Tuesday, October 30, 2007

El cartel anunciaba peligro. Podías cortarte con los vidrios rotos. Caminaste igual descalza, para probar, para sentir. Si sangrabas tendrías la seguridad de estar viva.
Reencontrarte con ese dolor tan conocido, casi adictivo, casi de modorra.
Entonces te sentiste impulsada a hablar, a contar, a mentir un poco también. Y hablaste.
Usando palabras raras, tuyas, grandes, oscuras. No querías recojer los vidrios, no querías rearmar el jarrón, tan solo querías probar, un poco más, clavarte esa cuchilla espontánea aún más adentro.

Seguirás el juego, pisando, saltando. ¡Cuánto te gusta probar tu resistencia!
Total después se llora sola. Total después alcohol y curitas. Total después alguna lluvia y la sangre se borrará del piso. Aquí no ha pasado nada.

Thursday, October 25, 2007

"¡Dale, no te inhibas!"dijo él, risueño. Y yo dejé de reír.
Me perdí en la H intermedia.
Costó mil patacones imaginarme deshinibida, pero se pudo.

Paseo exhuberante de candor, por esa indómita cornisa, la de siempre. Recoger azahares del abismo que me abraza, exhumar los restos de ese pasado.
Cuatro incoherencias enhebradas en mi alma, no podrá deshilacharse el pulóver gris de años y resignaciones.

Tu ausencia impregnada, el vacío inherente.
Enhorabuena el hastío recobró sus bríos.

Friday, October 19, 2007

Y se me va todo de las manos, se me cae de los bolsillos, voy perdiendo compostura sin darme cuenta.
Ahí te caíste vos, en esa esquina, te vi caer, pero no pude dejar de caminar, hay una fuerza en mi ombligo que me tironea.
No te enamores por favor... porque si te enamorás no va a ser de mí, eso lo sé, y entonces es de alguien más, y entonces estoy más sola y te me caés y tengo que correr tirada por el ombligo y buscar por otro lado.


Yo sé que el equilibrio es una quimera, ni siquiera eso, es una triste ilusión, una lectura subjetiva, un recorte tendencioso del presente. Yo lo sé, lo sé, te juro que lo sé. Pero igual lo deseo.
Tengo sueño. No quiero salir, pero voy a salir igual. Porque es viernes, porque hay que salir, para continuar con este vértigo que impide la caída. Si hay vértigo aún no caímos. Si deja de haber vértigo hay dolor y moretones.
Tengo sueño. No quiero hacer todo lo que tengo que hacer, y lo voy a hacer igual, porque no podría sobrevivir con la culpa de dejar algo inconcluso.
Tengo sueño. Y no quiero escribir, pero escribo igual. Casi de la misma forma en que no quiero pensar en vos y pienso. AHHHHH, vete, vete, fush, fush. No hay forma de pasar borratinta. El pensamiento, el maldito pensamiento, siempre en indeleble.

Monday, October 15, 2007

¿Ahí te duele?

Darme cuenta
una cachetada fría
ausencia es una palabra demasiado dulce.

Ser letras pegoteadas
no es ser mucho
sería mejor no ser nada.

Quise ser el nombre
de las sonrisas
quise ser caricia
quise ser quise ser
Me hostigás dulcemente
aún necesito que existas.
Necesidad, otra palabra flan.

La voz, la voz
habrá demasiadas ssssss al pronunciarse.
Mejor callar de vez en cuando.

Ahí va pasando mi vida, como si nada. Yo la saludo, como si todo. Ahí voy pasando yo, conmigo a cuestas, no me saludo nada.

Porque lejano te busco
porque ausente te extraño
porque inaccesible te quiero
porque de otra ¿por qué de otra? y no mío.

Ir brillando por ahí, cuando quizás es otra cosa bien distinta la que se desea. Brillar yo para que no me devore esta maldita oscuridad. Pelear, pelear con esta frazada que me consume, que quiere consumirme y no la dejo, y no debo dejarla, y reír, y reír. Como loca río (por no llorar dice el tango). También estoy mareada, pero de tantas otras haches intermedias que hoy no escribiré. Esas mudas malditas que dicen todo desde adentro de la palabra que no quiere pronunciarse.

"Seño, Seño, ¿vamos a escribir un cuento con la hache?" Pobres vástagos, no saben, no saben. Desconocen el peligro de la letra. Dios conserve su inocencia.

Te soñé, ¿sabés? Y no quería soñarte. Desperté y lo recordé. Y no quería recordarlo.
Te soñé, ¿sabés? Y hoy, hoy, es tan difícil.

Tuesday, October 09, 2007

Johnny y las velitas

Era el cumpleaños de Katie. Hacía meses que Katie venía anunciándolo, preparándolo, entusiasmándolos. Todos esperaban ansiosos ese día, incluso Johnny que tiene una forma tan particular y poco clara de estar ansioso.
Johnny pasó toda la mañana del sábado pensando en qué ropa se pondría, cuánto perfume. Imaginaba cada instante clásico de los cumpleaños, los regalos, los juegos, el baile, la torta y las velitas. De algún modo cada cumpleaños al que iba era un poco el suyo, pero no, este era el cumple de Katie y no el suyo, tenía que acordarse, nadie se lo perdonaría de otro modo.
La mamá de Johnny lo llevó cuando el cumpleaños ya estaba empezado, siempre llegaban tarde. A J0hnny le molestaba un poco llegar tarde, pero se había acostumbrado, era tan cotidiano que casi constituía un toque idiosincrático de su organización familiar.
Por eso, por llegar tarde, es que no entendió al principio. Por eso es que tuvo que ir reconstruyendo la historia por partes, como un rompecabezas.
Al entrar recorrió el salón, algo oscuro, algo rojo, algo amarillo, algo sucio, con el paquete enorme del regalo. Buscaba a Katie. Una mano adulta femenina lo detuvo, sería la mamá de Katie, no estaba seguro. Tal vez la mamá, tal vez la animadora... nono, la animadora estaba vestida de Hada multicolor. Entonces la mamá... ¿en zapatillas? nono, sería la niñera, la tía desprolija, alguien que sabía.
"Dejálo por ahí, no te hagas problema, después se lo damos".
Johnny que sólo había visto las zapatillas y la mano femenina dejó el paquete donde se le indicaba y continuó adentrándose en la fiesta. Saludó a sus amigos y preguntó por Katie. Le respondieron de formas vaguísimas. Hombros levantados, manos rascando el mentón, labios inferiores en puchero.

"Creo que se fue".

No podía ser, eso sí que no. Estaría por ahí, pero no podía irse, era SU cumpleaños. La siguió buscando, esperando. No podía prestar atención a los trucos de magia, y de algún modo era mejor así, porque eran tan básicos y aburridos que le habrían molestado.
Luego llegó la hora del baile y él hizo su baile, aquel que consistía en sacudir los brazos hacia arriba y zapatear como le había enseñado su maestra de música. Lo de los brazos lo había inventado él, y le encantaba.
Cuando nada lo veía decidió investigar la desaparición de Katie y se escabullió en el salón de los grandes.

"Se puso muy nerviosa, y no quería, no quería. Alguien le dijo feliz cumpleaños y ella no quiere que le digan nada. La mandé a casa".

Tenían razón. Johnny no podía entenderlo, el cumple de Katie y ella no estaba. ¿Cómo era posible que todos estuvieran tan tranquilos? ¿Por qué las animadoras seguían haciendo juegos? ¿Qué estaban festejando ellos ahí bailando alegres? ¿Cómo su madre, que ahora sabía que no era aquella fémina de zapatillas porque tenía unos zapatos negros de charol puntiagudos, comía un sanguchito de jamón y queso doblado a la mitad, sin atragantarse por la angustia?
Johnny corrió a contar lo que había descubierto. Quiso interrumpir esta farsa. Imaginó pararse frente a todos y decir ya basta, Katie no está, si no está ella nos vamos todos.
Corrió y corrió sin parar. La distancia entre el salón de los grandes y el de baile se le hizo interminable. Con alguien se chocó, ese alguien dijo una palabra fea, muy fea, de esas que sólo había escuchado decir a su abuelo alguna vez. Ese alguien llevaba una torta con velitas. Había que actuar rápido, antes de que llegara, antes de que se apropiaran del cumpleaños por completo.
Corrió, empujó, pero todos alrededor de la torta cantaban: "que los cumplas Katie, que los cumplas feliz". Y luego en inglés, y en alemán, alguien cantó en quechua. Johnny gritaba y empujaba pero nadie ni siquiera lo miraba. Manos descolgadas desde el techo sacaron fotos y los flashes y las velas y la música y los aplausos.

"Soplen todos chicos las velitas".

Y Johnny casi sin querer, casi obligado, pero secretamente contento, también sopló.

Johnny y la debacle III

EL ACTO había quedado como testimonio del martirio. Ya no se hablaría más de eso. De hecho, no se habló más de nada.
Un día su maestra entró en el aula en silencio, escribió en el pizarrón algunas frases y se sentó.
Un codazo, un gesto con las cejas, alguien desde el silencio obligado intentaba decirle algo.
" Está de paro".
Su maestra estaba de paro, completamente sentada. Estar de paro parece ser estar en silencio o no estar por completo. Quizá su amigo estaba de paro detrás de esa luz potente. Quizá su abuelito no estaba en el cielo y estaba de paro. Quizá papá, después de pelearse con mamá, no lo había abandonado, quizá él también estaba de paro.
Estar de paro, además de implicar silencio obligaba a conservar un gesto de suma seriedad en el rostro, como si algo grave hubiera ocurrido.
Johnny no quiso preguntar, sabía que nada le sería contestado, y que en algún punto no quería saber porque saber implicaría estar también él de paro, y estar así, enojado. Y él no quería estar de paro.
El recreo se sucedió de forma normal, en realidad todo se sucedía de forma normal, pero eso era lo más truculento, lo más lúgubre de todo. El aire olía a algo terrible, su maestra en silencio luego de tantos gritos, esta especie de libertad tan dudosa. Seguramente todo duraría bastante poco, Johnny presentía que esto era sólo el ojo de la tormenta. En cualquier momento esta pausa, este silencio, terminaría en catástrofe, en cualquier momento.

Johnny y la debacle II

Después de esa situación incomprensible su maestra nunca volvió a ser la misma.
Ya en el aula comenzó a sobrevolar el fantasma de un evento que se avecinaba... "EL ACTO". Johnny no sabía bién qué era eso, pero estimaba que sería algo terrible. Ahí estaba su maestra, luego de la metamorfosis mencionada, susurrando a gritos frases ininteligibles con otras maestras.
Su maestra entró y cerró la puerta. Todos debían escribir, copiar, todo debía hacerse rápido, la luz se apagaría en cualquier momento y había que estar preparado, para el traslado, para que comience la preparación, la simulación, para EL ACTO.
A Johnny lo llevaron a ese lugar enoooorme, con piso de madera, con un escenario alfombrado en el frente, con cortinas larguísimas. Al principio las luces estaban apagadas y había miedo, Johnny tenía miedo, pero no dijo nada. Las luces se encendieron de golpe, más potentes que ninguna luz que haya conocido antes. Su maestra lo subió al escenario, la luz cegándolo. Hablá, hablá, que se callen todos, que te quedes quieto, no, vos no, vos movéte, no te dije, para allá, para el otro lado, no estudiaste nada. Johnny no podía moverse, ¿quién estaría detras de esa luz? ¿Quién lo observaba? Esa voz entre chillona y sumamente grave, no podía ser la de su tierna maestra. Fue sin duda en ese fatal experimento, alguien se le metió adentro, alguien que ahora manejaba las luces, alguien que quería también su cuerpo y Johnny, Johnny, pobre Johnny.
"Que no te pase como aquella vez, le gritó alguien, no te vayas a hacer pis". Era su amigo, él sabía que era su amigo quién le decía eso, pero no podía verlo, esa luz, esa luz. Nunca más vio a su amigo, malditos, lo habían matado, dónde estaría ahora. Johnny quería llorar, pero no lloró, no lloró. Se aguantó estoicamente, intentó cumplir con esas órdenes incoherentes que se le daban, bailó, cantó, giró. Luego fue llevado de nuevo al aula. La terrible experiencia volvería a repetirse. Una y otra vez, una y otra vez. Hasta que quede filmada en las miles de cámaras digitales. Y volvería a verlo, ya en su casa, para revivir el calvario, una y otra vez, una y otra vez.

Friday, September 28, 2007

La educación afectiva II

Ahí donde hay deseo, hay necesidad y hubo satisfacción. Ironía. Ahí, en ese espacio vacío, en ese preciso hueco, para edificarse como tal, para que yo lo reconozca como vacío, hubo algo, hubo placer, hubo lo que no hay, lo que busco, lo que dudo de tanto buscar que sea placer y que de a ratos se convierte en esta patética costumbre de buscar y buscar y desear y necesitar y saberlo tan distinto y tan igual.

Sí, es bien triste admitir que si soy infeliz es porque supe saborear la felicidad. ¿En qué tiempo ocurrió eso? ¿Acaso en otra vida? ¿Acaso todo yace, Freud mediante, en el limbo del oscuro inconciente?
Yo soy quien reprime el deseo. Si reprimo el deseo no descargo el afecto, si no lo descargo no me satisfago, si no me satisfago...
Pero no es cierto, traslado el afecto (energético queridísimos, no pura ternura, también ira, también angustia, también), armo palabras y oraciones, sublimo, sublimo, y de vez en cuando, de vez en cuando.... shhhhh.

Derivo la energía, la distribuyo, un poco para acá, otro poco para allá, quizá todos los platos puedan continuar girando, si los toco a penas, si no pierdo tiempo. En cuanto se caiga uno caerán todos, porque ya no tendrá sentido seguir la pantomima del nefasto equilibrio.

Si deseo es porque supe ser feliz. Ironía. Ironía. Ironía.

Recordar es el primer paso para olvidar. Pero no viceversa, porque el olvido, el sin querer, ese que una cree que no ocurrió, qué peligroso. Dejarte caer, concientemente, es parte de este aprendizaje. Mirarte caer mientras caés, e irme mirándote mirarme mientras me voy. Trasdadar mi deseo de plenitud a cualquier otro lado sabiendo que uno no desea lo que nunca tuvo. ¿Cuándo, en qué mundo, en qué vida? ¿Acaso pasado presente y futuro se yuxtaponen? ¿Acaso ando deseando lo que tuve en un futuro inventado por qué otro?

¿Qué aprendimos hoy amiguitos? Mucho Profesor Sigmund, mucho. Pero es tanto lo que aprendí, que no me alcanza la piel para llevarlo a la práctica. Y la teoría por sí misma, usted sabe.

Tuesday, September 25, 2007

Una cholula de noche

Gracias Juampi Galimberti, por los city tours en los pasillos de la fama argentos.


A ella, la Cholula, le pareció haberse quedado dormida con la tele encendida. Sí, debió ser eso. Y se soñó adentro, había que agacharse un poco para entrar en el 14 pulgadas de su cuarto.
¿Quién iba a decir que los famosos se quedaban ahí toda la noche? Y ahí estaban, con su vasito de cerveza, ofreciendo fósforitos y chips de jamón y queso. Ahí estaban acercando a sus comisuras risueñas, perfectas, conocidas, esas servilletas de papel. Ahí estaban bailando descontrolados al ritmo del Reggeaton.
La Cholula sabía que si los sentía parientes eran famosos. Ése de allá, estuvo en las telenovelas de Andrea del Boca. Aquel otro con Solita Silveyra. ¿Esa siempre hizo de mala? No, no, alguuuuuna que ooooootra vez hizo de buena.
Trencito, trencito. La Cholula no lo puede creer. Ahora entiende que su inclinación al carnaval carioca le viene de la tele, como le vino siempre todo. La Cholula se queda paralizada, no puede comer, ni moverse, no puede sumarse al trencito, que evidentemente termina en el baño.
La empujan a la Cholula, ¡un famoso! Ese mismo que minutos antes aplaudió, casi casi de pie. Le pide perdón, ella a él, y él a ella, lógico. La Cholula no-lo-puede-creer. Arturo Bonin, no García Satur, le sirvió Coca Light, y a ella casi se le cae el vaso.

Hay que bailar Cholula, para que no se note, hay que mover el bumbumbún, hay que convertir el traste en un bombón asesino, para que no se note lo tonta que estás, si hasta te tiemblan las piernas, Cholula, y ya te olvidaste que estabas dormida. Es que los sueños lindos parecen tan reales, o las cosas reales tan bizarras parecen sueños, mmmmmm, no sé bien.

Saturday, September 22, 2007

primavera de praga

La plaza estaba vacía antes de que llegáramos. Ahí los bancos, como si nada, como si todo.
El cielo estaba completamente despejado. El sol en su lugar.
Y nosotros caminamos, llegamos, nos paramos frente al monumento de la hipocresía y escupimos esas palabras que llevábamos en el pecho.
Pisoteamos el pasto, saltamos sobre las tumbas, escarbamos y nos llevamos de souvenir algo de tierra.

En casa mamá lavaría nuestras camisetas blancas de algodón, manchadas de barro. Ensuciarse hace bien.

Sunday, September 09, 2007

Yo sujeta

BUSCAR, DAR LUGAR CONCIENTE AL DESEO Y BUSCAR
PICA ACÁ, HAY QUE RASCARSE CONTRA ALGUNA PARED
TE MIRO, TE BUSCO, TE ENCUENTRO

TU BOCA, TUS DIENTES, MIS LABIOS
MORDÉS Y ME GUSTA

LA PUERTA, EL MARCO FRÍO
(mi pequeña agenda neurótica en un bolsillo)

las cosas deben hacerse de un modo prolijo
primero lo que se prometió
lo que se debe
medir los riesgos
no apostar de más (no apostar)
cuidarse, limpiar, estar limpia
siempre con esta sonrisa
siempre con esta barrerita
pero
ALCEN LA BARRERA PARA QUE PASE LA FAROLERA .....
ROMPER LA BARRERA
PRENDER EL FAROL
SALUDAR AL CORONEL CUBIERTA POR MI DESNUDEZ
ROBARLE EL SOMBRERO
Y SALIR CORRIENDO

No, no dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis
pensar para no hacer
pensar antes de hacer
y no hacer nada

O HACER TODO.

Si entran cien, acá en la sien.

¿Mucho no? Habrá que borrar algo.

Saturday, September 01, 2007

Si fui alguna vez sólo orificio, sólo vacío, sólo necesidad. Volver a serlo.
Desenmarañar la nostalgia que se arremolina en la tráquea.
No darle tanto espacio, o dárselo todo, el infinito espacio del vacío.
Danzar, danzar, ¿por qué no?

Voy a dejar que mis labios sean callados de nuevo por tu boca.

Tuesday, August 28, 2007

ocurrió el desborde ahí en la orilla de la pollera azul, sin aviso, sin hilacha previa, sin forcejeo, solo un desborde fresco y abundante.
ocurrió el desborde que debía ocurrir, los embalses infinitos también tienen límites.
y los peces nadaron por el aire tanto rato que casi les crecen pulmones.
y ella quiso abrazarse pero tenía ese espacio ya tan ocupado y tan sin nada y no importaba, o no se acordaba y si realmente importaba.
sabía allí abajo, bajo su suela, el vacío oscuro, pero miraba los peces, sus súbitos pulmones verdes, amarillos, de tantos colores. Hoy no quería llorar.

Sunday, August 19, 2007

Las vueltas de Ývanna

Ývanna había nacido allá por el año 1935 en uno de esos pueblitos de Polonia que de tan pequeños y perdidos han olvidado su nombre.

De su infancia guarda el nítido recuerdo de el terror de aquella tarde de otoño en la que se escabullió en el cuarto de su madre y tomó sin permiso su cajita musical. Sabía que con sólo dar cuerda al diminuto mecanismo lateral desataría esa mágica sinfonía, esa danza triunfal de interminables giros.

Ývanna disfrutaba del baile de la pequeña muñequita, casi tan pequeña como ella. Cerraba sus ojos y dejaba que la música monótona y metálica se transforme en magníficos acordes de pianos, trombones, clarinetes y acordeones. Entonces lo decidió, ella quería ser esa pequeña muñequita.

Así, en secreto, porque su madre nunca se lo hubiera permitido, se deslizó hasta la espesura de el bosque gris que rodeaba su casa natal. Allí, cubierta por el manto protector de la maleza comenzó a girar y girar, como si ella misma fuera parte de la cajita de su madre.

Giró y giró y des- cu -brió (shhh, esto es un secreto) que si fijaba la vista en sus pequeñas manos no se mareaba nunca. Miraba cada una de sus uñas llenas de mugre, sacudía sus falanges, y podía continuar girando hasta que el mundo alrededor se transformara en una línea infinita. Y podía continuar girando hasta senti que no era ella quien se movía sino todo lo demás, que ella estaba muy quieta, casi flotando.



Cuando sus padres decidieron trasladarse a Norteamérica por razones que sólo los grandes pueden entender, a ella la envolvió una tristeza profunda, azul oscuro, que sólo comenzó a desteñirse tiempo después. Fue cerca de 1950, fue un jazz cualquiera, porque lo que importaba no era el jazz, ni el joven que bailaba con ella, sino los giros. Ývanna volvió a girar y girar, y miraba sus manos, que ya no eran manos regordetas de niña sino finas manos de mujer. Ahí estaban sus dedos entrelazados con los de Jeremy. Y los giros, y las vueltas, y las manos.

Y sus manos continuaron girando, en rondas infantiles con sus hijos, revolviendo mezclas para pasteles multicolores, limpiando espejos en donde nunca se miraba.
Una mañana en medio del movimiento circular que espantaba una mosca del cereal de su hija menor, detuvo su mano en el aire y quedó atónita. Acercó lentamente la otra, a la misma altura, se apoyó en la ventana para verlas mejor. Recorrió con el dedo índice de la mano derecha los incipientes surcos de la izquierda, y ahí nomás se decidió. Era tiempo de la última vuelta. Volver a Polonia, adentrarse en el bosque, y girar a escondidas, dejando sus manos envejecer lentamente, llenarse de arrugas y detener el tiempo transformando el mundo en esa línea, en esa línea.

Thursday, August 16, 2007

Johnny y la debacle

CAPÍTULO 1

Johnny no supo bien por qué pero su maestra de buenas a primeras comenzó a gritarle frases descabelladas, órdenes encontradas que referían a moverse hacia algún lado.
Haciendo memoria Johnny llegó a la conclusión de que todo comenzó esa tarde, que por equivocación se aproximó al laboratorio y abrió la puerta. Allí la vio a su maestra arrojada en el suelo siendo fotografiada.
Con un gesto desaprobatorio otras manos docentes lo instaron a retirarse, pero él quedó petrificado ahí mismo, junto a la puerta, con la mirada fija en su maestra quien finalmente se levantó y se acercó a explicarle que no se asuste, que no pasaba nada, que estaban haciendo un experimento.
Johnny se fue, porque supo que debía irse, pero ese recreo no lo compartió con nadie más que con esa imagen que se imprimió en su mente. Su maestra ahí, ¿por qué? ¿qué clase de experimento infame estaban realizando con su maestra? ¿por qué él debía retirarse?

Hoy, una vez consumada la fatídica transformación, comprende, asume que ese experimento en aparencia inocente era el inicio de la debacle.

Tuesday, August 07, 2007

punto y coma

Y te me escapás constantemente, tanto que vuelvo a buscarte aún sabiendo de antemano que lograrás escabullirte.
Esa única certeza del piso, ahí, cuando se caiga. Aunque sería bien hermoso caer, y caer, y caer, casi como Alicia. Pero uff, aún ella llegó.
Y caer y caer, y ver pasar las mismas imágenes una y otra vez, cada vez que la secuencia termina y vuelve a comenzar.
Caer y caer, como caigo aún sabiendo de antemano que dejaré de caer en algún momento.
Dejarme caer en tu búsqueda quizá sólo por esa triste única certeza.

Thursday, August 02, 2007

La educación afectiva (cursi, qué más)

Aprenderás a abrazar
cuando se pueda
aprenderás luego a desprenderte.

Aprenderás a querer
sin restricciones
y aprenderás, si aún no lo aprendiste
que no siempre te quieren

Aprenderás a decir
todo todo
aprenderás a callar
más de la cuenta
y aunque te cueste
aprenderás a ser desoída
como corresponde,
con dignidad mapuche

Aprenderás el valor de la palabra
aprenderás el calor de la caricia
descubrirás con exactitud
lo que necesitas
y desde ahí... el vacío

Y no aceptarás menos que eso
aunque te duela un abismo
aunque se pierda el encanto
de la espera finita
aunque te pierdas deseando
y te desees perdida.

Aprenderás entonces
si es que sobrevives
a estar viva.
Sonia aprendió a abrazar, Bruno tuvo mucho que ver en ese aprendizaje.

Sonia al principio cerraba fuerte los ojos, contaba los segundos, contenía la respiración y palmoteaba rítmicamente el la espalda del abrazado, hasta que termine.

El suplicio era tal que prefería no nombrarlo.

La tortura comenzaba en la panza, como comienzan todas las torturas, por dentro, cuando se siente la seguridad de la amenaza ahí entre los ojos. Comenzaba con esas ganas, esa necesidad. Pensarla cursi era una salida de emergencia. Por qué abrazar en el mundo globalizado. Pero ella quería eso, ahí, en el esófago, dónde se expresan las ganas. Luego ese adelantarse y retrodecer, imperceptible, con las manos en los bolsillos, y quizá sí, pero quizá no, nunca pedirlo, nunca pedirlo. Bruno la abrazó a la fuerza, de golpe, y ella no tuvo más que sacar sus manos de los bolsillos y palmotearle el hombro.

El miedo era tan claro, lo de siempre vio? el rechazo y esas pequeñeces que se vuelven grandes en el silencio incómodo de quien piensa y repiensa.