Él logró desarmarme, de golpe. Esa noche de río yo era una con mi armadura. Yo impenetrable, yo seca de lágrimas.
Fue tan solo el roce de su mano en la palma de mi mano, fue tan solo necesario que me clavara eso ojos de agua en los míos para que caigan mis armas.
Temblé, y no me abrazó. Continuó rozando con su presencia la mía.
Me cubrió de su silencio y ofreció un cáliz del que quise beber, y quiero, pero ahora sé, ahora sé.
Corrí, sin irme. Me fui, quedándome.
Y anclé ahí, en ese puerto, al que no llega ningún barco.
Me fui para que me vieras irme, quedándome sentada a tus espaladas. Tu imagen, y luego tu imagen.
Te pedí de rodillas que me dijeras no, y no dijiste nada.
Quiero dolerme ahora, quiero sanar y no puedo, porque tu dedo sigue adentro de mi llaga. Tu dedo que es caricia y violencia. Tus ojos, Dios, tus ojos, que me miran de una forma que no comprendo. Miráme con desprecio, con asco. No me mires con dulzura, no me abraces para decirme .... ya no puedo ni explicar qué me dijiste.
Wednesday, February 27, 2008
Wednesday, January 02, 2008
Sueño de una noche de verano
Hizo tanto calor anoche que dormí de a ratos, como saltando, pero sin saltar, por el calor ¿viste?
El sudor en mi espalda que se enfriaba con el viento del turbito minúsculo que tengo a los pies de mi cama me asustaba. En mi cabeza el mandato materno "cuidate, si se te enfría el sudor te podés enfermar".
El mandato materno más fuerte que la presión del calor. Entonces la sábana, por lo menos en la espalda, cuando mi espalda daba su frente al ventilador.
Dormí de a ratos y soñé poco, durante la noche. Por la mañana seguí durmiendo, así de a ratos, y soñé más.
Tuvimos que subirnos de golpe a cualquier auto, cualquiera. Pararlos en la ruta, pedirlos prestados. Tenían que ser dos autos, por más que entráramos todos en uno, porque a la vuelta seríamos muchos más. Dos autos buscamos.
Muchos automovilistas nos sortearon, pudieron no frenar. Un auto, un pequeño auto amarillo, un Volksvagen (o como se escriba porque ahora me doy cuenta de que nunca tuve la necesidad de escribir esto, pero sí lo pronuncié, y es tan lindo pronunciarlo). El otro auto estaba pintado de varios colores. Yo iba a manejar, pero no lo hice, porque alguien se desesperaba por hacerlo.
Yo quise ver qué llevaba en mi mochila. Y sí, tenía el equipo de mate, pero el mate estaba sucio y el termo, los termos vacíos. Desde ese momento sólo me preocupaba la suciedad del mate, sin bolsa de polietileno, en mi mochila. Ahí recordé que debería haber agarrado una bolsa, cuando agarré tantas cosas del aula, cuando estaba ordenando, el desorden constante, el armario vacío, los niños, los niños, por todos lados.
"Vamos a tener que subir por acá". Dijo el conductor. Ya no podíamos distinguir dónde se encontraba el otro auto, a ellos debíamos seguirlos, pero los habíamos perdido. Entonces el imperativo era llegar, llegar, a tiempo, como sea. Había algo de persecución, pero no necesariamente estaban detrás, estaban arriba, en todos lados. La persecución era ese imperativo, ese tiempo, y ahora esa colina empinada.
Subimos igual, el auto no resistiría.
Subimos igual, pero no hay camino.
Subimos igual, y casi la muerte, casi el vacío.
Cambiarnos de carril, aunque sea de contramano. Para llegar, porque es más peligroso el fin del tiempo que el vacío, que la muerte.
Llegamos.
escaleras blancas de yeso. gente conocida y gente que no. todos haciendo ladrillos de dulce de leche. todos abocadísimos a su quehacer. concentrados.
Extraje de mi mochila un bizcochuelo, enorme, lo partí en mil pedazos, y los obreros vinieron a merendar.
Allí estaban ellos, entre los obreros, allí estaban y recién ahora me doy cuenta de que los extraño tanto. Que ella tuvo un hijo que lo llamó Lucas, y es tan pequeño, pero no tanto como para que yo no lo supiera. Dios, cuánto los extraño, y no es justo llorar, no quiero llorar. Y lloro, y no puedo dejar de llorar. Porque nos prometemos que nos vamos a ver más seguido, juramos que ni bien termine la merienda nos vamos a pasear por algún lugar. Pero lloro, porque sé que es mentira, no podría explicar por qué es mentira, pero lo sé. Tampoco puedo explicar por qué lloro, pero lloro.
No les voy a decir que en mi mochila tengo un paquete enorme de Chocolinas. No les voy a decir nada, y se las voy a dejar cuando me vaya, casi por descuido, para que piensen que es un milagro, y puedan merendar mañana.
Tengo miedo de la colina esa, a la vuelta. Será hacia abajo.
El sudor en mi espalda que se enfriaba con el viento del turbito minúsculo que tengo a los pies de mi cama me asustaba. En mi cabeza el mandato materno "cuidate, si se te enfría el sudor te podés enfermar".
El mandato materno más fuerte que la presión del calor. Entonces la sábana, por lo menos en la espalda, cuando mi espalda daba su frente al ventilador.
Dormí de a ratos y soñé poco, durante la noche. Por la mañana seguí durmiendo, así de a ratos, y soñé más.
Tuvimos que subirnos de golpe a cualquier auto, cualquiera. Pararlos en la ruta, pedirlos prestados. Tenían que ser dos autos, por más que entráramos todos en uno, porque a la vuelta seríamos muchos más. Dos autos buscamos.
Muchos automovilistas nos sortearon, pudieron no frenar. Un auto, un pequeño auto amarillo, un Volksvagen (o como se escriba porque ahora me doy cuenta de que nunca tuve la necesidad de escribir esto, pero sí lo pronuncié, y es tan lindo pronunciarlo). El otro auto estaba pintado de varios colores. Yo iba a manejar, pero no lo hice, porque alguien se desesperaba por hacerlo.
Yo quise ver qué llevaba en mi mochila. Y sí, tenía el equipo de mate, pero el mate estaba sucio y el termo, los termos vacíos. Desde ese momento sólo me preocupaba la suciedad del mate, sin bolsa de polietileno, en mi mochila. Ahí recordé que debería haber agarrado una bolsa, cuando agarré tantas cosas del aula, cuando estaba ordenando, el desorden constante, el armario vacío, los niños, los niños, por todos lados.
"Vamos a tener que subir por acá". Dijo el conductor. Ya no podíamos distinguir dónde se encontraba el otro auto, a ellos debíamos seguirlos, pero los habíamos perdido. Entonces el imperativo era llegar, llegar, a tiempo, como sea. Había algo de persecución, pero no necesariamente estaban detrás, estaban arriba, en todos lados. La persecución era ese imperativo, ese tiempo, y ahora esa colina empinada.
Subimos igual, el auto no resistiría.
Subimos igual, pero no hay camino.
Subimos igual, y casi la muerte, casi el vacío.
Cambiarnos de carril, aunque sea de contramano. Para llegar, porque es más peligroso el fin del tiempo que el vacío, que la muerte.
Llegamos.
escaleras blancas de yeso. gente conocida y gente que no. todos haciendo ladrillos de dulce de leche. todos abocadísimos a su quehacer. concentrados.
Extraje de mi mochila un bizcochuelo, enorme, lo partí en mil pedazos, y los obreros vinieron a merendar.
Allí estaban ellos, entre los obreros, allí estaban y recién ahora me doy cuenta de que los extraño tanto. Que ella tuvo un hijo que lo llamó Lucas, y es tan pequeño, pero no tanto como para que yo no lo supiera. Dios, cuánto los extraño, y no es justo llorar, no quiero llorar. Y lloro, y no puedo dejar de llorar. Porque nos prometemos que nos vamos a ver más seguido, juramos que ni bien termine la merienda nos vamos a pasear por algún lugar. Pero lloro, porque sé que es mentira, no podría explicar por qué es mentira, pero lo sé. Tampoco puedo explicar por qué lloro, pero lloro.
No les voy a decir que en mi mochila tengo un paquete enorme de Chocolinas. No les voy a decir nada, y se las voy a dejar cuando me vaya, casi por descuido, para que piensen que es un milagro, y puedan merendar mañana.
Tengo miedo de la colina esa, a la vuelta. Será hacia abajo.
Wednesday, December 26, 2007
El vino del vértigo
"Dicen que cuando llegó a los pagos de Yacochuya, Michel Rolland sufrió de síndrome de mareo embriagador con agudización de sentidos concomitante. El mismo que paralizaba a Jimmy Stewar persiguiendo a Kim Novak en empinadísimo campanario conventual según Hitchcock. pero en Salta. Vértigo puro. Nada más normal tratándose de un paraje de 2.035 metros sobre el nivel del mar.
El famoso enólogo del Pomérol no se arredró, se dejó llevar por el trance y descubrió oro. Que en léxico vitícola equivale a terroir deslumbrante. Bendecido por esa mágica confabulación de virtudes terrestres & climáticas que engrandecen al más patrio de los cepajes tintos: el Malbec."
El texto no es mío, pero me pareció fantástico, exuberante. Lo tomo prestado (cuando tomar es un verbo taan adecuado) y rindo un homenaje a su autor.
Siempre intuí que para entender realmente a Hitchcock había tomar taninos.
El famoso enólogo del Pomérol no se arredró, se dejó llevar por el trance y descubrió oro. Que en léxico vitícola equivale a terroir deslumbrante. Bendecido por esa mágica confabulación de virtudes terrestres & climáticas que engrandecen al más patrio de los cepajes tintos: el Malbec."
El texto no es mío, pero me pareció fantástico, exuberante. Lo tomo prestado (cuando tomar es un verbo taan adecuado) y rindo un homenaje a su autor.
Siempre intuí que para entender realmente a Hitchcock había tomar taninos.
Monday, December 24, 2007
Las reglas de la bombachita rosa (también aplicable a las navidades)
- Costumbre de consumir doce pasas (preferentemente de uva) exactamente a las doce.
- Cuando suenen las campanadas. Y si faltan campanadas preparar previamente a un tío o sobrino con aptitudes musicales para que imite el sonido faltante.
- Si bien se sabe de ciertas tribus que conservan la misma consumbre con nueces, la operación resulta más complicada. En esa tribu también se sostenía que debía pedirse un deseo por cada nuez y saltar con un solo pie mientras tanto.
- No levantar el mantel hasta el día siguiente, y de ser posible no levantarlo tampoco ese día. Será mejor tirar el mantel y todo lo que haya quedado encima.
- Brindar de pie, y nunca con agua.
- Si el padrino alcohólico en recuperación se niega, oblígueselo cuando menos a levantar la copa.
- Es necesario mirar a los ojos cuando se brinda, aún cuando se trate de una reunión numerosa. Si bien el rito puede demorar un buen rato, no debe descuidarse la ingesta de pasas de uva. Se recomienda que se realicen ambas operaciones al mismo tiempo, o bien coordinar la reunión en dos grupos previamente organizados que se dividan las importantes tareas.
- No será necesario comprar pirotecnia, siempre el vecino tendrá suficiente para que la mera visita al balcón colme los corazones ansiosos de pólvora.
- El helado cerca del ventilador no es una buena idea. Si bien ambos son necesarios debe realizarse una opción. Se recomienda considerar este momento de optar como símbolo de las opciones a considerar en el año advenidero.
- Las damas se encontrarán estrenando ropa interior rosada, no será requerida una prueba fehaciente del cumplimiento de dicha norma ya que se confía en la buena voluntad de las festejantes.
- El corcho de la sidra debe golpear el techo y luego alguna cabeza (evitando siempre los ojos, como con tanta otra cosa), luego de lo cual se dirá "alegría, alegría, te casás". El implicado deberá al menos simular alegría.
- Reglas básicas para llamados telefónicos de Felicitaciones:Uilizar oraciones unimembre del estilo: Felicidades, Feliz Año, Los mejores deseos, etc.
- No profundizar en ninguna conversación, recuérdese que las líneas estarán ocupadas y más de uno querrá hablar con esa persona con la que ud. se encuentra hablando.
- Por sobre todo recuérdese que a dichas personas las vio ayer y las verá mañana.
- Si la conversación amenaza con profundizar aléguese un "hay mucho ruido acá, no te puedo escuchar nada".
- Reitere alguna oración unimembre de las anteriores y cuelgue o pase el teléfono a algún otro desdichado familiar.
- Si puede seguir al pie de la letra estas simples pautas y terminar la jornada de buen humor y con ánimos de seguir viviendo, seguramente se halle preparado para un año más. ¡Felicidades! Que tenga un próspero año.
Thursday, December 13, 2007
Y Sueiro apagó la luz, en serio.
Cosas locas:
Sueiro era, como se esperaba fanático bizarro de ZAP (para los desmemoriados es el programa que condujo Polino en plena debacle económica, allí tuvieron su apogeo Guido Süller, su novia Paulina, el Larva, Nuestro nunca bien ponderado Lafauci, y Jacobo también, evidentemente).
"Cada vez que publicaba un libro me lo dedicaba pidiéndome que vuelva ZAP a la televisión, era, además de lo que se sabe de él por todo lo espiritual, un acuariano con todo el fuerte sentido del humor" dijo Polino.
A él, señor de trayectoria y seriedad abigarrada, le costó decidirse para hacer el comercial que tanto nos deleitó a sus seguidores empedernidos.
"Es más, él exigió llevar su propia bata y su taza. La que tiene en el comercial es suya" dijo Daniel Gómez Rinaldi.
PUDO VOLCAR SUS EXPERIENCIAS CON LA MUERTE EN SU ESCRITURA.
Sentenciaba el VideoGraf.
"Esto también es parte de la vida" concluyó Sueiro, desde la lejanía, desde ese horizonte en donde alguna vez, en mi tierna infancia, escuché horrorizada, y no es para menos, que Olmedo y Minguito Tinguitela se abrazaban al final de un Arcoiris. Ahora, si Sueiro concluye su tarea y apaga la luz, pindonga arcoiris. Y bueno, se abrazarán a oscuras.
Sueiro era, como se esperaba fanático bizarro de ZAP (para los desmemoriados es el programa que condujo Polino en plena debacle económica, allí tuvieron su apogeo Guido Süller, su novia Paulina, el Larva, Nuestro nunca bien ponderado Lafauci, y Jacobo también, evidentemente).
"Cada vez que publicaba un libro me lo dedicaba pidiéndome que vuelva ZAP a la televisión, era, además de lo que se sabe de él por todo lo espiritual, un acuariano con todo el fuerte sentido del humor" dijo Polino.
A él, señor de trayectoria y seriedad abigarrada, le costó decidirse para hacer el comercial que tanto nos deleitó a sus seguidores empedernidos.
"Es más, él exigió llevar su propia bata y su taza. La que tiene en el comercial es suya" dijo Daniel Gómez Rinaldi.
PUDO VOLCAR SUS EXPERIENCIAS CON LA MUERTE EN SU ESCRITURA.
Sentenciaba el VideoGraf.
"Esto también es parte de la vida" concluyó Sueiro, desde la lejanía, desde ese horizonte en donde alguna vez, en mi tierna infancia, escuché horrorizada, y no es para menos, que Olmedo y Minguito Tinguitela se abrazaban al final de un Arcoiris. Ahora, si Sueiro concluye su tarea y apaga la luz, pindonga arcoiris. Y bueno, se abrazarán a oscuras.
Monday, December 10, 2007
Ella estuvo todo el día dando vueltas. Fastidiosa, fastidada.
La tele, la radio, el ruido, el ruido.
El mundo que se filtra por todos sus poros y ella fastidiada, fastidiosa quiere irse, quiere no estar, quiere no hacer y no hace.
No quiere escuchar, no puede dejar de oír.
No quiere ver, no puede cerrar sus ojos.
Busca, repasa, se golpea con cada contorno, se llena de moretones en esa búsqueda.
Toma lápiz y papel, escribe, palabras sueltas, las ata una con otra, y no dicen nada.
(Onomatopeya de hartazgo) UFFFF FSHHHH BRRRRRAAJJJJJ. (O algo así)
La tele, la radio, el ruido, el ruido.
El mundo que se filtra por todos sus poros y ella fastidiada, fastidiosa quiere irse, quiere no estar, quiere no hacer y no hace.
No quiere escuchar, no puede dejar de oír.
No quiere ver, no puede cerrar sus ojos.
Busca, repasa, se golpea con cada contorno, se llena de moretones en esa búsqueda.
Toma lápiz y papel, escribe, palabras sueltas, las ata una con otra, y no dicen nada.
(Onomatopeya de hartazgo) UFFFF FSHHHH BRRRRRAAJJJJJ. (O algo así)
Friday, December 07, 2007
Strawberry fields
M: ¿Viste, che? A pesar del calor acá hay algo que no concuerda que no cierra.
T: Sé de qué hablás, pero te juro que no quiero hablar de esto.
M: Bah, vos siempre así, melodrámático/a, esdrújulo/a, racional/al. No hables si no querés, pero yo sí quiero, y voy a hablar.
T: Entonces me obligás a escuchar. Cuando emisor, receptor existe. Bien, seré receptor, pero sólo estoy dispuesto/a a cumplir con la función fática (nótese lo esdrújula que es esta palabra). Quizá intervendré con algún enunciado metalingüïstico, por placer semántico nomás. No esperes más de mí.
M: Bueno, ¿por dónde empezar? Es acá, esta sensación, acá, viste. Es raro, como si faltara algo, como si me hubiera olvidado de... no sé de qué, porque si supiera lo que me olvidé me acordaría ¿no?
T: Claro.
M: Y hace calor, tanto, pero no puedo respirar noviembre y los tilos por esta falta de no sé bien qué.
T: Disculpá la interrupción, ya es diciembre.
M: Sí, sí, encima eso, encima eso. Había jazmines y tilos. Con todo se puede hacer un té. Pero hace calor, y a mí el té helado no me gusta. Quisiera desear que me regalen ramos de tilos bien perfumados. Sólo para no seguir esperando sin sentido esos jazmines que están cada vez más caros.
T: Cierto.
M: No me des la razón como a los locos.
T: Función Fática.
M: Vos y tu esdrujulízación, dios, bueno. Basta, me paso al poema y te dejo así, con tus funciones.
T: Como quieras.
M: Cuando mire para atrás
Como miro siempre
ahí, ahí
y casi que tengo ganas de llorar
te juro
y hacía tanto que no
porque no hizo falta.
No quiero irme
(te prometo que no voy a cantar piedra y camino)
Uff
Uffff
Uffffff
Si tan solo, si tan solo, si tan solo
¿Ves, yo sabía lo que hacía?
Hay que conservar el gris
la chatura
hay que mantenerse en las profundidades
hundirse en la mixtura
en el barro constante
en el hedor fétido
y redundante
hay que evitar la rima
y la sonoridad
la métrica
y sobre todo
el amor, el amor, el amor
T: Creo tan poco en el amor.
M: Shhh, silencio.
Acá se quiere silencio
una copa de agua fría, no helada, solo fría
una palmada en el hombro
para liberar el hipo
seguido de lágrimas
y más hipo.
Cuando te mire
y te quiera abrazar
y seas quien seas
y te ame porque sí
y no pueda abrazarte
también porque sí
y me quede con nudos
por todo mi cuerpo
pero más que nada adentro
esos nudos peores
que se vuelven negrura, gangrena, innombrables obsenidades,
Cuando te mire
como te miro
y te mire tan fuerte
y acompasadamente
que sientas mis ojos
rodando tu piel
y me mires de golpe
como un cachetazo
y me digas cualquier cosa, cualquier cosa
y deje de mirarte
por tormenta ocular oculta
no te ofendas si no hablo
es esta falta, este olvido, esta carencia acá
que no comprendo.
Ojalá comprenda
entienda qué perdí
y lo descubra recuperable.
T: ¿Recuperable? ¿Recuperable?
M: Sí, yo también me quedé en esa palabra.
T: Sé de qué hablás, pero te juro que no quiero hablar de esto.
M: Bah, vos siempre así, melodrámático/a, esdrújulo/a, racional/al. No hables si no querés, pero yo sí quiero, y voy a hablar.
T: Entonces me obligás a escuchar. Cuando emisor, receptor existe. Bien, seré receptor, pero sólo estoy dispuesto/a a cumplir con la función fática (nótese lo esdrújula que es esta palabra). Quizá intervendré con algún enunciado metalingüïstico, por placer semántico nomás. No esperes más de mí.
M: Bueno, ¿por dónde empezar? Es acá, esta sensación, acá, viste. Es raro, como si faltara algo, como si me hubiera olvidado de... no sé de qué, porque si supiera lo que me olvidé me acordaría ¿no?
T: Claro.
M: Y hace calor, tanto, pero no puedo respirar noviembre y los tilos por esta falta de no sé bien qué.
T: Disculpá la interrupción, ya es diciembre.
M: Sí, sí, encima eso, encima eso. Había jazmines y tilos. Con todo se puede hacer un té. Pero hace calor, y a mí el té helado no me gusta. Quisiera desear que me regalen ramos de tilos bien perfumados. Sólo para no seguir esperando sin sentido esos jazmines que están cada vez más caros.
T: Cierto.
M: No me des la razón como a los locos.
T: Función Fática.
M: Vos y tu esdrujulízación, dios, bueno. Basta, me paso al poema y te dejo así, con tus funciones.
T: Como quieras.
M: Cuando mire para atrás
Como miro siempre
ahí, ahí
y casi que tengo ganas de llorar
te juro
y hacía tanto que no
porque no hizo falta.
No quiero irme
(te prometo que no voy a cantar piedra y camino)
Uff
Uffff
Uffffff
Si tan solo, si tan solo, si tan solo
¿Ves, yo sabía lo que hacía?
Hay que conservar el gris
la chatura
hay que mantenerse en las profundidades
hundirse en la mixtura
en el barro constante
en el hedor fétido
y redundante
hay que evitar la rima
y la sonoridad
la métrica
y sobre todo
el amor, el amor, el amor
T: Creo tan poco en el amor.
M: Shhh, silencio.
Acá se quiere silencio
una copa de agua fría, no helada, solo fría
una palmada en el hombro
para liberar el hipo
seguido de lágrimas
y más hipo.
Cuando te mire
y te quiera abrazar
y seas quien seas
y te ame porque sí
y no pueda abrazarte
también porque sí
y me quede con nudos
por todo mi cuerpo
pero más que nada adentro
esos nudos peores
que se vuelven negrura, gangrena, innombrables obsenidades,
Cuando te mire
como te miro
y te mire tan fuerte
y acompasadamente
que sientas mis ojos
rodando tu piel
y me mires de golpe
como un cachetazo
y me digas cualquier cosa, cualquier cosa
y deje de mirarte
por tormenta ocular oculta
no te ofendas si no hablo
es esta falta, este olvido, esta carencia acá
que no comprendo.
Ojalá comprenda
entienda qué perdí
y lo descubra recuperable.
T: ¿Recuperable? ¿Recuperable?
M: Sí, yo también me quedé en esa palabra.
Wednesday, December 05, 2007
La Barca de Calderón.
La imagen, si bien onírica, fue bien nítida. Se sentía en todo el cuerpo, en todo el cuerpo.
Me obligué a despertar para pensar en lo que estaba soñando, soy así de estúpida la mayoría de las veces. Por ese esfuerzo, por esa imposición de realidad, me quedé anclada en ese espacio intermedio, en ese estado hipnótico, hipotético, en ese paréntesis.
"¿Quién es?" Pensaba, leía de modo obsesivo en mi mente.
Reconocerte, pensarte con mil nombres, intentar decodificar la sensación, las sensaciones en todo el cuerpo, en todo el cuerpo.
Podías ser tantos, todos, pero no, algunos cayeron al costado en la revisión ortográfica. Algunos quedaron dudosos, flotando. Otros fueron admitidos en la imagen, pero no era exacto, no precisamente.
Elementos aislados que no pretendo historizar, aún me encuentro engualichada:
Un poncho- un pañuelo de zamba- un baile. No, no quiero ordenar los elementos y lo estoy haciendo. Vuelvo a empezar.
Un abrazo, fuerte, de hombre. Calor, tibieza. Un poncho. Una zamba. Quiero bailar, quiero bailar. Bailo. Mi cabeza se inclina. No caigo. La piel, la piel. El pañuelo.
¿Quién sos? ¿Quién sos?
Me obligo a despertar, idiota, para reconocerte, para hallarte, para encontrarte de este lado del espejo. Y como no te encuentro me angustio, por la plenitud perdida del sueño, por la certeza de que nunca hallaré de este lado esa sensación en la piel, y más adentro.
Duermo de nuevo, siglos más tarde, luego de recorrer toda la ciudad con los sentidos alterados por este vaho en mis pestañas, en mis muñecas, en mis tobillos y sobre todo, acá, en el estómago.
Duermo de nuevo, siglos más tarde, porque la cornisa por la que deambulé sólo tiene un borde, un lugar donde caer, y ahí caigo.
La imagen nítida de nuevo, es otra imagen. Hay piso, hay polvo, hay algo frío en mi espalda, entre mi espalda y el piso. Vos. Te veo, te siento. Sé quién sos y me río, mucho. Porque sé que no sos vos, que llevás esa máscara para que no me asuste, para que no tema perderte cuando despierte. Igual hoy no voy a intentar despertar, estoy demasiado cansada, me quedé más de lo debido entre paréntesis. Allá, aún detrás del vidrio que daba a la cornisa de la cual me arrojé para nadar en este aire-manta, todo tiene puntas, ángulos. Acá, en este aire-manta, en este río-papel, en esta siesta eterna todo son curvas, y pliegues, y pliegues. Yo misma sólo percibo mis pliegues, de piel, siempre de piel. Y vos en mis pliegues, y vos en mi piel.
No sos vos, no sos el que estoy viendo. Intuir eso, porque en este aire-manta nada se sabe y todo se intuye, no me impide saborearte.
Me obligué a despertar para pensar en lo que estaba soñando, soy así de estúpida la mayoría de las veces. Por ese esfuerzo, por esa imposición de realidad, me quedé anclada en ese espacio intermedio, en ese estado hipnótico, hipotético, en ese paréntesis.
"¿Quién es?" Pensaba, leía de modo obsesivo en mi mente.
Reconocerte, pensarte con mil nombres, intentar decodificar la sensación, las sensaciones en todo el cuerpo, en todo el cuerpo.
Podías ser tantos, todos, pero no, algunos cayeron al costado en la revisión ortográfica. Algunos quedaron dudosos, flotando. Otros fueron admitidos en la imagen, pero no era exacto, no precisamente.
Elementos aislados que no pretendo historizar, aún me encuentro engualichada:
Un poncho- un pañuelo de zamba- un baile. No, no quiero ordenar los elementos y lo estoy haciendo. Vuelvo a empezar.
Un abrazo, fuerte, de hombre. Calor, tibieza. Un poncho. Una zamba. Quiero bailar, quiero bailar. Bailo. Mi cabeza se inclina. No caigo. La piel, la piel. El pañuelo.
¿Quién sos? ¿Quién sos?
Me obligo a despertar, idiota, para reconocerte, para hallarte, para encontrarte de este lado del espejo. Y como no te encuentro me angustio, por la plenitud perdida del sueño, por la certeza de que nunca hallaré de este lado esa sensación en la piel, y más adentro.
Duermo de nuevo, siglos más tarde, luego de recorrer toda la ciudad con los sentidos alterados por este vaho en mis pestañas, en mis muñecas, en mis tobillos y sobre todo, acá, en el estómago.
Duermo de nuevo, siglos más tarde, porque la cornisa por la que deambulé sólo tiene un borde, un lugar donde caer, y ahí caigo.
La imagen nítida de nuevo, es otra imagen. Hay piso, hay polvo, hay algo frío en mi espalda, entre mi espalda y el piso. Vos. Te veo, te siento. Sé quién sos y me río, mucho. Porque sé que no sos vos, que llevás esa máscara para que no me asuste, para que no tema perderte cuando despierte. Igual hoy no voy a intentar despertar, estoy demasiado cansada, me quedé más de lo debido entre paréntesis. Allá, aún detrás del vidrio que daba a la cornisa de la cual me arrojé para nadar en este aire-manta, todo tiene puntas, ángulos. Acá, en este aire-manta, en este río-papel, en esta siesta eterna todo son curvas, y pliegues, y pliegues. Yo misma sólo percibo mis pliegues, de piel, siempre de piel. Y vos en mis pliegues, y vos en mi piel.
No sos vos, no sos el que estoy viendo. Intuir eso, porque en este aire-manta nada se sabe y todo se intuye, no me impide saborearte.
Monday, November 26, 2007
De tanta luna llena parecía que estaba a punto de amanecer. Toda la noche estuvo a punto de amanecer.
Hacía frío, un frío inentendible para este noviembre.
Sonia se sentó en un rincón, se abrazó a su abrigo azul. Y esperó... que amaneciera, cuando faltaba tanto aún.
Ahí la música, la gente. Más allá una única nube, pequeña, flotante. Se colgó de la nube, no había necesidad de moverse para ello.
Viajó un rato, mirando todo como desde lejos, desde arriba. No hay densidad, no hay peso.
Sonia bajó con la nube y bailó, desde su rincón.
Toda su piel bajo su abrigo azul crispada de carencia, antigua, tan antigua.
Bruno la miraba, siempre, como desde otra nube, como desde ese otro lugar en donde seguramente ya habría amanecido.
Pero acá no, estaba a punto, pero aún no.
Hacía frío, un frío inentendible para este noviembre.
Sonia se sentó en un rincón, se abrazó a su abrigo azul. Y esperó... que amaneciera, cuando faltaba tanto aún.
Ahí la música, la gente. Más allá una única nube, pequeña, flotante. Se colgó de la nube, no había necesidad de moverse para ello.
Viajó un rato, mirando todo como desde lejos, desde arriba. No hay densidad, no hay peso.
Sonia bajó con la nube y bailó, desde su rincón.
Toda su piel bajo su abrigo azul crispada de carencia, antigua, tan antigua.
Bruno la miraba, siempre, como desde otra nube, como desde ese otro lugar en donde seguramente ya habría amanecido.
Pero acá no, estaba a punto, pero aún no.
Tuesday, November 20, 2007
Johnny y Dalí
"El litro ha de estar dividido por dentro", sugirió Johnny.
Su maestra le dio el espacio para explayarse.
"Y sí, digo yo, el litro, debe tener sesenta... algo. Pero sesenta"
Johnny habló del tiempo, no podía explicar el salto inductivo que lo llevó desde el reloj a las medidas de capacidad pero allí estaba, casi flotando.
Tic, tac, tic, tac.
Su maestra nunca entendería.
Él quiso decir, pero sólo dejó fluir ese tiempo, que él, quizá sólo él, sabía líquido.
"Dalí, Dalí, Dalí", pensó su erudita y hippie maestra. Pero ella también se hundió en el silencio líquido, de horas que goteaban, porque cómo explicar, cómo decir que sí, que Johnny tenía razón, que había descubierto el secreto.
Pero no era correcto, razón se tiene del lado cúbico de la racionalidad. Entonces Johnny no tenía razón.
Tampoco es posible decir que era incorrecto, porque la corrección es cosa gris y rugosa de la convención, y Dalí, Dalí, Dalí.
Tic, Tac. Las agujas seguían girando y la represa se abría de a poco con cada movimiento de esas agujas.
El litro tiene 60 algo. Las horas tienen algo irremediablemente húmedo. Sobre todo estas horas, que no se secan nunca.
A Dios gracias sonó el timbre, en la hora señalada. El almuerzo, con tomates, haría que todo se borre, como quien echa agua en un cuadro.
Su maestra le dio el espacio para explayarse.
"Y sí, digo yo, el litro, debe tener sesenta... algo. Pero sesenta"
Johnny habló del tiempo, no podía explicar el salto inductivo que lo llevó desde el reloj a las medidas de capacidad pero allí estaba, casi flotando.
Tic, tac, tic, tac.
Su maestra nunca entendería.
Él quiso decir, pero sólo dejó fluir ese tiempo, que él, quizá sólo él, sabía líquido.
"Dalí, Dalí, Dalí", pensó su erudita y hippie maestra. Pero ella también se hundió en el silencio líquido, de horas que goteaban, porque cómo explicar, cómo decir que sí, que Johnny tenía razón, que había descubierto el secreto.
Pero no era correcto, razón se tiene del lado cúbico de la racionalidad. Entonces Johnny no tenía razón.
Tampoco es posible decir que era incorrecto, porque la corrección es cosa gris y rugosa de la convención, y Dalí, Dalí, Dalí.
Tic, Tac. Las agujas seguían girando y la represa se abría de a poco con cada movimiento de esas agujas.
El litro tiene 60 algo. Las horas tienen algo irremediablemente húmedo. Sobre todo estas horas, que no se secan nunca.
A Dios gracias sonó el timbre, en la hora señalada. El almuerzo, con tomates, haría que todo se borre, como quien echa agua en un cuadro.
Friday, November 16, 2007
Coralina
Dejarme flotar
acariciando el borde
siempre el borde.
Hoy no voy a saltar
está demás decirlo.
Descenderé hasta la idea,
esa que siempre evito.
Acá atrás está la sensación.
No quiero interpretarla
no puedo interpretarla.
Prolongaré un poco el presente
haré que se esfume hacia ese otro tiempo.
Pretenderé que este borde que acaricio
que sé tan cortante
..................................concreto
...................................................hiriente
...................................................................son flecos.
Ella puso su mano derecha abierta sobre su rostro, tapando el respectivo ojo, apoyando la mejilla en el hueco de su palma. Dormir allí, morir allí.
Quiso deshacerse del peso que sobraba, cuando todo sobraba. Quiso ser de aire. Quiso irse.
Ella tanteó esa valija sin animarse a abrirla. Podía enumerar cada elemento que llevaba sin mirarlos. Podía describirlos, escribirlos. No podía sacarlos. Podía tocarlos, pero ¿para qué?
Pensarme, pensarme
como desde fuera.
Mirarme sin ternura
como casi siempre.
Descenderé un rato
a pesar de la lluvia
caminaré con medias
sobre lo inundado
y en el asco
...................y en lo oscuro
............................................sabré lo que ya sabía.
Ella vio las siluetas dibujadas con tiza. Vio los nombres, las cercanías. No pudo horrorizarse de lo previsible.
Ella suspendió el tiempo con un broche. Lo colgó en el patio, para que se secara. Ella miraba al tiempo, cada dos horas, lo miraba dejar caer las gotas una por una.
Ella sabía que el ahogo, que la falta de aire, que el insomnio. Ella sabía que el miedo, que el terror, que el pasado. Ella intentó vomitar ese fatal conocimiento. Siempre queda algo entre los dientes después del vómito.
acariciando el borde
siempre el borde.
Hoy no voy a saltar
está demás decirlo.
Descenderé hasta la idea,
esa que siempre evito.
Acá atrás está la sensación.
No quiero interpretarla
no puedo interpretarla.
Prolongaré un poco el presente
haré que se esfume hacia ese otro tiempo.
Pretenderé que este borde que acaricio
que sé tan cortante
..................................concreto
...................................................hiriente
...................................................................son flecos.
Ella puso su mano derecha abierta sobre su rostro, tapando el respectivo ojo, apoyando la mejilla en el hueco de su palma. Dormir allí, morir allí.
Quiso deshacerse del peso que sobraba, cuando todo sobraba. Quiso ser de aire. Quiso irse.
Ella tanteó esa valija sin animarse a abrirla. Podía enumerar cada elemento que llevaba sin mirarlos. Podía describirlos, escribirlos. No podía sacarlos. Podía tocarlos, pero ¿para qué?
Pensarme, pensarme
como desde fuera.
Mirarme sin ternura
como casi siempre.
Descenderé un rato
a pesar de la lluvia
caminaré con medias
sobre lo inundado
y en el asco
...................y en lo oscuro
............................................sabré lo que ya sabía.
Ella vio las siluetas dibujadas con tiza. Vio los nombres, las cercanías. No pudo horrorizarse de lo previsible.
Ella suspendió el tiempo con un broche. Lo colgó en el patio, para que se secara. Ella miraba al tiempo, cada dos horas, lo miraba dejar caer las gotas una por una.
Ella sabía que el ahogo, que la falta de aire, que el insomnio. Ella sabía que el miedo, que el terror, que el pasado. Ella intentó vomitar ese fatal conocimiento. Siempre queda algo entre los dientes después del vómito.
Tuesday, October 30, 2007
El cartel anunciaba peligro. Podías cortarte con los vidrios rotos. Caminaste igual descalza, para probar, para sentir. Si sangrabas tendrías la seguridad de estar viva.
Reencontrarte con ese dolor tan conocido, casi adictivo, casi de modorra.
Entonces te sentiste impulsada a hablar, a contar, a mentir un poco también. Y hablaste.
Usando palabras raras, tuyas, grandes, oscuras. No querías recojer los vidrios, no querías rearmar el jarrón, tan solo querías probar, un poco más, clavarte esa cuchilla espontánea aún más adentro.
Seguirás el juego, pisando, saltando. ¡Cuánto te gusta probar tu resistencia!
Total después se llora sola. Total después alcohol y curitas. Total después alguna lluvia y la sangre se borrará del piso. Aquí no ha pasado nada.
Reencontrarte con ese dolor tan conocido, casi adictivo, casi de modorra.
Entonces te sentiste impulsada a hablar, a contar, a mentir un poco también. Y hablaste.
Usando palabras raras, tuyas, grandes, oscuras. No querías recojer los vidrios, no querías rearmar el jarrón, tan solo querías probar, un poco más, clavarte esa cuchilla espontánea aún más adentro.
Seguirás el juego, pisando, saltando. ¡Cuánto te gusta probar tu resistencia!
Total después se llora sola. Total después alcohol y curitas. Total después alguna lluvia y la sangre se borrará del piso. Aquí no ha pasado nada.
Thursday, October 25, 2007
"¡Dale, no te inhibas!"dijo él, risueño. Y yo dejé de reír.
Me perdí en la H intermedia.
Costó mil patacones imaginarme deshinibida, pero se pudo.
Paseo exhuberante de candor, por esa indómita cornisa, la de siempre. Recoger azahares del abismo que me abraza, exhumar los restos de ese pasado.
Cuatro incoherencias enhebradas en mi alma, no podrá deshilacharse el pulóver gris de años y resignaciones.
Tu ausencia impregnada, el vacío inherente.
Enhorabuena el hastío recobró sus bríos.
Me perdí en la H intermedia.
Costó mil patacones imaginarme deshinibida, pero se pudo.
Paseo exhuberante de candor, por esa indómita cornisa, la de siempre. Recoger azahares del abismo que me abraza, exhumar los restos de ese pasado.
Cuatro incoherencias enhebradas en mi alma, no podrá deshilacharse el pulóver gris de años y resignaciones.
Tu ausencia impregnada, el vacío inherente.
Enhorabuena el hastío recobró sus bríos.
Friday, October 19, 2007
Y se me va todo de las manos, se me cae de los bolsillos, voy perdiendo compostura sin darme cuenta.
Ahí te caíste vos, en esa esquina, te vi caer, pero no pude dejar de caminar, hay una fuerza en mi ombligo que me tironea.
No te enamores por favor... porque si te enamorás no va a ser de mí, eso lo sé, y entonces es de alguien más, y entonces estoy más sola y te me caés y tengo que correr tirada por el ombligo y buscar por otro lado.
Yo sé que el equilibrio es una quimera, ni siquiera eso, es una triste ilusión, una lectura subjetiva, un recorte tendencioso del presente. Yo lo sé, lo sé, te juro que lo sé. Pero igual lo deseo.
Ahí te caíste vos, en esa esquina, te vi caer, pero no pude dejar de caminar, hay una fuerza en mi ombligo que me tironea.
No te enamores por favor... porque si te enamorás no va a ser de mí, eso lo sé, y entonces es de alguien más, y entonces estoy más sola y te me caés y tengo que correr tirada por el ombligo y buscar por otro lado.
Yo sé que el equilibrio es una quimera, ni siquiera eso, es una triste ilusión, una lectura subjetiva, un recorte tendencioso del presente. Yo lo sé, lo sé, te juro que lo sé. Pero igual lo deseo.
Tengo sueño. No quiero salir, pero voy a salir igual. Porque es viernes, porque hay que salir, para continuar con este vértigo que impide la caída. Si hay vértigo aún no caímos. Si deja de haber vértigo hay dolor y moretones.
Tengo sueño. No quiero hacer todo lo que tengo que hacer, y lo voy a hacer igual, porque no podría sobrevivir con la culpa de dejar algo inconcluso.
Tengo sueño. Y no quiero escribir, pero escribo igual. Casi de la misma forma en que no quiero pensar en vos y pienso. AHHHHH, vete, vete, fush, fush. No hay forma de pasar borratinta. El pensamiento, el maldito pensamiento, siempre en indeleble.
Tengo sueño. No quiero hacer todo lo que tengo que hacer, y lo voy a hacer igual, porque no podría sobrevivir con la culpa de dejar algo inconcluso.
Tengo sueño. Y no quiero escribir, pero escribo igual. Casi de la misma forma en que no quiero pensar en vos y pienso. AHHHHH, vete, vete, fush, fush. No hay forma de pasar borratinta. El pensamiento, el maldito pensamiento, siempre en indeleble.
Monday, October 15, 2007
¿Ahí te duele?
Darme cuenta
una cachetada fría
ausencia es una palabra demasiado dulce.
Ser letras pegoteadas
no es ser mucho
sería mejor no ser nada.
Quise ser el nombre
de las sonrisas
quise ser caricia
quise ser quise ser
Me hostigás dulcemente
aún necesito que existas.
Necesidad, otra palabra flan.
La voz, la voz
habrá demasiadas ssssss al pronunciarse.
Mejor callar de vez en cuando.
Ahí va pasando mi vida, como si nada. Yo la saludo, como si todo. Ahí voy pasando yo, conmigo a cuestas, no me saludo nada.
Porque lejano te busco
porque ausente te extraño
porque inaccesible te quiero
porque de otra ¿por qué de otra? y no mío.
Ir brillando por ahí, cuando quizás es otra cosa bien distinta la que se desea. Brillar yo para que no me devore esta maldita oscuridad. Pelear, pelear con esta frazada que me consume, que quiere consumirme y no la dejo, y no debo dejarla, y reír, y reír. Como loca río (por no llorar dice el tango). También estoy mareada, pero de tantas otras haches intermedias que hoy no escribiré. Esas mudas malditas que dicen todo desde adentro de la palabra que no quiere pronunciarse.
"Seño, Seño, ¿vamos a escribir un cuento con la hache?" Pobres vástagos, no saben, no saben. Desconocen el peligro de la letra. Dios conserve su inocencia.
Te soñé, ¿sabés? Y no quería soñarte. Desperté y lo recordé. Y no quería recordarlo.
Te soñé, ¿sabés? Y hoy, hoy, es tan difícil.
una cachetada fría
ausencia es una palabra demasiado dulce.
Ser letras pegoteadas
no es ser mucho
sería mejor no ser nada.
Quise ser el nombre
de las sonrisas
quise ser caricia
quise ser quise ser
Me hostigás dulcemente
aún necesito que existas.
Necesidad, otra palabra flan.
La voz, la voz
habrá demasiadas ssssss al pronunciarse.
Mejor callar de vez en cuando.
Ahí va pasando mi vida, como si nada. Yo la saludo, como si todo. Ahí voy pasando yo, conmigo a cuestas, no me saludo nada.
Porque lejano te busco
porque ausente te extraño
porque inaccesible te quiero
porque de otra ¿por qué de otra? y no mío.
Ir brillando por ahí, cuando quizás es otra cosa bien distinta la que se desea. Brillar yo para que no me devore esta maldita oscuridad. Pelear, pelear con esta frazada que me consume, que quiere consumirme y no la dejo, y no debo dejarla, y reír, y reír. Como loca río (por no llorar dice el tango). También estoy mareada, pero de tantas otras haches intermedias que hoy no escribiré. Esas mudas malditas que dicen todo desde adentro de la palabra que no quiere pronunciarse.
"Seño, Seño, ¿vamos a escribir un cuento con la hache?" Pobres vástagos, no saben, no saben. Desconocen el peligro de la letra. Dios conserve su inocencia.
Te soñé, ¿sabés? Y no quería soñarte. Desperté y lo recordé. Y no quería recordarlo.
Te soñé, ¿sabés? Y hoy, hoy, es tan difícil.
Tuesday, October 09, 2007
Johnny y las velitas
Era el cumpleaños de Katie. Hacía meses que Katie venía anunciándolo, preparándolo, entusiasmándolos. Todos esperaban ansiosos ese día, incluso Johnny que tiene una forma tan particular y poco clara de estar ansioso.
Johnny pasó toda la mañana del sábado pensando en qué ropa se pondría, cuánto perfume. Imaginaba cada instante clásico de los cumpleaños, los regalos, los juegos, el baile, la torta y las velitas. De algún modo cada cumpleaños al que iba era un poco el suyo, pero no, este era el cumple de Katie y no el suyo, tenía que acordarse, nadie se lo perdonaría de otro modo.
La mamá de Johnny lo llevó cuando el cumpleaños ya estaba empezado, siempre llegaban tarde. A J0hnny le molestaba un poco llegar tarde, pero se había acostumbrado, era tan cotidiano que casi constituía un toque idiosincrático de su organización familiar.
Por eso, por llegar tarde, es que no entendió al principio. Por eso es que tuvo que ir reconstruyendo la historia por partes, como un rompecabezas.
Al entrar recorrió el salón, algo oscuro, algo rojo, algo amarillo, algo sucio, con el paquete enorme del regalo. Buscaba a Katie. Una mano adulta femenina lo detuvo, sería la mamá de Katie, no estaba seguro. Tal vez la mamá, tal vez la animadora... nono, la animadora estaba vestida de Hada multicolor. Entonces la mamá... ¿en zapatillas? nono, sería la niñera, la tía desprolija, alguien que sabía.
"Dejálo por ahí, no te hagas problema, después se lo damos".
Johnny que sólo había visto las zapatillas y la mano femenina dejó el paquete donde se le indicaba y continuó adentrándose en la fiesta. Saludó a sus amigos y preguntó por Katie. Le respondieron de formas vaguísimas. Hombros levantados, manos rascando el mentón, labios inferiores en puchero.
"Creo que se fue".
No podía ser, eso sí que no. Estaría por ahí, pero no podía irse, era SU cumpleaños. La siguió buscando, esperando. No podía prestar atención a los trucos de magia, y de algún modo era mejor así, porque eran tan básicos y aburridos que le habrían molestado.
Luego llegó la hora del baile y él hizo su baile, aquel que consistía en sacudir los brazos hacia arriba y zapatear como le había enseñado su maestra de música. Lo de los brazos lo había inventado él, y le encantaba.
Cuando nada lo veía decidió investigar la desaparición de Katie y se escabullió en el salón de los grandes.
"Se puso muy nerviosa, y no quería, no quería. Alguien le dijo feliz cumpleaños y ella no quiere que le digan nada. La mandé a casa".
Tenían razón. Johnny no podía entenderlo, el cumple de Katie y ella no estaba. ¿Cómo era posible que todos estuvieran tan tranquilos? ¿Por qué las animadoras seguían haciendo juegos? ¿Qué estaban festejando ellos ahí bailando alegres? ¿Cómo su madre, que ahora sabía que no era aquella fémina de zapatillas porque tenía unos zapatos negros de charol puntiagudos, comía un sanguchito de jamón y queso doblado a la mitad, sin atragantarse por la angustia?
Johnny corrió a contar lo que había descubierto. Quiso interrumpir esta farsa. Imaginó pararse frente a todos y decir ya basta, Katie no está, si no está ella nos vamos todos.
Corrió y corrió sin parar. La distancia entre el salón de los grandes y el de baile se le hizo interminable. Con alguien se chocó, ese alguien dijo una palabra fea, muy fea, de esas que sólo había escuchado decir a su abuelo alguna vez. Ese alguien llevaba una torta con velitas. Había que actuar rápido, antes de que llegara, antes de que se apropiaran del cumpleaños por completo.
Corrió, empujó, pero todos alrededor de la torta cantaban: "que los cumplas Katie, que los cumplas feliz". Y luego en inglés, y en alemán, alguien cantó en quechua. Johnny gritaba y empujaba pero nadie ni siquiera lo miraba. Manos descolgadas desde el techo sacaron fotos y los flashes y las velas y la música y los aplausos.
"Soplen todos chicos las velitas".
Y Johnny casi sin querer, casi obligado, pero secretamente contento, también sopló.
Johnny pasó toda la mañana del sábado pensando en qué ropa se pondría, cuánto perfume. Imaginaba cada instante clásico de los cumpleaños, los regalos, los juegos, el baile, la torta y las velitas. De algún modo cada cumpleaños al que iba era un poco el suyo, pero no, este era el cumple de Katie y no el suyo, tenía que acordarse, nadie se lo perdonaría de otro modo.
La mamá de Johnny lo llevó cuando el cumpleaños ya estaba empezado, siempre llegaban tarde. A J0hnny le molestaba un poco llegar tarde, pero se había acostumbrado, era tan cotidiano que casi constituía un toque idiosincrático de su organización familiar.
Por eso, por llegar tarde, es que no entendió al principio. Por eso es que tuvo que ir reconstruyendo la historia por partes, como un rompecabezas.
Al entrar recorrió el salón, algo oscuro, algo rojo, algo amarillo, algo sucio, con el paquete enorme del regalo. Buscaba a Katie. Una mano adulta femenina lo detuvo, sería la mamá de Katie, no estaba seguro. Tal vez la mamá, tal vez la animadora... nono, la animadora estaba vestida de Hada multicolor. Entonces la mamá... ¿en zapatillas? nono, sería la niñera, la tía desprolija, alguien que sabía.
"Dejálo por ahí, no te hagas problema, después se lo damos".
Johnny que sólo había visto las zapatillas y la mano femenina dejó el paquete donde se le indicaba y continuó adentrándose en la fiesta. Saludó a sus amigos y preguntó por Katie. Le respondieron de formas vaguísimas. Hombros levantados, manos rascando el mentón, labios inferiores en puchero.
"Creo que se fue".
No podía ser, eso sí que no. Estaría por ahí, pero no podía irse, era SU cumpleaños. La siguió buscando, esperando. No podía prestar atención a los trucos de magia, y de algún modo era mejor así, porque eran tan básicos y aburridos que le habrían molestado.
Luego llegó la hora del baile y él hizo su baile, aquel que consistía en sacudir los brazos hacia arriba y zapatear como le había enseñado su maestra de música. Lo de los brazos lo había inventado él, y le encantaba.
Cuando nada lo veía decidió investigar la desaparición de Katie y se escabullió en el salón de los grandes.
"Se puso muy nerviosa, y no quería, no quería. Alguien le dijo feliz cumpleaños y ella no quiere que le digan nada. La mandé a casa".
Tenían razón. Johnny no podía entenderlo, el cumple de Katie y ella no estaba. ¿Cómo era posible que todos estuvieran tan tranquilos? ¿Por qué las animadoras seguían haciendo juegos? ¿Qué estaban festejando ellos ahí bailando alegres? ¿Cómo su madre, que ahora sabía que no era aquella fémina de zapatillas porque tenía unos zapatos negros de charol puntiagudos, comía un sanguchito de jamón y queso doblado a la mitad, sin atragantarse por la angustia?
Johnny corrió a contar lo que había descubierto. Quiso interrumpir esta farsa. Imaginó pararse frente a todos y decir ya basta, Katie no está, si no está ella nos vamos todos.
Corrió y corrió sin parar. La distancia entre el salón de los grandes y el de baile se le hizo interminable. Con alguien se chocó, ese alguien dijo una palabra fea, muy fea, de esas que sólo había escuchado decir a su abuelo alguna vez. Ese alguien llevaba una torta con velitas. Había que actuar rápido, antes de que llegara, antes de que se apropiaran del cumpleaños por completo.
Corrió, empujó, pero todos alrededor de la torta cantaban: "que los cumplas Katie, que los cumplas feliz". Y luego en inglés, y en alemán, alguien cantó en quechua. Johnny gritaba y empujaba pero nadie ni siquiera lo miraba. Manos descolgadas desde el techo sacaron fotos y los flashes y las velas y la música y los aplausos.
"Soplen todos chicos las velitas".
Y Johnny casi sin querer, casi obligado, pero secretamente contento, también sopló.
Johnny y la debacle III
EL ACTO había quedado como testimonio del martirio. Ya no se hablaría más de eso. De hecho, no se habló más de nada.
Un día su maestra entró en el aula en silencio, escribió en el pizarrón algunas frases y se sentó.
Un codazo, un gesto con las cejas, alguien desde el silencio obligado intentaba decirle algo.
" Está de paro".
Su maestra estaba de paro, completamente sentada. Estar de paro parece ser estar en silencio o no estar por completo. Quizá su amigo estaba de paro detrás de esa luz potente. Quizá su abuelito no estaba en el cielo y estaba de paro. Quizá papá, después de pelearse con mamá, no lo había abandonado, quizá él también estaba de paro.
Estar de paro, además de implicar silencio obligaba a conservar un gesto de suma seriedad en el rostro, como si algo grave hubiera ocurrido.
Johnny no quiso preguntar, sabía que nada le sería contestado, y que en algún punto no quería saber porque saber implicaría estar también él de paro, y estar así, enojado. Y él no quería estar de paro.
El recreo se sucedió de forma normal, en realidad todo se sucedía de forma normal, pero eso era lo más truculento, lo más lúgubre de todo. El aire olía a algo terrible, su maestra en silencio luego de tantos gritos, esta especie de libertad tan dudosa. Seguramente todo duraría bastante poco, Johnny presentía que esto era sólo el ojo de la tormenta. En cualquier momento esta pausa, este silencio, terminaría en catástrofe, en cualquier momento.
Un día su maestra entró en el aula en silencio, escribió en el pizarrón algunas frases y se sentó.
Un codazo, un gesto con las cejas, alguien desde el silencio obligado intentaba decirle algo.
" Está de paro".
Su maestra estaba de paro, completamente sentada. Estar de paro parece ser estar en silencio o no estar por completo. Quizá su amigo estaba de paro detrás de esa luz potente. Quizá su abuelito no estaba en el cielo y estaba de paro. Quizá papá, después de pelearse con mamá, no lo había abandonado, quizá él también estaba de paro.
Estar de paro, además de implicar silencio obligaba a conservar un gesto de suma seriedad en el rostro, como si algo grave hubiera ocurrido.
Johnny no quiso preguntar, sabía que nada le sería contestado, y que en algún punto no quería saber porque saber implicaría estar también él de paro, y estar así, enojado. Y él no quería estar de paro.
El recreo se sucedió de forma normal, en realidad todo se sucedía de forma normal, pero eso era lo más truculento, lo más lúgubre de todo. El aire olía a algo terrible, su maestra en silencio luego de tantos gritos, esta especie de libertad tan dudosa. Seguramente todo duraría bastante poco, Johnny presentía que esto era sólo el ojo de la tormenta. En cualquier momento esta pausa, este silencio, terminaría en catástrofe, en cualquier momento.
Johnny y la debacle II
Después de esa situación incomprensible su maestra nunca volvió a ser la misma.
Ya en el aula comenzó a sobrevolar el fantasma de un evento que se avecinaba... "EL ACTO". Johnny no sabía bién qué era eso, pero estimaba que sería algo terrible. Ahí estaba su maestra, luego de la metamorfosis mencionada, susurrando a gritos frases ininteligibles con otras maestras.
Su maestra entró y cerró la puerta. Todos debían escribir, copiar, todo debía hacerse rápido, la luz se apagaría en cualquier momento y había que estar preparado, para el traslado, para que comience la preparación, la simulación, para EL ACTO.
A Johnny lo llevaron a ese lugar enoooorme, con piso de madera, con un escenario alfombrado en el frente, con cortinas larguísimas. Al principio las luces estaban apagadas y había miedo, Johnny tenía miedo, pero no dijo nada. Las luces se encendieron de golpe, más potentes que ninguna luz que haya conocido antes. Su maestra lo subió al escenario, la luz cegándolo. Hablá, hablá, que se callen todos, que te quedes quieto, no, vos no, vos movéte, no te dije, para allá, para el otro lado, no estudiaste nada. Johnny no podía moverse, ¿quién estaría detras de esa luz? ¿Quién lo observaba? Esa voz entre chillona y sumamente grave, no podía ser la de su tierna maestra. Fue sin duda en ese fatal experimento, alguien se le metió adentro, alguien que ahora manejaba las luces, alguien que quería también su cuerpo y Johnny, Johnny, pobre Johnny.
"Que no te pase como aquella vez, le gritó alguien, no te vayas a hacer pis". Era su amigo, él sabía que era su amigo quién le decía eso, pero no podía verlo, esa luz, esa luz. Nunca más vio a su amigo, malditos, lo habían matado, dónde estaría ahora. Johnny quería llorar, pero no lloró, no lloró. Se aguantó estoicamente, intentó cumplir con esas órdenes incoherentes que se le daban, bailó, cantó, giró. Luego fue llevado de nuevo al aula. La terrible experiencia volvería a repetirse. Una y otra vez, una y otra vez. Hasta que quede filmada en las miles de cámaras digitales. Y volvería a verlo, ya en su casa, para revivir el calvario, una y otra vez, una y otra vez.
Ya en el aula comenzó a sobrevolar el fantasma de un evento que se avecinaba... "EL ACTO". Johnny no sabía bién qué era eso, pero estimaba que sería algo terrible. Ahí estaba su maestra, luego de la metamorfosis mencionada, susurrando a gritos frases ininteligibles con otras maestras.
Su maestra entró y cerró la puerta. Todos debían escribir, copiar, todo debía hacerse rápido, la luz se apagaría en cualquier momento y había que estar preparado, para el traslado, para que comience la preparación, la simulación, para EL ACTO.
A Johnny lo llevaron a ese lugar enoooorme, con piso de madera, con un escenario alfombrado en el frente, con cortinas larguísimas. Al principio las luces estaban apagadas y había miedo, Johnny tenía miedo, pero no dijo nada. Las luces se encendieron de golpe, más potentes que ninguna luz que haya conocido antes. Su maestra lo subió al escenario, la luz cegándolo. Hablá, hablá, que se callen todos, que te quedes quieto, no, vos no, vos movéte, no te dije, para allá, para el otro lado, no estudiaste nada. Johnny no podía moverse, ¿quién estaría detras de esa luz? ¿Quién lo observaba? Esa voz entre chillona y sumamente grave, no podía ser la de su tierna maestra. Fue sin duda en ese fatal experimento, alguien se le metió adentro, alguien que ahora manejaba las luces, alguien que quería también su cuerpo y Johnny, Johnny, pobre Johnny.
"Que no te pase como aquella vez, le gritó alguien, no te vayas a hacer pis". Era su amigo, él sabía que era su amigo quién le decía eso, pero no podía verlo, esa luz, esa luz. Nunca más vio a su amigo, malditos, lo habían matado, dónde estaría ahora. Johnny quería llorar, pero no lloró, no lloró. Se aguantó estoicamente, intentó cumplir con esas órdenes incoherentes que se le daban, bailó, cantó, giró. Luego fue llevado de nuevo al aula. La terrible experiencia volvería a repetirse. Una y otra vez, una y otra vez. Hasta que quede filmada en las miles de cámaras digitales. Y volvería a verlo, ya en su casa, para revivir el calvario, una y otra vez, una y otra vez.
Friday, September 28, 2007
La educación afectiva II
Ahí donde hay deseo, hay necesidad y hubo satisfacción. Ironía. Ahí, en ese espacio vacío, en ese preciso hueco, para edificarse como tal, para que yo lo reconozca como vacío, hubo algo, hubo placer, hubo lo que no hay, lo que busco, lo que dudo de tanto buscar que sea placer y que de a ratos se convierte en esta patética costumbre de buscar y buscar y desear y necesitar y saberlo tan distinto y tan igual.
Sí, es bien triste admitir que si soy infeliz es porque supe saborear la felicidad. ¿En qué tiempo ocurrió eso? ¿Acaso en otra vida? ¿Acaso todo yace, Freud mediante, en el limbo del oscuro inconciente?
Yo soy quien reprime el deseo. Si reprimo el deseo no descargo el afecto, si no lo descargo no me satisfago, si no me satisfago...
Pero no es cierto, traslado el afecto (energético queridísimos, no pura ternura, también ira, también angustia, también), armo palabras y oraciones, sublimo, sublimo, y de vez en cuando, de vez en cuando.... shhhhh.
Derivo la energía, la distribuyo, un poco para acá, otro poco para allá, quizá todos los platos puedan continuar girando, si los toco a penas, si no pierdo tiempo. En cuanto se caiga uno caerán todos, porque ya no tendrá sentido seguir la pantomima del nefasto equilibrio.
Si deseo es porque supe ser feliz. Ironía. Ironía. Ironía.
Recordar es el primer paso para olvidar. Pero no viceversa, porque el olvido, el sin querer, ese que una cree que no ocurrió, qué peligroso. Dejarte caer, concientemente, es parte de este aprendizaje. Mirarte caer mientras caés, e irme mirándote mirarme mientras me voy. Trasdadar mi deseo de plenitud a cualquier otro lado sabiendo que uno no desea lo que nunca tuvo. ¿Cuándo, en qué mundo, en qué vida? ¿Acaso pasado presente y futuro se yuxtaponen? ¿Acaso ando deseando lo que tuve en un futuro inventado por qué otro?
¿Qué aprendimos hoy amiguitos? Mucho Profesor Sigmund, mucho. Pero es tanto lo que aprendí, que no me alcanza la piel para llevarlo a la práctica. Y la teoría por sí misma, usted sabe.
Sí, es bien triste admitir que si soy infeliz es porque supe saborear la felicidad. ¿En qué tiempo ocurrió eso? ¿Acaso en otra vida? ¿Acaso todo yace, Freud mediante, en el limbo del oscuro inconciente?
Yo soy quien reprime el deseo. Si reprimo el deseo no descargo el afecto, si no lo descargo no me satisfago, si no me satisfago...
Pero no es cierto, traslado el afecto (energético queridísimos, no pura ternura, también ira, también angustia, también), armo palabras y oraciones, sublimo, sublimo, y de vez en cuando, de vez en cuando.... shhhhh.
Derivo la energía, la distribuyo, un poco para acá, otro poco para allá, quizá todos los platos puedan continuar girando, si los toco a penas, si no pierdo tiempo. En cuanto se caiga uno caerán todos, porque ya no tendrá sentido seguir la pantomima del nefasto equilibrio.
Si deseo es porque supe ser feliz. Ironía. Ironía. Ironía.
Recordar es el primer paso para olvidar. Pero no viceversa, porque el olvido, el sin querer, ese que una cree que no ocurrió, qué peligroso. Dejarte caer, concientemente, es parte de este aprendizaje. Mirarte caer mientras caés, e irme mirándote mirarme mientras me voy. Trasdadar mi deseo de plenitud a cualquier otro lado sabiendo que uno no desea lo que nunca tuvo. ¿Cuándo, en qué mundo, en qué vida? ¿Acaso pasado presente y futuro se yuxtaponen? ¿Acaso ando deseando lo que tuve en un futuro inventado por qué otro?
¿Qué aprendimos hoy amiguitos? Mucho Profesor Sigmund, mucho. Pero es tanto lo que aprendí, que no me alcanza la piel para llevarlo a la práctica. Y la teoría por sí misma, usted sabe.
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