahí, en ese puerto, al que no llega ningún barco.
Me fui para que me vieras irme, quedándome sentada a tus espaladas. Tu imagen, y luego tu imagen.
Te pedí de rodillas que me dijeras no, y no dijiste nada.
Quiero dolerme ahora, quiero sanar y no puedo, porque tu dedo sigue adentro de mi llaga. Tu dedo que es caricia y violencia. Tus ojos, Dios, tus ojos, que me miran de una forma que no comprendo. Miráme con desprecio, con asco. No me mires con dulzura, no me abraces para decirme .... ya no puedo ni explicar qué me dijiste.
Wednesday, January 02, 2008
Sueño de una noche de verano
Hizo tanto calor anoche que dormí de a ratos, como saltando, pero sin saltar, por el calor ¿viste?
El sudor en mi espalda que se enfriaba con el viento del turbito minúsculo que tengo a los pies de mi cama me asustaba. En mi cabeza el mandato materno "cuidate, si se te enfría el sudor te podés enfermar".
El mandato materno más fuerte que la presión del calor. Entonces la sábana, por lo menos en la espalda, cuando mi espalda daba su frente al ventilador.
Dormí de a ratos y soñé poco, durante la noche. Por la mañana seguí durmiendo, así de a ratos, y soñé más.
Tuvimos que subirnos de golpe a cualquier auto, cualquiera. Pararlos en la ruta, pedirlos prestados. Tenían que ser dos autos, por más que entráramos todos en uno, porque a la vuelta seríamos muchos más. Dos autos buscamos.
Muchos automovilistas nos sortearon, pudieron no frenar. Un auto, un pequeño auto amarillo, un Volksvagen (o como se escriba porque ahora me doy cuenta de que nunca tuve la necesidad de escribir esto, pero sí lo pronuncié, y es tan lindo pronunciarlo). El otro auto estaba pintado de varios colores. Yo iba a manejar, pero no lo hice, porque alguien se desesperaba por hacerlo.
Yo quise ver qué llevaba en mi mochila. Y sí, tenía el equipo de mate, pero el mate estaba sucio y el termo, los termos vacíos. Desde ese momento sólo me preocupaba la suciedad del mate, sin bolsa de polietileno, en mi mochila. Ahí recordé que debería haber agarrado una bolsa, cuando agarré tantas cosas del aula, cuando estaba ordenando, el desorden constante, el armario vacío, los niños, los niños, por todos lados.
"Vamos a tener que subir por acá". Dijo el conductor. Ya no podíamos distinguir dónde se encontraba el otro auto, a ellos debíamos seguirlos, pero los habíamos perdido. Entonces el imperativo era llegar, llegar, a tiempo, como sea. Había algo de persecución, pero no necesariamente estaban detrás, estaban arriba, en todos lados. La persecución era ese imperativo, ese tiempo, y ahora esa colina empinada.
Subimos igual, el auto no resistiría.
Subimos igual, pero no hay camino.
Subimos igual, y casi la muerte, casi el vacío.
Cambiarnos de carril, aunque sea de contramano. Para llegar, porque es más peligroso el fin del tiempo que el vacío, que la muerte.
Llegamos.
escaleras blancas de yeso. gente conocida y gente que no. todos haciendo ladrillos de dulce de leche. todos abocadísimos a su quehacer. concentrados.
Extraje de mi mochila un bizcochuelo, enorme, lo partí en mil pedazos, y los obreros vinieron a merendar.
Allí estaban ellos, entre los obreros, allí estaban y recién ahora me doy cuenta de que los extraño tanto. Que ella tuvo un hijo que lo llamó Lucas, y es tan pequeño, pero no tanto como para que yo no lo supiera. Dios, cuánto los extraño, y no es justo llorar, no quiero llorar. Y lloro, y no puedo dejar de llorar. Porque nos prometemos que nos vamos a ver más seguido, juramos que ni bien termine la merienda nos vamos a pasear por algún lugar. Pero lloro, porque sé que es mentira, no podría explicar por qué es mentira, pero lo sé. Tampoco puedo explicar por qué lloro, pero lloro.
No les voy a decir que en mi mochila tengo un paquete enorme de Chocolinas. No les voy a decir nada, y se las voy a dejar cuando me vaya, casi por descuido, para que piensen que es un milagro, y puedan merendar mañana.
Tengo miedo de la colina esa, a la vuelta. Será hacia abajo.
El sudor en mi espalda que se enfriaba con el viento del turbito minúsculo que tengo a los pies de mi cama me asustaba. En mi cabeza el mandato materno "cuidate, si se te enfría el sudor te podés enfermar".
El mandato materno más fuerte que la presión del calor. Entonces la sábana, por lo menos en la espalda, cuando mi espalda daba su frente al ventilador.
Dormí de a ratos y soñé poco, durante la noche. Por la mañana seguí durmiendo, así de a ratos, y soñé más.
Tuvimos que subirnos de golpe a cualquier auto, cualquiera. Pararlos en la ruta, pedirlos prestados. Tenían que ser dos autos, por más que entráramos todos en uno, porque a la vuelta seríamos muchos más. Dos autos buscamos.
Muchos automovilistas nos sortearon, pudieron no frenar. Un auto, un pequeño auto amarillo, un Volksvagen (o como se escriba porque ahora me doy cuenta de que nunca tuve la necesidad de escribir esto, pero sí lo pronuncié, y es tan lindo pronunciarlo). El otro auto estaba pintado de varios colores. Yo iba a manejar, pero no lo hice, porque alguien se desesperaba por hacerlo.
Yo quise ver qué llevaba en mi mochila. Y sí, tenía el equipo de mate, pero el mate estaba sucio y el termo, los termos vacíos. Desde ese momento sólo me preocupaba la suciedad del mate, sin bolsa de polietileno, en mi mochila. Ahí recordé que debería haber agarrado una bolsa, cuando agarré tantas cosas del aula, cuando estaba ordenando, el desorden constante, el armario vacío, los niños, los niños, por todos lados.
"Vamos a tener que subir por acá". Dijo el conductor. Ya no podíamos distinguir dónde se encontraba el otro auto, a ellos debíamos seguirlos, pero los habíamos perdido. Entonces el imperativo era llegar, llegar, a tiempo, como sea. Había algo de persecución, pero no necesariamente estaban detrás, estaban arriba, en todos lados. La persecución era ese imperativo, ese tiempo, y ahora esa colina empinada.
Subimos igual, el auto no resistiría.
Subimos igual, pero no hay camino.
Subimos igual, y casi la muerte, casi el vacío.
Cambiarnos de carril, aunque sea de contramano. Para llegar, porque es más peligroso el fin del tiempo que el vacío, que la muerte.
Llegamos.
escaleras blancas de yeso. gente conocida y gente que no. todos haciendo ladrillos de dulce de leche. todos abocadísimos a su quehacer. concentrados.
Extraje de mi mochila un bizcochuelo, enorme, lo partí en mil pedazos, y los obreros vinieron a merendar.
Allí estaban ellos, entre los obreros, allí estaban y recién ahora me doy cuenta de que los extraño tanto. Que ella tuvo un hijo que lo llamó Lucas, y es tan pequeño, pero no tanto como para que yo no lo supiera. Dios, cuánto los extraño, y no es justo llorar, no quiero llorar. Y lloro, y no puedo dejar de llorar. Porque nos prometemos que nos vamos a ver más seguido, juramos que ni bien termine la merienda nos vamos a pasear por algún lugar. Pero lloro, porque sé que es mentira, no podría explicar por qué es mentira, pero lo sé. Tampoco puedo explicar por qué lloro, pero lloro.
No les voy a decir que en mi mochila tengo un paquete enorme de Chocolinas. No les voy a decir nada, y se las voy a dejar cuando me vaya, casi por descuido, para que piensen que es un milagro, y puedan merendar mañana.
Tengo miedo de la colina esa, a la vuelta. Será hacia abajo.
Wednesday, December 26, 2007
El vino del vértigo
"Dicen que cuando llegó a los pagos de Yacochuya, Michel Rolland sufrió de síndrome de mareo embriagador con agudización de sentidos concomitante. El mismo que paralizaba a Jimmy Stewar persiguiendo a Kim Novak en empinadísimo campanario conventual según Hitchcock. pero en Salta. Vértigo puro. Nada más normal tratándose de un paraje de 2.035 metros sobre el nivel del mar.
El famoso enólogo del Pomérol no se arredró, se dejó llevar por el trance y descubrió oro. Que en léxico vitícola equivale a terroir deslumbrante. Bendecido por esa mágica confabulación de virtudes terrestres & climáticas que engrandecen al más patrio de los cepajes tintos: el Malbec."
El texto no es mío, pero me pareció fantástico, exuberante. Lo tomo prestado (cuando tomar es un verbo taan adecuado) y rindo un homenaje a su autor.
Siempre intuí que para entender realmente a Hitchcock había tomar taninos.
El famoso enólogo del Pomérol no se arredró, se dejó llevar por el trance y descubrió oro. Que en léxico vitícola equivale a terroir deslumbrante. Bendecido por esa mágica confabulación de virtudes terrestres & climáticas que engrandecen al más patrio de los cepajes tintos: el Malbec."
El texto no es mío, pero me pareció fantástico, exuberante. Lo tomo prestado (cuando tomar es un verbo taan adecuado) y rindo un homenaje a su autor.
Siempre intuí que para entender realmente a Hitchcock había tomar taninos.
Monday, December 24, 2007
Las reglas de la bombachita rosa (también aplicable a las navidades)
- Costumbre de consumir doce pasas (preferentemente de uva) exactamente a las doce.
- Cuando suenen las campanadas. Y si faltan campanadas preparar previamente a un tío o sobrino con aptitudes musicales para que imite el sonido faltante.
- Si bien se sabe de ciertas tribus que conservan la misma consumbre con nueces, la operación resulta más complicada. En esa tribu también se sostenía que debía pedirse un deseo por cada nuez y saltar con un solo pie mientras tanto.
- No levantar el mantel hasta el día siguiente, y de ser posible no levantarlo tampoco ese día. Será mejor tirar el mantel y todo lo que haya quedado encima.
- Brindar de pie, y nunca con agua.
- Si el padrino alcohólico en recuperación se niega, oblígueselo cuando menos a levantar la copa.
- Es necesario mirar a los ojos cuando se brinda, aún cuando se trate de una reunión numerosa. Si bien el rito puede demorar un buen rato, no debe descuidarse la ingesta de pasas de uva. Se recomienda que se realicen ambas operaciones al mismo tiempo, o bien coordinar la reunión en dos grupos previamente organizados que se dividan las importantes tareas.
- No será necesario comprar pirotecnia, siempre el vecino tendrá suficiente para que la mera visita al balcón colme los corazones ansiosos de pólvora.
- El helado cerca del ventilador no es una buena idea. Si bien ambos son necesarios debe realizarse una opción. Se recomienda considerar este momento de optar como símbolo de las opciones a considerar en el año advenidero.
- Las damas se encontrarán estrenando ropa interior rosada, no será requerida una prueba fehaciente del cumplimiento de dicha norma ya que se confía en la buena voluntad de las festejantes.
- El corcho de la sidra debe golpear el techo y luego alguna cabeza (evitando siempre los ojos, como con tanta otra cosa), luego de lo cual se dirá "alegría, alegría, te casás". El implicado deberá al menos simular alegría.
- Reglas básicas para llamados telefónicos de Felicitaciones:Uilizar oraciones unimembre del estilo: Felicidades, Feliz Año, Los mejores deseos, etc.
- No profundizar en ninguna conversación, recuérdese que las líneas estarán ocupadas y más de uno querrá hablar con esa persona con la que ud. se encuentra hablando.
- Por sobre todo recuérdese que a dichas personas las vio ayer y las verá mañana.
- Si la conversación amenaza con profundizar aléguese un "hay mucho ruido acá, no te puedo escuchar nada".
- Reitere alguna oración unimembre de las anteriores y cuelgue o pase el teléfono a algún otro desdichado familiar.
- Si puede seguir al pie de la letra estas simples pautas y terminar la jornada de buen humor y con ánimos de seguir viviendo, seguramente se halle preparado para un año más. ¡Felicidades! Que tenga un próspero año.
Thursday, December 13, 2007
Y Sueiro apagó la luz, en serio.
Cosas locas:
Sueiro era, como se esperaba fanático bizarro de ZAP (para los desmemoriados es el programa que condujo Polino en plena debacle económica, allí tuvieron su apogeo Guido Süller, su novia Paulina, el Larva, Nuestro nunca bien ponderado Lafauci, y Jacobo también, evidentemente).
"Cada vez que publicaba un libro me lo dedicaba pidiéndome que vuelva ZAP a la televisión, era, además de lo que se sabe de él por todo lo espiritual, un acuariano con todo el fuerte sentido del humor" dijo Polino.
A él, señor de trayectoria y seriedad abigarrada, le costó decidirse para hacer el comercial que tanto nos deleitó a sus seguidores empedernidos.
"Es más, él exigió llevar su propia bata y su taza. La que tiene en el comercial es suya" dijo Daniel Gómez Rinaldi.
PUDO VOLCAR SUS EXPERIENCIAS CON LA MUERTE EN SU ESCRITURA.
Sentenciaba el VideoGraf.
"Esto también es parte de la vida" concluyó Sueiro, desde la lejanía, desde ese horizonte en donde alguna vez, en mi tierna infancia, escuché horrorizada, y no es para menos, que Olmedo y Minguito Tinguitela se abrazaban al final de un Arcoiris. Ahora, si Sueiro concluye su tarea y apaga la luz, pindonga arcoiris. Y bueno, se abrazarán a oscuras.
Sueiro era, como se esperaba fanático bizarro de ZAP (para los desmemoriados es el programa que condujo Polino en plena debacle económica, allí tuvieron su apogeo Guido Süller, su novia Paulina, el Larva, Nuestro nunca bien ponderado Lafauci, y Jacobo también, evidentemente).
"Cada vez que publicaba un libro me lo dedicaba pidiéndome que vuelva ZAP a la televisión, era, además de lo que se sabe de él por todo lo espiritual, un acuariano con todo el fuerte sentido del humor" dijo Polino.
A él, señor de trayectoria y seriedad abigarrada, le costó decidirse para hacer el comercial que tanto nos deleitó a sus seguidores empedernidos.
"Es más, él exigió llevar su propia bata y su taza. La que tiene en el comercial es suya" dijo Daniel Gómez Rinaldi.
PUDO VOLCAR SUS EXPERIENCIAS CON LA MUERTE EN SU ESCRITURA.
Sentenciaba el VideoGraf.
"Esto también es parte de la vida" concluyó Sueiro, desde la lejanía, desde ese horizonte en donde alguna vez, en mi tierna infancia, escuché horrorizada, y no es para menos, que Olmedo y Minguito Tinguitela se abrazaban al final de un Arcoiris. Ahora, si Sueiro concluye su tarea y apaga la luz, pindonga arcoiris. Y bueno, se abrazarán a oscuras.
Monday, December 10, 2007
Ella estuvo todo el día dando vueltas. Fastidiosa, fastidada.
La tele, la radio, el ruido, el ruido.
El mundo que se filtra por todos sus poros y ella fastidiada, fastidiosa quiere irse, quiere no estar, quiere no hacer y no hace.
No quiere escuchar, no puede dejar de oír.
No quiere ver, no puede cerrar sus ojos.
Busca, repasa, se golpea con cada contorno, se llena de moretones en esa búsqueda.
Toma lápiz y papel, escribe, palabras sueltas, las ata una con otra, y no dicen nada.
(Onomatopeya de hartazgo) UFFFF FSHHHH BRRRRRAAJJJJJ. (O algo así)
La tele, la radio, el ruido, el ruido.
El mundo que se filtra por todos sus poros y ella fastidiada, fastidiosa quiere irse, quiere no estar, quiere no hacer y no hace.
No quiere escuchar, no puede dejar de oír.
No quiere ver, no puede cerrar sus ojos.
Busca, repasa, se golpea con cada contorno, se llena de moretones en esa búsqueda.
Toma lápiz y papel, escribe, palabras sueltas, las ata una con otra, y no dicen nada.
(Onomatopeya de hartazgo) UFFFF FSHHHH BRRRRRAAJJJJJ. (O algo así)
Friday, December 07, 2007
Strawberry fields
M: ¿Viste, che? A pesar del calor acá hay algo que no concuerda que no cierra.
T: Sé de qué hablás, pero te juro que no quiero hablar de esto.
M: Bah, vos siempre así, melodrámático/a, esdrújulo/a, racional/al. No hables si no querés, pero yo sí quiero, y voy a hablar.
T: Entonces me obligás a escuchar. Cuando emisor, receptor existe. Bien, seré receptor, pero sólo estoy dispuesto/a a cumplir con la función fática (nótese lo esdrújula que es esta palabra). Quizá intervendré con algún enunciado metalingüïstico, por placer semántico nomás. No esperes más de mí.
M: Bueno, ¿por dónde empezar? Es acá, esta sensación, acá, viste. Es raro, como si faltara algo, como si me hubiera olvidado de... no sé de qué, porque si supiera lo que me olvidé me acordaría ¿no?
T: Claro.
M: Y hace calor, tanto, pero no puedo respirar noviembre y los tilos por esta falta de no sé bien qué.
T: Disculpá la interrupción, ya es diciembre.
M: Sí, sí, encima eso, encima eso. Había jazmines y tilos. Con todo se puede hacer un té. Pero hace calor, y a mí el té helado no me gusta. Quisiera desear que me regalen ramos de tilos bien perfumados. Sólo para no seguir esperando sin sentido esos jazmines que están cada vez más caros.
T: Cierto.
M: No me des la razón como a los locos.
T: Función Fática.
M: Vos y tu esdrujulízación, dios, bueno. Basta, me paso al poema y te dejo así, con tus funciones.
T: Como quieras.
M: Cuando mire para atrás
Como miro siempre
ahí, ahí
y casi que tengo ganas de llorar
te juro
y hacía tanto que no
porque no hizo falta.
No quiero irme
(te prometo que no voy a cantar piedra y camino)
Uff
Uffff
Uffffff
Si tan solo, si tan solo, si tan solo
¿Ves, yo sabía lo que hacía?
Hay que conservar el gris
la chatura
hay que mantenerse en las profundidades
hundirse en la mixtura
en el barro constante
en el hedor fétido
y redundante
hay que evitar la rima
y la sonoridad
la métrica
y sobre todo
el amor, el amor, el amor
T: Creo tan poco en el amor.
M: Shhh, silencio.
Acá se quiere silencio
una copa de agua fría, no helada, solo fría
una palmada en el hombro
para liberar el hipo
seguido de lágrimas
y más hipo.
Cuando te mire
y te quiera abrazar
y seas quien seas
y te ame porque sí
y no pueda abrazarte
también porque sí
y me quede con nudos
por todo mi cuerpo
pero más que nada adentro
esos nudos peores
que se vuelven negrura, gangrena, innombrables obsenidades,
Cuando te mire
como te miro
y te mire tan fuerte
y acompasadamente
que sientas mis ojos
rodando tu piel
y me mires de golpe
como un cachetazo
y me digas cualquier cosa, cualquier cosa
y deje de mirarte
por tormenta ocular oculta
no te ofendas si no hablo
es esta falta, este olvido, esta carencia acá
que no comprendo.
Ojalá comprenda
entienda qué perdí
y lo descubra recuperable.
T: ¿Recuperable? ¿Recuperable?
M: Sí, yo también me quedé en esa palabra.
T: Sé de qué hablás, pero te juro que no quiero hablar de esto.
M: Bah, vos siempre así, melodrámático/a, esdrújulo/a, racional/al. No hables si no querés, pero yo sí quiero, y voy a hablar.
T: Entonces me obligás a escuchar. Cuando emisor, receptor existe. Bien, seré receptor, pero sólo estoy dispuesto/a a cumplir con la función fática (nótese lo esdrújula que es esta palabra). Quizá intervendré con algún enunciado metalingüïstico, por placer semántico nomás. No esperes más de mí.
M: Bueno, ¿por dónde empezar? Es acá, esta sensación, acá, viste. Es raro, como si faltara algo, como si me hubiera olvidado de... no sé de qué, porque si supiera lo que me olvidé me acordaría ¿no?
T: Claro.
M: Y hace calor, tanto, pero no puedo respirar noviembre y los tilos por esta falta de no sé bien qué.
T: Disculpá la interrupción, ya es diciembre.
M: Sí, sí, encima eso, encima eso. Había jazmines y tilos. Con todo se puede hacer un té. Pero hace calor, y a mí el té helado no me gusta. Quisiera desear que me regalen ramos de tilos bien perfumados. Sólo para no seguir esperando sin sentido esos jazmines que están cada vez más caros.
T: Cierto.
M: No me des la razón como a los locos.
T: Función Fática.
M: Vos y tu esdrujulízación, dios, bueno. Basta, me paso al poema y te dejo así, con tus funciones.
T: Como quieras.
M: Cuando mire para atrás
Como miro siempre
ahí, ahí
y casi que tengo ganas de llorar
te juro
y hacía tanto que no
porque no hizo falta.
No quiero irme
(te prometo que no voy a cantar piedra y camino)
Uff
Uffff
Uffffff
Si tan solo, si tan solo, si tan solo
¿Ves, yo sabía lo que hacía?
Hay que conservar el gris
la chatura
hay que mantenerse en las profundidades
hundirse en la mixtura
en el barro constante
en el hedor fétido
y redundante
hay que evitar la rima
y la sonoridad
la métrica
y sobre todo
el amor, el amor, el amor
T: Creo tan poco en el amor.
M: Shhh, silencio.
Acá se quiere silencio
una copa de agua fría, no helada, solo fría
una palmada en el hombro
para liberar el hipo
seguido de lágrimas
y más hipo.
Cuando te mire
y te quiera abrazar
y seas quien seas
y te ame porque sí
y no pueda abrazarte
también porque sí
y me quede con nudos
por todo mi cuerpo
pero más que nada adentro
esos nudos peores
que se vuelven negrura, gangrena, innombrables obsenidades,
Cuando te mire
como te miro
y te mire tan fuerte
y acompasadamente
que sientas mis ojos
rodando tu piel
y me mires de golpe
como un cachetazo
y me digas cualquier cosa, cualquier cosa
y deje de mirarte
por tormenta ocular oculta
no te ofendas si no hablo
es esta falta, este olvido, esta carencia acá
que no comprendo.
Ojalá comprenda
entienda qué perdí
y lo descubra recuperable.
T: ¿Recuperable? ¿Recuperable?
M: Sí, yo también me quedé en esa palabra.
Wednesday, December 05, 2007
La Barca de Calderón.
La imagen, si bien onírica, fue bien nítida. Se sentía en todo el cuerpo, en todo el cuerpo.
Me obligué a despertar para pensar en lo que estaba soñando, soy así de estúpida la mayoría de las veces. Por ese esfuerzo, por esa imposición de realidad, me quedé anclada en ese espacio intermedio, en ese estado hipnótico, hipotético, en ese paréntesis.
"¿Quién es?" Pensaba, leía de modo obsesivo en mi mente.
Reconocerte, pensarte con mil nombres, intentar decodificar la sensación, las sensaciones en todo el cuerpo, en todo el cuerpo.
Podías ser tantos, todos, pero no, algunos cayeron al costado en la revisión ortográfica. Algunos quedaron dudosos, flotando. Otros fueron admitidos en la imagen, pero no era exacto, no precisamente.
Elementos aislados que no pretendo historizar, aún me encuentro engualichada:
Un poncho- un pañuelo de zamba- un baile. No, no quiero ordenar los elementos y lo estoy haciendo. Vuelvo a empezar.
Un abrazo, fuerte, de hombre. Calor, tibieza. Un poncho. Una zamba. Quiero bailar, quiero bailar. Bailo. Mi cabeza se inclina. No caigo. La piel, la piel. El pañuelo.
¿Quién sos? ¿Quién sos?
Me obligo a despertar, idiota, para reconocerte, para hallarte, para encontrarte de este lado del espejo. Y como no te encuentro me angustio, por la plenitud perdida del sueño, por la certeza de que nunca hallaré de este lado esa sensación en la piel, y más adentro.
Duermo de nuevo, siglos más tarde, luego de recorrer toda la ciudad con los sentidos alterados por este vaho en mis pestañas, en mis muñecas, en mis tobillos y sobre todo, acá, en el estómago.
Duermo de nuevo, siglos más tarde, porque la cornisa por la que deambulé sólo tiene un borde, un lugar donde caer, y ahí caigo.
La imagen nítida de nuevo, es otra imagen. Hay piso, hay polvo, hay algo frío en mi espalda, entre mi espalda y el piso. Vos. Te veo, te siento. Sé quién sos y me río, mucho. Porque sé que no sos vos, que llevás esa máscara para que no me asuste, para que no tema perderte cuando despierte. Igual hoy no voy a intentar despertar, estoy demasiado cansada, me quedé más de lo debido entre paréntesis. Allá, aún detrás del vidrio que daba a la cornisa de la cual me arrojé para nadar en este aire-manta, todo tiene puntas, ángulos. Acá, en este aire-manta, en este río-papel, en esta siesta eterna todo son curvas, y pliegues, y pliegues. Yo misma sólo percibo mis pliegues, de piel, siempre de piel. Y vos en mis pliegues, y vos en mi piel.
No sos vos, no sos el que estoy viendo. Intuir eso, porque en este aire-manta nada se sabe y todo se intuye, no me impide saborearte.
Me obligué a despertar para pensar en lo que estaba soñando, soy así de estúpida la mayoría de las veces. Por ese esfuerzo, por esa imposición de realidad, me quedé anclada en ese espacio intermedio, en ese estado hipnótico, hipotético, en ese paréntesis.
"¿Quién es?" Pensaba, leía de modo obsesivo en mi mente.
Reconocerte, pensarte con mil nombres, intentar decodificar la sensación, las sensaciones en todo el cuerpo, en todo el cuerpo.
Podías ser tantos, todos, pero no, algunos cayeron al costado en la revisión ortográfica. Algunos quedaron dudosos, flotando. Otros fueron admitidos en la imagen, pero no era exacto, no precisamente.
Elementos aislados que no pretendo historizar, aún me encuentro engualichada:
Un poncho- un pañuelo de zamba- un baile. No, no quiero ordenar los elementos y lo estoy haciendo. Vuelvo a empezar.
Un abrazo, fuerte, de hombre. Calor, tibieza. Un poncho. Una zamba. Quiero bailar, quiero bailar. Bailo. Mi cabeza se inclina. No caigo. La piel, la piel. El pañuelo.
¿Quién sos? ¿Quién sos?
Me obligo a despertar, idiota, para reconocerte, para hallarte, para encontrarte de este lado del espejo. Y como no te encuentro me angustio, por la plenitud perdida del sueño, por la certeza de que nunca hallaré de este lado esa sensación en la piel, y más adentro.
Duermo de nuevo, siglos más tarde, luego de recorrer toda la ciudad con los sentidos alterados por este vaho en mis pestañas, en mis muñecas, en mis tobillos y sobre todo, acá, en el estómago.
Duermo de nuevo, siglos más tarde, porque la cornisa por la que deambulé sólo tiene un borde, un lugar donde caer, y ahí caigo.
La imagen nítida de nuevo, es otra imagen. Hay piso, hay polvo, hay algo frío en mi espalda, entre mi espalda y el piso. Vos. Te veo, te siento. Sé quién sos y me río, mucho. Porque sé que no sos vos, que llevás esa máscara para que no me asuste, para que no tema perderte cuando despierte. Igual hoy no voy a intentar despertar, estoy demasiado cansada, me quedé más de lo debido entre paréntesis. Allá, aún detrás del vidrio que daba a la cornisa de la cual me arrojé para nadar en este aire-manta, todo tiene puntas, ángulos. Acá, en este aire-manta, en este río-papel, en esta siesta eterna todo son curvas, y pliegues, y pliegues. Yo misma sólo percibo mis pliegues, de piel, siempre de piel. Y vos en mis pliegues, y vos en mi piel.
No sos vos, no sos el que estoy viendo. Intuir eso, porque en este aire-manta nada se sabe y todo se intuye, no me impide saborearte.
Monday, November 26, 2007
De tanta luna llena parecía que estaba a punto de amanecer. Toda la noche estuvo a punto de amanecer.
Hacía frío, un frío inentendible para este noviembre.
Sonia se sentó en un rincón, se abrazó a su abrigo azul. Y esperó... que amaneciera, cuando faltaba tanto aún.
Ahí la música, la gente. Más allá una única nube, pequeña, flotante. Se colgó de la nube, no había necesidad de moverse para ello.
Viajó un rato, mirando todo como desde lejos, desde arriba. No hay densidad, no hay peso.
Sonia bajó con la nube y bailó, desde su rincón.
Toda su piel bajo su abrigo azul crispada de carencia, antigua, tan antigua.
Bruno la miraba, siempre, como desde otra nube, como desde ese otro lugar en donde seguramente ya habría amanecido.
Pero acá no, estaba a punto, pero aún no.
Hacía frío, un frío inentendible para este noviembre.
Sonia se sentó en un rincón, se abrazó a su abrigo azul. Y esperó... que amaneciera, cuando faltaba tanto aún.
Ahí la música, la gente. Más allá una única nube, pequeña, flotante. Se colgó de la nube, no había necesidad de moverse para ello.
Viajó un rato, mirando todo como desde lejos, desde arriba. No hay densidad, no hay peso.
Sonia bajó con la nube y bailó, desde su rincón.
Toda su piel bajo su abrigo azul crispada de carencia, antigua, tan antigua.
Bruno la miraba, siempre, como desde otra nube, como desde ese otro lugar en donde seguramente ya habría amanecido.
Pero acá no, estaba a punto, pero aún no.
Tuesday, November 20, 2007
Johnny y Dalí
"El litro ha de estar dividido por dentro", sugirió Johnny.
Su maestra le dio el espacio para explayarse.
"Y sí, digo yo, el litro, debe tener sesenta... algo. Pero sesenta"
Johnny habló del tiempo, no podía explicar el salto inductivo que lo llevó desde el reloj a las medidas de capacidad pero allí estaba, casi flotando.
Tic, tac, tic, tac.
Su maestra nunca entendería.
Él quiso decir, pero sólo dejó fluir ese tiempo, que él, quizá sólo él, sabía líquido.
"Dalí, Dalí, Dalí", pensó su erudita y hippie maestra. Pero ella también se hundió en el silencio líquido, de horas que goteaban, porque cómo explicar, cómo decir que sí, que Johnny tenía razón, que había descubierto el secreto.
Pero no era correcto, razón se tiene del lado cúbico de la racionalidad. Entonces Johnny no tenía razón.
Tampoco es posible decir que era incorrecto, porque la corrección es cosa gris y rugosa de la convención, y Dalí, Dalí, Dalí.
Tic, Tac. Las agujas seguían girando y la represa se abría de a poco con cada movimiento de esas agujas.
El litro tiene 60 algo. Las horas tienen algo irremediablemente húmedo. Sobre todo estas horas, que no se secan nunca.
A Dios gracias sonó el timbre, en la hora señalada. El almuerzo, con tomates, haría que todo se borre, como quien echa agua en un cuadro.
Su maestra le dio el espacio para explayarse.
"Y sí, digo yo, el litro, debe tener sesenta... algo. Pero sesenta"
Johnny habló del tiempo, no podía explicar el salto inductivo que lo llevó desde el reloj a las medidas de capacidad pero allí estaba, casi flotando.
Tic, tac, tic, tac.
Su maestra nunca entendería.
Él quiso decir, pero sólo dejó fluir ese tiempo, que él, quizá sólo él, sabía líquido.
"Dalí, Dalí, Dalí", pensó su erudita y hippie maestra. Pero ella también se hundió en el silencio líquido, de horas que goteaban, porque cómo explicar, cómo decir que sí, que Johnny tenía razón, que había descubierto el secreto.
Pero no era correcto, razón se tiene del lado cúbico de la racionalidad. Entonces Johnny no tenía razón.
Tampoco es posible decir que era incorrecto, porque la corrección es cosa gris y rugosa de la convención, y Dalí, Dalí, Dalí.
Tic, Tac. Las agujas seguían girando y la represa se abría de a poco con cada movimiento de esas agujas.
El litro tiene 60 algo. Las horas tienen algo irremediablemente húmedo. Sobre todo estas horas, que no se secan nunca.
A Dios gracias sonó el timbre, en la hora señalada. El almuerzo, con tomates, haría que todo se borre, como quien echa agua en un cuadro.
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