Costumbre de consumir doce pasas (preferentemente de uva) exactamente a las doce. Cuando suenen las campanadas. Y si faltan campanadas preparar previamente a un tío o sobrino con aptitudes musicales para que imite el sonido faltante.
Si bien se sabe de ciertas tribus que conservan la misma consumbre con nueces, la operación resulta más complicada. En esa tribu también se sostenía que debía pedirse un deseo por cada nuez y saltar con un solo pie mientras tanto.
No levantar el mantel hasta el día siguiente, y de ser posible no levantarlo tampoco ese día. Será mejor tirar el mantel y todo lo que haya quedado encima.
Brindar de pie, y nunca con agua. Si el padrino alcohólico en recuperación se niega, oblígueselo cuando menos a levantar la copa. Es necesario mirar a los ojos cuando se brinda, aún cuando se trate de una reunión numerosa. Si bien el rito puede demorar un buen rato, no debe descuidarse la ingesta de pasas de uva. Se recomienda que se realicen ambas operaciones al mismo tiempo, o bien coordinar la reunión en dos grupos previamente organizados que se dividan las importantes tareas.
No será necesario comprar pirotecnia, siempre el vecino tendrá suficiente para que la mera visita al balcón colme los corazones ansiosos de pólvora.
El helado cerca del ventilador no es una buena idea. Si bien ambos son necesarios debe realizarse una opción. Se recomienda considerar este momento de optar como símbolo de las opciones a considerar en el año advenidero.
Las damas se encontrarán estrenando ropa interior rosada, no será requerida una prueba fehaciente del cumplimiento de dicha norma ya que se confía en la buena voluntad de las festejantes.
El corcho de la sidra debe golpear el techo y luego alguna cabeza (evitando siempre los ojos, como con tanta otra cosa), luego de lo cual se dirá "alegría, alegría, te casás". El implicado deberá al menos simular alegría.
Reglas básicas para llamados telefónicos de Felicitaciones:
Uilizar oraciones unimembre del estilo: Felicidades, Feliz Año, Los mejores deseos, etc.
No profundizar en ninguna conversación, recuérdese que las líneas estarán ocupadas y más de uno querrá hablar con esa persona con la que ud. se encuentra hablando. Por sobre todo recuérdese que a dichas personas las vio ayer y las verá mañana.
Si la conversación amenaza con profundizar aléguese un "hay mucho ruido acá, no te puedo escuchar nada". Reitere alguna oración unimembre de las anteriores y cuelgue o pase el teléfono a algún otro desdichado familiar.
Si puede seguir al pie de la letra estas simples pautas y terminar la jornada de buen humor y con ánimos de seguir viviendo, seguramente se halle preparado para un año más. ¡Felicidades! Que tenga un próspero año.
pAPÁ NOEL
Sunday, December 31, 2006
Saturday, December 30, 2006
Sonia y sus condiciones
Cambiarán las condiciones de mercado, pero Sonia se perpetúa en sus actividades rutinarias.
Esperar se convirtió en su estilo de vida. Una vida placentera, pensará Miguelito, pero bien sabe Sonia que no se trata de eso.
Bruno la mira, cómo la mira Bruno.
Bruno piensa que tal vez, cuando pase el tiempo, cuando, como dijo ella, se caiga de la mesa, rebalse la bañera y no espere el colectivo...
Sonia sabe mejor que Bruno que esto de esperar ya es puro disfraz. Que la que se fue hace un rato fue ella misma, que no volverá. Y esperar, esperarse, es algo así como negar la ausencia de sí misma, la ocupación del espacio propio por esa otra presencia ajena, desconocida, que repetirá gestos, que esbozará sonrisas, pero que no es, no es.
Sonia prende el televisor, para matar el tiempo. Pone un canal vacío, como ella, para matarlo con violencia. La imagen amarilla obstruye sus ojos, esos ojos cansados que desearía sacarse, dejarlos en la mesa de luz. Si tan solo los ojos fueran como la dentadura. Si tan solo supiera que en un par de años tendrá ojos postizos, que se sacan y se ponen, si pudiera asegurarlo. Eso esperaría.
Esperar se convirtió en su estilo de vida. Una vida placentera, pensará Miguelito, pero bien sabe Sonia que no se trata de eso.
Bruno la mira, cómo la mira Bruno.
Bruno piensa que tal vez, cuando pase el tiempo, cuando, como dijo ella, se caiga de la mesa, rebalse la bañera y no espere el colectivo...
Sonia sabe mejor que Bruno que esto de esperar ya es puro disfraz. Que la que se fue hace un rato fue ella misma, que no volverá. Y esperar, esperarse, es algo así como negar la ausencia de sí misma, la ocupación del espacio propio por esa otra presencia ajena, desconocida, que repetirá gestos, que esbozará sonrisas, pero que no es, no es.
Sonia prende el televisor, para matar el tiempo. Pone un canal vacío, como ella, para matarlo con violencia. La imagen amarilla obstruye sus ojos, esos ojos cansados que desearía sacarse, dejarlos en la mesa de luz. Si tan solo los ojos fueran como la dentadura. Si tan solo supiera que en un par de años tendrá ojos postizos, que se sacan y se ponen, si pudiera asegurarlo. Eso esperaría.
Thursday, December 28, 2006
Tuesday, December 26, 2006
Proclamación (sobre el agua)
El pasado se abalanza sobre uno,
te cubre con su sombra.
Es el antes sobre tus hombros
-------------------------------- ese halo de misterio.
Por eso cuando despiertes
y tus ojos continúen así de húmedos
hazle saber a nadie
que estás presente.
Será la mala hora
la hora de la siesta
las deshoras sin tiempo
------------------------------ esa mano que te aprieta el cuello.
Por eso cuando despiertes
y tus manos conitúen así de tiesas
hazle saber a nadie
que estás ausente.
Hoy,
ese espacio inasible
ese cinturón de espinas
------------------------------ tanto dolor es un instante.
Por eso cuando despiertes
y tu cuerpo frío,
y tu boca muda,
y las palabras de otros flotando, flotando...
será mejor volver al sueño.
te cubre con su sombra.
Es el antes sobre tus hombros
-------------------------------- ese halo de misterio.
Por eso cuando despiertes
y tus ojos continúen así de húmedos
hazle saber a nadie
que estás presente.
Será la mala hora
la hora de la siesta
las deshoras sin tiempo
------------------------------ esa mano que te aprieta el cuello.
Por eso cuando despiertes
y tus manos conitúen así de tiesas
hazle saber a nadie
que estás ausente.
Hoy,
ese espacio inasible
ese cinturón de espinas
------------------------------ tanto dolor es un instante.
Por eso cuando despiertes
y tu cuerpo frío,
y tu boca muda,
y las palabras de otros flotando, flotando...
será mejor volver al sueño.
Sunday, December 24, 2006
La sangre del cáliz
Bebe una o dos copas de vino tinto. Las sorbe lentamente ritualizando el triste acto. El espíritu de somelier la lleva a mirarlo, hacer girar la copa. Bebe una tercera copa.
El agua del frío en su cuerpo, ¿dónde están las manos que deben quitarla?. Abrigarse con frazadas en diciembre no tiene sentido.
Bebe una cuarta copa y comienza a comprender. Aceptar lo de siempre. Será bueno poner algo de música, sufrir en silencio y ocultar el llanto. ¿Dónde están los pañuelos ahora?
Detener el tiempo y saberse así. Quizá hubiera sido mejor seguir corriendo. No pensar, no pensar, no pensar, quinta copa.
La sexta copa la beberá despacio, disfrutando el absurdo de la nueva ilusión. Tal vez sea esta la copa que la desmaye. Mira la copa e intuye que luego, que la botella vacía, que la cama desecha y con sombras, que la noche, la noche por sobre todo, por sobre ella.
Se servirá de todos modos una séptima copa, por el número bíblico, porque todo es un juego. Si hay que seguir las reglas para salir del laberinto ella se resignará a seguirlas.
La copa, esa séptima copa quedará allí, por lo menos hasta mañana, hasta que levante la mesa y sacuda las migas en el patio. Hasta que enjuague los platos y decida hacer de cuenta, como hasta ahora.
El agua del frío en su cuerpo, ¿dónde están las manos que deben quitarla?. Abrigarse con frazadas en diciembre no tiene sentido.
Bebe una cuarta copa y comienza a comprender. Aceptar lo de siempre. Será bueno poner algo de música, sufrir en silencio y ocultar el llanto. ¿Dónde están los pañuelos ahora?
Detener el tiempo y saberse así. Quizá hubiera sido mejor seguir corriendo. No pensar, no pensar, no pensar, quinta copa.
La sexta copa la beberá despacio, disfrutando el absurdo de la nueva ilusión. Tal vez sea esta la copa que la desmaye. Mira la copa e intuye que luego, que la botella vacía, que la cama desecha y con sombras, que la noche, la noche por sobre todo, por sobre ella.
Se servirá de todos modos una séptima copa, por el número bíblico, porque todo es un juego. Si hay que seguir las reglas para salir del laberinto ella se resignará a seguirlas.
La copa, esa séptima copa quedará allí, por lo menos hasta mañana, hasta que levante la mesa y sacuda las migas en el patio. Hasta que enjuague los platos y decida hacer de cuenta, como hasta ahora.
Sunday, December 17, 2006
Sonia y las alertas meteorológicas
Es un temporal, pensó Sonia esa noche. Y ella que disfruta de quedarse en esas frases ambiguas, ¿cómo si algo no lo fuera?, jugó con lo temporal.
Es como una caja de curitas, o un paty. El temporal que sirve de metáfora para mucha lluvia, viento, árboles voladores, quizá granizo pero que pasarán, pasarán y el charco quedará, se mantuvo aún con las nubes tardías de la mañana siguiente.
Sonia se quedó un rato en esa esquina. Después del primer chapuzón ya no hay más frío. En esto también pensó un rato, mientras se mojaba esperando al semáforo que no cambiaba y estaba bien, por alguna extraña razón estaba bien.
El temporal pasaría, y la lluvia de su piel con una ducha caliente se iría por las cañerías. Pero ahora esa lluvia, ese frío, ese choque de temperaturas entre su cuerpo y el agua. ¡Cuánto había necesitado esto!
Despertarse de golpe, sentirse viva. Y sufrir un poco, claro esta, ¿acaso no es eso estar viva?. Pensar, hilar los conceptos uno detras del otro, entender en el abanico de posibilidades que las elegidas, que las opciones si bien no fueron las correctas fueron las tomadas. ¿acaso hay alguna correcta?.
Sonia dibujó un mapa conceptual, unió con flechas, arriesgó nuevas hipótesis. El frío y la esquina y ese semáforo en verde.
Quedarse ahí y echar raíces. Y que nadie te vea Sonia. Sentirte así de viva y pensar, sin pensar del todo. Quizá porque en ese momento Sonia no pensaba en después, en la ducha, en la cama, en la posible pulmonía. Sí es cierto, sin querer pensaba un poco en ayer. Más bien lo presentía debajo de esa piel que con la temperatura se hacía más sensible no por las ganas de llorar que realmente ahora se le habían perdido por un rato sino por la transparencia.
La lluvia limpia Sonia, y podés correr descalza que no habrá vidrios. Y si los hay la sangre purifica y caminarás en lo sagrado y el dolor, el dolor Sonia te avisa, te grita tu existencia.
De pronto a Sonia en ese mapa conceptual se le ocurrió que todo esto sería un ritual de sanación, la última y ojalá que la última etapa del pasaje a otro estadio. Una última muerte para vivir del todo. Si acaso ella supiera cómo se hace esto fuera de la humedad.
Si lo pasado es precondición necesaria y suficiente para el presente e incentivo para el futuro, todo se resume en esa esquina, en ese semáforo en verde, en ese colectivo que se va y aunque quisieras dejarlo ir y seguir mojándote, algo de lucidez te dice que corras que no podés seguir ahí para siempre.
Y Sonia corrió, sin esforzarse demasiado. Después de todo esa esquina, esa lluvia, ese semáforo, ese colectivo urgente incluso, todo temporal. ¿Acaso algo no lo es?
Sonia se lavaría con agua la lluvia de su cuerpo, dormiría por momentos un sueño intranqulo de escaleras añejas y llenas de ruido. Sentiría en su estómago una extraña urgencia de algo que ahora, sin lluvia, sin esa lucidez temporal, no podría nombrar.
Es como una caja de curitas, o un paty. El temporal que sirve de metáfora para mucha lluvia, viento, árboles voladores, quizá granizo pero que pasarán, pasarán y el charco quedará, se mantuvo aún con las nubes tardías de la mañana siguiente.
Sonia se quedó un rato en esa esquina. Después del primer chapuzón ya no hay más frío. En esto también pensó un rato, mientras se mojaba esperando al semáforo que no cambiaba y estaba bien, por alguna extraña razón estaba bien.
El temporal pasaría, y la lluvia de su piel con una ducha caliente se iría por las cañerías. Pero ahora esa lluvia, ese frío, ese choque de temperaturas entre su cuerpo y el agua. ¡Cuánto había necesitado esto!
Despertarse de golpe, sentirse viva. Y sufrir un poco, claro esta, ¿acaso no es eso estar viva?. Pensar, hilar los conceptos uno detras del otro, entender en el abanico de posibilidades que las elegidas, que las opciones si bien no fueron las correctas fueron las tomadas. ¿acaso hay alguna correcta?.
Sonia dibujó un mapa conceptual, unió con flechas, arriesgó nuevas hipótesis. El frío y la esquina y ese semáforo en verde.
Quedarse ahí y echar raíces. Y que nadie te vea Sonia. Sentirte así de viva y pensar, sin pensar del todo. Quizá porque en ese momento Sonia no pensaba en después, en la ducha, en la cama, en la posible pulmonía. Sí es cierto, sin querer pensaba un poco en ayer. Más bien lo presentía debajo de esa piel que con la temperatura se hacía más sensible no por las ganas de llorar que realmente ahora se le habían perdido por un rato sino por la transparencia.
La lluvia limpia Sonia, y podés correr descalza que no habrá vidrios. Y si los hay la sangre purifica y caminarás en lo sagrado y el dolor, el dolor Sonia te avisa, te grita tu existencia.
De pronto a Sonia en ese mapa conceptual se le ocurrió que todo esto sería un ritual de sanación, la última y ojalá que la última etapa del pasaje a otro estadio. Una última muerte para vivir del todo. Si acaso ella supiera cómo se hace esto fuera de la humedad.
Si lo pasado es precondición necesaria y suficiente para el presente e incentivo para el futuro, todo se resume en esa esquina, en ese semáforo en verde, en ese colectivo que se va y aunque quisieras dejarlo ir y seguir mojándote, algo de lucidez te dice que corras que no podés seguir ahí para siempre.
Y Sonia corrió, sin esforzarse demasiado. Después de todo esa esquina, esa lluvia, ese semáforo, ese colectivo urgente incluso, todo temporal. ¿Acaso algo no lo es?
Sonia se lavaría con agua la lluvia de su cuerpo, dormiría por momentos un sueño intranqulo de escaleras añejas y llenas de ruido. Sentiría en su estómago una extraña urgencia de algo que ahora, sin lluvia, sin esa lucidez temporal, no podría nombrar.
Saturday, December 09, 2006
Abandono express
Se va se va la barca, se va se va el vapor y el lunes por la mañana se va se va mi amor.
Pasos en un pasillo con baldosas en forma de rombos negros y blancos. Una oscuridad de siesta y calor húmedo.
Una muerte quizá, quizá la locura.
Golpes en la puerta, alguna palabra violenta.
Una foto en algún lado, una carta rota y pegada con cinta escocesa.
Recuerdos desordenados, algunos perdidos.
La posibilidad, la espera, el verano húmedo y caluroso, muchas siestas.
Atarse los cordones, tener un poco de asma, comprarse un corpiño que combine con la bombacha que se lleva puesta.
La casa en venta, la casa vendida. La plata en el banco o en ningún sitio.
Las inseguridades, los miedos, las siestas húmedas ya sin posibilidades ni certezas.
Las manos que transpiran no pueden abrazar.
Pasos en un pasillo con baldosas en forma de rombos negros y blancos. Una oscuridad de siesta y calor húmedo.
Una muerte quizá, quizá la locura.
Golpes en la puerta, alguna palabra violenta.
Una foto en algún lado, una carta rota y pegada con cinta escocesa.
Recuerdos desordenados, algunos perdidos.
La posibilidad, la espera, el verano húmedo y caluroso, muchas siestas.
Atarse los cordones, tener un poco de asma, comprarse un corpiño que combine con la bombacha que se lleva puesta.
La casa en venta, la casa vendida. La plata en el banco o en ningún sitio.
Las inseguridades, los miedos, las siestas húmedas ya sin posibilidades ni certezas.
Las manos que transpiran no pueden abrazar.
Tuesday, December 05, 2006
Lecciones Folk II
Fin de año es una fecha apta para hacer balances, para revisar los talentos con los que uno se encuentra para cultivarlos como corresponde el año entrante.
Johnny tímido entró en el salón de actos atiborrado de padres y docentes agitadas. Se sentó entre la multitud del público donde le indicaron. Como le indicaron guardó las figuritas y cerró la boca.
Cuando Johnny vio aparecer a la Profesora dueña del micrófono supo que algo traía entre sus manos, lo intuyó desde las tripas, desde el recuerdo embrionario de algo que ocurrió y que no se debe nombrar.
Qué se levante el telón, que suenen las campanas, que el show comienza aquí para alegría de todos.
Estar en medio del público de algún modo a Johnny le resultaba relajante, aplaudir si se quiere, bostezar a escondidas, descansar, sobre todo eso. Pero esa sensación en las tripas, esa intuición, esa señora con micrófono... algo habría de ocurrir.
Los números se sucedieron unos a otro sin la menor alteración del ritmo programado. No fue hasta el final que el mundo se desdibujó entre el absurdo y la angustia.
Poco a poco los ventiladores resultaron insuficientes para tanta madre embarazada, para tanto brazo levantado que florecía en cámara digital. Y habrá sido a causa del calor, del embotamiento, que el último aplauso previo resultó casi gelatinoso.
Demás está decir que el anuncio del repertorio musical fue insuficiente, que la sensación en las tripas aumentaba a medida que el telón se descorría una vez más.
Era el gran final, el broche de oro. Y ese terror visceral poco a poco cobraba forma.
Primero se vieron los pies, las medias rojas sobre la alfombra del escenario. La pollera, la camisa, el rostro pálido y temeroso, el bonete rojo y el pompón blanco.
Solita con el micrófono, sonaba la música...
El jazz navideño, I wish U a Merry.... I wish U a Merry...
La niña movía los labios pero ningún sonido salía de su boca. El jazz continuaba y la señora del micrófono decidió cambiar el instrumento. Pero la voz de la niña seguía sin aparecer.
La gente en el público comenzó a dudar, a cuestionarse, Johnny entre ellos. Buscaron la voz de la niña navideña debajo de los asientos, en cada rincón. La señora del micrófono sólo repetía que no era un problema técnico.
La voz desaparecida no fue problema para las fotografías maternas, para los flashes.
La posteridad se encargaría de desmentir el silencio.
La niña continuó cantando en silencio hasta que terminó la pista y la señora del micrófono inició el fortísimo aplauso.
Johnny dudó por un instante pero enseguida comenzó a aplaudir.
Será mejor aplaudir, aplaudir lo más que se pueda. Será mejor hacer de cuenta que aquí no ha pasado nada. Aplaudir, apagar el ventilador, y volver al aula.
Johnny tímido entró en el salón de actos atiborrado de padres y docentes agitadas. Se sentó entre la multitud del público donde le indicaron. Como le indicaron guardó las figuritas y cerró la boca.
Cuando Johnny vio aparecer a la Profesora dueña del micrófono supo que algo traía entre sus manos, lo intuyó desde las tripas, desde el recuerdo embrionario de algo que ocurrió y que no se debe nombrar.
Qué se levante el telón, que suenen las campanas, que el show comienza aquí para alegría de todos.
Estar en medio del público de algún modo a Johnny le resultaba relajante, aplaudir si se quiere, bostezar a escondidas, descansar, sobre todo eso. Pero esa sensación en las tripas, esa intuición, esa señora con micrófono... algo habría de ocurrir.
Los números se sucedieron unos a otro sin la menor alteración del ritmo programado. No fue hasta el final que el mundo se desdibujó entre el absurdo y la angustia.
Poco a poco los ventiladores resultaron insuficientes para tanta madre embarazada, para tanto brazo levantado que florecía en cámara digital. Y habrá sido a causa del calor, del embotamiento, que el último aplauso previo resultó casi gelatinoso.
Demás está decir que el anuncio del repertorio musical fue insuficiente, que la sensación en las tripas aumentaba a medida que el telón se descorría una vez más.
Era el gran final, el broche de oro. Y ese terror visceral poco a poco cobraba forma.
Primero se vieron los pies, las medias rojas sobre la alfombra del escenario. La pollera, la camisa, el rostro pálido y temeroso, el bonete rojo y el pompón blanco.
Solita con el micrófono, sonaba la música...
El jazz navideño, I wish U a Merry.... I wish U a Merry...
La niña movía los labios pero ningún sonido salía de su boca. El jazz continuaba y la señora del micrófono decidió cambiar el instrumento. Pero la voz de la niña seguía sin aparecer.
La gente en el público comenzó a dudar, a cuestionarse, Johnny entre ellos. Buscaron la voz de la niña navideña debajo de los asientos, en cada rincón. La señora del micrófono sólo repetía que no era un problema técnico.
La voz desaparecida no fue problema para las fotografías maternas, para los flashes.
La posteridad se encargaría de desmentir el silencio.
La niña continuó cantando en silencio hasta que terminó la pista y la señora del micrófono inició el fortísimo aplauso.
Johnny dudó por un instante pero enseguida comenzó a aplaudir.
Será mejor aplaudir, aplaudir lo más que se pueda. Será mejor hacer de cuenta que aquí no ha pasado nada. Aplaudir, apagar el ventilador, y volver al aula.
Thursday, November 30, 2006
Palabras palabras palabras
Across my little world, across my page without sense.
I have one wish hidden in my pocket, I won´t show it to anyone, not yet.
Pipo Pescador resultó ser un poeta, un filósofo, y yo acá sentada perdiendo el tiempo.
Oíd mortales Oh inmortales.
I have one wish hidden in my pocket, I won´t show it to anyone, not yet.
Pipo Pescador resultó ser un poeta, un filósofo, y yo acá sentada perdiendo el tiempo.
Oíd mortales Oh inmortales.
Saturday, November 25, 2006
Dammus Nostra.
Hacía tanto que no tenía tiempo para soñar. Parece poético, pero no lo es. Dormí bien esa noche. Bien, sí es metafórico. El tiempo permitió la profecía, y la sensación en el cuerpo de mensaje oculto es tan difícil de borrar.
Cuando se tiene percepción en el sueño de que se trata de un sueño pueden suceder dos cosas, o bien que se intente burlar las dimensiones de lo posible en esa realidad alternativa que no existe de verdad (posición lúdica) o bien que se presienta un mensaje oculto en aquello que se ve, que se lee, que se siente. Y he ahí la profecía.
"Esto es un sueño", me dije. Y no podía dejar de leer esas palabras inconexas, de como sin pero después...
El vacío al despertar me hizo intuir. Intuir y nada más. No intuí nada, solamente intuí. Sensación de algo más y todo serán señales. El día nublado, el libro abierto al azar, el título que no recuerdo. Ya no se puede distinguir con claridad qué ocurrió durante la noche y durante el día. Porque sería incorrecto decir qué ocurrió en el sueño y en la vigilia. Mi sueño y mi vigilia tienen tanto en común.
La víspera, siempre la víspera. Y será lo que dijeron durante la cena, será el calor de ayer, será Valeria Britos y sus problemas de pareja. O serán deseos Freudianos reprimidos, y hay tantos sin reprimir pero igualmente insatisfechos que para qué enumerarlos siquiera. O será simplemente profecía, y esta sensación de destrucción latente no es absurda. Por eso me quedo parada como otras veces en la cocina, atónita ante el viento que atraviesa el lavadero. Limpio el mate como autómata y percibo esa otra presencia a mi espalda. El infinito susurrando como lo hiciera antes el asco. Infinito y asco no son tan distintos.
Es que hace tanto tiempo que no tengo tiempo. Y ahora tengo que llorar todo lo que antes no pude. No te sorprendas, no te asustes. A veces es necesario caer.
Y a quién le hablo, Y quién me lee.
¿Necesito ver para creer? ¿Necesito acaso ser leída para escribir?
Hay esa angustia, si se le quiere poner palabras y de hecho cuando se escribe se intenta eso, que clama por ser mutua. Por encontrar sensibilidades similares que comprendan las palabras perdidas, los punto y coma y como todos se escondieron ¿quién se embroma?
Esto se asemeja a un discurso o a una despedida. Parece ser todo así últimamente. Y creo que es por ese sueño, si se quiere llamar de algún modo.
Las palabras del infinito que son susurradas en el oído en esta cocina azul oscura son verbos en futuro. Ese futuro impreciso y esos tiempos compuestos. En estos tiempos compuestos se quiere lo simple, quiero lo simple.
Por eso ahora resulta lógico haberte creido aquello del te quiero, era casi cotidiano. Y sé que te escribo a vos, y también sé que es una lástima, porque me dejaste bien en claro que te aburrís de leer. También sé que quizá por eso mismo es que te escribo a vos, porque sé que no me leés. (sé que te espero, que te miro, que te quiero incluso porque...idem).
Entonces esto es como una carta sin destinatario, qué cursi. Qué asco que me doy. Estoy triste y le doy vueltas al llanto. Algo de esta profecía me obliga a buscar mejores razones, o cuando menos más nuevas, para llorar con el debido respeto. Mejores razones que esas ausencias acumuladas en el fondo de un placar angosto y móvil.
Sé como va a seguir todo esto, y uso un presente perifrásico (¿se llamaba así?) para evitar el futuro apocalíptico. Voy a quedarme en casa, quizá incluso alquile un video europeo sin duda para llegar al colmo del cliché, para justificar el agua ocular mejilla hombro derecho almohada. Voy a dormir diez u once horas, y a soñar quizá algo parecido. Voy a despertarme mañana en domingo funesto, a intentar sobrevivir.
Saber que mañana va a ser peor parece un consuelo. I will survive. I should survive.
Cuando se tiene percepción en el sueño de que se trata de un sueño pueden suceder dos cosas, o bien que se intente burlar las dimensiones de lo posible en esa realidad alternativa que no existe de verdad (posición lúdica) o bien que se presienta un mensaje oculto en aquello que se ve, que se lee, que se siente. Y he ahí la profecía.
"Esto es un sueño", me dije. Y no podía dejar de leer esas palabras inconexas, de como sin pero después...
El vacío al despertar me hizo intuir. Intuir y nada más. No intuí nada, solamente intuí. Sensación de algo más y todo serán señales. El día nublado, el libro abierto al azar, el título que no recuerdo. Ya no se puede distinguir con claridad qué ocurrió durante la noche y durante el día. Porque sería incorrecto decir qué ocurrió en el sueño y en la vigilia. Mi sueño y mi vigilia tienen tanto en común.
La víspera, siempre la víspera. Y será lo que dijeron durante la cena, será el calor de ayer, será Valeria Britos y sus problemas de pareja. O serán deseos Freudianos reprimidos, y hay tantos sin reprimir pero igualmente insatisfechos que para qué enumerarlos siquiera. O será simplemente profecía, y esta sensación de destrucción latente no es absurda. Por eso me quedo parada como otras veces en la cocina, atónita ante el viento que atraviesa el lavadero. Limpio el mate como autómata y percibo esa otra presencia a mi espalda. El infinito susurrando como lo hiciera antes el asco. Infinito y asco no son tan distintos.
Es que hace tanto tiempo que no tengo tiempo. Y ahora tengo que llorar todo lo que antes no pude. No te sorprendas, no te asustes. A veces es necesario caer.
Y a quién le hablo, Y quién me lee.
¿Necesito ver para creer? ¿Necesito acaso ser leída para escribir?
Hay esa angustia, si se le quiere poner palabras y de hecho cuando se escribe se intenta eso, que clama por ser mutua. Por encontrar sensibilidades similares que comprendan las palabras perdidas, los punto y coma y como todos se escondieron ¿quién se embroma?
Esto se asemeja a un discurso o a una despedida. Parece ser todo así últimamente. Y creo que es por ese sueño, si se quiere llamar de algún modo.
Las palabras del infinito que son susurradas en el oído en esta cocina azul oscura son verbos en futuro. Ese futuro impreciso y esos tiempos compuestos. En estos tiempos compuestos se quiere lo simple, quiero lo simple.
Por eso ahora resulta lógico haberte creido aquello del te quiero, era casi cotidiano. Y sé que te escribo a vos, y también sé que es una lástima, porque me dejaste bien en claro que te aburrís de leer. También sé que quizá por eso mismo es que te escribo a vos, porque sé que no me leés. (sé que te espero, que te miro, que te quiero incluso porque...idem).
Entonces esto es como una carta sin destinatario, qué cursi. Qué asco que me doy. Estoy triste y le doy vueltas al llanto. Algo de esta profecía me obliga a buscar mejores razones, o cuando menos más nuevas, para llorar con el debido respeto. Mejores razones que esas ausencias acumuladas en el fondo de un placar angosto y móvil.
Sé como va a seguir todo esto, y uso un presente perifrásico (¿se llamaba así?) para evitar el futuro apocalíptico. Voy a quedarme en casa, quizá incluso alquile un video europeo sin duda para llegar al colmo del cliché, para justificar el agua ocular mejilla hombro derecho almohada. Voy a dormir diez u once horas, y a soñar quizá algo parecido. Voy a despertarme mañana en domingo funesto, a intentar sobrevivir.
Saber que mañana va a ser peor parece un consuelo. I will survive. I should survive.
Wednesday, November 22, 2006
Té de hierbas.
Dios sabe qué hierbas tenía ese té... Digestivo estoy segura que no era ya que la náusea, digo yo, no es parte de la digestión.
"Disculpe Señorita, le hago una pregunta, por ahí se va un poco de lo que estamos hablando pero me podría decir exactamente cuándo, dónde y qué es el Comunismo"
"Y sí, se va de lo que estamos hablando, te lo explico otro día"
Causas de orgullo:
Sobrevivir un año agitado.
No sentirse sola en noviembre, si bien no se está acompañada.
Ser argentina un día cómo hoy que el mundo nos nombra... inventamos el dulce de leche, la birome, el colectivo y fuimos los únicos que le robamos la cartera a la hija de Bush. (nótese el plural del sentimiento nacional)
Haberse probado esa pollera rosa chicle bazooka para entender que parecíamos una muñeca de torta.
Saber hacer un chiste apropiado cuando todos están en silencio.
Sonreír como los chinos pero sin entrecerrar los ojos.
Cosas pendientes:
Tener equilibrio y no caerme (Cómo quisiera que sea sólo metafórico).
No sonreír como los chinos cuando no quiero.
Organizar el año para que no se me agite, ni termine con asma.
No sentirme sola en noviembre, y que sea literal.
Ser argentina por algo que haga yo, inventar una birome con la cara de la hija de Bush en el momento del robo, quizá sea esa la forma.
El té ya se enfrió en la mesa y por suerte dejé de tomarlo. Ya no tengo tanto asco. De vez en cuando se percibe sobre el hombro el suspiro lejano, algo que está detrás y no puede verse.
Los ojos en derredor ya no dicen nada, no hay mucho que mirar. La posibilidad imposible que se sostenía entre los dedos se dejó caer hace tiempo. ¡Cuán libre he podido caminar!
Entiendo tanto ahora, tanto.
Vos fuiste algo tan hermoso que me dejaste llena de angustia. Este té me lo explica. Fuiste como las hierbas que no puedo describir, que necesité tomarte, a pesar de la náusea. Y luego vomité, claro. O no, no estoy segura. Eso habría sido más rápido. Más bien te metabolicé y te fui excretando bien de a poco. Hay que correr y transpirarte, hay que purgarse para eliminarte, o hay que dejar pasar el tiempo.
El tiempo pasó y vos con él. Y yo ya sin angustia pero con otra cosa, que si bien conozco mejor no puedo describirla.
Se dice vacío, se dice soledad, pero son afirmaciones, y esto acá es la negación completa, el no.
Yo con el no. Yo con él no. (esto me da un poco de risa)
Ahora pienso que debería haberle dedicado más tiempo en la clase a la pregunta del niño.
"Disculpe Señorita, le hago una pregunta, por ahí se va un poco de lo que estamos hablando pero me podría decir exactamente cuándo, dónde y qué es el Comunismo"
"Y sí, se va de lo que estamos hablando, te lo explico otro día"
Causas de orgullo:
Sobrevivir un año agitado.
No sentirse sola en noviembre, si bien no se está acompañada.
Ser argentina un día cómo hoy que el mundo nos nombra... inventamos el dulce de leche, la birome, el colectivo y fuimos los únicos que le robamos la cartera a la hija de Bush. (nótese el plural del sentimiento nacional)
Haberse probado esa pollera rosa chicle bazooka para entender que parecíamos una muñeca de torta.
Saber hacer un chiste apropiado cuando todos están en silencio.
Sonreír como los chinos pero sin entrecerrar los ojos.
Cosas pendientes:
Tener equilibrio y no caerme (Cómo quisiera que sea sólo metafórico).
No sonreír como los chinos cuando no quiero.
Organizar el año para que no se me agite, ni termine con asma.
No sentirme sola en noviembre, y que sea literal.
Ser argentina por algo que haga yo, inventar una birome con la cara de la hija de Bush en el momento del robo, quizá sea esa la forma.
El té ya se enfrió en la mesa y por suerte dejé de tomarlo. Ya no tengo tanto asco. De vez en cuando se percibe sobre el hombro el suspiro lejano, algo que está detrás y no puede verse.
Los ojos en derredor ya no dicen nada, no hay mucho que mirar. La posibilidad imposible que se sostenía entre los dedos se dejó caer hace tiempo. ¡Cuán libre he podido caminar!
Entiendo tanto ahora, tanto.
Vos fuiste algo tan hermoso que me dejaste llena de angustia. Este té me lo explica. Fuiste como las hierbas que no puedo describir, que necesité tomarte, a pesar de la náusea. Y luego vomité, claro. O no, no estoy segura. Eso habría sido más rápido. Más bien te metabolicé y te fui excretando bien de a poco. Hay que correr y transpirarte, hay que purgarse para eliminarte, o hay que dejar pasar el tiempo.
El tiempo pasó y vos con él. Y yo ya sin angustia pero con otra cosa, que si bien conozco mejor no puedo describirla.
Se dice vacío, se dice soledad, pero son afirmaciones, y esto acá es la negación completa, el no.
Yo con el no. Yo con él no. (esto me da un poco de risa)
Ahora pienso que debería haberle dedicado más tiempo en la clase a la pregunta del niño.
Saturday, November 11, 2006
Asfalto
Llegaron temprano, aún no amanecía. La calle estaba desierta, muda. Había un halo de humedad que acariciaba los hombros desnudos de ella que llevaba musculosa, esa musculosa amarilla que nunca le había gustado. Los hombros de él estaban cubiertos, por tanto no percibían la humedad. Él llevaba saco y corbata, quería estar preparado para cuando sucediera.
Caminaron tranquilos uno junto al otro, sin hablar, sin darse la mano, sin mirarse. Ya todo estaba dicho.
Los dos sabían cuál era el sitio convenido, ésa era la calle, no podía ser otra.
Pronto saldría el sol y la humedad se evaporaría. Para cuando ese trozo de asfalto en el que se pararon se iluminase por completo, ya todo estaría consumado.
Al llegar a la esquina bajaron el cordón por la senda peatonal, caminaron sin respirar hasta el punto medio perfectamente calculado, y esperaron.
Él decidió que cuando ocurriera estaría con los ojos cerrados, no quería saber el color del auto, quería imaginarlo azul, quería que fuera un ford, quería que fuese un hombre el que condujera, quería no llegar a escuchar la sirena de la ambulancia.
Ella esperaba con los ojos abiertos mirando la punta de su zapato. Cuando ocurriera levantaría la mirada. Ella siempre quiso saber, siempre.
En cualquier momento la ciudad iba a despertar y a comenzar su movimiento. Tal vez los primeros coches los esquivasen, y alguno les dedicara una sonora puteada, igual había que seguir ahí.
Pasó un canillita en bicicleta y se detuvo junto a ellos.
- ¿Qué esperan?
- Que nos atropellen.
El canillita pensó que estaban locos y se asustó un poco.
La gente se fue juntando cerca de ellos pero sin dejar las veredas, sin pisar el asfalto. Sin quererlo, ese río oscuro se fue convirtiendo en su terreno privado.
Los autos que llegaban reducían la velocidad al ver a la gente reunida y rodeaban a la pareja sin rasguñarlos siquiera.
Ya había amanecido del todo y la policía dispuso un cordón para proteger a los periodistas que no preguntaban nada y afirmaban mucho frente a sus cámaras. Los autos ya no pasaron más.
ÉL abrió los ojos y ella lloró un poco.
Anocheció y la gente se fue aburrida a su casa. Ellos también. Quizá si hubiesen elegido otra calle habría sido diferente.
Caminaron tranquilos uno junto al otro, sin hablar, sin darse la mano, sin mirarse. Ya todo estaba dicho.
Los dos sabían cuál era el sitio convenido, ésa era la calle, no podía ser otra.
Pronto saldría el sol y la humedad se evaporaría. Para cuando ese trozo de asfalto en el que se pararon se iluminase por completo, ya todo estaría consumado.
Al llegar a la esquina bajaron el cordón por la senda peatonal, caminaron sin respirar hasta el punto medio perfectamente calculado, y esperaron.
Él decidió que cuando ocurriera estaría con los ojos cerrados, no quería saber el color del auto, quería imaginarlo azul, quería que fuera un ford, quería que fuese un hombre el que condujera, quería no llegar a escuchar la sirena de la ambulancia.
Ella esperaba con los ojos abiertos mirando la punta de su zapato. Cuando ocurriera levantaría la mirada. Ella siempre quiso saber, siempre.
En cualquier momento la ciudad iba a despertar y a comenzar su movimiento. Tal vez los primeros coches los esquivasen, y alguno les dedicara una sonora puteada, igual había que seguir ahí.
Pasó un canillita en bicicleta y se detuvo junto a ellos.
- ¿Qué esperan?
- Que nos atropellen.
El canillita pensó que estaban locos y se asustó un poco.
La gente se fue juntando cerca de ellos pero sin dejar las veredas, sin pisar el asfalto. Sin quererlo, ese río oscuro se fue convirtiendo en su terreno privado.
Los autos que llegaban reducían la velocidad al ver a la gente reunida y rodeaban a la pareja sin rasguñarlos siquiera.
Ya había amanecido del todo y la policía dispuso un cordón para proteger a los periodistas que no preguntaban nada y afirmaban mucho frente a sus cámaras. Los autos ya no pasaron más.
ÉL abrió los ojos y ella lloró un poco.
Anocheció y la gente se fue aburrida a su casa. Ellos también. Quizá si hubiesen elegido otra calle habría sido diferente.
Monday, November 06, 2006
Rococó break
Sobrevendrá finalmente el tiempo de la tormenta. Las deshoras acuciantes y la espiral infinita.
Escribir con pluma te obliga al barroco. Alogo trágico hay en la fluidez de la tinta.
Si te encuentran escribiendo no se sorprenderán. Es legítimo escribir, sostener en las manos la pluma y la mano misma sostenida por el papel. Este a su vez es sostenido or la mesa. Y así el piso hasta la eternidad sustantiva sin chiva que se obstina en esconderse allí.
Alcanzarán las palabras ese espacio inseguro de verborragia sin límites. La forma por la forma misma ¿y el contenido? Es algo tan gris, tan nauseabundo, que mejor no nombrarlo siquiera. Menos tocarlo. Lo de adentro, adentro corazón de melón.
Se hace tarde ahora, aún sin tiempo. Y no quiero que te quedes mirándome sin comprender. Lo inaudito debe aceptarse como es dado, sin recaudos. Habrá tiempo mañana para lamentarse, para notar la tinta en la mano e intuir que algo fue dicho.
Ahora descansemos amor, por el cansancio futuro. Ahora disfrutemos de este último sol que casi se apaga, ahora resignémonos a lo efímero, que mañana será el lugar del para siempre.
Y contar los minutos que ahora se escapan, que mañana se estancan, que ayer ya no existen.
Un abrazo estaría bien, tal vez también un beso...
Sino habrá sustratos oníricos aptos para celíacos.
Ahora descansemos sin tinta.
Escribir con pluma te obliga al barroco. Alogo trágico hay en la fluidez de la tinta.
Si te encuentran escribiendo no se sorprenderán. Es legítimo escribir, sostener en las manos la pluma y la mano misma sostenida por el papel. Este a su vez es sostenido or la mesa. Y así el piso hasta la eternidad sustantiva sin chiva que se obstina en esconderse allí.
Alcanzarán las palabras ese espacio inseguro de verborragia sin límites. La forma por la forma misma ¿y el contenido? Es algo tan gris, tan nauseabundo, que mejor no nombrarlo siquiera. Menos tocarlo. Lo de adentro, adentro corazón de melón.
Se hace tarde ahora, aún sin tiempo. Y no quiero que te quedes mirándome sin comprender. Lo inaudito debe aceptarse como es dado, sin recaudos. Habrá tiempo mañana para lamentarse, para notar la tinta en la mano e intuir que algo fue dicho.
Ahora descansemos amor, por el cansancio futuro. Ahora disfrutemos de este último sol que casi se apaga, ahora resignémonos a lo efímero, que mañana será el lugar del para siempre.
Y contar los minutos que ahora se escapan, que mañana se estancan, que ayer ya no existen.
Un abrazo estaría bien, tal vez también un beso...
Sino habrá sustratos oníricos aptos para celíacos.
Ahora descansemos sin tinta.
Friday, November 03, 2006
Lecciones Folk
La maestra de música desafiando al absurdo enseñó ese malambo al alumno ausente. No se lo enseñó a su vuelta, sino el mismísimo día de su falta.
Era conmovedora su dedicación, lo recuerdo como si lo estuviera viendo. Sus brazos desplegados y su dedos chasqueando el ritmo.
Después vendrían la zamba y el escondido, pero ahora era tiempo de malambo. Los niños la miraban sin comprender, sin cuestionarse siquiera ese arrebato psicótico. Johnny aprendería muy bien el paso porque su maestra se lo estaba enseñando como debía. Johnny estaba más callado que de costumbre, quizá porque no estaba. Pero esto no debemos decirlo más, que no se entere la maestra, que no salga de su posesión musical.
¿Acaso no es esto el folklore? La desvinculación pasado-presente-futuro, o más bien todo lo contrario. Mañana cuando venga Johnny ya sabrá los pasos, o deberá saberlos, porque le fueron enseñados hoy, aunque no estuviera.
Dará la media vuelta, Dará la vuelta entera, y la paloma blanca o cuadrillé, que voló hace rato, espera desesperadamente el sentido de esta ronda.
Johnny, ¡baila así!Sigue bailando Johnny hasta tu vuelta. No te canses de ensayar aunque quizá desde la cama, o dondequiera que te encuentres ahora, no puedas presentir tus avances. Tu maestra que te conoce, que está tan pendiente de vos hasta cuando faltas, sabe que hoy, justamente hoy, lo estás haciendo muy bien.
Termina la cinta, salta el cassette y es probable que alguien la rebobine, para volver a empezar, para ensayar una vez más con ese espacio vacío. Johnny, Johnny, no te asustes.
Era conmovedora su dedicación, lo recuerdo como si lo estuviera viendo. Sus brazos desplegados y su dedos chasqueando el ritmo.
Después vendrían la zamba y el escondido, pero ahora era tiempo de malambo. Los niños la miraban sin comprender, sin cuestionarse siquiera ese arrebato psicótico. Johnny aprendería muy bien el paso porque su maestra se lo estaba enseñando como debía. Johnny estaba más callado que de costumbre, quizá porque no estaba. Pero esto no debemos decirlo más, que no se entere la maestra, que no salga de su posesión musical.
¿Acaso no es esto el folklore? La desvinculación pasado-presente-futuro, o más bien todo lo contrario. Mañana cuando venga Johnny ya sabrá los pasos, o deberá saberlos, porque le fueron enseñados hoy, aunque no estuviera.
Dará la media vuelta, Dará la vuelta entera, y la paloma blanca o cuadrillé, que voló hace rato, espera desesperadamente el sentido de esta ronda.
Johnny, ¡baila así!Sigue bailando Johnny hasta tu vuelta. No te canses de ensayar aunque quizá desde la cama, o dondequiera que te encuentres ahora, no puedas presentir tus avances. Tu maestra que te conoce, que está tan pendiente de vos hasta cuando faltas, sabe que hoy, justamente hoy, lo estás haciendo muy bien.
Termina la cinta, salta el cassette y es probable que alguien la rebobine, para volver a empezar, para ensayar una vez más con ese espacio vacío. Johnny, Johnny, no te asustes.
Saturday, October 21, 2006
Sonia y la memoria
Algo ocurrió esa tarde, algo colapsó frente a sus ojos. Y Sonia pudo ver todo más claro, más claro.
El peso sobre sus hombros, ¿dónde había quedado? Y aceptó todo el dolor como una precondición en letra pequeña.
Esto le permitió recordar, casi sin proponérselo, y todas esas imágenes se fueron disponiendo pacientemente ante ella, sobre ella. Una por una, sin apretujones innecesarios.
El viaje en colectivo sería lo suficientemente largo como para concluir ese otro viaje.
Entoces se acordó de todo. No, no fue Sonia quien se acordó. Fue alguien más, quizá yo, quizá la circunstancia. El recuerdo era activo por sí mismo, y ella era quien lo recibía. Lo observaba, lo escuchaba, lo olía y tantas otras cosas más.
Ahora que intento poner palabras a esta situación por la que pasó Sonia ayer, todo lo ocurrido, ese colapso primero, se asemeja a la cañería de una pileta (Lavabo diría mi amiga de España)que tapada por meses y meses, por cambio en las presiones de los platos puestos por encima, o del agua misma que sale de la canilla, se destapa. Y todo en sus ojos colapsó con la misma fuerza, con el mismo sentimiento después de la impotencia. Alguna vez me dijeron que esto ocurre con las operaciones de Glaucoma, no sabría asegurarlo, luego supe que todo fue mala praxis.
Pero el colapso de Sonia fue tan grato, tan de repente, que por un momento no había que nombrarlo, no había que seguir. Y el colectivo frente a la barrera baja lo permitía.
Luego el recuerdo visual y patente. Todos sus amores, esos otros que terminaron bien quizá porque nunca comenzaron realmente. Las obsesiones adolescentes, los deseos más carnales, la fraternidad que transforma el vínculo, y Bruno, claro.
Bruno pertenecía a un orden distinto y la única razón por la cual fue evocado en esa lista imperfecta de imágenes sensoriales (¿es posible que exista otra clase de imágenes?) residía en lo inconcluso. Y lo inconcluso que es también impotencia, como la de la cañería tapada, es posibilidad. "Siempre existe la posibilidad, lejana, pero no imposible, de otro modo no sería una posibilidad", decía la maga cuentista, y detrás ella la música y el cuerpo.
Bruno y esa sensación de infancia, esa sensación ambigua de eternidad construida. Ese candor. Bruno, y quererlo porque sí, por el placer simple que implica querer a alguien. Y no intentar siquiera transformar nada, destapar la cañería, porque Bruno...
Sonia dejó caer lágrimas frías aún sonriendo. Y fue raro, porque justamente esto que no puede explicar es lo único que entiende.
Sonia fue escrita tantas veces en situaciones diversas, Sonia ya está completa de punta a punta, con café de por medio, con boinas y cigarrillos de Bruno, que ahora por las leyes no van a ser en el café.
Pero liberarte Sonia, hacerte ajena, es tan difícil. Es someterte al juicio, pero sobre todo, abandonar a Bruno. Por eso es que no puedo, porque Bruno...
Y Sonia asiente, comprende. En su mutismo sabe que mis manos expresan lo que ella no puede. Y Bruno...
Bruno está, ¿acaso no es eso suficiente?
Sonia tocó el timbre y el colectivo se detuvo. Bajó, caminó y se hundió en el papel que luego guardé en mi bolsillo.
El peso sobre sus hombros, ¿dónde había quedado? Y aceptó todo el dolor como una precondición en letra pequeña.
Esto le permitió recordar, casi sin proponérselo, y todas esas imágenes se fueron disponiendo pacientemente ante ella, sobre ella. Una por una, sin apretujones innecesarios.
El viaje en colectivo sería lo suficientemente largo como para concluir ese otro viaje.
Entoces se acordó de todo. No, no fue Sonia quien se acordó. Fue alguien más, quizá yo, quizá la circunstancia. El recuerdo era activo por sí mismo, y ella era quien lo recibía. Lo observaba, lo escuchaba, lo olía y tantas otras cosas más.
Ahora que intento poner palabras a esta situación por la que pasó Sonia ayer, todo lo ocurrido, ese colapso primero, se asemeja a la cañería de una pileta (Lavabo diría mi amiga de España)que tapada por meses y meses, por cambio en las presiones de los platos puestos por encima, o del agua misma que sale de la canilla, se destapa. Y todo en sus ojos colapsó con la misma fuerza, con el mismo sentimiento después de la impotencia. Alguna vez me dijeron que esto ocurre con las operaciones de Glaucoma, no sabría asegurarlo, luego supe que todo fue mala praxis.
Pero el colapso de Sonia fue tan grato, tan de repente, que por un momento no había que nombrarlo, no había que seguir. Y el colectivo frente a la barrera baja lo permitía.
Luego el recuerdo visual y patente. Todos sus amores, esos otros que terminaron bien quizá porque nunca comenzaron realmente. Las obsesiones adolescentes, los deseos más carnales, la fraternidad que transforma el vínculo, y Bruno, claro.
Bruno pertenecía a un orden distinto y la única razón por la cual fue evocado en esa lista imperfecta de imágenes sensoriales (¿es posible que exista otra clase de imágenes?) residía en lo inconcluso. Y lo inconcluso que es también impotencia, como la de la cañería tapada, es posibilidad. "Siempre existe la posibilidad, lejana, pero no imposible, de otro modo no sería una posibilidad", decía la maga cuentista, y detrás ella la música y el cuerpo.
Bruno y esa sensación de infancia, esa sensación ambigua de eternidad construida. Ese candor. Bruno, y quererlo porque sí, por el placer simple que implica querer a alguien. Y no intentar siquiera transformar nada, destapar la cañería, porque Bruno...
Sonia dejó caer lágrimas frías aún sonriendo. Y fue raro, porque justamente esto que no puede explicar es lo único que entiende.
Sonia fue escrita tantas veces en situaciones diversas, Sonia ya está completa de punta a punta, con café de por medio, con boinas y cigarrillos de Bruno, que ahora por las leyes no van a ser en el café.
Pero liberarte Sonia, hacerte ajena, es tan difícil. Es someterte al juicio, pero sobre todo, abandonar a Bruno. Por eso es que no puedo, porque Bruno...
Y Sonia asiente, comprende. En su mutismo sabe que mis manos expresan lo que ella no puede. Y Bruno...
Bruno está, ¿acaso no es eso suficiente?
Sonia tocó el timbre y el colectivo se detuvo. Bajó, caminó y se hundió en el papel que luego guardé en mi bolsillo.
Saturday, October 14, 2006
Fiebre de sábado a la tarde
El agua en la pava para el mate hervía. La dejé hervir un rato largo. Quizá cuando llegue ya no quede agua. Y deba poner de nuevo el agua en la pava. Abrir la canilla, dejarla correr, dejarla correr.
Ya escribí estas palabras pero el agua no hervía, sino todo lo contrario. Y entonces había ciervos mirando, persianas, y vecinas. Pero ahora el agua hierve y de pronto la cocina está demasiado lejos.
Creo que tengo fiebre, es posible que tenga fiebre, y me quedaré en cama, esperando curarme para el martes, cuanto antes, para el deber que es deber y no espera.
Me curaré como sea, pero hoy el agua hierve y me voy a la cama. Me tapo con el acolchado aunque no haga frío.
Quiero jugar con rompecabezas, quiero que mamá me compre la revista billiken o anteojito, o mejor, chiquicosmik. Quiero mirar dibujos animados y no reirme, porque no puedo.
Y ahí estaban los ciervos mirando, mirando. Y yo cebaba mate frío, pero ahora el agua hierve y si cebo así el mate se va a quemar la yerba.
Mejor empezar de nuevo, tirar lo que quede del agua y volver a encender la hornalla. Mejor ni siquiera apagarla y llenar rápido la pava con agua nueva. Agua nueva.
Y ahí en el fondo hay dos o tres ideas, que tendrán su tiempo de espera prudencial. Ahí en el fondo hay dos o tres deseos que quizá nunca se verbalicen. Alguien podría pensar que no verbalizar los deseos es la única forma de que se cumplan. (no lo digas que sino no se cumplen) ¿o es al revés?
El deseo existe igual aunque no se diga, y se irá evaporando de a poco, hasta que no exista más.
Entonces mejor ir a la cocina de una vez por todas y llenar de nuevo la pava. Empezar a esperar nuevamente, hasta el momento justo antes de que hierva, cuando aún se pueda cebar el mate, cuando se pueda.
La espera, el mate, la pava, el agua que hierve, el deseo... ahora que veo todo escrito noto el lazo semántico mucho más claro. Pero entonces vuelvo a eso que fue escrito antes, a los ciervos, y al helecho, y no logro comprender qué relación existe. No logro entender qué pueden tener en común un montón de ciervos que miran, un mate frío y un helecho seco. De todos modos la sensación es la misma, me voy a la cama a dormir la fiebre.
Ya escribí estas palabras pero el agua no hervía, sino todo lo contrario. Y entonces había ciervos mirando, persianas, y vecinas. Pero ahora el agua hierve y de pronto la cocina está demasiado lejos.
Creo que tengo fiebre, es posible que tenga fiebre, y me quedaré en cama, esperando curarme para el martes, cuanto antes, para el deber que es deber y no espera.
Me curaré como sea, pero hoy el agua hierve y me voy a la cama. Me tapo con el acolchado aunque no haga frío.
Quiero jugar con rompecabezas, quiero que mamá me compre la revista billiken o anteojito, o mejor, chiquicosmik. Quiero mirar dibujos animados y no reirme, porque no puedo.
Y ahí estaban los ciervos mirando, mirando. Y yo cebaba mate frío, pero ahora el agua hierve y si cebo así el mate se va a quemar la yerba.
Mejor empezar de nuevo, tirar lo que quede del agua y volver a encender la hornalla. Mejor ni siquiera apagarla y llenar rápido la pava con agua nueva. Agua nueva.
Y ahí en el fondo hay dos o tres ideas, que tendrán su tiempo de espera prudencial. Ahí en el fondo hay dos o tres deseos que quizá nunca se verbalicen. Alguien podría pensar que no verbalizar los deseos es la única forma de que se cumplan. (no lo digas que sino no se cumplen) ¿o es al revés?
El deseo existe igual aunque no se diga, y se irá evaporando de a poco, hasta que no exista más.
Entonces mejor ir a la cocina de una vez por todas y llenar de nuevo la pava. Empezar a esperar nuevamente, hasta el momento justo antes de que hierva, cuando aún se pueda cebar el mate, cuando se pueda.
La espera, el mate, la pava, el agua que hierve, el deseo... ahora que veo todo escrito noto el lazo semántico mucho más claro. Pero entonces vuelvo a eso que fue escrito antes, a los ciervos, y al helecho, y no logro comprender qué relación existe. No logro entender qué pueden tener en común un montón de ciervos que miran, un mate frío y un helecho seco. De todos modos la sensación es la misma, me voy a la cama a dormir la fiebre.
Thursday, October 05, 2006
Clasificado
Voy a alquilar un rincón
para vivir tranquila.
Para despertarme cuando quiera
y rodar por el piso.
Para plantar flores secas
y recolectar postales.
Para pintar las paredes
siempre de un color distinto.
Voy a alquilar un rincón
que no quiera nadie
para que nadie me lo pelee
y que sea solo mío.
Para compartir cuando quiera
si es que alguien quiere hacerlo.
Iba a alquilar un rincón
con todas esas características
con ventanas redondas
y cortinas desteñidas.
Pero mejor no
son tantos los riesgos.
De que venga fallado
humedecido en los cimientos
de que venga habitado
con presencias inalterables y ajenas
de que venga diferente
a como lo imaginaba.
Iba a alquilar un rincón
pero mejor no alquilo nada.
para vivir tranquila.
Para despertarme cuando quiera
y rodar por el piso.
Para plantar flores secas
y recolectar postales.
Para pintar las paredes
siempre de un color distinto.
Voy a alquilar un rincón
que no quiera nadie
para que nadie me lo pelee
y que sea solo mío.
Para compartir cuando quiera
si es que alguien quiere hacerlo.
Iba a alquilar un rincón
con todas esas características
con ventanas redondas
y cortinas desteñidas.
Pero mejor no
son tantos los riesgos.
De que venga fallado
humedecido en los cimientos
de que venga habitado
con presencias inalterables y ajenas
de que venga diferente
a como lo imaginaba.
Iba a alquilar un rincón
pero mejor no alquilo nada.
Sunday, October 01, 2006
Cuarto menguante
Había sol sobre la vereda y baldosas fijas. Había árboles floridos, y ácaros amenazando. Habían peatones apurados y tareas por cumplir. Había carteras repletas de papeles y un cuento viejo escondido en un cuaderno cerrado. Había un calendario que insinuaba que ya un año, ufff ¿ya?. Sí, mejor, mejor. Ya pasó y sana sana colita de rana, que si no sanó ayer sanará mañana.
Los pasos presurosos sonaban tacón-baldosa-tacón-asfalto. El semáforó, el colectivo repleto, los niños angustiados y la mediación necesaria. El semáforo, el colectivo repleto, y la clase, la otra de pasividad exagerada, de palabras flotantes y dibujos desgraciados. El semáforo, el colectivo y ya no había sol en ninguna vereda.
La luna recontra menguante se colgó de los árboles, se escondía, y mis ojos cansados llenos de polen la buscaron a pesar de la tortícolis.
El semáforo, el colectivo ahora vacío, no pensar, no pensar. Tan cerca, tan lejos que creí verte entre un grupo de gente. Creí, pensé, dudé... entonces lo supe.
Volví a casa, algo consternada, volví a mirar el calendario. ¿Un año ya?. La duda era una certeza inesperada, ya no te recordaba. No podría distinguir tu cara en ninguna multitud, no identificaría tu voz en el teléfono.
Me abrazó una angustia tranquila, rara. Ya no era menester olvidarte, porque ya había sucedido, incluso a pesar mío.
Y te busqué igual, algo enojada con mi humanidad, y solo encontré retazos de algo que tuvo sentido, papeles borroneados, mezclados con otros olvidos. Los aromas, los sonidos, las palabras... si bien aún mi piel guarda registro, no podría estar segura, no podría parar a saludarte. Por eso seguí caminando, hasta casa, por la vereda de luna menguada. Habría estado bien, sería poético, que lloviera, pero no. Las baldosas secas y el semáforo implacable, y mi memoria humedecida, y esta angustia tibia, este duelo consumado, esta sensación de conclusión, de confusión.
Ahora presiento que entre el recuerdo y el olvido no hay mucha distancia. Que se olvida tanto en el acto mismo del recuerdo. Que se recuerda tanto de lo que se creía olvidado. Que lo que guardo en mí de vos, es más bien una creación mía, por eso no podría saludarte. Si no fueras vos, moriría de vergüenza.
Los pasos presurosos sonaban tacón-baldosa-tacón-asfalto. El semáforó, el colectivo repleto, los niños angustiados y la mediación necesaria. El semáforo, el colectivo repleto, y la clase, la otra de pasividad exagerada, de palabras flotantes y dibujos desgraciados. El semáforo, el colectivo y ya no había sol en ninguna vereda.
La luna recontra menguante se colgó de los árboles, se escondía, y mis ojos cansados llenos de polen la buscaron a pesar de la tortícolis.
El semáforo, el colectivo ahora vacío, no pensar, no pensar. Tan cerca, tan lejos que creí verte entre un grupo de gente. Creí, pensé, dudé... entonces lo supe.
Volví a casa, algo consternada, volví a mirar el calendario. ¿Un año ya?. La duda era una certeza inesperada, ya no te recordaba. No podría distinguir tu cara en ninguna multitud, no identificaría tu voz en el teléfono.
Me abrazó una angustia tranquila, rara. Ya no era menester olvidarte, porque ya había sucedido, incluso a pesar mío.
Y te busqué igual, algo enojada con mi humanidad, y solo encontré retazos de algo que tuvo sentido, papeles borroneados, mezclados con otros olvidos. Los aromas, los sonidos, las palabras... si bien aún mi piel guarda registro, no podría estar segura, no podría parar a saludarte. Por eso seguí caminando, hasta casa, por la vereda de luna menguada. Habría estado bien, sería poético, que lloviera, pero no. Las baldosas secas y el semáforo implacable, y mi memoria humedecida, y esta angustia tibia, este duelo consumado, esta sensación de conclusión, de confusión.
Ahora presiento que entre el recuerdo y el olvido no hay mucha distancia. Que se olvida tanto en el acto mismo del recuerdo. Que se recuerda tanto de lo que se creía olvidado. Que lo que guardo en mí de vos, es más bien una creación mía, por eso no podría saludarte. Si no fueras vos, moriría de vergüenza.
Sunday, September 17, 2006
Sonia, las palabras y el tiempo
Si entrecierro los ojos puedo ver el día a través de mi persiana. La que llevo a cuestas.
Freud necesitaba cocaína para escribir y yo necesito ganas.
Tiempo... también. Pero otro tiempo.
Sobreviene el deseo de llenarme de actividades para tener excusas ordenadas para no querer hacer nada y estar en mi legítimo derecho de no querer.
Los desaparecidos que forman parte de nuestra memoria colectiva están más presentes que yo.
Él tiene nostalgia y yo ya ni eso.
De todos modos si me cruzo de vereda y me miro sin violencia veo como todo se mueve. Lento, pero se mueve.
Al paso que voy ya es claro que no voy a llegar muy lejos, que por más que la apure, la muerte va a sorprenderme cuando duerma y crea que ya no es necesario morir, que la vida, la vida...
Alcanzar la palabra antes de la palabra. El símbolo puro, la transferencia total, completa y fiel de esa otra realidad, que es única en cierto modo porque es propia.
Jugar con las palabras de este lado no es más que adecuarse a esas reglas que otros prefijaron y si bien los límites pueden empujarse, salir es imposible.
Imágenes sueltas dado que como se dijo "la imagen precede al lenguaje y procede de la percepción". Pero nunca fui buena para dibujar. Entonces es difícil. Y a mí, que lo difícil me aburre, que aborrezco lo que me cuesta y aún así es lo único que sigo intentando, hoy no voy a dibujar.
Abrir cualquier libro y leer dos o tres renglones. Luego podré doblar el borde de la página a falta de señalador. ¿Cuándo te enseñó tu mamá a hecer eso? Y estar segura de que fue ella porque ella lo sigue haciendo. Y aunque vos no lo hagas más y prefieras señaladores vistosos y significativos te acordás de que en algún impreciso momento te fue enseñado. Y detrás de ese nimio recuerdo la soledad infinita que te carcome los huesos.
Tristemente Sonia llegó a casa, mucho más tarde de lo que suponía. Y esa súbita necesidad de escribir se apoderó de ella sin hacer caso del cansancio. Entonces no es tiempo ni ganas lo que se necesita, sino un deseo irrefrenable, que supere la conciencia, que tome el lápiz por su propia cuenta y no perciba el yo del escribiente.
"Mentirosa no" había dicho Sonia, y se retiró ofendida. Había dos o tres palabritas que no permitía pronunciar. Y aquellas copas dejaron salir la angustia, como venía ocurriendo religiosamente.
Amanece afuera y es domingo. Sonia dormirá hasta el mediodía y si Dios quiere un poco más. Siente la necesidad imperiosa de fumar un cigarrillo pero no se puede y mejor dormir.
Freud necesitaba cocaína para escribir y yo necesito ganas.
Tiempo... también. Pero otro tiempo.
Sobreviene el deseo de llenarme de actividades para tener excusas ordenadas para no querer hacer nada y estar en mi legítimo derecho de no querer.
Los desaparecidos que forman parte de nuestra memoria colectiva están más presentes que yo.
Él tiene nostalgia y yo ya ni eso.
De todos modos si me cruzo de vereda y me miro sin violencia veo como todo se mueve. Lento, pero se mueve.
Al paso que voy ya es claro que no voy a llegar muy lejos, que por más que la apure, la muerte va a sorprenderme cuando duerma y crea que ya no es necesario morir, que la vida, la vida...
Alcanzar la palabra antes de la palabra. El símbolo puro, la transferencia total, completa y fiel de esa otra realidad, que es única en cierto modo porque es propia.
Jugar con las palabras de este lado no es más que adecuarse a esas reglas que otros prefijaron y si bien los límites pueden empujarse, salir es imposible.
Imágenes sueltas dado que como se dijo "la imagen precede al lenguaje y procede de la percepción". Pero nunca fui buena para dibujar. Entonces es difícil. Y a mí, que lo difícil me aburre, que aborrezco lo que me cuesta y aún así es lo único que sigo intentando, hoy no voy a dibujar.
Abrir cualquier libro y leer dos o tres renglones. Luego podré doblar el borde de la página a falta de señalador. ¿Cuándo te enseñó tu mamá a hecer eso? Y estar segura de que fue ella porque ella lo sigue haciendo. Y aunque vos no lo hagas más y prefieras señaladores vistosos y significativos te acordás de que en algún impreciso momento te fue enseñado. Y detrás de ese nimio recuerdo la soledad infinita que te carcome los huesos.
Tristemente Sonia llegó a casa, mucho más tarde de lo que suponía. Y esa súbita necesidad de escribir se apoderó de ella sin hacer caso del cansancio. Entonces no es tiempo ni ganas lo que se necesita, sino un deseo irrefrenable, que supere la conciencia, que tome el lápiz por su propia cuenta y no perciba el yo del escribiente.
"Mentirosa no" había dicho Sonia, y se retiró ofendida. Había dos o tres palabritas que no permitía pronunciar. Y aquellas copas dejaron salir la angustia, como venía ocurriendo religiosamente.
Amanece afuera y es domingo. Sonia dormirá hasta el mediodía y si Dios quiere un poco más. Siente la necesidad imperiosa de fumar un cigarrillo pero no se puede y mejor dormir.
Saturday, September 09, 2006
Metablog
Mostrarse, ocultarse. Mirarse, de eso ya se ha hablado tanto. Ya dije del espejo, de la piel sin caricias, de los bordes y del llanto. Ya dije del perro fantasmagórico que corre sin correa y que se aleja porque lo quiero lejos para no extrañarlo. Ya dije de los ojos que miran impares y del asco que sopla y sopla. Ya dije... ya dije.
En este espacio se escribe en se. ¿Vieron? Una se escribe. Uno se dice. Tercera persona absurda inexistente, retóricamente necesaria para validar un discurso cotidiano y misterioso.
Cuasi diario íntimo, ficción barata, arte arte arte (no Martha Minujín, no llores).
Un botón y a la deriva, alguien va a leerte, no sabrás quién és, no no, es mejor así.
Te miran, te ven, saben de tu pena, pero no existen, y vos tampoco, es lindo el juego.
Y allá la vida, en primera persona. Y cuesta tanto decidirse en qué etapa anclar, con qué obsesión quedarse para siempe, o bien el escenario, o bien la colección de figuritas. Y yo que no me decido, me quedo con las dos, y las voy alternando.
Lo que comenzó como una investigación, porque así es como comienza tanto, se va alejando del (se) y se acerca a mí con un vértigo peligroso. No quiero mostrarte mis bombachas sucias, no quiero. No quiero decirte nada verdadero. Y te he dicho tantas cosas.
¿Hay alguien ahí de cualquier modo?
Había una película, una de tantas, década del ochenta, las computadoras de ese entonces, que acá no existían, y yo muy chica que miraba la película que era más que de ciencia ficción por la carencia tecnológica en el mercado local. Bien, me fui por las ramas, la película no sé de qué se trataba, pero estaba esta escena, del niño que comenzaba a conversar con un extraterrestre. Pantalla negra, cursor verde... inaudito.
Y estaba ahí, la comunicación, el arte verbal. La estúpida necesidad de encontrar bien lejos ese igual que nos comprenda. Porque acá cerca no encontramos nada. Ojo, todo es metafísico no vaya ud. a creer que estoy psicoanalizándome, que aquí no hablo de familia, ni de nada.
Esa diarrea verbal, esa bulimia literaria.
Necesito leer, y leer, para enseguida escribir y escribir. Y si no puedo, como en estos días, me fuerzo, me meto los dedos en la garganta y vomito letritas en el teclado. ¿Me invitaría Mirtha Legrand a almorzar con ella? aYY la quiero tanto a Mirtha.
La tele, la computadora, la náusea.
Mostrarse, cubrirse las tetas, querer que te miren y correr bien lejos para que no te vea nadie.
Estoy arisca como un gato que no encuentra su sillón. La cueva de cartón guarda los textos del tiempo. Y ya vendrá la primavera a resucitar nuestras más temidas alergias.
Ser surrealista no te asegura comprender lo incomprensible. Dejar hacer, dejar pasar.
Vuelvo entonces a esa poesía, a ese libro que ya leí, vuelvo a los lugares que conozco para empezar de nuevo. Y no reviso lo que escribo porque no tengo ganas, porque vomité y es bien feo, pero nadie me mira.
En este espacio se escribe en se. ¿Vieron? Una se escribe. Uno se dice. Tercera persona absurda inexistente, retóricamente necesaria para validar un discurso cotidiano y misterioso.
Cuasi diario íntimo, ficción barata, arte arte arte (no Martha Minujín, no llores).
Un botón y a la deriva, alguien va a leerte, no sabrás quién és, no no, es mejor así.
Te miran, te ven, saben de tu pena, pero no existen, y vos tampoco, es lindo el juego.
Y allá la vida, en primera persona. Y cuesta tanto decidirse en qué etapa anclar, con qué obsesión quedarse para siempe, o bien el escenario, o bien la colección de figuritas. Y yo que no me decido, me quedo con las dos, y las voy alternando.
Lo que comenzó como una investigación, porque así es como comienza tanto, se va alejando del (se) y se acerca a mí con un vértigo peligroso. No quiero mostrarte mis bombachas sucias, no quiero. No quiero decirte nada verdadero. Y te he dicho tantas cosas.
¿Hay alguien ahí de cualquier modo?
Había una película, una de tantas, década del ochenta, las computadoras de ese entonces, que acá no existían, y yo muy chica que miraba la película que era más que de ciencia ficción por la carencia tecnológica en el mercado local. Bien, me fui por las ramas, la película no sé de qué se trataba, pero estaba esta escena, del niño que comenzaba a conversar con un extraterrestre. Pantalla negra, cursor verde... inaudito.
Y estaba ahí, la comunicación, el arte verbal. La estúpida necesidad de encontrar bien lejos ese igual que nos comprenda. Porque acá cerca no encontramos nada. Ojo, todo es metafísico no vaya ud. a creer que estoy psicoanalizándome, que aquí no hablo de familia, ni de nada.
Esa diarrea verbal, esa bulimia literaria.
Necesito leer, y leer, para enseguida escribir y escribir. Y si no puedo, como en estos días, me fuerzo, me meto los dedos en la garganta y vomito letritas en el teclado. ¿Me invitaría Mirtha Legrand a almorzar con ella? aYY la quiero tanto a Mirtha.
La tele, la computadora, la náusea.
Mostrarse, cubrirse las tetas, querer que te miren y correr bien lejos para que no te vea nadie.
Estoy arisca como un gato que no encuentra su sillón. La cueva de cartón guarda los textos del tiempo. Y ya vendrá la primavera a resucitar nuestras más temidas alergias.
Ser surrealista no te asegura comprender lo incomprensible. Dejar hacer, dejar pasar.
Vuelvo entonces a esa poesía, a ese libro que ya leí, vuelvo a los lugares que conozco para empezar de nuevo. Y no reviso lo que escribo porque no tengo ganas, porque vomité y es bien feo, pero nadie me mira.
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