Across my little world, across my page without sense.
I have one wish hidden in my pocket, I won´t show it to anyone, not yet.
Pipo Pescador resultó ser un poeta, un filósofo, y yo acá sentada perdiendo el tiempo.
Oíd mortales Oh inmortales.
Thursday, November 30, 2006
Saturday, November 25, 2006
Dammus Nostra.
Hacía tanto que no tenía tiempo para soñar. Parece poético, pero no lo es. Dormí bien esa noche. Bien, sí es metafórico. El tiempo permitió la profecía, y la sensación en el cuerpo de mensaje oculto es tan difícil de borrar.
Cuando se tiene percepción en el sueño de que se trata de un sueño pueden suceder dos cosas, o bien que se intente burlar las dimensiones de lo posible en esa realidad alternativa que no existe de verdad (posición lúdica) o bien que se presienta un mensaje oculto en aquello que se ve, que se lee, que se siente. Y he ahí la profecía.
"Esto es un sueño", me dije. Y no podía dejar de leer esas palabras inconexas, de como sin pero después...
El vacío al despertar me hizo intuir. Intuir y nada más. No intuí nada, solamente intuí. Sensación de algo más y todo serán señales. El día nublado, el libro abierto al azar, el título que no recuerdo. Ya no se puede distinguir con claridad qué ocurrió durante la noche y durante el día. Porque sería incorrecto decir qué ocurrió en el sueño y en la vigilia. Mi sueño y mi vigilia tienen tanto en común.
La víspera, siempre la víspera. Y será lo que dijeron durante la cena, será el calor de ayer, será Valeria Britos y sus problemas de pareja. O serán deseos Freudianos reprimidos, y hay tantos sin reprimir pero igualmente insatisfechos que para qué enumerarlos siquiera. O será simplemente profecía, y esta sensación de destrucción latente no es absurda. Por eso me quedo parada como otras veces en la cocina, atónita ante el viento que atraviesa el lavadero. Limpio el mate como autómata y percibo esa otra presencia a mi espalda. El infinito susurrando como lo hiciera antes el asco. Infinito y asco no son tan distintos.
Es que hace tanto tiempo que no tengo tiempo. Y ahora tengo que llorar todo lo que antes no pude. No te sorprendas, no te asustes. A veces es necesario caer.
Y a quién le hablo, Y quién me lee.
¿Necesito ver para creer? ¿Necesito acaso ser leída para escribir?
Hay esa angustia, si se le quiere poner palabras y de hecho cuando se escribe se intenta eso, que clama por ser mutua. Por encontrar sensibilidades similares que comprendan las palabras perdidas, los punto y coma y como todos se escondieron ¿quién se embroma?
Esto se asemeja a un discurso o a una despedida. Parece ser todo así últimamente. Y creo que es por ese sueño, si se quiere llamar de algún modo.
Las palabras del infinito que son susurradas en el oído en esta cocina azul oscura son verbos en futuro. Ese futuro impreciso y esos tiempos compuestos. En estos tiempos compuestos se quiere lo simple, quiero lo simple.
Por eso ahora resulta lógico haberte creido aquello del te quiero, era casi cotidiano. Y sé que te escribo a vos, y también sé que es una lástima, porque me dejaste bien en claro que te aburrís de leer. También sé que quizá por eso mismo es que te escribo a vos, porque sé que no me leés. (sé que te espero, que te miro, que te quiero incluso porque...idem).
Entonces esto es como una carta sin destinatario, qué cursi. Qué asco que me doy. Estoy triste y le doy vueltas al llanto. Algo de esta profecía me obliga a buscar mejores razones, o cuando menos más nuevas, para llorar con el debido respeto. Mejores razones que esas ausencias acumuladas en el fondo de un placar angosto y móvil.
Sé como va a seguir todo esto, y uso un presente perifrásico (¿se llamaba así?) para evitar el futuro apocalíptico. Voy a quedarme en casa, quizá incluso alquile un video europeo sin duda para llegar al colmo del cliché, para justificar el agua ocular mejilla hombro derecho almohada. Voy a dormir diez u once horas, y a soñar quizá algo parecido. Voy a despertarme mañana en domingo funesto, a intentar sobrevivir.
Saber que mañana va a ser peor parece un consuelo. I will survive. I should survive.
Cuando se tiene percepción en el sueño de que se trata de un sueño pueden suceder dos cosas, o bien que se intente burlar las dimensiones de lo posible en esa realidad alternativa que no existe de verdad (posición lúdica) o bien que se presienta un mensaje oculto en aquello que se ve, que se lee, que se siente. Y he ahí la profecía.
"Esto es un sueño", me dije. Y no podía dejar de leer esas palabras inconexas, de como sin pero después...
El vacío al despertar me hizo intuir. Intuir y nada más. No intuí nada, solamente intuí. Sensación de algo más y todo serán señales. El día nublado, el libro abierto al azar, el título que no recuerdo. Ya no se puede distinguir con claridad qué ocurrió durante la noche y durante el día. Porque sería incorrecto decir qué ocurrió en el sueño y en la vigilia. Mi sueño y mi vigilia tienen tanto en común.
La víspera, siempre la víspera. Y será lo que dijeron durante la cena, será el calor de ayer, será Valeria Britos y sus problemas de pareja. O serán deseos Freudianos reprimidos, y hay tantos sin reprimir pero igualmente insatisfechos que para qué enumerarlos siquiera. O será simplemente profecía, y esta sensación de destrucción latente no es absurda. Por eso me quedo parada como otras veces en la cocina, atónita ante el viento que atraviesa el lavadero. Limpio el mate como autómata y percibo esa otra presencia a mi espalda. El infinito susurrando como lo hiciera antes el asco. Infinito y asco no son tan distintos.
Es que hace tanto tiempo que no tengo tiempo. Y ahora tengo que llorar todo lo que antes no pude. No te sorprendas, no te asustes. A veces es necesario caer.
Y a quién le hablo, Y quién me lee.
¿Necesito ver para creer? ¿Necesito acaso ser leída para escribir?
Hay esa angustia, si se le quiere poner palabras y de hecho cuando se escribe se intenta eso, que clama por ser mutua. Por encontrar sensibilidades similares que comprendan las palabras perdidas, los punto y coma y como todos se escondieron ¿quién se embroma?
Esto se asemeja a un discurso o a una despedida. Parece ser todo así últimamente. Y creo que es por ese sueño, si se quiere llamar de algún modo.
Las palabras del infinito que son susurradas en el oído en esta cocina azul oscura son verbos en futuro. Ese futuro impreciso y esos tiempos compuestos. En estos tiempos compuestos se quiere lo simple, quiero lo simple.
Por eso ahora resulta lógico haberte creido aquello del te quiero, era casi cotidiano. Y sé que te escribo a vos, y también sé que es una lástima, porque me dejaste bien en claro que te aburrís de leer. También sé que quizá por eso mismo es que te escribo a vos, porque sé que no me leés. (sé que te espero, que te miro, que te quiero incluso porque...idem).
Entonces esto es como una carta sin destinatario, qué cursi. Qué asco que me doy. Estoy triste y le doy vueltas al llanto. Algo de esta profecía me obliga a buscar mejores razones, o cuando menos más nuevas, para llorar con el debido respeto. Mejores razones que esas ausencias acumuladas en el fondo de un placar angosto y móvil.
Sé como va a seguir todo esto, y uso un presente perifrásico (¿se llamaba así?) para evitar el futuro apocalíptico. Voy a quedarme en casa, quizá incluso alquile un video europeo sin duda para llegar al colmo del cliché, para justificar el agua ocular mejilla hombro derecho almohada. Voy a dormir diez u once horas, y a soñar quizá algo parecido. Voy a despertarme mañana en domingo funesto, a intentar sobrevivir.
Saber que mañana va a ser peor parece un consuelo. I will survive. I should survive.
Wednesday, November 22, 2006
Té de hierbas.
Dios sabe qué hierbas tenía ese té... Digestivo estoy segura que no era ya que la náusea, digo yo, no es parte de la digestión.
"Disculpe Señorita, le hago una pregunta, por ahí se va un poco de lo que estamos hablando pero me podría decir exactamente cuándo, dónde y qué es el Comunismo"
"Y sí, se va de lo que estamos hablando, te lo explico otro día"
Causas de orgullo:
Sobrevivir un año agitado.
No sentirse sola en noviembre, si bien no se está acompañada.
Ser argentina un día cómo hoy que el mundo nos nombra... inventamos el dulce de leche, la birome, el colectivo y fuimos los únicos que le robamos la cartera a la hija de Bush. (nótese el plural del sentimiento nacional)
Haberse probado esa pollera rosa chicle bazooka para entender que parecíamos una muñeca de torta.
Saber hacer un chiste apropiado cuando todos están en silencio.
Sonreír como los chinos pero sin entrecerrar los ojos.
Cosas pendientes:
Tener equilibrio y no caerme (Cómo quisiera que sea sólo metafórico).
No sonreír como los chinos cuando no quiero.
Organizar el año para que no se me agite, ni termine con asma.
No sentirme sola en noviembre, y que sea literal.
Ser argentina por algo que haga yo, inventar una birome con la cara de la hija de Bush en el momento del robo, quizá sea esa la forma.
El té ya se enfrió en la mesa y por suerte dejé de tomarlo. Ya no tengo tanto asco. De vez en cuando se percibe sobre el hombro el suspiro lejano, algo que está detrás y no puede verse.
Los ojos en derredor ya no dicen nada, no hay mucho que mirar. La posibilidad imposible que se sostenía entre los dedos se dejó caer hace tiempo. ¡Cuán libre he podido caminar!
Entiendo tanto ahora, tanto.
Vos fuiste algo tan hermoso que me dejaste llena de angustia. Este té me lo explica. Fuiste como las hierbas que no puedo describir, que necesité tomarte, a pesar de la náusea. Y luego vomité, claro. O no, no estoy segura. Eso habría sido más rápido. Más bien te metabolicé y te fui excretando bien de a poco. Hay que correr y transpirarte, hay que purgarse para eliminarte, o hay que dejar pasar el tiempo.
El tiempo pasó y vos con él. Y yo ya sin angustia pero con otra cosa, que si bien conozco mejor no puedo describirla.
Se dice vacío, se dice soledad, pero son afirmaciones, y esto acá es la negación completa, el no.
Yo con el no. Yo con él no. (esto me da un poco de risa)
Ahora pienso que debería haberle dedicado más tiempo en la clase a la pregunta del niño.
"Disculpe Señorita, le hago una pregunta, por ahí se va un poco de lo que estamos hablando pero me podría decir exactamente cuándo, dónde y qué es el Comunismo"
"Y sí, se va de lo que estamos hablando, te lo explico otro día"
Causas de orgullo:
Sobrevivir un año agitado.
No sentirse sola en noviembre, si bien no se está acompañada.
Ser argentina un día cómo hoy que el mundo nos nombra... inventamos el dulce de leche, la birome, el colectivo y fuimos los únicos que le robamos la cartera a la hija de Bush. (nótese el plural del sentimiento nacional)
Haberse probado esa pollera rosa chicle bazooka para entender que parecíamos una muñeca de torta.
Saber hacer un chiste apropiado cuando todos están en silencio.
Sonreír como los chinos pero sin entrecerrar los ojos.
Cosas pendientes:
Tener equilibrio y no caerme (Cómo quisiera que sea sólo metafórico).
No sonreír como los chinos cuando no quiero.
Organizar el año para que no se me agite, ni termine con asma.
No sentirme sola en noviembre, y que sea literal.
Ser argentina por algo que haga yo, inventar una birome con la cara de la hija de Bush en el momento del robo, quizá sea esa la forma.
El té ya se enfrió en la mesa y por suerte dejé de tomarlo. Ya no tengo tanto asco. De vez en cuando se percibe sobre el hombro el suspiro lejano, algo que está detrás y no puede verse.
Los ojos en derredor ya no dicen nada, no hay mucho que mirar. La posibilidad imposible que se sostenía entre los dedos se dejó caer hace tiempo. ¡Cuán libre he podido caminar!
Entiendo tanto ahora, tanto.
Vos fuiste algo tan hermoso que me dejaste llena de angustia. Este té me lo explica. Fuiste como las hierbas que no puedo describir, que necesité tomarte, a pesar de la náusea. Y luego vomité, claro. O no, no estoy segura. Eso habría sido más rápido. Más bien te metabolicé y te fui excretando bien de a poco. Hay que correr y transpirarte, hay que purgarse para eliminarte, o hay que dejar pasar el tiempo.
El tiempo pasó y vos con él. Y yo ya sin angustia pero con otra cosa, que si bien conozco mejor no puedo describirla.
Se dice vacío, se dice soledad, pero son afirmaciones, y esto acá es la negación completa, el no.
Yo con el no. Yo con él no. (esto me da un poco de risa)
Ahora pienso que debería haberle dedicado más tiempo en la clase a la pregunta del niño.
Saturday, November 11, 2006
Asfalto
Llegaron temprano, aún no amanecía. La calle estaba desierta, muda. Había un halo de humedad que acariciaba los hombros desnudos de ella que llevaba musculosa, esa musculosa amarilla que nunca le había gustado. Los hombros de él estaban cubiertos, por tanto no percibían la humedad. Él llevaba saco y corbata, quería estar preparado para cuando sucediera.
Caminaron tranquilos uno junto al otro, sin hablar, sin darse la mano, sin mirarse. Ya todo estaba dicho.
Los dos sabían cuál era el sitio convenido, ésa era la calle, no podía ser otra.
Pronto saldría el sol y la humedad se evaporaría. Para cuando ese trozo de asfalto en el que se pararon se iluminase por completo, ya todo estaría consumado.
Al llegar a la esquina bajaron el cordón por la senda peatonal, caminaron sin respirar hasta el punto medio perfectamente calculado, y esperaron.
Él decidió que cuando ocurriera estaría con los ojos cerrados, no quería saber el color del auto, quería imaginarlo azul, quería que fuera un ford, quería que fuese un hombre el que condujera, quería no llegar a escuchar la sirena de la ambulancia.
Ella esperaba con los ojos abiertos mirando la punta de su zapato. Cuando ocurriera levantaría la mirada. Ella siempre quiso saber, siempre.
En cualquier momento la ciudad iba a despertar y a comenzar su movimiento. Tal vez los primeros coches los esquivasen, y alguno les dedicara una sonora puteada, igual había que seguir ahí.
Pasó un canillita en bicicleta y se detuvo junto a ellos.
- ¿Qué esperan?
- Que nos atropellen.
El canillita pensó que estaban locos y se asustó un poco.
La gente se fue juntando cerca de ellos pero sin dejar las veredas, sin pisar el asfalto. Sin quererlo, ese río oscuro se fue convirtiendo en su terreno privado.
Los autos que llegaban reducían la velocidad al ver a la gente reunida y rodeaban a la pareja sin rasguñarlos siquiera.
Ya había amanecido del todo y la policía dispuso un cordón para proteger a los periodistas que no preguntaban nada y afirmaban mucho frente a sus cámaras. Los autos ya no pasaron más.
ÉL abrió los ojos y ella lloró un poco.
Anocheció y la gente se fue aburrida a su casa. Ellos también. Quizá si hubiesen elegido otra calle habría sido diferente.
Caminaron tranquilos uno junto al otro, sin hablar, sin darse la mano, sin mirarse. Ya todo estaba dicho.
Los dos sabían cuál era el sitio convenido, ésa era la calle, no podía ser otra.
Pronto saldría el sol y la humedad se evaporaría. Para cuando ese trozo de asfalto en el que se pararon se iluminase por completo, ya todo estaría consumado.
Al llegar a la esquina bajaron el cordón por la senda peatonal, caminaron sin respirar hasta el punto medio perfectamente calculado, y esperaron.
Él decidió que cuando ocurriera estaría con los ojos cerrados, no quería saber el color del auto, quería imaginarlo azul, quería que fuera un ford, quería que fuese un hombre el que condujera, quería no llegar a escuchar la sirena de la ambulancia.
Ella esperaba con los ojos abiertos mirando la punta de su zapato. Cuando ocurriera levantaría la mirada. Ella siempre quiso saber, siempre.
En cualquier momento la ciudad iba a despertar y a comenzar su movimiento. Tal vez los primeros coches los esquivasen, y alguno les dedicara una sonora puteada, igual había que seguir ahí.
Pasó un canillita en bicicleta y se detuvo junto a ellos.
- ¿Qué esperan?
- Que nos atropellen.
El canillita pensó que estaban locos y se asustó un poco.
La gente se fue juntando cerca de ellos pero sin dejar las veredas, sin pisar el asfalto. Sin quererlo, ese río oscuro se fue convirtiendo en su terreno privado.
Los autos que llegaban reducían la velocidad al ver a la gente reunida y rodeaban a la pareja sin rasguñarlos siquiera.
Ya había amanecido del todo y la policía dispuso un cordón para proteger a los periodistas que no preguntaban nada y afirmaban mucho frente a sus cámaras. Los autos ya no pasaron más.
ÉL abrió los ojos y ella lloró un poco.
Anocheció y la gente se fue aburrida a su casa. Ellos también. Quizá si hubiesen elegido otra calle habría sido diferente.
Monday, November 06, 2006
Rococó break
Sobrevendrá finalmente el tiempo de la tormenta. Las deshoras acuciantes y la espiral infinita.
Escribir con pluma te obliga al barroco. Alogo trágico hay en la fluidez de la tinta.
Si te encuentran escribiendo no se sorprenderán. Es legítimo escribir, sostener en las manos la pluma y la mano misma sostenida por el papel. Este a su vez es sostenido or la mesa. Y así el piso hasta la eternidad sustantiva sin chiva que se obstina en esconderse allí.
Alcanzarán las palabras ese espacio inseguro de verborragia sin límites. La forma por la forma misma ¿y el contenido? Es algo tan gris, tan nauseabundo, que mejor no nombrarlo siquiera. Menos tocarlo. Lo de adentro, adentro corazón de melón.
Se hace tarde ahora, aún sin tiempo. Y no quiero que te quedes mirándome sin comprender. Lo inaudito debe aceptarse como es dado, sin recaudos. Habrá tiempo mañana para lamentarse, para notar la tinta en la mano e intuir que algo fue dicho.
Ahora descansemos amor, por el cansancio futuro. Ahora disfrutemos de este último sol que casi se apaga, ahora resignémonos a lo efímero, que mañana será el lugar del para siempre.
Y contar los minutos que ahora se escapan, que mañana se estancan, que ayer ya no existen.
Un abrazo estaría bien, tal vez también un beso...
Sino habrá sustratos oníricos aptos para celíacos.
Ahora descansemos sin tinta.
Escribir con pluma te obliga al barroco. Alogo trágico hay en la fluidez de la tinta.
Si te encuentran escribiendo no se sorprenderán. Es legítimo escribir, sostener en las manos la pluma y la mano misma sostenida por el papel. Este a su vez es sostenido or la mesa. Y así el piso hasta la eternidad sustantiva sin chiva que se obstina en esconderse allí.
Alcanzarán las palabras ese espacio inseguro de verborragia sin límites. La forma por la forma misma ¿y el contenido? Es algo tan gris, tan nauseabundo, que mejor no nombrarlo siquiera. Menos tocarlo. Lo de adentro, adentro corazón de melón.
Se hace tarde ahora, aún sin tiempo. Y no quiero que te quedes mirándome sin comprender. Lo inaudito debe aceptarse como es dado, sin recaudos. Habrá tiempo mañana para lamentarse, para notar la tinta en la mano e intuir que algo fue dicho.
Ahora descansemos amor, por el cansancio futuro. Ahora disfrutemos de este último sol que casi se apaga, ahora resignémonos a lo efímero, que mañana será el lugar del para siempre.
Y contar los minutos que ahora se escapan, que mañana se estancan, que ayer ya no existen.
Un abrazo estaría bien, tal vez también un beso...
Sino habrá sustratos oníricos aptos para celíacos.
Ahora descansemos sin tinta.
Friday, November 03, 2006
Lecciones Folk
La maestra de música desafiando al absurdo enseñó ese malambo al alumno ausente. No se lo enseñó a su vuelta, sino el mismísimo día de su falta.
Era conmovedora su dedicación, lo recuerdo como si lo estuviera viendo. Sus brazos desplegados y su dedos chasqueando el ritmo.
Después vendrían la zamba y el escondido, pero ahora era tiempo de malambo. Los niños la miraban sin comprender, sin cuestionarse siquiera ese arrebato psicótico. Johnny aprendería muy bien el paso porque su maestra se lo estaba enseñando como debía. Johnny estaba más callado que de costumbre, quizá porque no estaba. Pero esto no debemos decirlo más, que no se entere la maestra, que no salga de su posesión musical.
¿Acaso no es esto el folklore? La desvinculación pasado-presente-futuro, o más bien todo lo contrario. Mañana cuando venga Johnny ya sabrá los pasos, o deberá saberlos, porque le fueron enseñados hoy, aunque no estuviera.
Dará la media vuelta, Dará la vuelta entera, y la paloma blanca o cuadrillé, que voló hace rato, espera desesperadamente el sentido de esta ronda.
Johnny, ¡baila así!Sigue bailando Johnny hasta tu vuelta. No te canses de ensayar aunque quizá desde la cama, o dondequiera que te encuentres ahora, no puedas presentir tus avances. Tu maestra que te conoce, que está tan pendiente de vos hasta cuando faltas, sabe que hoy, justamente hoy, lo estás haciendo muy bien.
Termina la cinta, salta el cassette y es probable que alguien la rebobine, para volver a empezar, para ensayar una vez más con ese espacio vacío. Johnny, Johnny, no te asustes.
Era conmovedora su dedicación, lo recuerdo como si lo estuviera viendo. Sus brazos desplegados y su dedos chasqueando el ritmo.
Después vendrían la zamba y el escondido, pero ahora era tiempo de malambo. Los niños la miraban sin comprender, sin cuestionarse siquiera ese arrebato psicótico. Johnny aprendería muy bien el paso porque su maestra se lo estaba enseñando como debía. Johnny estaba más callado que de costumbre, quizá porque no estaba. Pero esto no debemos decirlo más, que no se entere la maestra, que no salga de su posesión musical.
¿Acaso no es esto el folklore? La desvinculación pasado-presente-futuro, o más bien todo lo contrario. Mañana cuando venga Johnny ya sabrá los pasos, o deberá saberlos, porque le fueron enseñados hoy, aunque no estuviera.
Dará la media vuelta, Dará la vuelta entera, y la paloma blanca o cuadrillé, que voló hace rato, espera desesperadamente el sentido de esta ronda.
Johnny, ¡baila así!Sigue bailando Johnny hasta tu vuelta. No te canses de ensayar aunque quizá desde la cama, o dondequiera que te encuentres ahora, no puedas presentir tus avances. Tu maestra que te conoce, que está tan pendiente de vos hasta cuando faltas, sabe que hoy, justamente hoy, lo estás haciendo muy bien.
Termina la cinta, salta el cassette y es probable que alguien la rebobine, para volver a empezar, para ensayar una vez más con ese espacio vacío. Johnny, Johnny, no te asustes.
Saturday, October 21, 2006
Sonia y la memoria
Algo ocurrió esa tarde, algo colapsó frente a sus ojos. Y Sonia pudo ver todo más claro, más claro.
El peso sobre sus hombros, ¿dónde había quedado? Y aceptó todo el dolor como una precondición en letra pequeña.
Esto le permitió recordar, casi sin proponérselo, y todas esas imágenes se fueron disponiendo pacientemente ante ella, sobre ella. Una por una, sin apretujones innecesarios.
El viaje en colectivo sería lo suficientemente largo como para concluir ese otro viaje.
Entoces se acordó de todo. No, no fue Sonia quien se acordó. Fue alguien más, quizá yo, quizá la circunstancia. El recuerdo era activo por sí mismo, y ella era quien lo recibía. Lo observaba, lo escuchaba, lo olía y tantas otras cosas más.
Ahora que intento poner palabras a esta situación por la que pasó Sonia ayer, todo lo ocurrido, ese colapso primero, se asemeja a la cañería de una pileta (Lavabo diría mi amiga de España)que tapada por meses y meses, por cambio en las presiones de los platos puestos por encima, o del agua misma que sale de la canilla, se destapa. Y todo en sus ojos colapsó con la misma fuerza, con el mismo sentimiento después de la impotencia. Alguna vez me dijeron que esto ocurre con las operaciones de Glaucoma, no sabría asegurarlo, luego supe que todo fue mala praxis.
Pero el colapso de Sonia fue tan grato, tan de repente, que por un momento no había que nombrarlo, no había que seguir. Y el colectivo frente a la barrera baja lo permitía.
Luego el recuerdo visual y patente. Todos sus amores, esos otros que terminaron bien quizá porque nunca comenzaron realmente. Las obsesiones adolescentes, los deseos más carnales, la fraternidad que transforma el vínculo, y Bruno, claro.
Bruno pertenecía a un orden distinto y la única razón por la cual fue evocado en esa lista imperfecta de imágenes sensoriales (¿es posible que exista otra clase de imágenes?) residía en lo inconcluso. Y lo inconcluso que es también impotencia, como la de la cañería tapada, es posibilidad. "Siempre existe la posibilidad, lejana, pero no imposible, de otro modo no sería una posibilidad", decía la maga cuentista, y detrás ella la música y el cuerpo.
Bruno y esa sensación de infancia, esa sensación ambigua de eternidad construida. Ese candor. Bruno, y quererlo porque sí, por el placer simple que implica querer a alguien. Y no intentar siquiera transformar nada, destapar la cañería, porque Bruno...
Sonia dejó caer lágrimas frías aún sonriendo. Y fue raro, porque justamente esto que no puede explicar es lo único que entiende.
Sonia fue escrita tantas veces en situaciones diversas, Sonia ya está completa de punta a punta, con café de por medio, con boinas y cigarrillos de Bruno, que ahora por las leyes no van a ser en el café.
Pero liberarte Sonia, hacerte ajena, es tan difícil. Es someterte al juicio, pero sobre todo, abandonar a Bruno. Por eso es que no puedo, porque Bruno...
Y Sonia asiente, comprende. En su mutismo sabe que mis manos expresan lo que ella no puede. Y Bruno...
Bruno está, ¿acaso no es eso suficiente?
Sonia tocó el timbre y el colectivo se detuvo. Bajó, caminó y se hundió en el papel que luego guardé en mi bolsillo.
El peso sobre sus hombros, ¿dónde había quedado? Y aceptó todo el dolor como una precondición en letra pequeña.
Esto le permitió recordar, casi sin proponérselo, y todas esas imágenes se fueron disponiendo pacientemente ante ella, sobre ella. Una por una, sin apretujones innecesarios.
El viaje en colectivo sería lo suficientemente largo como para concluir ese otro viaje.
Entoces se acordó de todo. No, no fue Sonia quien se acordó. Fue alguien más, quizá yo, quizá la circunstancia. El recuerdo era activo por sí mismo, y ella era quien lo recibía. Lo observaba, lo escuchaba, lo olía y tantas otras cosas más.
Ahora que intento poner palabras a esta situación por la que pasó Sonia ayer, todo lo ocurrido, ese colapso primero, se asemeja a la cañería de una pileta (Lavabo diría mi amiga de España)que tapada por meses y meses, por cambio en las presiones de los platos puestos por encima, o del agua misma que sale de la canilla, se destapa. Y todo en sus ojos colapsó con la misma fuerza, con el mismo sentimiento después de la impotencia. Alguna vez me dijeron que esto ocurre con las operaciones de Glaucoma, no sabría asegurarlo, luego supe que todo fue mala praxis.
Pero el colapso de Sonia fue tan grato, tan de repente, que por un momento no había que nombrarlo, no había que seguir. Y el colectivo frente a la barrera baja lo permitía.
Luego el recuerdo visual y patente. Todos sus amores, esos otros que terminaron bien quizá porque nunca comenzaron realmente. Las obsesiones adolescentes, los deseos más carnales, la fraternidad que transforma el vínculo, y Bruno, claro.
Bruno pertenecía a un orden distinto y la única razón por la cual fue evocado en esa lista imperfecta de imágenes sensoriales (¿es posible que exista otra clase de imágenes?) residía en lo inconcluso. Y lo inconcluso que es también impotencia, como la de la cañería tapada, es posibilidad. "Siempre existe la posibilidad, lejana, pero no imposible, de otro modo no sería una posibilidad", decía la maga cuentista, y detrás ella la música y el cuerpo.
Bruno y esa sensación de infancia, esa sensación ambigua de eternidad construida. Ese candor. Bruno, y quererlo porque sí, por el placer simple que implica querer a alguien. Y no intentar siquiera transformar nada, destapar la cañería, porque Bruno...
Sonia dejó caer lágrimas frías aún sonriendo. Y fue raro, porque justamente esto que no puede explicar es lo único que entiende.
Sonia fue escrita tantas veces en situaciones diversas, Sonia ya está completa de punta a punta, con café de por medio, con boinas y cigarrillos de Bruno, que ahora por las leyes no van a ser en el café.
Pero liberarte Sonia, hacerte ajena, es tan difícil. Es someterte al juicio, pero sobre todo, abandonar a Bruno. Por eso es que no puedo, porque Bruno...
Y Sonia asiente, comprende. En su mutismo sabe que mis manos expresan lo que ella no puede. Y Bruno...
Bruno está, ¿acaso no es eso suficiente?
Sonia tocó el timbre y el colectivo se detuvo. Bajó, caminó y se hundió en el papel que luego guardé en mi bolsillo.
Saturday, October 14, 2006
Fiebre de sábado a la tarde
El agua en la pava para el mate hervía. La dejé hervir un rato largo. Quizá cuando llegue ya no quede agua. Y deba poner de nuevo el agua en la pava. Abrir la canilla, dejarla correr, dejarla correr.
Ya escribí estas palabras pero el agua no hervía, sino todo lo contrario. Y entonces había ciervos mirando, persianas, y vecinas. Pero ahora el agua hierve y de pronto la cocina está demasiado lejos.
Creo que tengo fiebre, es posible que tenga fiebre, y me quedaré en cama, esperando curarme para el martes, cuanto antes, para el deber que es deber y no espera.
Me curaré como sea, pero hoy el agua hierve y me voy a la cama. Me tapo con el acolchado aunque no haga frío.
Quiero jugar con rompecabezas, quiero que mamá me compre la revista billiken o anteojito, o mejor, chiquicosmik. Quiero mirar dibujos animados y no reirme, porque no puedo.
Y ahí estaban los ciervos mirando, mirando. Y yo cebaba mate frío, pero ahora el agua hierve y si cebo así el mate se va a quemar la yerba.
Mejor empezar de nuevo, tirar lo que quede del agua y volver a encender la hornalla. Mejor ni siquiera apagarla y llenar rápido la pava con agua nueva. Agua nueva.
Y ahí en el fondo hay dos o tres ideas, que tendrán su tiempo de espera prudencial. Ahí en el fondo hay dos o tres deseos que quizá nunca se verbalicen. Alguien podría pensar que no verbalizar los deseos es la única forma de que se cumplan. (no lo digas que sino no se cumplen) ¿o es al revés?
El deseo existe igual aunque no se diga, y se irá evaporando de a poco, hasta que no exista más.
Entonces mejor ir a la cocina de una vez por todas y llenar de nuevo la pava. Empezar a esperar nuevamente, hasta el momento justo antes de que hierva, cuando aún se pueda cebar el mate, cuando se pueda.
La espera, el mate, la pava, el agua que hierve, el deseo... ahora que veo todo escrito noto el lazo semántico mucho más claro. Pero entonces vuelvo a eso que fue escrito antes, a los ciervos, y al helecho, y no logro comprender qué relación existe. No logro entender qué pueden tener en común un montón de ciervos que miran, un mate frío y un helecho seco. De todos modos la sensación es la misma, me voy a la cama a dormir la fiebre.
Ya escribí estas palabras pero el agua no hervía, sino todo lo contrario. Y entonces había ciervos mirando, persianas, y vecinas. Pero ahora el agua hierve y de pronto la cocina está demasiado lejos.
Creo que tengo fiebre, es posible que tenga fiebre, y me quedaré en cama, esperando curarme para el martes, cuanto antes, para el deber que es deber y no espera.
Me curaré como sea, pero hoy el agua hierve y me voy a la cama. Me tapo con el acolchado aunque no haga frío.
Quiero jugar con rompecabezas, quiero que mamá me compre la revista billiken o anteojito, o mejor, chiquicosmik. Quiero mirar dibujos animados y no reirme, porque no puedo.
Y ahí estaban los ciervos mirando, mirando. Y yo cebaba mate frío, pero ahora el agua hierve y si cebo así el mate se va a quemar la yerba.
Mejor empezar de nuevo, tirar lo que quede del agua y volver a encender la hornalla. Mejor ni siquiera apagarla y llenar rápido la pava con agua nueva. Agua nueva.
Y ahí en el fondo hay dos o tres ideas, que tendrán su tiempo de espera prudencial. Ahí en el fondo hay dos o tres deseos que quizá nunca se verbalicen. Alguien podría pensar que no verbalizar los deseos es la única forma de que se cumplan. (no lo digas que sino no se cumplen) ¿o es al revés?
El deseo existe igual aunque no se diga, y se irá evaporando de a poco, hasta que no exista más.
Entonces mejor ir a la cocina de una vez por todas y llenar de nuevo la pava. Empezar a esperar nuevamente, hasta el momento justo antes de que hierva, cuando aún se pueda cebar el mate, cuando se pueda.
La espera, el mate, la pava, el agua que hierve, el deseo... ahora que veo todo escrito noto el lazo semántico mucho más claro. Pero entonces vuelvo a eso que fue escrito antes, a los ciervos, y al helecho, y no logro comprender qué relación existe. No logro entender qué pueden tener en común un montón de ciervos que miran, un mate frío y un helecho seco. De todos modos la sensación es la misma, me voy a la cama a dormir la fiebre.
Thursday, October 05, 2006
Clasificado
Voy a alquilar un rincón
para vivir tranquila.
Para despertarme cuando quiera
y rodar por el piso.
Para plantar flores secas
y recolectar postales.
Para pintar las paredes
siempre de un color distinto.
Voy a alquilar un rincón
que no quiera nadie
para que nadie me lo pelee
y que sea solo mío.
Para compartir cuando quiera
si es que alguien quiere hacerlo.
Iba a alquilar un rincón
con todas esas características
con ventanas redondas
y cortinas desteñidas.
Pero mejor no
son tantos los riesgos.
De que venga fallado
humedecido en los cimientos
de que venga habitado
con presencias inalterables y ajenas
de que venga diferente
a como lo imaginaba.
Iba a alquilar un rincón
pero mejor no alquilo nada.
para vivir tranquila.
Para despertarme cuando quiera
y rodar por el piso.
Para plantar flores secas
y recolectar postales.
Para pintar las paredes
siempre de un color distinto.
Voy a alquilar un rincón
que no quiera nadie
para que nadie me lo pelee
y que sea solo mío.
Para compartir cuando quiera
si es que alguien quiere hacerlo.
Iba a alquilar un rincón
con todas esas características
con ventanas redondas
y cortinas desteñidas.
Pero mejor no
son tantos los riesgos.
De que venga fallado
humedecido en los cimientos
de que venga habitado
con presencias inalterables y ajenas
de que venga diferente
a como lo imaginaba.
Iba a alquilar un rincón
pero mejor no alquilo nada.
Sunday, October 01, 2006
Cuarto menguante
Había sol sobre la vereda y baldosas fijas. Había árboles floridos, y ácaros amenazando. Habían peatones apurados y tareas por cumplir. Había carteras repletas de papeles y un cuento viejo escondido en un cuaderno cerrado. Había un calendario que insinuaba que ya un año, ufff ¿ya?. Sí, mejor, mejor. Ya pasó y sana sana colita de rana, que si no sanó ayer sanará mañana.
Los pasos presurosos sonaban tacón-baldosa-tacón-asfalto. El semáforó, el colectivo repleto, los niños angustiados y la mediación necesaria. El semáforo, el colectivo repleto, y la clase, la otra de pasividad exagerada, de palabras flotantes y dibujos desgraciados. El semáforo, el colectivo y ya no había sol en ninguna vereda.
La luna recontra menguante se colgó de los árboles, se escondía, y mis ojos cansados llenos de polen la buscaron a pesar de la tortícolis.
El semáforo, el colectivo ahora vacío, no pensar, no pensar. Tan cerca, tan lejos que creí verte entre un grupo de gente. Creí, pensé, dudé... entonces lo supe.
Volví a casa, algo consternada, volví a mirar el calendario. ¿Un año ya?. La duda era una certeza inesperada, ya no te recordaba. No podría distinguir tu cara en ninguna multitud, no identificaría tu voz en el teléfono.
Me abrazó una angustia tranquila, rara. Ya no era menester olvidarte, porque ya había sucedido, incluso a pesar mío.
Y te busqué igual, algo enojada con mi humanidad, y solo encontré retazos de algo que tuvo sentido, papeles borroneados, mezclados con otros olvidos. Los aromas, los sonidos, las palabras... si bien aún mi piel guarda registro, no podría estar segura, no podría parar a saludarte. Por eso seguí caminando, hasta casa, por la vereda de luna menguada. Habría estado bien, sería poético, que lloviera, pero no. Las baldosas secas y el semáforo implacable, y mi memoria humedecida, y esta angustia tibia, este duelo consumado, esta sensación de conclusión, de confusión.
Ahora presiento que entre el recuerdo y el olvido no hay mucha distancia. Que se olvida tanto en el acto mismo del recuerdo. Que se recuerda tanto de lo que se creía olvidado. Que lo que guardo en mí de vos, es más bien una creación mía, por eso no podría saludarte. Si no fueras vos, moriría de vergüenza.
Los pasos presurosos sonaban tacón-baldosa-tacón-asfalto. El semáforó, el colectivo repleto, los niños angustiados y la mediación necesaria. El semáforo, el colectivo repleto, y la clase, la otra de pasividad exagerada, de palabras flotantes y dibujos desgraciados. El semáforo, el colectivo y ya no había sol en ninguna vereda.
La luna recontra menguante se colgó de los árboles, se escondía, y mis ojos cansados llenos de polen la buscaron a pesar de la tortícolis.
El semáforo, el colectivo ahora vacío, no pensar, no pensar. Tan cerca, tan lejos que creí verte entre un grupo de gente. Creí, pensé, dudé... entonces lo supe.
Volví a casa, algo consternada, volví a mirar el calendario. ¿Un año ya?. La duda era una certeza inesperada, ya no te recordaba. No podría distinguir tu cara en ninguna multitud, no identificaría tu voz en el teléfono.
Me abrazó una angustia tranquila, rara. Ya no era menester olvidarte, porque ya había sucedido, incluso a pesar mío.
Y te busqué igual, algo enojada con mi humanidad, y solo encontré retazos de algo que tuvo sentido, papeles borroneados, mezclados con otros olvidos. Los aromas, los sonidos, las palabras... si bien aún mi piel guarda registro, no podría estar segura, no podría parar a saludarte. Por eso seguí caminando, hasta casa, por la vereda de luna menguada. Habría estado bien, sería poético, que lloviera, pero no. Las baldosas secas y el semáforo implacable, y mi memoria humedecida, y esta angustia tibia, este duelo consumado, esta sensación de conclusión, de confusión.
Ahora presiento que entre el recuerdo y el olvido no hay mucha distancia. Que se olvida tanto en el acto mismo del recuerdo. Que se recuerda tanto de lo que se creía olvidado. Que lo que guardo en mí de vos, es más bien una creación mía, por eso no podría saludarte. Si no fueras vos, moriría de vergüenza.
Sunday, September 17, 2006
Sonia, las palabras y el tiempo
Si entrecierro los ojos puedo ver el día a través de mi persiana. La que llevo a cuestas.
Freud necesitaba cocaína para escribir y yo necesito ganas.
Tiempo... también. Pero otro tiempo.
Sobreviene el deseo de llenarme de actividades para tener excusas ordenadas para no querer hacer nada y estar en mi legítimo derecho de no querer.
Los desaparecidos que forman parte de nuestra memoria colectiva están más presentes que yo.
Él tiene nostalgia y yo ya ni eso.
De todos modos si me cruzo de vereda y me miro sin violencia veo como todo se mueve. Lento, pero se mueve.
Al paso que voy ya es claro que no voy a llegar muy lejos, que por más que la apure, la muerte va a sorprenderme cuando duerma y crea que ya no es necesario morir, que la vida, la vida...
Alcanzar la palabra antes de la palabra. El símbolo puro, la transferencia total, completa y fiel de esa otra realidad, que es única en cierto modo porque es propia.
Jugar con las palabras de este lado no es más que adecuarse a esas reglas que otros prefijaron y si bien los límites pueden empujarse, salir es imposible.
Imágenes sueltas dado que como se dijo "la imagen precede al lenguaje y procede de la percepción". Pero nunca fui buena para dibujar. Entonces es difícil. Y a mí, que lo difícil me aburre, que aborrezco lo que me cuesta y aún así es lo único que sigo intentando, hoy no voy a dibujar.
Abrir cualquier libro y leer dos o tres renglones. Luego podré doblar el borde de la página a falta de señalador. ¿Cuándo te enseñó tu mamá a hecer eso? Y estar segura de que fue ella porque ella lo sigue haciendo. Y aunque vos no lo hagas más y prefieras señaladores vistosos y significativos te acordás de que en algún impreciso momento te fue enseñado. Y detrás de ese nimio recuerdo la soledad infinita que te carcome los huesos.
Tristemente Sonia llegó a casa, mucho más tarde de lo que suponía. Y esa súbita necesidad de escribir se apoderó de ella sin hacer caso del cansancio. Entonces no es tiempo ni ganas lo que se necesita, sino un deseo irrefrenable, que supere la conciencia, que tome el lápiz por su propia cuenta y no perciba el yo del escribiente.
"Mentirosa no" había dicho Sonia, y se retiró ofendida. Había dos o tres palabritas que no permitía pronunciar. Y aquellas copas dejaron salir la angustia, como venía ocurriendo religiosamente.
Amanece afuera y es domingo. Sonia dormirá hasta el mediodía y si Dios quiere un poco más. Siente la necesidad imperiosa de fumar un cigarrillo pero no se puede y mejor dormir.
Freud necesitaba cocaína para escribir y yo necesito ganas.
Tiempo... también. Pero otro tiempo.
Sobreviene el deseo de llenarme de actividades para tener excusas ordenadas para no querer hacer nada y estar en mi legítimo derecho de no querer.
Los desaparecidos que forman parte de nuestra memoria colectiva están más presentes que yo.
Él tiene nostalgia y yo ya ni eso.
De todos modos si me cruzo de vereda y me miro sin violencia veo como todo se mueve. Lento, pero se mueve.
Al paso que voy ya es claro que no voy a llegar muy lejos, que por más que la apure, la muerte va a sorprenderme cuando duerma y crea que ya no es necesario morir, que la vida, la vida...
Alcanzar la palabra antes de la palabra. El símbolo puro, la transferencia total, completa y fiel de esa otra realidad, que es única en cierto modo porque es propia.
Jugar con las palabras de este lado no es más que adecuarse a esas reglas que otros prefijaron y si bien los límites pueden empujarse, salir es imposible.
Imágenes sueltas dado que como se dijo "la imagen precede al lenguaje y procede de la percepción". Pero nunca fui buena para dibujar. Entonces es difícil. Y a mí, que lo difícil me aburre, que aborrezco lo que me cuesta y aún así es lo único que sigo intentando, hoy no voy a dibujar.
Abrir cualquier libro y leer dos o tres renglones. Luego podré doblar el borde de la página a falta de señalador. ¿Cuándo te enseñó tu mamá a hecer eso? Y estar segura de que fue ella porque ella lo sigue haciendo. Y aunque vos no lo hagas más y prefieras señaladores vistosos y significativos te acordás de que en algún impreciso momento te fue enseñado. Y detrás de ese nimio recuerdo la soledad infinita que te carcome los huesos.
Tristemente Sonia llegó a casa, mucho más tarde de lo que suponía. Y esa súbita necesidad de escribir se apoderó de ella sin hacer caso del cansancio. Entonces no es tiempo ni ganas lo que se necesita, sino un deseo irrefrenable, que supere la conciencia, que tome el lápiz por su propia cuenta y no perciba el yo del escribiente.
"Mentirosa no" había dicho Sonia, y se retiró ofendida. Había dos o tres palabritas que no permitía pronunciar. Y aquellas copas dejaron salir la angustia, como venía ocurriendo religiosamente.
Amanece afuera y es domingo. Sonia dormirá hasta el mediodía y si Dios quiere un poco más. Siente la necesidad imperiosa de fumar un cigarrillo pero no se puede y mejor dormir.
Saturday, September 09, 2006
Metablog
Mostrarse, ocultarse. Mirarse, de eso ya se ha hablado tanto. Ya dije del espejo, de la piel sin caricias, de los bordes y del llanto. Ya dije del perro fantasmagórico que corre sin correa y que se aleja porque lo quiero lejos para no extrañarlo. Ya dije de los ojos que miran impares y del asco que sopla y sopla. Ya dije... ya dije.
En este espacio se escribe en se. ¿Vieron? Una se escribe. Uno se dice. Tercera persona absurda inexistente, retóricamente necesaria para validar un discurso cotidiano y misterioso.
Cuasi diario íntimo, ficción barata, arte arte arte (no Martha Minujín, no llores).
Un botón y a la deriva, alguien va a leerte, no sabrás quién és, no no, es mejor así.
Te miran, te ven, saben de tu pena, pero no existen, y vos tampoco, es lindo el juego.
Y allá la vida, en primera persona. Y cuesta tanto decidirse en qué etapa anclar, con qué obsesión quedarse para siempe, o bien el escenario, o bien la colección de figuritas. Y yo que no me decido, me quedo con las dos, y las voy alternando.
Lo que comenzó como una investigación, porque así es como comienza tanto, se va alejando del (se) y se acerca a mí con un vértigo peligroso. No quiero mostrarte mis bombachas sucias, no quiero. No quiero decirte nada verdadero. Y te he dicho tantas cosas.
¿Hay alguien ahí de cualquier modo?
Había una película, una de tantas, década del ochenta, las computadoras de ese entonces, que acá no existían, y yo muy chica que miraba la película que era más que de ciencia ficción por la carencia tecnológica en el mercado local. Bien, me fui por las ramas, la película no sé de qué se trataba, pero estaba esta escena, del niño que comenzaba a conversar con un extraterrestre. Pantalla negra, cursor verde... inaudito.
Y estaba ahí, la comunicación, el arte verbal. La estúpida necesidad de encontrar bien lejos ese igual que nos comprenda. Porque acá cerca no encontramos nada. Ojo, todo es metafísico no vaya ud. a creer que estoy psicoanalizándome, que aquí no hablo de familia, ni de nada.
Esa diarrea verbal, esa bulimia literaria.
Necesito leer, y leer, para enseguida escribir y escribir. Y si no puedo, como en estos días, me fuerzo, me meto los dedos en la garganta y vomito letritas en el teclado. ¿Me invitaría Mirtha Legrand a almorzar con ella? aYY la quiero tanto a Mirtha.
La tele, la computadora, la náusea.
Mostrarse, cubrirse las tetas, querer que te miren y correr bien lejos para que no te vea nadie.
Estoy arisca como un gato que no encuentra su sillón. La cueva de cartón guarda los textos del tiempo. Y ya vendrá la primavera a resucitar nuestras más temidas alergias.
Ser surrealista no te asegura comprender lo incomprensible. Dejar hacer, dejar pasar.
Vuelvo entonces a esa poesía, a ese libro que ya leí, vuelvo a los lugares que conozco para empezar de nuevo. Y no reviso lo que escribo porque no tengo ganas, porque vomité y es bien feo, pero nadie me mira.
En este espacio se escribe en se. ¿Vieron? Una se escribe. Uno se dice. Tercera persona absurda inexistente, retóricamente necesaria para validar un discurso cotidiano y misterioso.
Cuasi diario íntimo, ficción barata, arte arte arte (no Martha Minujín, no llores).
Un botón y a la deriva, alguien va a leerte, no sabrás quién és, no no, es mejor así.
Te miran, te ven, saben de tu pena, pero no existen, y vos tampoco, es lindo el juego.
Y allá la vida, en primera persona. Y cuesta tanto decidirse en qué etapa anclar, con qué obsesión quedarse para siempe, o bien el escenario, o bien la colección de figuritas. Y yo que no me decido, me quedo con las dos, y las voy alternando.
Lo que comenzó como una investigación, porque así es como comienza tanto, se va alejando del (se) y se acerca a mí con un vértigo peligroso. No quiero mostrarte mis bombachas sucias, no quiero. No quiero decirte nada verdadero. Y te he dicho tantas cosas.
¿Hay alguien ahí de cualquier modo?
Había una película, una de tantas, década del ochenta, las computadoras de ese entonces, que acá no existían, y yo muy chica que miraba la película que era más que de ciencia ficción por la carencia tecnológica en el mercado local. Bien, me fui por las ramas, la película no sé de qué se trataba, pero estaba esta escena, del niño que comenzaba a conversar con un extraterrestre. Pantalla negra, cursor verde... inaudito.
Y estaba ahí, la comunicación, el arte verbal. La estúpida necesidad de encontrar bien lejos ese igual que nos comprenda. Porque acá cerca no encontramos nada. Ojo, todo es metafísico no vaya ud. a creer que estoy psicoanalizándome, que aquí no hablo de familia, ni de nada.
Esa diarrea verbal, esa bulimia literaria.
Necesito leer, y leer, para enseguida escribir y escribir. Y si no puedo, como en estos días, me fuerzo, me meto los dedos en la garganta y vomito letritas en el teclado. ¿Me invitaría Mirtha Legrand a almorzar con ella? aYY la quiero tanto a Mirtha.
La tele, la computadora, la náusea.
Mostrarse, cubrirse las tetas, querer que te miren y correr bien lejos para que no te vea nadie.
Estoy arisca como un gato que no encuentra su sillón. La cueva de cartón guarda los textos del tiempo. Y ya vendrá la primavera a resucitar nuestras más temidas alergias.
Ser surrealista no te asegura comprender lo incomprensible. Dejar hacer, dejar pasar.
Vuelvo entonces a esa poesía, a ese libro que ya leí, vuelvo a los lugares que conozco para empezar de nuevo. Y no reviso lo que escribo porque no tengo ganas, porque vomité y es bien feo, pero nadie me mira.
Saturday, August 19, 2006
Big Men
Desnudarse para escribir o antes de escribir, o al escribir...la diferencia es el frío. Pero si se conservan las zapatillas y las medias quizá es distinto.
Hay algo que no está bien que no es el cuerpo. ¿Será el alma? Esa entidad ontológica intangible, ¿cómo someterla al proceso histórico que cambia todas las cosas?.
Lo que subyace en el living queridos míos, no es más que un sistema de palabras, todas francesas pero sin revolución. Y llamarlos aquí a esos Big men es un recurso para sentirme menos sola, y aunque sea un poquito respaldada por la utopía intelectual de un materialismo estructuralista que si bien fracasó es tan prolijo, tan ecléctico, tan encuentro de tantos otros Big men que dijeron tantas otras cosas desde un sufrimiento sartreano similar.
Si dijera a la noche, embebida de susto: "hay algo en mí que te aleja y te extraño tanto. A vos que tuviste nombre y piel. Mañana va a ser lo mismo, por más tiempo que dedique a soñar." estaría repitiendo frases usadas, vencidas. Y hoy que ya es mañana, porque el ayer fue constituido con papeles de colores me pregunto si quedaré desnuda al desatar los cordones de mis zapatillas.
Lo literal, lo literal, antes que esta catastrófica angustia.
También se ha dicho que mañana (por hoy) con las uñas rojas si es que la vida me alcanza o me atrapa, todo aquello puede suceder.
Hay tanto adentro que no quiere mencionarse.
Hay una ironía en una bandeja esperando ser descubierta.
Hay un sapo en un estómago que quiere convidar algo que perdió hace rato. ¿Qué será?
Y yo que estoy a mitad de camino hacia ningún lado, sé que esa última frase solapada dice más que las otras.
Hay algo que no está bien que no es el cuerpo. ¿Será el alma? Esa entidad ontológica intangible, ¿cómo someterla al proceso histórico que cambia todas las cosas?.
Lo que subyace en el living queridos míos, no es más que un sistema de palabras, todas francesas pero sin revolución. Y llamarlos aquí a esos Big men es un recurso para sentirme menos sola, y aunque sea un poquito respaldada por la utopía intelectual de un materialismo estructuralista que si bien fracasó es tan prolijo, tan ecléctico, tan encuentro de tantos otros Big men que dijeron tantas otras cosas desde un sufrimiento sartreano similar.
Si dijera a la noche, embebida de susto: "hay algo en mí que te aleja y te extraño tanto. A vos que tuviste nombre y piel. Mañana va a ser lo mismo, por más tiempo que dedique a soñar." estaría repitiendo frases usadas, vencidas. Y hoy que ya es mañana, porque el ayer fue constituido con papeles de colores me pregunto si quedaré desnuda al desatar los cordones de mis zapatillas.
Lo literal, lo literal, antes que esta catastrófica angustia.
También se ha dicho que mañana (por hoy) con las uñas rojas si es que la vida me alcanza o me atrapa, todo aquello puede suceder.
Hay tanto adentro que no quiere mencionarse.
Hay una ironía en una bandeja esperando ser descubierta.
Hay un sapo en un estómago que quiere convidar algo que perdió hace rato. ¿Qué será?
Y yo que estoy a mitad de camino hacia ningún lado, sé que esa última frase solapada dice más que las otras.
Sunday, August 06, 2006
Mi olvido de vos
Si me hablan de vos mejor me tapo las orejas. Y escucho igual, entre los dedos.
Si me hablan de vos mejor pensar en otra cosa, y no recordarte, porque sino...
Si me hablan de vos mejor pido silencio, o cambio de tema, aún deseando que te sigan nombrando, por lo menos ellos que sí pueden hacerlo, sin esta angustia que ya no es ni nostalgia ni bronca, ni soledad, es otra cosa.
Si hablo de vos, probablemente diga insensateces, como siempre. Probablemente no pueda ordenar mis pensamientos y los deje salir sin pasteurización.
Si hablo de vos es porque fui obligada a dejarte salir del bolsillo izquierdo, y ahí sobre la mesa me reclamás algo que no comprendo. O yo te reclamo y no comprendo por qué.
Si pienso en vos, por sobre el bullicio y las tareas cotidianas es porque estoy bien jodida. Y ya debiera admitir que no te pude olvidar por más esfuerzo que puse. Yo, que todo con dolor lo alcanzo, aunque sea solo a arañazos, no puedo alcanzar tu olvido. O mi olvido de vos, que es bien distinto.
O quizá lo que no puedo alcanzar es a vos. Y repito, entonces, estoy bien jodida.
Si me hablan de vos mejor pensar en otra cosa, y no recordarte, porque sino...
Si me hablan de vos mejor pido silencio, o cambio de tema, aún deseando que te sigan nombrando, por lo menos ellos que sí pueden hacerlo, sin esta angustia que ya no es ni nostalgia ni bronca, ni soledad, es otra cosa.
Si hablo de vos, probablemente diga insensateces, como siempre. Probablemente no pueda ordenar mis pensamientos y los deje salir sin pasteurización.
Si hablo de vos es porque fui obligada a dejarte salir del bolsillo izquierdo, y ahí sobre la mesa me reclamás algo que no comprendo. O yo te reclamo y no comprendo por qué.
Si pienso en vos, por sobre el bullicio y las tareas cotidianas es porque estoy bien jodida. Y ya debiera admitir que no te pude olvidar por más esfuerzo que puse. Yo, que todo con dolor lo alcanzo, aunque sea solo a arañazos, no puedo alcanzar tu olvido. O mi olvido de vos, que es bien distinto.
O quizá lo que no puedo alcanzar es a vos. Y repito, entonces, estoy bien jodida.
Friday, August 04, 2006
Dos arrugas y un lunar
Las manos arrugadas sobre el bandoneón me recordaron a mi abuelo. Que si bien fue el padre de mi madre, es completamente otro.
Mi abuelo, que me enseñó a escribir, y ahorrar dinero. Que me enseñó a jugar a las cartas, y a querer ganar siempre. Que se fue antes de irse, cuando se enfermó tanto y ya no era el mismo. Que cuando se fue del todo, era aún muy temprano para que yo aceptara la vida sin él.
El bandoneón siempre estuvo ahí escondido, guardado en una caja, bien alto, para que los pequeños no lo agarráramos. Y recuerdo aquella vez, que en mi memoria hoy son como mil veces, que el instrumento fue desempolvado, y sonó, raro, en mis manos, cuidadas por todos, para que no lo rompa.
Era pequeña, y mi abuelo muy grande, aún estaba sano, pero el bandoneón no lo tocaba.
Sé de él cosas que fueron contando, de la orquesta, de su relación con el tango. Lo sé porque lo escuché a él, poco, porque escuché a mis parientes, un poco más, y porque lo inventé yo, mucho, en el afán de completar una historia necesaria para dar soporte a lo mucho que lo extraño, no tanto por lo que fue en realidad sino por lo que significó en mi vida. (Sí, esta maldición de poder analizar todo, pero aún no controlar lo que se siente)
Entonces hoy el tango en la tele es una inevitable lágrima. Quizá porque me desperté triste, quizá porque tengo más frío del que hace, quizá porque debiera haber seguido durmiendo un rato más, pero las frazadas ya se habían caído y...
Yo soy un poco como el tango, una nostalgia de algo que no fui (diría un amigo mío) un canto al mar y al smog de Buenos Aires. Yo llevo a veces ese bandoneón en la caja, esa incertidumbre, que es certeza de que toda la música se esconde allá arriba, y lo prueban las manos arrugadas y llenas de manchas.
Allá en el frente la vida es un camino, en el cual te aguarda la estación de chocolate, de vejez y temblores. Como si ahora no temblara.
Estar desorientada y no saber qué trole hay que tomar para seguir... Hoy, extraño, tal vez más por la gripe en mis pulmones que sale despacito. Hay que animarse y ordenar el cuarto. Hay que atreverse a encontrarse con la mugre y sacarla.
Hoy no, mejor mañana.
Mi abuelo, que me enseñó a escribir, y ahorrar dinero. Que me enseñó a jugar a las cartas, y a querer ganar siempre. Que se fue antes de irse, cuando se enfermó tanto y ya no era el mismo. Que cuando se fue del todo, era aún muy temprano para que yo aceptara la vida sin él.
El bandoneón siempre estuvo ahí escondido, guardado en una caja, bien alto, para que los pequeños no lo agarráramos. Y recuerdo aquella vez, que en mi memoria hoy son como mil veces, que el instrumento fue desempolvado, y sonó, raro, en mis manos, cuidadas por todos, para que no lo rompa.
Era pequeña, y mi abuelo muy grande, aún estaba sano, pero el bandoneón no lo tocaba.
Sé de él cosas que fueron contando, de la orquesta, de su relación con el tango. Lo sé porque lo escuché a él, poco, porque escuché a mis parientes, un poco más, y porque lo inventé yo, mucho, en el afán de completar una historia necesaria para dar soporte a lo mucho que lo extraño, no tanto por lo que fue en realidad sino por lo que significó en mi vida. (Sí, esta maldición de poder analizar todo, pero aún no controlar lo que se siente)
Entonces hoy el tango en la tele es una inevitable lágrima. Quizá porque me desperté triste, quizá porque tengo más frío del que hace, quizá porque debiera haber seguido durmiendo un rato más, pero las frazadas ya se habían caído y...
Yo soy un poco como el tango, una nostalgia de algo que no fui (diría un amigo mío) un canto al mar y al smog de Buenos Aires. Yo llevo a veces ese bandoneón en la caja, esa incertidumbre, que es certeza de que toda la música se esconde allá arriba, y lo prueban las manos arrugadas y llenas de manchas.
Allá en el frente la vida es un camino, en el cual te aguarda la estación de chocolate, de vejez y temblores. Como si ahora no temblara.
Estar desorientada y no saber qué trole hay que tomar para seguir... Hoy, extraño, tal vez más por la gripe en mis pulmones que sale despacito. Hay que animarse y ordenar el cuarto. Hay que atreverse a encontrarse con la mugre y sacarla.
Hoy no, mejor mañana.
Saturday, July 22, 2006
Se permite por el soporte
Teniendo en cuenta el soporte textual de estas cosas que se escriben...
Miro la pantalla... un minuto, otro, otro. Estoy esperando desgraciada y tristemente que te aparezcas... Man--- dame--- unimeil.... Escriiiii---bimeunimeil....Dice la canción. Y se pega como todo en esta ropa sucia de alcohol y palabras.
Y yo que soy tan común, tan predecible, me quedo con la canción pegada en la espalda, como un chiste estúpido, como me quedé con vos pegado en el reverso de mi pulóver, ahí bien cerca del pecho (lo dulce es asqueroso en la resaca, seamos sinceros, bien cerca de los pechos, que no es lo mismo)
Dos semanas tardó en irse tu olor de mi ropa. Y yo pensé que con eso te irías vos. Pero no.
Man--- dame--- unimeeeil... La idiota esperanza tecnificada, y allá los pueblos originarios que esperan en mi escritorio. Y vos como lo más cercano a la alegría, que te fuiste incluso antes de que te sacara en envoltorio de angustias.
Irme siempre es una posibilidad, pero cómo escaparme de mí. Entonces me resigno y me quedo, y espero, y espero, la muerte, las cosas, a vos, para variar un poco, para creer que espero algo en serio.
Pronto tus años se notarán, señora, y querido Arjona golpeador de mujeres, la verdad es que no sé cómo ponerle vida a eso. Entonces, por más que me conozcas desde el pelo, te quedaste en el camino, te perdiste y volviste a tu casa.
Quereme así piantaaa, piantaaa, piantaaa,mirando a esta tierra desde donde me dejan, y ayer me vi tan triste, vení volá sentí, el loco berretín, chupetín, maletín, cafetín....
Y aunque de chiquilina miraba desde afuera, ahora sigo con la nariz aplastada, y el vidrio lleno de vapor.
Entonces el recuerdo de un cruel espantapájaros bandido que me sorprendió dormida y me atacó, es un recuerdo dulce, de certezas y cerezas, de Cabezas... que siempre está en el recuerdo... Y Cóppola y un jarrón, y Chiche Gelblum, y Chiche Duhalde, que son un poco lo mismo.
Y saber tantas cosas que abruman, pero les juro que de Cabezas no sé nada. Y esperar esperar....
O no, cerrar todo, irme a dormir, y soñar con Riverito que en vez de cantarme el OOOOCHO, me mira el siete... ¿Qué querrá decir eso?
Miro la pantalla... un minuto, otro, otro. Estoy esperando desgraciada y tristemente que te aparezcas... Man--- dame--- unimeil.... Escriiiii---bimeunimeil....Dice la canción. Y se pega como todo en esta ropa sucia de alcohol y palabras.
Y yo que soy tan común, tan predecible, me quedo con la canción pegada en la espalda, como un chiste estúpido, como me quedé con vos pegado en el reverso de mi pulóver, ahí bien cerca del pecho (lo dulce es asqueroso en la resaca, seamos sinceros, bien cerca de los pechos, que no es lo mismo)
Dos semanas tardó en irse tu olor de mi ropa. Y yo pensé que con eso te irías vos. Pero no.
Man--- dame--- unimeeeil... La idiota esperanza tecnificada, y allá los pueblos originarios que esperan en mi escritorio. Y vos como lo más cercano a la alegría, que te fuiste incluso antes de que te sacara en envoltorio de angustias.
Irme siempre es una posibilidad, pero cómo escaparme de mí. Entonces me resigno y me quedo, y espero, y espero, la muerte, las cosas, a vos, para variar un poco, para creer que espero algo en serio.
Pronto tus años se notarán, señora, y querido Arjona golpeador de mujeres, la verdad es que no sé cómo ponerle vida a eso. Entonces, por más que me conozcas desde el pelo, te quedaste en el camino, te perdiste y volviste a tu casa.
Quereme así piantaaa, piantaaa, piantaaa,mirando a esta tierra desde donde me dejan, y ayer me vi tan triste, vení volá sentí, el loco berretín, chupetín, maletín, cafetín....
Y aunque de chiquilina miraba desde afuera, ahora sigo con la nariz aplastada, y el vidrio lleno de vapor.
Entonces el recuerdo de un cruel espantapájaros bandido que me sorprendió dormida y me atacó, es un recuerdo dulce, de certezas y cerezas, de Cabezas... que siempre está en el recuerdo... Y Cóppola y un jarrón, y Chiche Gelblum, y Chiche Duhalde, que son un poco lo mismo.
Y saber tantas cosas que abruman, pero les juro que de Cabezas no sé nada. Y esperar esperar....
O no, cerrar todo, irme a dormir, y soñar con Riverito que en vez de cantarme el OOOOCHO, me mira el siete... ¿Qué querrá decir eso?
Frase embebida sábado 6 a.m.
Triste, lloro la agonía de una Fe que no consuela...
Sola, busco los abrazos de un ser que se impone en las tinieblas del desconcierto...
Thursday, July 06, 2006
Poema de contrabando
Qué les importa a ellos la muerte
la verdadera muerte
la que sorprende a niños mugrientos
la que acosa a viejos hambrientos
si esa parca no tiene acceso a sus barrios privados.
Qué les importa a ellos de la vida,
la verdadera vida
la que se apuesta a cada paso profundo
la que sin querer se ennoblece y es ejemplo
Para ellos la vida es otra cosa...
con números y papeles, otra cosa.
Qué les importa a ellos nuestros sueños
los que te dejan en vela, los que te quitan el apetito,
los que te empañan los ojos, los que te empeñan las manos.
Para ellos los sueños se sueñan de noche
y de día
se cuentan en el diván.
Qué sentido tiene
hablarles de poesía
de las palabras y el alma
de los versos y el hombre.
Ellos se aburrirán con altura
te aplaudirán con desgano
y por lo bajo
susurrarán que no entendieron nada.
Qué les importa a ellos la angustia,
el miedo, los desazones diarios.
Si papá puede arreglar las cosas
con su tarjeta de crédito
y ¿quién nos acredita a nosotros
para hablar,
pensar,
vivir.
Qué es la pobreza y el frío
más que una película extranjera
y el amor un lindo final.
(Madre, debo decirte que cuando dejaste de comer para alimentarme , no fue amor. Dicen ellos, sino una tontería.)
No entenderán ellos la Revolución,
el grito de libertad.
Dirán que ya se intentó y no se pudo...
mejor no hablar de ciertas cosas,
mejor aguantarse y ver qué pasa.
(nosotros y no ellos)
Qué les importa a ellos de nosotros
o más bien, qué nos importan a nosotros ellos.
Nada, o tal vez mucho.
Por eso escribimos, nos indignamos,
por eso gritamos injusticias y luchamos.
Y si son ellos los que siempre importan
y si nosotros no importamos nada
debemos insistir con el poema
aunque sea de contrabando.
la verdadera muerte
la que sorprende a niños mugrientos
la que acosa a viejos hambrientos
si esa parca no tiene acceso a sus barrios privados.
Qué les importa a ellos de la vida,
la verdadera vida
la que se apuesta a cada paso profundo
la que sin querer se ennoblece y es ejemplo
Para ellos la vida es otra cosa...
con números y papeles, otra cosa.
Qué les importa a ellos nuestros sueños
los que te dejan en vela, los que te quitan el apetito,
los que te empañan los ojos, los que te empeñan las manos.
Para ellos los sueños se sueñan de noche
y de día
se cuentan en el diván.
Qué sentido tiene
hablarles de poesía
de las palabras y el alma
de los versos y el hombre.
Ellos se aburrirán con altura
te aplaudirán con desgano
y por lo bajo
susurrarán que no entendieron nada.
Qué les importa a ellos la angustia,
el miedo, los desazones diarios.
Si papá puede arreglar las cosas
con su tarjeta de crédito
y ¿quién nos acredita a nosotros
para hablar,
pensar,
vivir.
Qué es la pobreza y el frío
más que una película extranjera
y el amor un lindo final.
(Madre, debo decirte que cuando dejaste de comer para alimentarme , no fue amor. Dicen ellos, sino una tontería.)
No entenderán ellos la Revolución,
el grito de libertad.
Dirán que ya se intentó y no se pudo...
mejor no hablar de ciertas cosas,
mejor aguantarse y ver qué pasa.
(nosotros y no ellos)
Qué les importa a ellos de nosotros
o más bien, qué nos importan a nosotros ellos.
Nada, o tal vez mucho.
Por eso escribimos, nos indignamos,
por eso gritamos injusticias y luchamos.
Y si son ellos los que siempre importan
y si nosotros no importamos nada
debemos insistir con el poema
aunque sea de contrabando.
Sunday, July 02, 2006
En un principio...
Si la marioneta pretende pensar, mejor que primero tome las tijeras
19 30 hs.
Sonia busca bajo su cama ese par de zapatos. Ése. El suyo, ¿de quién sino?
Sonia está lista para salir, para ordenarse, para ser vista, faltan sólo los zapatos.
Bruno en su puesto de diarios la verá pasar como siempre, entre clarines y naciones vendidas, entre páginas solidarias con el gobierno de turno, y perfiles engañosos.
Sonia recogerá sus papeles, sus muchos papeles y sin ninguna lógica los desplegará en esta mesa, que no es mesa, que no es nada.
Bruno la extrañará esa mañana lluviosa, y hasta se olvidará un poco del partido de fútbol. Ella se habrá convertido en parte de su vida. Aunque no sea algo definido.
Sonia no sonríe hoy, Bruno no piensa.
Sonia encontró los zapatos, pero perdió algo más, quizá la inocencia, la esperanza, algo de eso.
Bruno no vende lo que Sonia necesita. Y Sonia lo necesita a Bruno.
Sonia va a ser solo esos papeles y ese par de zapatos.
Bruno va a ser una canción, un ruido.
Ya casi, pero no aún.
19 30 hs.
Sonia busca bajo su cama ese par de zapatos. Ése. El suyo, ¿de quién sino?
Sonia está lista para salir, para ordenarse, para ser vista, faltan sólo los zapatos.
Bruno en su puesto de diarios la verá pasar como siempre, entre clarines y naciones vendidas, entre páginas solidarias con el gobierno de turno, y perfiles engañosos.
Sonia recogerá sus papeles, sus muchos papeles y sin ninguna lógica los desplegará en esta mesa, que no es mesa, que no es nada.
Bruno la extrañará esa mañana lluviosa, y hasta se olvidará un poco del partido de fútbol. Ella se habrá convertido en parte de su vida. Aunque no sea algo definido.
Sonia no sonríe hoy, Bruno no piensa.
Sonia encontró los zapatos, pero perdió algo más, quizá la inocencia, la esperanza, algo de eso.
Bruno no vende lo que Sonia necesita. Y Sonia lo necesita a Bruno.
Sonia va a ser solo esos papeles y ese par de zapatos.
Bruno va a ser una canción, un ruido.
Ya casi, pero no aún.
Monday, June 19, 2006
Algo de eso
Y se fueron apagando una a una todas las luces de la casa.
Primero fue la de la cocina. Si supieran compañeros lo difícil que es cocinar a oscuras.
Luego el baño, y los cuartos.
Mi cuarto no soportó la penumbra de junio. Los vidrios mojados de lluvia y humedad. Si bien adentro no hay calor, estoy yo y es demasiado.
Ya no se puede ver nada, y la música sigue su trayecto unilineal, reproductor-aire-oído-cerebro. De esta última estación no estoy tan segura.
Canta el cantor, aunque no pueda comprenderlo.
La penumbra de afuera por ósmosis me penetra, y soy yo otra luz que se apaga.
Llorar... otra vez. ¿Ven? Todo es igual. No, ya sé que no ven. Yo tampoco veo. Quizá por eso lloro.
Ellos tienen un país, verde y lleno de vida. Ellos se lo quedaron. Y yo que los vi llevárselo, como ahora se van con mi luz, no pude hacer nada.
Gritar fue peor, y escribir, es bien difícil a oscuras.
Pero el poema sigue allí, en la cabecera de la cama, en la mesita de... ¿de qué? ¿de penumbra? en la mesa de cama.
El poema me mira inconcluso, y no me animo a abordarlo. Quiero quedarme en esta orilla sin moverme. Allá estás vos compañero, pero hoy no podré alcanzarte. Hoy tengo el miedo que ellos lograron dejarme.
El poema me mira, me invita, me exige ser escrito, y aún sólo tengo la primera estrofa y la última.
- Es suficiente- habría dicho mi madre.
Pero sé que no, que su condesendencia es amable, pero este poema no está terminado. Hay palabras allí, en el portafolio, en la carpeta gris, que escondí para no verla. Que ahora a oscuras no encuentro, pero escucho. Por eso no puedo entender al cantor. Porque las palabras se mezclan con los acordes de su guitarra, y este poema que quiere ser canción, que quiere ser, me mira desde la almohada.
Compañero, ellos se quedan con mi luz, y yo debo escribir a oscuras.
Compañero, esperáme en la otra orilla, yo iré en algún momento, cuando pueda atravesar esta nube, cuando aprenda las distancias y sin tantear paredes llegue a vos. Cuando mi oído se aguce e identifique tu voz por sobre los acordes del cantor, por entre las palabras del poema.
Cuando ordene todo este desorden y logre encender la luz, voy a cruzar corriendo este río de asfalto y me voy a parar en el mismo escalón que estás parado vos, para que gritemos juntos estas verdades.
Cuando vos existas realmente y no seas una simple necesidad de esta retórica angustiante. Cuando seas de carne y no de papel. Cuando cruce, cuando vea, cuando pueda, cuando exista... yo, vos, la luz, la verdad. Algo de eso.
Primero fue la de la cocina. Si supieran compañeros lo difícil que es cocinar a oscuras.
Luego el baño, y los cuartos.
Mi cuarto no soportó la penumbra de junio. Los vidrios mojados de lluvia y humedad. Si bien adentro no hay calor, estoy yo y es demasiado.
Ya no se puede ver nada, y la música sigue su trayecto unilineal, reproductor-aire-oído-cerebro. De esta última estación no estoy tan segura.
Canta el cantor, aunque no pueda comprenderlo.
La penumbra de afuera por ósmosis me penetra, y soy yo otra luz que se apaga.
Llorar... otra vez. ¿Ven? Todo es igual. No, ya sé que no ven. Yo tampoco veo. Quizá por eso lloro.
Ellos tienen un país, verde y lleno de vida. Ellos se lo quedaron. Y yo que los vi llevárselo, como ahora se van con mi luz, no pude hacer nada.
Gritar fue peor, y escribir, es bien difícil a oscuras.
Pero el poema sigue allí, en la cabecera de la cama, en la mesita de... ¿de qué? ¿de penumbra? en la mesa de cama.
El poema me mira inconcluso, y no me animo a abordarlo. Quiero quedarme en esta orilla sin moverme. Allá estás vos compañero, pero hoy no podré alcanzarte. Hoy tengo el miedo que ellos lograron dejarme.
El poema me mira, me invita, me exige ser escrito, y aún sólo tengo la primera estrofa y la última.
- Es suficiente- habría dicho mi madre.
Pero sé que no, que su condesendencia es amable, pero este poema no está terminado. Hay palabras allí, en el portafolio, en la carpeta gris, que escondí para no verla. Que ahora a oscuras no encuentro, pero escucho. Por eso no puedo entender al cantor. Porque las palabras se mezclan con los acordes de su guitarra, y este poema que quiere ser canción, que quiere ser, me mira desde la almohada.
Compañero, ellos se quedan con mi luz, y yo debo escribir a oscuras.
Compañero, esperáme en la otra orilla, yo iré en algún momento, cuando pueda atravesar esta nube, cuando aprenda las distancias y sin tantear paredes llegue a vos. Cuando mi oído se aguce e identifique tu voz por sobre los acordes del cantor, por entre las palabras del poema.
Cuando ordene todo este desorden y logre encender la luz, voy a cruzar corriendo este río de asfalto y me voy a parar en el mismo escalón que estás parado vos, para que gritemos juntos estas verdades.
Cuando vos existas realmente y no seas una simple necesidad de esta retórica angustiante. Cuando seas de carne y no de papel. Cuando cruce, cuando vea, cuando pueda, cuando exista... yo, vos, la luz, la verdad. Algo de eso.
Subscribe to:
Posts (Atom)